Editores de Historia
Editores de Historia
Ramiro Domínguez (Madrid, 1967) es el director y editor de Sílex ediciones desde 1998, cuando ésta empezó a configurarse como lo que ahora es, una editorial de ensayos de Historia, aunque sin perder la esencia primigenia de editorial de libros de Arte.
Ramiro Domínguez también participó en la editorial El Avapiés y en la distribuidora Dyanome, de la que fue administrador, y en la distribuidora Museum Line, en esta última como socio fundador. En la actualidad es socio fundador de Punto de Vista Editores y codirector del nuevo sello infantil Silonia.
Durante el tiempo que ha figurado como director de la editorial, ésta ha recibido dos Premios Nacionales de Edición.
Ha participado de forma significativa en el sector dentro de las instituciones como la Junta Directiva de la Asociación de Editores de Madrid desde el año 1999 hasta el año 2008; en la Comisión de Pequeñas Editoriales de Madrid desde el año 1991 hasta la actualidad, con el cargo de presidente (2005-2008); vocal en representación de los editores en la Feria del Libro de Madrid durante los años 2001-2007 y coordinador de la Comisión de Pequeñas Editoriales y por tanto vocal de la Junta Directiva de la Asociación de Editores de Madrid.
Enrique Daza y Elena Vega son arqueólogos y licenciados en Historia por la Universidad Autónoma de Madrid. En la actualidad compaginan sus labores docentes e investigadoras en historia y arqueología con la edición de libros, como directores de La Ergástula, editorial especializada en libros técnicos de temática histórica.
Enrique Daza Pardo (1981) es licenciado en Historia por la UAM (2003), DEA en Prehistoria y Arqueología por la misma universidad (2007) y especialista en Arqueología de la Arquitectura por ETSAM-UPM (2006), donde en la actualidad finaliza su tesis doctoral sobre historia de la construcción.
Ha sido profesor asociado de Historia Medieval en la UAM (2011-2012 y 2014-2015), así como coordinador académico de los Cursos de Especialización en Arqueología de la Arquitectura de la ETSAM-UPM (2007-2010) y profesor asistente Máster Oficial en Conservación y Restauración del Patrimonio Arquitectónico de la misma universidad en 2008.
Además ha ejercido la profesión de arqueólogo desde 2003, coordinando en múltiples proyectos, especializándose en intervenciones sobre el patrimonio edificado y estudios previos a la restauración monumental. Ha sido técnico arqueólogo de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha entre los años 2008 y 2012.
Elena Vega Rivas (1982) es Licenciada en Historia por la UAM (2004) y DEA en Estrategias de Investigación Prehistórica por la Universidad Complutense de Madrid (2008), donde se encuentra realizando su tesis doctoral.
Está especializada en representación gráfica. En la actualidad es profesora del curso “Dibujo Arqueológico Informático”, que imparte el Centro Internacional de Estudios Multimedia en Arqueología de Madrid (CIEMAD).
Ha ejercido la profesión de arqueóloga desde 2004, coordinando y dirigiendo trabajos de prospección, evaluación patrimonial, excavación y de investigación histórica a lo largo de todo el país.
Ramón Alba es director de Ediciones Polifemo desde su fundación, en 1985. Con anterioridad, había dirigido colecciones como Libros de los Malos Tiempos (Miraguano Ediciones) o Libros de Viajes (Anjana Ediciones). Es autor de algunos ensayos históricos y ha sido el responsable de la edición y/o traducción de varios obras.
Hace algún tiempo fue coordinador de la Comisión de Pequeñas Editoriales de la Asociación de Editores de Madrid y en la actualidad forma parte de la Junta Directiva de la citada Asociación y es miembro de la Asamblea de la Federación de Gremios de Editores de España.
MH. El éxito de expresiones tales como “industria editorial” o “productos culturales” ¿refleja que se ha impuesto una concepción del libro destinada al “consumo” masivo? En este panorama, ¿sigue habiendo espacio propio para el resto de libros, aquellos que no tienen vocación de figurar en las listas de los más vendidos?
R.D. Era necesario formar un tejido en torno al libro para protegerlo de acciones invasivas. Estábamos demasiado expuestos. El problema es que esa misma conversión del libro en producto cultural ha llevado a las grandes editoriales a colocarlo en puntos de venta que amenazan al libro “producido” en una pequeña editorial independiente.
Lo idóneo sería que un grupo reducido de pequeñas editoriales se asociara para disfrutar de ciertos beneficios y de visibilidad comparables a los obtenidos por otros grupos en el terreno de la literatura. El caso más conocido es el del grupo Contexto. Nosotros, las editoriales independientes de historia, hemos llevado a cabo estrategias parecidas a nivel institucional y estamos ensayando modelos y estableciendo sinergias para lograr el objetivo común de llegar al lector de una manera eficiente y sostenible.
En editoriales como la nuestra nos hemos fijado como objetivo publicar libros de largo recorrido. Sería una quimera querer competir con las grandes. Entre todos estamos haciendo esfuerzos para sacar la industria adelante. Vamos de puerta en puerta como los titiriteros de Serrat dándonos a conocer en las pequeñas librerías que es donde realmente queremos estar, porque ahí es donde se hace el lector. Y, por cierto, nos interesa un público cultivado, universitario… pero también tenemos vocación de llegar a un lector corriente y por eso hemos creado líneas de pura divulgación. Pero, sí por buen hacer, o suerte nos convertimos en el best seller de la temporada, bienvenido sea.
E.D. y E.V. Nosotros creemos que queda espacio para ediciones no orientadas a la venta masiva, un espacio pequeño eso si, pero real. Los libros técnicos, como los que realizamos en La Ergástula, se encuentran destinados a un público especialista que busca las últimas novedades de la investigación en su sector. Se trata de un «nicho de mercado» que tiene un escaso recorrido, ya que la literatura por y para especialistas (en nuestro caso, de la Historia) cuenta con un público potencial escaso, prácticamente restringido al ámbito periuniversitario, esto es, profesores, doctores, posgraduados, estudiantes de diversos niveles, etc… y, en pequeño porcentaje, público aficionado y entusiasta de la temática técnica y de la alta divulgación.
R.A. El “universo” editorial es un mundo complejo, donde coexisten muy distintos “productos”, cuyo único nexo de unión es el formato (o, mejor dicho, los formatos) en el que se presentan. Libros de gran consumo conviven con los destinados a un público minoritario; los de actualidad con los de “larga duración”; los de texto junto a los diseñados para el simple placer de hojearlos… Las listas de los más vendidos no delimitan el panorama de la edición.
MH. Al margen de la singularidad de cada una, ¿cuál es el papel de las pequeñas editoriales dedicadas a libros de Historia? ¿Cómo podrían establecerse unos canales de distribución que realmente fueran eficaces?
R.D. Nuestra labor es poner en conocimiento del lector el resultado de arduos procesos de investigación. También la de acercar la Historia a cualquier persona que desee encontrar en los libros algo más que ficción y visiones sesgadas y noveladas. La realidad tiene múltiples facetas y aristas. Nosotros, como Sílex, queremos demostrar que una buena interpretación de los hechos históricos es tan entretenida como la mejor de las novelas. Véase, si no, lo ocurrido con la serie Isabel.
Para que los canales de distribución de nuestros libros sean más eficaces sería necesario, hago hincapié en ello, crear una asociación de pequeños editores que abaratara costes de impresión y producción y desarrollara estrategias de marketing comunes y tuviera la suficiente fuerza para crear interés en las pequeñas librerías, que es adonde no llegamos porque las mesas y las estanterías están llenas de libros que, lógicamente, les resultan más rentables. Insisto, apoyamos fervientemente la labor de estos establecimientos que ponen en valor el producto que nosotros creamos. Somos transmisores de cultura, de los contenidos que un autor ha depositado en nosotros, pero no somos nadie sin los distribuidores y los libreros; tan solo un eslabón más de una cadena que hay que salvaguardar. Pero los distribuidores son pocos y muchas las editoriales. Si alguno de nosotros se erigiera a favor de los derechos de todos, tendríamos tiempo y terreno ganado. Lo que hay que hacer es bajarse el ego de una vez y actuar en defensa y conjuntamente con los otros editores “hermanos”, por así decirlo, que aran el mismo campo que nosotros.
E.D. y E.V. En nuestro caso, al trabajar con tiradas cortas, los cauces de distribución para los libros más técnicos se han de circunscribir a círculos muy estrictos, por lo que intentamos potenciar la presencia de nuestros títulos en las librerías especializadas del sector, dejando de lado otras más generalistas, a las cuales no suelen acudir los destinatarios finales de estos productos editoriales.
En España el circuito que han de seguir los libros dificulta que el trato con las librerías sea directo. Por ello hemos de trabajar codo con codo con nuestros distribuidores para potenciar esos puntos de venta a los que acude el público especialista, y al mismo tiempo hacer una buena campaña de difusión para que los lectores y los puntos de venta conozcan las novedades.
R.A. No sé si puede hablarse de un “papel” de las pequeñas editoriales de libros de Historia. Respecto a los canales de distribución, existen y, en la medida de lo posible, funcionan. El problema reside en la necesidad de establecer canales de información adecuados, dado que los medios de prensa –en general– dedican cada vez menos espacio a la información cultural. Por eso, a mi entender, iniciativas como “Metahistoria” tienen una importancia decisiva.
MH. Las publicaciones relacionadas propiamente con la Historia oscilan entre los trabajos de creación y los de divulgación, por no hablar de otros géneros como las novelas históricas. ¿Se puede mantener la exigencia de rigor histórico, casi académico, en aquellas dos categorías, o hemos de aceptar que nuestras ofertas editoriales han de ajustarse al “gusto del público”?
R.D. En Sílex hemos visto cómo se han convertido en grandes éxitos de ventas novelas con temáticas parecidas a la nuestra. La mayoría carecen de fundamente histórico, aunque hay que admitir que son entretenidas. Nosotros queremos conjugar entretenimiento y saber. Somos responsables de hacer circular interpretaciones del pasado que sean plausibles y rigurosas. Ofrecemos planteamientos razonados y avalados por investigaciones sólidas. Tenemos varias colecciones para que el lector se mueva con facilidad y compre lo que más le guste o le sea útil y funcional: “Sílex Universidad” es libro académico, “Serie Historia” es pura divulgación, “Arte” entronca con los principios fundacionales de Sílex que nació para mostrar al lector las fotografías que hizo mi padre de las pinturas rupestres de Altamira, nunca antes impresas en papel y acompañadas de un texto impecable; “Mundos Posibles”, que es una colección de carácter dialógico donde dos textos conviven estableciendo un nexo entre dos épocas, dos voces y que es además todo un ejercicio de estilo (dos colores, uno para cada texto; dos cintas de registro; dos colofones; dos inicios; dos finales) y “Reginae et reges” para aquellos lectores que van al corazón del personaje: del rey, de la reina, desde la esencia, sus emociones, el contexto histórico, la anécdota (que las hubo, sin necesidad de inventarlas). Le damos al lector lo que quiere gracias a una prosa de calidad que hace de lo que ocurrió un divertimento y una lección para el futuro. ¿No son Guerra y Paz o Bomarzo novelas históricas? No al uso, pero, en definitiva, lo son.
E.D. y E.V. No solo se puede mantener el rigor histórico, sino que se debe, ya se escriba un libro técnico o una novela con pretensiones comerciales. Desgraciadamente estamos acostumbrados a que las novelas históricas las escriban autores que ni siquiera se molestan en documentarse mínimamente, lo cual, en nuestra opinión en bastante grave ya que el lector medio tiende a creer a pies juntillas todo aquello que está escrito.
El problema de base está en pensar que si los datos que se proporcionan al lector son correctos el texto deja de tener interés. En la mayoría de los casos es cierto que la realidad supera la ficción, y el hecho de tener que recurrir a tópicos, intervenciones de sectas secretas o extraterrestres lo único que demuestra es la falta de habilidad narrativa del autor.
El caso de las editoriales técnicas, como La Ergástula, es totalmente diferente. Tenemos la obligación de mantener una gran exigencia de rigor, pues es nuestra seña de identidad. Por ello trabajamos permanentemente con asesores expertos del mundo académico y profesional que nos ayudan a evaluar los manuscritos que nos llegan y a guiar a los autores en el proceso de edición.
R.A. El rigor histórico (por favor, que nadie lo confunda con el “rigor mortis”) no está reñido con la divulgación ni debe ser decisivo en la “ficción” histórica. En el caso de Ediciones Polifemo, hemos optado por una línea “dura”, sin ningún tipo de concesiones, ofreciendo obras de investigación o de alta divulgación que no escatiman aquellos aspectos (abundancia de notas, amplia extensión, etc.), que parecen no ajustarse a las tendencias actuales. Es una opción tan válida como cualquier otra.
MH. Aunque cada editorial tiene sus lógicas preferencias, observamos que los catálogos de publicaciones dedicadas a la Historia incluyen más títulos dedicados a las épocas contemporánea y moderna que a la Edad Media y a la antigüedad. ¿De nuevo imposición del público o más bien tributo debido a la abundancia de trabajos de contenido cercano a nuestros días?
R.D. Recientemente, gracias a las series de ficción históricas, parece haber repuntado el gusto por el medievo que hay que recordar que ya puso en valor El nombre de la rosa, hace unos cuantos años ya. Nosotros tenemos a un comité de pares evaluadores especializados en la Edad Media que han traído y confeccionado títulos que antes no se encontraban en autores españoles: Nieto Soria escribió el primer número de nuestra “Serie Medieval”: Un crimen en la corte, sobre los Alba, que fue uno de los primeros estudios realizados sobre la casa. También hemos creado la colección “In Geardagum” con la Universidad de Extremadura con una nómina suculenta de autores de prestigio internacional como John Gillingham o John M. Wallace Hadrill. Sabíamos que había un nicho de mercado que otras editoriales no cubrían y hace unos diez años nos lanzamos a ello. El público sabe que la Edad Media es caldo de cultivo de historias fascinantes. Personajes como Juana, Enrique IV, Isabel I de Castilla o nobles como Pacheco tienen verdaderas similitudes con el político más en boga y hasta con el vecino del sexto.
E.D. y E.V. Es cierto que la historia moderna y contemporánea ocupan un mayor porcentaje que otras cronologías en los anaqueles de las librerías y los catálogos de las editoriales, fundamentalmente, como dices, por la cercanía a nuestros días. Pero también hay un significativo público especializado que demanda textos relacionados con la prehistoria, la antigüedad o el medievo, líneas que junto con los estudios de arqueología y patrimonio histórico hemos cultivado en La Ergástula desde nuestros inicios. De hecho nos sorprende como la Edad Media está siendo la época en la que se basa la mayor parte de los manuscritos que nos llegan últimamente. Puede que algo esté cambiando…
R.A. Es cierto que existe una mayor producción de trabajos sobre las épocas contemporánea y moderna actualmente. Hace algunos años, la Edad Media encontró también un momento de gran productividad. Hay temas que, indudablemente, gozan de una más favorable acogida (piénsese, por ejemplo, en la Guerra Civil española o en las publicaciones sobre las dos Guerras Mundiales).
MH. En el panorama editorial español no son frecuentes ni las traducciones de obras históricas extranjeras ni las dedicadas a la historia de otros países (quizá con la excepción notable de las que abordaron en 2014 el centenario de la Gran Guerra). ¿Es sólo por los mayores costes asociados a la traducción?
R.D. La traducción deja poco margen pero una editorial de historia debe tener como predicamento publicar buenos textos de otros países. Nuestra editorial se dedicó durante desde su fundación hace 42 años al arte y a la museología. Aquí tenemos excelentes académicos por cuyos textos siguen preguntando en las librerías, ya que se han convertido en referente para futuros profesionales pero había que dar un giro y abordar el tema de las traducciones. Hemos traducido numerosos seminarios y conferencias de catedráticos y doctores. Contamos para “In Geardagum” con las traducciones de Bernardo Santano Moreno y queremos ampliar nuestro elenco de traductores. Hemos contratado textos de académicos de las Universidades de Dundee y Glasgow (pioneras en estudios medievales) para dar una impronta de calidad a nuestro catálogo. Estamos haciendo un esfuerzo económico ingente. Las editoriales con márgenes mayores cuentan ya con eruditos de otros países y queremos abrirnos hueco en este campo.
Por otro lado, en marzo lanzamos nuestro sello infantil, Silonia. Los primeros títulos son traducciones de una autora japonesa Sachiko Umoto. Se trata de dos libritos respaldados por su gran éxito de ventas en países como Reino Unido, Francia y Japón. Hemos hecho una inversión significativa con vistas a un futuro que creemos prometedor. Nos dedicamos a las artes gráficas, sabemos que con esto no nos vamos a enriquecer, pero aspiramos a vivir dignamente de nuestro trabajo. Y eso solo se consigue a base de esfuerzo y buen hacer. Deseamos estar entre los primeros y, sobre todo, crecer.
E.D. y E.V. Los costes de traducción son elevados, no cabe duda, y se suman sin remedio a los habituales de la producción, y por tanto es un factor fundamental que hay que tener en cuenta a la hora de lanzarse a esa aventura.
Cuando se trabaja con grandes tiradas ese sobrecoste queda más diluido. En este caso, grandes editoriales en el campo de las ediciones de Historia como Crítica o Ariel están basando sus catálogos en un amplio porcentaje en títulos traducidos del inglés o del francés publicados inicialmente en otras grandes editoriales como Taylor & Francis, Penguin Books, Wiley, Macmillan, Oxford University Press o Cambridge University Press, entre otras muchas. Se trata de obras de grandísimo interés, tanto técnicas como de alta divulgación, que solo editoriales fuertes pueden afrontar su edición, ya no solo por la traducción del original, sino el pago de los derechos de traducción a la editorial que lo publicó originalmente.
Cuando el público objetivo es más limitado hay que valorar muy bien el factor económico. Hoy por hoy Ediciones de la Ergástula solo se ha lanzado con la traducción de un libro, Historia de una fortaleza, de E. E. Viollet-le-Duc, originalmente en francés, cuya edición nunca hubiera sido posible sin contar con una ayuda del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.
R.A. No comparto esa afirmación, hay editoriales cuyo catálogo está mayoritariamente integrado por traducciones o que mantienen un equilibrio entre obras traducidas y obras escritas en castellano (o en catalán, vasco o gallego). Y la mayoría de esos catálogos son magníficos… (me atrevería a citar: Crítica, Turner, Pasado & Presente, FCE, Cambridge…).
MH. Es ya un lugar común comparar el advenimiento de la era Gutenberg con la era de la edición digital. Y aunque algunos defendemos la “cohabitación” entre el soporte papel y el soporte electrónico, no está muy claro si al final este último acabará por desplazar a aquél. ¿Cuál es vuestra opinión?
R.D. De momento solo podemos hacernos eco de los estudios de analistas y de las cifras publicadas por el CIS. Creemos que en España no se da el marco para una puesta en marcha satisfactoria y eficiente porque no contamos con el apoyo de nuestros dirigentes. Para que el soporte digital desplazara al analógico habría que hacer una implantación de unos planes que, de momento, resultan inasumibles por costosos en colegios y universidades (si se desea acabar con la formación universitaria y sus contenidos, se anula todo debate en torno a los dispositivos que transmitan el conocimiento). Si el soporte digital vence y relega la lectura al formato en papel no será en los próximos meses, aunque el cambio de paradigma es claro. Yo mismo he creado otra editorial, Punto de Vista, junto con Anatomía de Red. Hemos sentado las bases para un premio de ensayo y nuestro deseo es llegar al lector a través de unos precios asumibles y unos contenidos de autores, algunos jóvenes, como José Manuel Lechado y otros de larga y reconocida trayectoria, como Justo Serna.
E.D. y E.V. Resulta bastante probable que el libro electrónico acabe desplazando al libro en papel, cuanto menos en lo que a los libros orientados al gran público, como la novela, el libro de bolsillo, etc…, se refiere. Pero en el caso del libro técnico, producciones orientadas a un público más restringido y minoritario, el libro en papel tiene más visos de pervivencia. Hablamos de libros sobre los que se trabaja, que necesitan de una mayor atención por parte del lector y, como ya han demostrado varios estudios, el cerebro entiende y recuerda mejor la palabra impresa. En este sentido, la posibilidad que ofrecen las nuevas tecnologías de la impresión digital que permiten las tiradas más cortas o bajo demanda pueden jugar un rol destacado.
R.A. No creo que ese “desplazamiento” vaya a producirse de manera inmediata. Bien al contrario, creo que el papel, en determinados tipos de edición, acabará por “adoptar como cooperador necesario” la versión digital y ofrecerá conjuntamente ambos formatos. Me permito recomendar un libro reciente: Elogio del papel. Contra el colonialismo digital, de Roberto Casati (Ed. Ariel).
MH. ¿Las editoriales que dirigís han emprendido la digitalización de sus libros? Si es así, qué papel asumen los editores frente a las plataformas como Amazon y similares? Y, visto el precio de venta habitual de los libros digitalizados, ¿hay aun margen de beneficio para el editor, que le permita cubrir los gastos de su estructura empresarial?
R.D. Las editoriales estamos invirtiendo grandes sumas en digitalizar nuestro catálogo, pero de momento la conversión de los contenidos a formatos ricos y útiles es lenta. Nosotros apostamos por esto. La colección de museología va a estar a pronto a la venta en formato epub y en papel. No le puedes vender a un alumno un texto interactivo y rico en hipervínculos y referencias, vectores, gráficos y tablas en pdf. Pero eso tiene un coste que veremos si cosecha resultados óptimos. No todos estamos en condiciones de hacerlo ni en todo momento.
El margen de beneficio para el editor con el libro digital es mínimo. Con el papel el beneficio nos permite cubrir los gastos fijos. A veces se nos olvida que los contenidos no se editan solos por mucho que Amazon, etc animen a la autoedición y google ofrezca traducciones simultáneas de dudosa calidad. Hay mucha gente detrás, y no sólo correctores, sino editores de conceptos y una sintaxis deficiente. De momento, podemos acometer ese gasto “digital”, pero no sé por cuanto tiempo si no se ponen en marcha políticas que favorezcan una verdadera conversión.
E.D. y E.V. En Ediciones de la Ergástula aún no hemos optado por la digitalización de nuestros libros, fundamentalmente porque somos unos amantes irredentos del papel y de lo que significa. Somos de la opinión de que un buen libro también hay que valorarlo por su forma y no solo por el contenido, que es lo que prima en la digitalización. Un EPUB o un PDF no transmite ni la calidez ni las sensaciones que te puede dar un libro en papel… ni se le acaba la batería, ni dependes de la conexión a internet, ni necesita actualizaciones… en resumidas cuentas, somos unos nostálgicos, quizá todavía unos artesanos desfasados, pero nos gusta.
Sin embargo, no podemos decir que no hemos consideremos esta posibilidad, fundamentalmente en lo que a la edición de las actas de los congresos se refiere. Pero es un paso que queremos dar con tranquilidad, puesto que somos conscientes de que un gran porcentaje de lectores españoles no entiende que se les cobre por un formato digital y encuentra lícito el pirateo. No valoran que los gastos de impresión, que si bien son una parte considerable de los gastos de edición, no son los únicos que entran en juego. La evaluación, maquetación, corrección, diseño, distribución y derechos también hay que pagarlos. Y son gastos imprescindibles con los que tiene que correr la editorial si quiere asegurar la calidad de sus publicaciones.
R.A. Disponemos de prácticamente todo el fondo de Ediciones Polifemo en formato digital, pero no hemos considerado oportuna su comercialización por el momento, salvo en un caso: las Universidades de EE.UU., gracias al acuerdo con un distribuidor de ese país.
Desde un punto de vista puramente económico, las inversiones realizadas en el ámbito digital no están justificadas, salvo por la menos económica de las razones: la esperanza de un mercado que en la actualidad no tiene la dimensión necesaria.
MH. ¿Os parecen suficientes la medidas anti-piratería incluidas en la reforma de la Ley de propiedad intelectual? A juicio de algunos, son un intento más de poner puertas al campo, y deberían ser otros los medios de luchar contra el fenómeno de la descarga ilegal de contenidos culturales. ¿Qué pensáis al respecto?
R.D. No creo que las leyes antipiratería formen conciencias, sí puede ocurrir que intimiden y con eso tal vez baje algo la piratería. Sí creo en que debe de haber más inversión en la educación a los jóvenes y en la afición a la lectura a través de ayudas reales para su fomento en colegios, y librerías, con la creación de una red de bibliotecas sostenible. En algunos colegios son los padres los que donan sus libros. Por favor.
No se puede evitar que los jóvenes de hoy con los bolsillos vacíos pirateen contenidos en lugar de comprar un libro a 20 euros. Todos hemos dedicado tiempo y dinero a una clase de ocio no necesariamente cultural. No sé cuánto se habrá gastado el Estado en unas herramientas antidescargas. ¿Por qué no invertir en librerías, bibliotecas y espacios que ayuden a fomentar el culto al libro? ¿Es que no interesa? Habrá que preguntarse por eso. El único medio útil de lucha contra las descargas ilegales es la inversión en educación y cultura.
E.D. y E.V. Esta legislación no plantea las vías adecuadas para luchar contra la piratería. El problema de base, y lo que tendríamos que trabajar todos, es en educar a la ciudadanía, que no es consciente de los daños que ocasionan estas conductas, especialmente a pequeñas editoriales (o productoras, discográficas, etc…). Tal vez si el destinatario entendiera que la repetición de esta conducta tendrá como consecuencia a largo plazo una notable disminución de la producción de libros, revistas, discos y películas, actuaría de manera diferente. Es cierto que vivimos en el país de la picaresca y que es más fácil hacer cuatro decretos que educar. Muestra de ello son los resultados que produce nuestro sistema educativo.
En el campo de los libros técnicos nos ocurre, como en otros sectores de la literatura, que los libros se escanean y se alojan en páginas de descargas de manera irresoluble, pudiendo ser descargados de manera masiva y gratuita, disminuyendo considerablemente las posibles ventas potenciales.
En particular, un aspecto que no aparece contemplado en la Ley y nos parece de suma importancia, aunque su afección sea muy restringida (nos toca a muy pocas editoriales) es la creación de repositorios científicos. Los libros de La Ergástula, por poner un ejemplo, están escritos en su mayoría por profesionales del ámbito universitario y desde este se potencia la creación de portales de producción científica, en los que se vacía toda la producción de cada profesor o doctorando para que sea accesible para todo el mundo. Esto supone un problema en los libros de autoría coral, las actas de congresos o los simposios, pues cada autor escanea su parte y la aloja en estos servidores; afortunadamente en el caso de las monografías de un único autor ocurre con una menor frecuencia. Por esta vía cualquiera puede hacerse con un libro completo sin levantarse de la silla. Esto mismo ocurre, de una manera aún más accesible con portales como academia.edu, en el que cada autor puede subir, sin control alguno, toda su producción científica, fundamentalmente de actas de congresos y libros corales, sin pararse a pensar en que si ha cedido los derechos de edición de esos textos a la revista o editorial que publicó la obra y que no pueden hacerlo sin su consentimiento. Es más, si el autor no ha subido ningún archivo a una entrada, el propio sistema ofrece la posibilidad de solicitar directamente al autor una copia del trabajo.
En España, donde impera el «todo gratis» en cuanto difusión de la producción científica, se está vulnerando a los editores que se embarcan en la edición de obras de esta tipología, algo que en otros países europeos, como Reino Unido, se controla de manera férrea.
R.A. La Ley 21/2014, de 4 de noviembre, en su disposición final 4ª establece:
“El Gobierno, en el plazo de un año desde la entrada en vigor de esta ley, realizará los trabajos preliminares necesarios, en colaboración con todos los sectores y agentes interesados, para preparar un reforma integral de la Ley de Propiedad Intelectual ajustada plenamente a las necesidades y oportunidades de la sociedad del conocimiento”.
La actual es, por tanto, insuficiente, con fecha de caducidad e ¿inútil?
MH. ¿Compartís las críticas sobre la disminución de los gastos públicos en materia de cultura o más bien pensáis que, al final, la subvencionada por los poderes públicos responde a una idea de la “excepción cultural” que debería abandonarse?
R.D. Si eliminan el IVA reducido para los libros, los editores, libreros y distribuidores tendremos que ir buscando otro oficio. Nadie se hace millonario con esto. Estamos en contra de la subida del IVA en la cultura porque forma parte de una política agresiva. Este es un antiguo debate iniciado años atrás que criminaliza la cultura de las subvenciones y que ha generado desconfianza en otros sectores porque todos atraviesan una crisis lacerante. Yo defiendo esta excepcionalidad cultural de la que hablas porque nosotros no somos rentables en modo alguno y a menudo las subvenciones nos impulsan en momentos desmoralizadores y de enormes dificultades económicas. Si no fuera por el IVA reducido no habríamos sobrevivido a la crisis. En pequeñas o microeditoriales como la nuestra, habríamos tenido que cerrar.
Según el Anuario de Estadísticas Culturales del Ministerio de Cultura, el año 2013 el PIB del sector cultural (Teatro, Cine, Canal +, toros, arte, libros, revistas, etc.) era del 2,5%. De eso el 1% es del Sector libros y Prensa (Libro, diarios y revistas). Según este anuario el gasto por español en libros no de texto es de 19 € al año (año 2012). Y el gasto por español en libros no de texto al año era de 29,9 € (año 2006). Una caída del 36,45%, datos tremendos. El gasto por español en cultura al año (incluye todo lo anterior puesto (Teatro, …) en el año 2013 es de 265 €. La cifra en millones de ese gasto medio en libros no de texto es de: año 2008 de 29.468 € (millones). Año 2012 de 25.263 € (millones).
Según el artículo de El País los datos del sector son, y cito “El libro es la primera industria cultural de España. Aporta el 0,7% del Producto Interior Bruto (PIB), con 2.700 millones de euros en 2013 (Todas las industrias culturales del país representan el 3,7% del PIB y el 2,6 del empleo).
http://cultura.elpais.com/cultura/2015/02/04/actualidad/1423081388_427463.html
No son tantas las ayudas de que disfrutamos, si es esa la creencia general. En comparación con otros sectores, las cantidades que percibimos son irrisorias.
E.D. y E.V. La cultura no tiene por qué ser rentable en términos económicos directos, la rentabilidad llega a la sociedad materializada en otras cosas, no hace falta que sea en forma de euros. Una sociedad culta, que valora su Patrimonio y conoce su Historia fomenta el progreso. Por ello la administración debe ayudar a potenciar la cultura y ayudar a su desarrollo, la rentabilidad económica de esta inversión llegará a largo plazo.
R.A. No soy partidario de las subvenciones, sí de las inversiones y/o ayudas. El deterioro del tejido cultural ha sido manifiesto debido, en gran medida, a decisiones políticas que han lastrado algunos sectores. No considero que las compras de libros para bibliotecas sean subvenciones. No creo que un país pueda progresar ni sostenerse como tal, si las inversiones en educación e investigación se consideran prescindibles. Es preciso acabar de una vez con el mito de las “subvenciones culturales”. Por cada euro que se invierte en el ámbito cultural, se generan tres.
MH. Ya desde el plano personal, ¿qué os impulsó a la actividad editorial? Y ¿qué consejo daríais a quien quisiera iniciarse, en estos tiempos difíciles, en ella?
R.D. Yo heredé la editorial de mi padre Eleonor Domínguez que con su cámara al hombro hizo unas fotografías de las pinturas de Altamira y de los cuadros del Museo del Prado que no han conocido parangón. Las acompañó de textos y las puso a disposición del lector. Cuando se retiró, nuestro negocio había dejado de facturar aquellas maravillosas cifras que registrara la editorial en sus mejores años. Había que hacer un giro y yo, que fui quien se puso al frente, decidí virar a la historia y al ensayo periodístico con títulos como Las Cruzadas de Carlos de Ayala u Oriente Próximo de Juan Altable. No era un camino fácil porque la novela es quien se llevaba, y lo sigue haciendo, la mayor parte del pastel. Pero yo era un artesano del oficio y un enamorado de la historia y conjugué ambas pasiones en esta editorial que me trae muchos quebraderos de cabeza, pero también infinitas alegrías que no solo se traducen en ventas, sino en el agradecimiento de los lectores y en premios como el los dos Premios Nacionales al libro Mejor Editado y el Premio Nacional a la Mejor edición Universitaria, El Premio Nacional de Estudios Nobiliarios, Premio Virgen del Carmen y el Premio Delibros.
También nos satisface aparecer en el ranking realizado por el CSIC de la mejores editoriales en la sección de Historia en el uno de los primeros puestos y coeditar con universidades de todo el mundo como la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México), Aix Marseille Université (Francia), la Universidad de Leiden, la Universidad de Gante, entre otras y numerosas universidades y fundaciones en España.
Pero lo que más valoramos es que un lector que ha adquirido un libro nuestro en una librería nos escriba para felicitarnos, no hay mejor sensación; en ese momento es cuando creemos que hemos cumplido un cometido importante para nuestra sociedad.
A los jóvenes les diría que no pueden ignorar sus sueños. Que es mejor perseguirlos, no importa cuáles sean las dificultades que hay que atravesar. Que los árboles no les impidan ver el bosque, como dicen los británicos. Que indaguen y busquen, rastreen el campo sembrado de grandes títulos que no han sido descubiertos todavía y los saquen a la luz en compañía de otros (siempre es más fácil asociarse al principio en aras de un bien común). Y luego a luchar todos los días, como me recuerda el viejo dicho de Bertold Brecht. Esos luchadores, los que no cejan ni un instante, son los imprescindibles.
E.D. y E.V. Nosotros somos historiadores, más concretamente arqueólogos y desde hace más de diez años hemos desempeñado esta labor tanto dentro de la universidad como fuera de ella. Desde que estábamos estudiando una idea nos rondaba siempre la cabeza: una gran cantidad de textos técnico-científicos de calidad relacionados con la Historia que se producen cada año se quedan en un cajón. Nos referimos no solo a tesis, tesinas, trabajos de fin de master o grado, sino también a memorias de proyectos de investigación, de excavaciones arqueológicas, de catalogación monumental, de restauración arquitectónica, producto todas ellas de la actividad profesional de las disciplinas que trabajan sobre el hecho histórico, ya en su versión material o teórica. De hecho, en varias ocasiones en desarrollo de nuestro trabajo de arqueología nos hemos encontrado con el mismo problema al que se enfrentan nuestros compañeros: la necesidad de conocer los resultados de una intervención que se ha realizado anteriormente y que se encuentra sin publicar. Por ello decidimos crear La Ergástula, un espacio editorial en el que todos los profesionales que trabajan en la sombra pueden sacar a la luz sus investigaciones de una manera digna y visible, aportando su granito de arena al conocimiento de las ciencias históricas.
Y en cuanto a dar un consejo al valiente que quiera iniciarse en el mundo editorial, simplemente decirle que lo más probable es que este trabajo no le hará rico económicamente hablando, pero le enriquecerá en espíritu…
R.A. Fue algo natural. Fui pasando por todos los sectores del mundo del libro (distribuidor, librero, autor, director de colecciones…) y acabé publicándolos… No hay nada comparable a seguir los pasos de unos folios (o unos archivos de texto) que van tomando forma hasta convertirse en un artefacto perfecto, en un libro impreso (y/o digital).
¿Consejos? No me siento capacitado para dar consejos, pero nadie debe renunciar a sus sueños. Si de verdad alguien desea ser editor, que no escuche a nadie (todos los tiempos son difíciles), que siga adelante… y atienda a todo el que tenga algo que decirle.