Carlos Martínez Shaw
Carlos Martínez Shaw
Carlos Martínez Shaw (Sevilla, 1945) Licenciado en Historia (Universidad de Sevilla, 1967), Doctor en Historia (Universidad de Barcelona, 1973), Catedrático de Historia Moderna desde 1983 en las Universidades de Santander, Barcelona y UNED. Catedrático de Historia Moderna (UNED, Madrid).
Académico de Número de la Real Academia de la Historia. Académico de Número de la Real Academia Hispano Americana de Ciencias, Artes y Letras (Cádiz). Académico Correspondiente de la Academia Nacional de la Historia (Argentina)
Premio ‘Menéndez Pelayo’ del Institut d’Estudis Catalans. Cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio al Mérito Académico. Doctor honoris causa por la Universidad de Lérida. Placa ‘Marc Bloch. Honor al mérito en la Ciencia Histórica’, 2011, por su aporte a la formación de historiadores en España e Hispanoamérica y por su contribución al desarrollo de la historiografía iberoamericana.
Durante 27 años vinculado a la Universidad de Barcelona, donde fue Vicerrector (1982-1986) en el equipo del rector Antoni Badia Margarit. Presidió el Centro de Estudios de Historia Moderna Pierre Vilar durante una década (1984-1994). Redactor de la History of Humanity de la UNESCO.
Profesor visitante en la Ecole des Hautes Etudes de París (Francia), Université de Toulouse-Le Mirail (Francia), Università degli Studi di Cagliari (Italia), Università degli Studi di Sassari (Italia), Universidad Nacional de Mar del Plata (Argentina), Universidad Católica de Quito (Ecuador), Universidad Nacional de Salta (Argentina) y Universidad Nacional de Costa Rica.
Ha sido y es investigador principal de varios Proyectos de Investigación I+D: La pesca en Cataluña en el siglo XVIII (Universidad de Barcelona, 1980-1983), El mercado exterior de Cataluña en el siglo XVIII (UB, 1987-1989), La flota española en el siglo XVIII (UB, 1989-1993), América y la economía española, 1659-1828 (UNED, 1995-1999), España en el comercio marítimo internacional, 1648-1828 (UNED y Universidad de Huelva, 2000-2003 /2004-2007). Así como de la Acción Integrada con Portugal: Límites y representaciones de las fronteras imperiales en la época de la unión de las dos Coronas: el caso de las misiones (2004-2007).
También ha sido y es investigador en Proyectos de Investigación I+D: España en el comercio marítimo internacional, 1648-1828 (Universidad de Huelva, 2008-2011), Proyecto de Excelencia Desarrollo de la tecnología naval en Andalucía y España. Apogeo y crisis de la Real Armada. 1720-1820 (Universidad Pablo de Olavide, 2008-2011).
Proyecto de Excelencia El Pacífico Hispano: imágenes, conocimiento y poder (Escuela de Estudios Hispano-Americanos, CSIC, 2010-2013)
Comisario, junto con Marina Alfonso Mola, de varias exposiciones: Schittering van Spanje, 1598-1648. Van Cervantes tot Velazquez (Ámsterdam, 1998); Arte y Saber. La cultura en tiempos de Felipe III y Felipe IV (Valladolid, 1999), Esplendores de Espanha. De El Greco a Velázquez (Río de Janeiro, 2000), El galeón de Manila (Sevilla, 2000, México DF, 2001), Oriente en Palacio. Tesoros de arte asiático en las colecciones reales españolas (Madrid, 2003), La fascinaciò de l’Orient. Tresors asiàtics de les coleccions reials espanyoles (Barcelona, 2003) y Europa en papel (Madrid, 2010).
Entre sus publicaciones cabe destacar los siguientes libros: El cantón sevillano (Sevilla, 1972), Cataluña en la Carrera de Indias (Barcelona, 1981), La emigración española a América, 1492-1824 (Oviedo, 1993), La Historia Moderna de Asia (Madrid, 1996), El Siglo de las Luces. Las bases intelectuales del reformismo (Madrid, 1996), Historia de España (Madrid, 1998), Europa y los Nuevos Mundos (Madrid, 1999), La Ilustración (Madrid, 2001) y Felipe V (Madrid, 2001).
Ha editado: Spanish Pacific, from Magellan to Malaspina (Brisbane, 1988), Séville, XVIe siècle (París, 1993), El Derecho y el Mar en la España Moderna (Granada, 1995), Historia Moderna, Historia en Construcción (Lérida, 1999), Schitering van Spanje, 1598-1648 (Ámsterdam, 1998), Arte y Saber. La cultura española en tiempos de Felipe III y Felipe IV (Madrid, 1999), History of Humanity. Volume V. From the Sixteenth to the Eighteenth Century (Paris-London-Nerw York, 1999), Esplendores de Espanha. De el Greco a Veláquez (Río de Janeiro, 2000), El Galeón de Manila (Madrid, 2000), Oriente en Palacio. Tesoros asiáticos en las colecciones reales españolas (Madrid, 2003), El sistema atlántico español (siglos XVII-XIX) (Madrid, 2005), Cristóbal Colón (Valladolid, 2006), La ruta española a China (Madrid, 2007), España en el comercio marítimo internacional (ss. XVII-XIX). Quince estudios (Madrid, 2009)
Sus principales líneas de investigación (economía marítima, emigración americana, Ilustración en el mundo hispánico, Pacífico español…) se han recogido en más de dos centenares de artículos y capítulos de libros. Ha dirigido 41 tesis doctorales ya presentadas.
Presidente de la Fundación de Estudios Taurinos (Real Maestranza de Sevilla). Director de la Revista de Estudios Taurinos (Real Maestranza de Sevilla). Miembro del consejo científico de las revistas Hispania (Madrid), Pedralbes (Barcelona), L’Avenç (Barcelona), Drassana (Barcelona), Revista de Historia Social (Madrid), Espacio, Tiempo y Forma (Madrid), Cuadernos de Historia Moderna (Madrid), Revista de Historia Moderna (Alicante), Tiempos de América (Castellón), Brocar (Logroño), La Aventura de la Historia (Madrid), Historiar (Barcelona), Vegueta (Las Palmas de Gran Canaria), Anuario de Estudios Atlánticos (Las Palmas de Gran Canaria), Andalucía en su historia (Centro de Estudios Andaluces), Secuencia (México DF) y Cuadernos de Historia de España (Buenos Aires). Crítico de literatura asiática en El País (Madrid) y El Periódico de Catalunya (Barcelona). Asesor cinematográfico de Colón (Ridley Scott) y Juana la Loca (Vicente Aranda).
MH. La tradición académica de los libri amicorum no ha desaparecido, afortunadamente, pero nos parece que la obra Carlos Martinez Shaw historiador modernista, editada por la Universidad de Lleida (2010) bajo la coordinación de Roberto Fernández, es bastante más que un obligado tributo a la amistad. De sus diez estudios y los numerosos testimonios de colegas y discípulos que sobre usted en ella se recogen emerge la sensación de que nos encontramos ante uno de los historiadores que han contribuido –y siguen haciéndolo- a formar toda una generación de modernistas en España. ¿Cómo resumiría los signos distintivos de esa generación?
R. Mi generación se formó esencialmente con la lectura de los clásicos y con el magisterio esporádico de algunos grandes historiadores cuyos nombres varían en cada caso. La verdad es que puede sonar a arrogancia, pero me atrevo a decir que al final llegamos a conocer bien la teoría de la historia y la historia moderna, tanto de España como Universal. En tales condiciones nos dedicamos a impartir la docencia durante muchos años y durante muchas horas semanales, así como a dirigir tesis de licenciatura y tesis doctorales con toda la aplicación de que fuimos capaces. La nueva generación de historiadores, por tanto, ha alcanzado un alto nivel de preparación, al que ha sumado la posibilidad de frecuentar otras universidades y a otros profesores tanto dentro como fuera de España, lo que ha convertido al modernismo español en un grupo muy numeroso y muy activo con gran presencia en la historiografía internacional y con un prestigio bien ganado fuera de nuestras fronteras. Ahora bien, esta situación está amenazada por la infame política de nuestras actuales autoridades educativas en un doble sentido. Primero, por su deliberado desmantelamiento de los recursos materiales y humanos de las universidades públicas y segundo por su también deliberado propósito de convertirlas en servicios de estudios de las empresas privadas, mutilando la investigación y privilegiando los estudios instrumentales en interés de las corporaciones frente a los estudios básicos en interés de la sociedad en general. Si no se ataca esta monstruosa línea de actuación, la labor de muchos años se hundirá y el futuro quedará muy comprometido.
MH. Fue usted profesor de historia en la Universidad de Barcelona y es buen conocedor de la historia de Cataluña, tras haber pasado en ella gran parte de su vida académica. Desde su tesis doctoral (1972) sobre “Cataluña y la carrera de Indias 1680-1756”, después publicada en Crítica, ha dedicado usted especial atención a la historia económica moderna de Cataluña y contribuyó a crear allí el Centro de Estudios de Historia Moderna Pierre Vilar y la revista L’Avenç. No queremos pecar de oportunistas, pero ¿cómo percibe, años después, la polémica habida estos últimos años para algunos, más bien la ruptura- entre determinadas tendencias historiográficas “catalanas” y las investigaciones denominadas “españolistas”? ¿Estamos asistiendo de nuevo a la recreación de mitos historiográficos?
R. Como en casi todos los campos, las cosas no son ni completamente blancas ni completamente negras. Hay una gradación en las posiciones mantenidas por los distintos especialistas ante los hechos de la historia de Cataluña, lo que permite un amplio debate sobre los acontecimientos. Diferente es la manipulación histórica, incluso la deliberada tergiversación histórica en algunas ocasiones, de ciertos grupos nacionalistas para fundamentar así su concepto de Cataluña como nación. Porque la conciencia nacional suele articularse sobre determinados mitos, como puede verse en otros casos. En México, la afirmación nacional tiene que unir la leyenda de Quetzalcóatl con la leyenda de la Virgen de Guadalupe. En España mitos tan extravagantes (el calificativo es del ilustrado inglés Edward Gibbon) como el de la llegada del apóstol Santiago o su aparición en un caballo blanco en la batalla de Clavijo, parece que siguen siendo necesarios para apalancar nuestra nacionalidad como se demuestra en los actos oficiales repetidos cada año el 25 de julio.
MH. No nos resistimos a preguntarle, cuando se cumplen tres siglos de los acontecimientos de 1714, su opinión sobre la incidencia real que aquéllos tuvieron en el devenir ulterior de Cataluña, más allá de los Decretos de Nueva Planta. En alguna publicación ha presentado usted el siglo XVIII, cuando ya se habían apaciguado las hostilidades, como un período en el que Cataluña gozó de prosperidad general, consenso social, ambiente de paz y fue terreno abonado para la floración de la cultura, lo que se tradujo en grandes logros ilustrados.
R. He mantenido y mantengo la realidad de tales hechos. Los Decretos de Nueva Planta obviamente lesionaron severamente la estructura constitucional de Cataluña dentro del marco de la monarquía compuesta española, lo que significó para muchos un grave retroceso político, que fue muy sentido emocionalmente. Sin embargo, la inserción más profunda de Cataluña dentro del mismo marco de la monarquía compuesta aportó al Principado una serie de beneficios indudables, tanto en el terreno de la expansión económica, como en el de la movilidad social, la estabilidad política y la inserción dentro de una cultura ilustrada compartida, a la que todas las provincias hicieron una contribución específica. Estas ideas pueden ahora verse reflejadas en el reciente libro de Roberto Fernández, “España y el absolutismo del siglo XVIII. Historia y Política” (Barcelona, Crítica, 2014).
MH. Sus tesis sobre un sistema atlántico, que duró varios siglos bajo la influencia ibérica, o las tesis de Pietschmann y Elliot en análogo sentido, ponen el acento en la compleja red de relaciones económicas, políticas y culturales de ambas orillas del océano. El sistema atlántico del que España era epicentro comercial ¿cómo pudo resistir durante tanto tiempo la competencia de otros países europeos?
R. No se trata tanto de tesis como de realidades que nadie cuestiona. Diferente es la discusión entre uno o varios “sistemas atlánticos”. En el libro que edité, junto con José María Oliva, defendí la existencia de un específico “sistema atlántico español”, por lo cual puedo congratularme de haber coincidido con las ideas sostenidas tanto por Horst Pietschmann como por John Elliott, frente a otros historiadores que optan por la existencia de un solo sistema atlántico que engloba a todas las potencias europeas y a todos sus dominios trasatlánticos en un mismo proceso. En ese sentido, he proseguido el debate en el II Congreso de Ciencias Históricas celebrado en la Universidad de Barquisimeto (Venezuela) y en la reciente reunión de la Fundación de Investigaciones Marxistas celebrada en Madrid este mismo año. España se adueñó muy pronto de un inmenso espacio territorial que supo organizar económica y políticamente de acuerdo con sus intereses. Las otras potencias estuvieron más preocupadas por aposentarse en los márgenes del Imperio americano para desviar en su beneficio parte de la plata y del comercio español y sólo en algunos casos se decidieron a avanzar en el dominio continental (Brasil, las 13 Colonias inglesas o la “Nouvelle France”). Ahora bien, habría que dar todo un curso de historia de Hispanoamérica para explicar los motivos de esta asombrosa permanencia de más de tres siglos.
MH. En su discurso con ocasión de la investidura como Doctor honoris causa por la Universidad de Lleida se refería usted a la Edad Moderna como momento en que los distintos mundos hasta entonces separados por la distancia geográfica y mental toman contacto y se disponen a configurar un solo mundo. ¿Se fijaron ya entonces las líneas básicas de la ulterior globalización o fue tan sólo un contacto epidérmico?
R. También en este sentido he sostenido y sostengo que hubo un periodo excepcional en la historia, marcado por cuatro acontecimientos decisivos que sucedieron en treinta años: la llegada de Cristóbal Colón a América (1492), la llegada de Vasco de Gama a la India (1498), la llegada de Vasco Núñez de Balboa al Océano Pacífico (1513) y la vuelta al mundo de la expedición Magallanes-Elcano (1522). Ese periodo permitió la existencia de una primera globalización o mundialización, que comunicó entre sí a las cuatro partes del mundo (utilizando un “topos” clásico del arte de los tiempos modernos o el título del libro de Serge Gruszinski, a elegir) y que, paradójicamente, dio lugar, por primera vez en la Historia, a la aparición de un solo mundo, a la posibilidad de una auténtica historia universal. También en este caso, los estudios que ha generado esta temática resultan ya oceánicos, como no podría ser de otro modo.
MH. Una de las aportaciones al libro-homenaje del que antes hacíamos mención se titula “El capitán Martínez Shaw y sus océanos y mares” y la historia marítima es uno de sus temas preferidos. En concreto, a la ruta del Pacífico dedicó su discurso de ingreso en la Academia (“El sistema comercial español del Pacífico”), lo que inevitablemente le conduce a tomar en consideración la historia de Asia, no muy conocida entre nosotros con un cierto nivel de profundidad. ¿Es ya inevitable, pese a las limitaciones metodológicas, la ampliación de horizontes en la historia moderna, el tránsito al estudio de la historia universal?
R. Hoy día es absolutamente imprescindible tomar en consideración la realidad de una historia universal. Y no hay ningún límite metodológico, sino sólo la constatación de la imposibilidad (que ya tenía la “historia total” de Lucien Febvre y Marc Bloch) de que un investigador estudie en profundidad a un mismo tiempo todos los aspectos no sólo de la historia universal, sino de la historia más restringida de una concreta formación social. Ahora, eso sí, hay que plantearse la superación de la vieja “historia de la expansión europea” con su tufillo del “white man’s burden” a lo Rudyard Kipling. Hay que hacer por un lado una “global history”, por emplear la muy utilizada expresión inglesa que pone el acento en los intercambios biológicos, humanos, económicos y culturales entre los diversos continentes, y por otro una historia sustantiva de los países extraeuropeos, pues si hasta ahora conocemos mal la historia de Asia, tampoco conocemos mucho mejor la historia del África subsahariana. Este es el obligado reto del futuro.
MH. No creemos estar equivocados si le catalogamos entre los historiadores que han cultivado lo que por nuestra parte denominamos la “alta divulgación”, reflejada en escritos o libros de síntesis, o en artículos sobre cuestiones históricas publicados en revistas o periódicos de calidad. Como investigador que ha dedicado especial atención a la economía y al comercio, ¿no le parece que en la descripción de la actual situación económica se olvidan con demasiada frecuencia las enseñanzas de las anteriores?
R. Naturalmente, las graves cuestiones que se plantean actualmente en nuestro mundo requieren principalmente del dictamen de aquellos especialistas volcados en el análisis de la actualidad. Ahora bien, resulta que, como ya se ha escrito infinidad de veces, la realidad de cada momento no se entiende sin referencia al pasado, no se entiende si no se profundiza en su trasfondo histórico, como saben los buenos economistas o los buenos sociólogos. Y, contestando más de cerca la pregunta, en efecto, cuando leo las aportaciones de estos analistas sobre la crisis financiera actual, me retrotraigo insensiblemente a los tiempos de la Edad Moderna, con sus colapsos financieros, sus tormentas monetarias, sus concursos de acreedores, sus devastadoras consecuencias sociales. Pienso en aquellos grandes maestros que se preocuparon por comprender las raíces de aquellas crisis: las bancarrotas de Felipe II, la burbuja de la South Sea Company, la quiebra de las finanzas estatales que precedió a la Revolución Francesa.
MH. Aun cuando no sea exactamente una labor divulgativa en el sentido editorial del término (siendo cierto que sus catálogos no desmerecen de muchas monografías, antes al contrario) sin duda las exposiciones sobre temas históricos, abiertas y dirigidas al gran público, son una de las claves del más amplio conocimiento generalizado de la Historia. Usted ha sido comisario de varias ellas en España, Holanda, Brasil, México (y perdón si omitimos algún otro país) ¿Qué experiencias destacaría de esta labor?
R. He escrito algún artículo sobre las experiencias obtenidas de las exposiciones que, destinadas a la divulgación (mediante documentos y objetos) de algunos aspectos o algunos periodos de la Historia Moderna, he tenido la inmensa suerte de llevar a cabo, siempre junto con mi esposa, la profesora Marina Alfonso Mola. Para nosotros fue una experiencia particularmente enriquecedora, que nos puso en contacto con una realidad que pocas veces está al alcance de los historiadores a secas (frente a los historiadores del arte, por ejemplo) y cuyo primer impulso debemos a mi querido compañero, el profesor y académico José Alcalá-Zamora, a quien nunca se lo agradeceremos lo bastante. Creemos, pensando en los visitantes, que este tipo de exposiciones resultan particularmente gratificantes, tanto desde el punto de vista de la ampliación del conocimiento como desde la perspectiva del contacto con una serie de piezas muchas veces bellas y siempre atractivas que origina sin duda toda una serie de efectos multiplicadores en el público. Una de sus prolongaciones fue para nosotros la creación de una asignatura en la Facultad de Geografía e Historia de la UNED que, bajo el título de “Imagen y Sonido como fuentes para la Historia Moderna”, trata de subrayar el valor de los documentos iconográficos y de los documentos sonoros para el conocimiento del pasado.
MH. Hay una faceta de su producción que –siendo uno de los editores de Metahistoria también sevillano, como usted- nos ha llamado particularmente la atención. La cercanía al Archivo de Indias o el recuerdo de la salida desde Triana de Juan Sebastián Elcano pueden predisponer a uno, sin duda, para dedicarse a la historia del comercio con América y con el Pacífico. El hecho de que cerca del Archivo y de Triana, y por añadidura en el Paseo de Colón, se encuentre también la Maestranza, ¿ha influido en su acercamiento a la historia de la tauromaquia?
R. Quizás sea esta pregunta, por su sesgo tan personal, la que me causa mayor pudor a la hora de contestar. El territorio de la infancia y la adolescencia condiciona mucho el devenir humano. En mi caso, obviamente, mis años en una ciudad tan vinculada a Ultramar como es Sevilla o la temprana frecuentación del Archivo General de Indias de la mano de mi querido y malogrado amigo Quisco de la Peña, fueron el mantillo para que mis investigaciones fueran desplazándose hacia el Atlántico y el Pacífico (donde ya me había instalado como crítico de literatura japonesa), aunque bien es verdad que mi primeros pasos en la disciplina estuvieron marcados por mi vehemente interés por la lucha del campesinado andaluz por su tierra. Y, finalmente, debo a mis padres toda otra serie de herencias positivas: mi republicanismo, mi agnosticismo, mi gusto por los toros y mi afiliación al Real Betis Balompié.
MH. Como al resto de sus compañeros en la Academia de la Historia, nos vemos obligados a plantearle la misma pregunta que a ellos les hacíamos: a veces parece como si la Academia no tuviese en nuestro país el peso que merece y sólo se habla de ella con motivo de polémicas más o menos políticas. ¿Cómo podría la Academia conseguir que los españoles tuviesen más aprecio por su historia?
R. La Academia, por un lado, cumple con puntualidad determinadas funciones que tradicionalmente le han sido asignadas. Y, por otro, ha realizado últimamente un notable esfuerzo para atender otras tareas, como la digitalización de sus series documentales, la ampliación de sus ediciones, la multiplicación de sus actos públicos, etcétera. Falta quizás, por un lado, una mayor visualización de sus actividades y un mayor esfuerzo de comunicación y, por otro, una programación de actos más participativos, como talleres, mesas redondas, debates abiertos, etcétera. Sobre la última pregunta, la principal preocupación de la Academia ya no reside en que se aprecie más la propia historia, sino simplemente en que se conozca más la propia historia. Ahora bien, esta labor compete a todas las instituciones dedicadas a la enseñanza, desde los niveles elementales a los universitarios. Una misión que, hay que decirlo, es cada vez más difícil por las razones que ya señalé en mi primera respuesta y por la retrógrada organización de los planes de estudios, confiados (los derechos de autor por esta frase, que comparto plenamente, pertenecen a Arturo Pérez Reverte) a “los políticos, los pedagogos y otros psicópatas”, que han arrinconado las humanidades y las ciencias sociales, materias que no se reflejan en la macroeconomía, aunque sean absolutamente necesarias para algo mucho más importante: para la vida.