Quizás sea pronto para valorar la aportación de Eric Hobsbawm a la historiografía contemporánea, cuando aún no han pasado dos años desde su muerte. Sorprende, sin embargo, la repercusión que tuvo la noticia de su fallecimiento en los medios de comunicación internacionales (no sólo ingleses), acompañada de elogiosas semblanzas en los obituarios publicados. No es habitual que los periódicos dediquen tanto espacio a un historiador, y la gran mayoría de ellos calificaron a Hobsbawm como uno de los historiadores más importantes del siglo XX. Todos resaltaron, sin excepción, su aproximación marxista a la historia y su militancia comunista. Y es que los planteamientos ideológicos de Hobsbawm, que mantuvo incluso tras la caída del régimen soviético, son uno de los rasgos más destacados de sus obras.
“El eje central en torno al cual he intentado organizar la historia de la centuria es el triunfo y la transformación del capitalismo en la forma específica de la sociedad burguesa en su versión liberal”. Con esta cita podemos resumir el principal objeto de estudio de Hobsbawm. Su interés por el sistema capitalista recorre todos sus escritos y acaba por convertirse en el centro sobre el que gira su interpretación de la Historia Contemporánea.
Dada la proximidad de su muerte, no tenemos aún la suficiente perspectiva para analizar con precisión el pensamiento del historiador inglés. No incluiremos, por tanto, un apartado dedicado a desarrollar sus planteamientos historiográficos, como hemos venido haciendo en los demás capítulos, y nos limitaremos a exponer sus datos biográficos más destacados y a la cita de sus obras más relevantes.
Eric Hobsbawm nació en 1917 en la ciudad egipcia de Alejandría. Su padre fue de un comerciante inglés y su madre una mujer austriaca de clase media, quienes al poco tiempo de nacer Eric se trasladaron a Viena (1919). En esta ciudad permanecerá hasta que en 1931 falleció su madre (dos años antes lo había hecho su padre) y, junto con su hermana, se instalaron en Berlín, donde residían otros familiares. Será en la capital alemana donde lea a Marx y se acerque a la ideología comunista. En 1933 la familia vuelve a Inglaterra y tres años más tarde, gracias a una beca, Hobsbawm comenzó sus estudios en el King’s College de Cambridge.
En la Segunda Guerra Mundial, y al igual que un nutrido grupo de estudiantes universitarios ingleses de historia o de cultura clásica (Toynbee, por ejemplo), se ofreció para trabajar en los servicios de inteligencia británicos pero, dadas sus afinidades políticas que no había tratado de ocultar durante sus estudios, fue rechazado. Acabó por alistarse en el cuerpo de ingenieros como zapador y trabajó en la construcción de las defensas costeras de la región de East Anglia.
Una vez finalizada la guerra, retomó sus estudios y centró su tesis en la sociedad Fabiana. Obtenido el doctorado por la Universidad de Cambdrigde, en 1947 comenzó a impartir clases en el Birkbeck College de Londres, centro al que estará asociado el resto de su vida (acabó por ser su presidente). Durante estos años mantuvo un papel activo dentro del Partido Comunista y fue uno de los fundadores del denominado Communist Party Historians Group que aglutinaba a destacadas figuras de la historiografía inglesa. En 1952 contribuirá de manera decisiva en la aparición de la revista Past and Present, cuya presidencia también ostentó.
La primera obra de Hobsbawm que salió a la luz fue Labour’s Turning Point: Extracts from Contemporary Sources (1948), pero el reconocimiento no le llegó hasta 1959 tras la publicación de Primitive Rebels: Studies in Archaic Forms of Social Movement in the 19th and 20th centuries. En esta última analiza las “formas ‘primitivas’ o ‘arcaicas’ de agitación social” surgidas en los siglos XIX y XX, como el bandolerismo, la Mafia, las sociedades secretas rurales del sur de Europa, las sectas religiosas obreras y algunas otras, que en la mayoría de las ocasiones habían tenido que mantenerse al margen de la ley para sobrevivir. El interés por estos movimientos sociales radica, además, en su importancia práctica, pues, como el propio Hobsbawm señala en la introducción de su libro, “[…] hombres y mujeres como los que forman el objeto de este libro constituyen la gran mayoría de muchos, acaso los más, países en la actualidad, y la adquisición por su parte de la conciencia política ha hecho de nuestro siglo el más revolucionario de la historia”.
En sus primeros trabajos observamos ya varios de los elementos que acompañaron a Hobsbawm a lo largo de su producción histórica: la importancia de los fenómenos económicos y de las masas populares y la preeminencia del estudio de los movimientos sociales. Recuperó esta misma temática en los libros Bandits y Captain Swing (ambos editados en 1969).
En 1962 publicó el volumen inicial de una serie de libros que le darán fama internacional: The Age of Revolution: Europe 1789-1848. Su objetivo, en palabras de Hobsbawm, no era ofrecer “una narración detallada, sino una interpretación y lo que los franceses llaman haute vulgarisation”. Lo dirigía a unos destinatarios que él mismo definía en estos términos: el “lector ideal será el formado teóricamente, el ciudadano inteligente y culto, que no siente una mera curiosidad por el pasado, sino que desea saber cómo y por qué el mundo ha llegado a ser los que es hoy y hacia dónde va”. El historiador inglés buscaba con esta obra un doble propósito: por un lado, explicar el triunfo de los ideales liberales y burgueses tras la Revolución Francesa y la Revolución Industrial, así como los cambios que trajeron consigo sobre la sociedad, la cultura y economía decimonónicas; y, por otro, analizar la aparición de “las fuerzas que un siglo después de 1848 habrían de convertir la expansión en contracción”.
En 1975 apareció la que podríamos denominar la segunda “parte” de la serie: The Age of Capital: 1848-1875, dedicada a la consolidación del sistema capitalista en esta centuria. Tras el fracaso de los movimientos revolucionarios de 1848, Europa se sumerge en un período de estabilidad política que provocó un progreso extraordinario de la industria y de las actividades económicas. Hobsbawm estudia la burguesía triunfante y el nuevo orden social e ideas que se implantaron, sin olvidar el cataclismo que la nueva economía mundial supuso “para los millones de pobres que, transportados a un nuevo mundo, frecuentemente a través de fronteras y océanos, tuvieron que cambiar de vida”.
En el intervalo de trece años entre una y otra Era Hobsbawm también estuvo trabajando en otros temas relacionados con la economía, la Revolución Industrial, y su conexión con los imperios surgidos (o consolidados) durante el siglo XIX y XX. De ellos nacieron las obras Pre-Capitalist Economic Formations (1965) o Industry and Empire: From 1750 to the Present Day (1968).
Durante la década de los setenta, en plena Guerra Fría, mantuvo su filosofía comunista aunque llegará a admitir la imposibilidad de alcanzar algunas premisas del pensamiento marxista. Su prestigio internacional le convertía en un verso suelto dentro de la rígida nomenclatura del Partido Comunista, de lo que da testimonio el hecho de que sus obras jamás se publicaron en la Unión Soviética. Con el cambio de década se acercó al Partido Laborista y participó activamente en la confección de la Tercera Vía que llevará al poder a Tony Blair.
En 1983 y 1984 escribió dos importantes libros, el primero de los cuales llevaba por título The Invention of Tradition. Se trata de una recopilación de artículos escritos por él mismo y otros historiadores en los que define a la “tradición inventada” como el “grupo de prácticas, normalmente gobernadas por reglas aceptadas abierta o tácitamente y de naturaleza simbólica o ritual, que buscan inculcar determinados valores o normas de comportamiento por medio de su repetición, lo cual implica automáticamente continuidad con el pasado”. En Worlds of Labour: further studies in the history of labour se ocupa de las clases trabajadoras entre el siglo XVIII y mediados del XX, así como de su situación en el seno de la sociedad y de la conciencia, los modos de vida y los movimientos que a ellas deben su existencia.
En 1987 publicó el último volumen de la serie dedicada al “largo siglo XIX”: The Age of Empire: 1875–1914. Como el propio Hobsbawm explica en su prefacio, “[…] lo que he intentado conseguir en esta obra, así como en los dos volúmenes que la precedieron (La Era de la revolución,1789-1848 y La Era del capital, 1848-1875), es comprender y explicar un mundo en proceso de transformación revolucionaria, buscar las raíces del presente en el suelo del pasado y, especialmente, ver el pasado como un todo coherente más que (como con tanta frecuencia nos vemos forzados a contemplarlo a consecuencia de la especialización histórica) como una acumulación de temas diferentes”.
Los últimos años del siglo XIX y principios del XX estuvieron, para el historiador inglés, marcados por una serie de paradojas: fue un período de paz pero desembocó en dos guerras mundiales; el poderío militar y económico de algunas naciones permitió crear un aura de estabilidad a nivel internacional pero a la vez trajo consigo el germen de unos movimientos que destruirán dicha estabilidad; y la consolidación de los planteamientos liberales, con la aparición de democracias, supuso la liquidación del liberalismo burgués como fuerza política. Todos estos fenómenos son abordados por Hobsbawm a cuyo entender, este sistema “conforme alcanza su apogeo, cae víctima de las contradicciones inherentes a su progreso”.
Al final de su vida Hobsbawm centró sus esfuerzos en recuperar la ideología marxistas (a través de libros como: Karl Marx and Friedrich Engels, The Communist Manifesto: a modern edition y How to Change the World: Tales of Marx and Marxism) y en atacar al sistema capitalista, cuyo fin consideraba próximo. De hecho, su obra The Age of Extremes: the short twentieth century, 1914–1991, más que un estudio del siglo XX, tiene por objeto pronosticar la caída del capitalismo: “[…] Y esto es lo que está ocurriendo desde mediados de siglo. Bajos los efectos de la extraordinaria explosión económica registrada durante la edad de oro y en los años posteriores, con los consiguientes cambios sociales y culturales, la revolución más profunda ocurrida en la sociedad desde la Edad de Piedra, esos cimientos han empezado a resquebrajarse”.
Entre sus últimos libros destaca On History en el que reúne conferencias y artículos inéditos que ahondan en su forma de entender y concebir la historia, atacando a los relativistas (“[…] creo que sin la distinción entre lo que es y lo que no es así no puede haber historia”) y explicando una vez más sus planteamientos marxistas (“Sin Marx no se hubiera despertado en mí ningún interés especial por la historia”). Escribió asimismo su autobiografía Interesting Times: a twentieth-Century life.
La afiliación política de Hobsbawm no le ha impedido obtener el reconocimiento casi unánime por su labor histórica. Ha sido, además, uno de los grandes divulgadores de la historia de nuestro tiempo y ha logrado que el público se interese (y lea) de nuevo historia: sus obras alcanzan el rango de best-sellers, a lo que ayuda la forma, asequible, de exponer los hechos y las explicaciones sin caer en la erudición y complejidad propia de esta disciplina.