Fernand Braudel nació el 24 de agosto de 1902 en Luméville-en-Ornois, Francia. En su infancia y animado por su padre, matemático, estudió lenguas clásicas y humanidades. En un primer momento quiso ser médico pero su padre se lo impidió y optó por la historia. Antes de la Segunda Guerra Mundial impartió clases de historia en institutos de Argelia, desde 1923 a 1932, y en París desde 1932 a 1935, donde conoció a Lucien Febvre. También impartió clases en la Universidad de Sao Paulo desde 1935 a 1938. Sus continuos viajes por el mundo le permitieron tomar conciencia de la visión global de la historia que luego plasmará en sus escritos.
Una vez iniciada la guerra fue llamado a filas. En 1940 cayó prisionero de los alemanes que le trasladaron a un campo de prisioneros donde pasará cautivo el resto de la guerra. Aunque resulte sorprendente, durante estos años, encarcelado y sin apenas acceso a libros, redactó de memoria su tesis doctoral dedicada al Mediterráneo. Al concluir la contienda y tras ser rechazado en la Sorbona, ingresó en 1949 como profesor en el Collège de France. Más adelante será designado presidente de la sección sexta de la École Pratique des Hautes Études y fundará la Maison de Sciences de l’Homme.
Toda su concepción de la historia está muy influenciada por la escuela de los Annales, iniciada a principios de siglo por Lucien Febvre y Marc Bloch. Él mismo está considerado como figura preeminente de la segunda corriente de esta escuela y en 1956 pasó a ser editor de la revista Annales. Fue doctor honoris causa en más de una veintena de universidades. Dos años antes de su muerte ingresó en la Academia Francesa. Falleció el 27 de noviembre de 1985.
A pesar de la enorme influencia que Braudel ejerció sobre la historiografía contemporánea y sobre el resto de ciencias sociales, su bibliografía se reduce a dos grandes obras y a una multitud de artículos y escritos (la mayoría de ellos posteriormente recogidos en diversas monografías). Sus dos obras clave son El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II y Civilización material, economía y capitalismo, y ambas condensan toda su mentalidad histórica. Una tercera obra, Historia de Francia, con la que buscaba recorrer la trayectoria de la identidad francesa a lo largo de los tiempos, fue su último gran proyecto que dejó inacabado pues falleció antes de poder completarlo.
El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II fue publicado por primera vez en 1949 y reeditado y ampliado posteriormente en 1963, aunque su esencia permanece intacta. En un primer momento iba a abordar únicamente la política exterior del monarca español Felipe II pero, aconsejado por Lucien Febvre, Braudel amplió el marco de estudio para ser el primero en abarcar un espacio físico y temporal tan inmenso.
Su objetivo no se limita a captar un instante del entorno del Mediterráneo y trata, por el contrario, de extender lo suficiente su estudio para comprender la mecánica que opera en los movimientos de los fenómenos históricos observables. Para lograr esta finalidad divide su obra en tres grandes estratos superpuestos, cuyos impulsos se generan de abajo a arriba. El primero corresponde al tiempo geográfico y a los fenómenos de larga duración. En este nivel todo transcurre más lento, hecho de retornos insistentes, de ciclos que recomienzan sin cesar y que definen equilibrios frágiles entre los hombres y el medio. A este estrato pertenecen los movimientos de las montañas, la trashumancia, la sedentarización de unas u otras cabañas ganaderas, el barbecho, el clima y las soluciones fijadas en el marco de las civilizaciones.
El segundo estrato corresponde al tiempo social o a los fenómenos de duración media, más próximo y móvil, que engloba la dinámica y la relación conflictiva entre los Estados, las sociedades o economías. Por último, el tercero, el tiempo individual o de fenómenos de corta duración, refleja los acontecimientos, los hechos acaecidos en el período estudiado.
La historiografía debe, a su juicio, estudiar los tres estratos aunque considera que existe una gradación entre ellos, y debe dirimir qué es lo fundamental y qué es lo accesorio. Para Braudel el factor esencial de la historia es la larga duración, que incide de forma determinante en los otros dos. Así lo explica detenidamente en un artículo publicado en 1958 (que lleva por nombre la Longue durée) donde afirma que el historiador debe centrarse especialmente en el estudio de los fenómenos profundos que marcan la evolución del hombre y de su entorno y, por tanto, no debe dejarse llevar por la agitación visible pero superficial de las acciones de los hombres.
En su segunda gran obra, Civilización material, economía y capitalismo, (publicada en 1979) Braudel extrapola estos mismos conceptos a la economía de las sociedades preindustriales, respecto de las cuales vuelve a establecer una división tripartita. El primer escalón lo integra la vida material, formada por los usos repetidos, los procesos empíricos, las muy viejas recetas, las soluciones venidas de la noche de los tiempos como son la moneda o la división de las ciudades y de los campos. Es una vida elemental, ni impuesta ni inmoral. El segundo escalón corresponde a la vida económica que constituye un nivel superior privilegiado de la vida cotidiana y de radio mucho más amplio. Nace del intercambio, de los transportes o de las estructuras diferenciadas del mercado. Constituye en sí misma un sistema. Por último, el tercer escalón corresponde al capitalismo que penetra todas las formas de vida, ya sea económica o material.
Esta concepción de la historia de Braudel rompía con la tradición mantenida desde Herodoto hasta Von Ranke, quienes otorgaban preminencia a los hechos, y centraba el estudio en aquello que permitiese desvelar las estructuras subyacentes de la historia. Para lograr este cometido era preciso que la historia contribuyese a la deseable y urgente renovación del conjunto de las ciencias sociales. El amplio espectro de materias que el estudio de los fenómenos de larga duración conlleva obliga a la convergencia de las distintas ciencias sociales en un esfuerzo común en el que cada una sea auxiliar de las demás y todas simultáneamente avancen como un solo cuerpo.