A pesar de ser un hombre influyente en la Roma de finales del siglo I d.C., no disponemos de mucho material biográfico sobre la vida de Tácito. Incluso su nombre está sujeto a controversia aunque en las últimas décadas ésta parece haberse resuelto con el descubrimiento de la que algunos han querido reconocer como su inscripción funeraria. Su nombre completo sería P. Cornelius Tacitus Caecina Paetus.
La mayoría de la información que nos ha llegado sobre Tácito proviene de sus obras, de la correspondencia que mantuvo con Plinio el Joven, de alguna fuente epigráfica en Asia Menor y del citado fragmento de inscripción funeraria. A tenor de ellas sabemos que su padre pertenecía al orden ecuestre (desempeñó el cargo de procurator Augustii en la Galia Bélgica) y su madre a una influyente familia romana.
Tácito nació a mitad de la década de los años 50 d.C. presumiblemente en la Galia Narbonense (Plinio el Joven resalta su peculiar acento). Ignoramos todo sobre su infancia y sólo tenemos noticias suyas cuando comienza el cursus honorum en Roma. En el año 77 d.C contrae matrimonio con la hija de Julio Agrícola (importante personaje de la élite política romana, cónsul y gobernador de Britania) y ostentará el cargo de tribuno militar en alguna de las legiones de su suegro. En el año 81 d.C. accede al cargo de cuestor, lo que a su vez le posibilitaría acceder al Senado, y en los sucesivos años irá ascendiendo en la administración romana (tribuno de la plebe, pretor y sacerdote quindecinviral).
En el año 93 d.C., fecha de la muerte de su suegro, se encontraba desempeñando un cargo fuera de Roma y hasta el año 97 d.C. no regresará. En este año será designado consul effectus. No se descarta que a principios del nuevo siglo recibiera un gobierno provincial (quizás la Germania Superior o Inferior). De los últimos años de su vida conocemos únicamente que fue designado procónsul en Asía entre los años 112-113 d.C. La fecha y las circunstancias de su muerte son una incógnita.
Tácito nace en una época turbulenta. El Imperio ya está consolidado, él mismo deja claro en los Anales que tras la muerte de Augusto el sistema dinástico se asentó y cerró las puertas a cualquier intento de restaurar la República. El cambio de régimen no estaba, sin embargo, exento de conflictos. A partir del segundo tercio del siglo, Roma se va a ver sacudida por guerras civiles y por una gran inestabilidad (basta citar el año 69 y el terror de Dominiciano como prueba de ello). Tácito va a sobrevivir a todos estos acontecimientos, que le marcarán profundamente y se reflejarán en sus obras. A través de sus textos observamos el desprecio que siente hacia el poder tiránico y el anhelo por la libertad y la igualdad republicanas.
Tácito, como la mayoría de los historiadores de la Antigüedad, desempeñó un activo papel en la política, fue miembro del Senado y ocupó los puestos más elevados de la jerarquía administrativa. Su labor de historiador no es más que la prolongación de su vida política.
La historiografía ha clasificado en dos grupos sus obras: menores y mayores. Las menores, compuestas a finales de siglo, son Julio Agrícola (biografía de su suegro, a modo de tributo funerario), Germania (tratado de etnografía sobre la región de Germania) y Discurso sobre los oradores (cuya autoría es cuestionada y se acerca más a un tratado de oratoria con influencia ciceroniana). Las obras mayores, probablemente escritas a principios del nuevo siglo, son las más relevantes y las que le han convertido en un referente histórico. Son dos: Historias que relata los acontecimientos ocurridos en el Imperio romano entre los convulsos años 69 a 96, hasta la victoria de Vespasiano y el dominio de la dinastía Flavia; y Anales (quizás las más importante) que se remonta a la muerte de Augusto y recoge la historia de los emperadores de la dinastía Julia-Claudia.
Tácito, siguiendo la tradición historiográfica antigua, no detalla las fuentes de las que obtiene información. Dada la cercanía de los eventos que narra, es presumible que obtuviera los datos que emplea de documentos oficiales (actas del Senado, por ejemplo) y de boca de testigos directos. Al no ser el primero en tratar aquellos sucesos, bien pudo apoyarse en la obra de otros historiadores que previamente los habían abordado. Independientemente de cómo obtuviera la información, lo cierto es que rara vez hace referencia a sus fuentes y, cuando lo hace, utiliza una nomenclatura genérica e informal.
Quienes han estudiado en profundidad la obra de Tácito destacan dos características fundamentales: el profundo análisis psicológico de los personajes que retrata y su estilo literario, cercano a la poesía.
La metodología que utiliza Tácito para desarrollar su obra es analítica, esto es, narra la historia año a año tal como hacían los historiadores republicanos. Este método, especialmente en las Historias, se va difuminando y adquieren mayor importancia los personajes que intervienen. Si la historiografía romana tradicional situaba a Roma como personaje principal, Tácito va a traer a primer plano a los individuos. Pasa de una historia colectiva a una historia individual (aunque esta afirmación no está hoy del todo consensuada), transformación que va ir a acompañada, a su vez, de una modificación sustancial en el tratamiento de las conductas de los protagonistas.
Para Tácito la historia es lo que los agentes y participantes en los sucesos pasados creyeron que era. Por lo tanto, el modo de aproximarse a estos personajes va a consistir en plasmar los posibles condicionantes internos de sus conductas a la hora de tomar decisiones, pues las “emociones” son el motor de los comportamientos. Utiliza con esta finalidad los retratos que, incluidos generalmente tras narrar la muerte del personaje, resaltan sus virtudes y/o vicios y le permiten pronunciar un juicio ético o moral del fallecido.
La labor de los historiadores romanos difiere de la concepción que hoy tenemos sobre lo que ha de ser un historiador. Su función consistía en informar objetivamente de los hechos, sin faltar a la verdad, pero al mismo tiempo en ofrecer ejemplos de buen o mal comportamiento al auditorio que les escuchaba, tratando en todo momento de atraer su atención y entretenerles. Esta labor pedagógica obligaba al historiador romano a utilizar recursos estilísticos que hicieran más amena y atractiva su prosa.
Tácito, al que muchos consideran más poeta trágico que historiador, sobresale por la presentación visual de las escenas narrativas que relata, cercanas a la actual técnica cinematográfica. Para lograr este efecto acude a un amplio abanico de figuras retóricas y explota como nadie la riqueza del latín. Sus obras se caracterizan por un lenguaje breve y conciso, por la huida de la simetría en la estructura de las frases y por el dramatismo. Con Tácito se produce una poetización de la prosa, especialmente significativa en los discursos y en las narraciones de las batallas.