El fuego de la libertad
Wolfram Eilenberger

En los años previos al estallido de la Segunda Guerra Mundial, el mundo asistía perplejo a la transformación radical de todo cuanto se conocía. En apenas una década, la civilización occidental derrumbó los cimientos que la habían sostenido durante centurias y de esas cenizas emergió una nueva sociedad. La aparición de los regímenes totalitarios y su “nueva” forma de hacer política y de modular el comportamiento social obligó a pensadores y a artistas a replantearse la esencia de la naturaleza humana. La locura desencadenada por Hitler y por Stalin, que arrastraría al mundo a una guerra sin cuartel, supuso el aniquilamiento de una forma de vida. A pesar de la victoria aliada, la quiebra del orden social había alcanzado tal magnitud que los valores previos no servían para explicar el sentido de la vida, vistos los horrores de la contienda y la muerte indiscriminada de millones de personas.

Pocos de cuantos vivieron aquel drama salieron indemnes. Muchos sufrieron en primera persona sus consecuencias, ya sea con la pérdida de alguien cercano o con el abandono forzoso de sus hogares. Otros padecieron, de forma algo más indirecta, los efectos del conflicto bélico, pues la práctica totalidad de los países hubieron de reconducir sus sistemas productivos para hacer frente a la guerra. Incluso en las naciones que permanecieron neutrales casi ningún ciudadano pudo vivir al margen de cuanto acaecía a su alrededor.

Prueba de la importancia de aquel período son los incontables libros que lo han tratado, de los que últimamente hemos reseñado Apaciguar a Hitler. Chamberlain, Churchill y el camino a la guerra (puedes leer la reseña aquí), Berlín, 1936. Dieciséis días de agosto (aquí), La Alemania de Weimar. Presagio y tragedia (aquí) o La fractura. Vida y cultura en Occidente 1918-1938 (aquí). Las biografías de los protagonistas de aquella época o los trabajos sobre la Segunda Guerra Mundial se cuentan por millares y, casi cien años después, seguimos fascinados por cómo se transformó el mundo en apenas un pestañeo. Se siguen estudiando los prolegómenos de una lucha que, más allá de la mera conquista de territorios, supuso una batalla ideológica en la que los vencedores se repartieron el control del planeta durante el resto de la centuria.

El filósofo y divulgador alemán Wolfram Eilenberger se aproxima a estos años, de una forma original, en su obra El fuego de la libertad. La salvación de la filosofía en tiempos de oscuridad. 1933-1943*. Sus protagonistas son cuatro de las grandes pensadoras del siglo XX: Simone de Beauvoir, Simone Weil, Ayn Rand y Hannah Arendt. Las cuatro fueron testigos de los cambios que se estaban produciendo en Occidente y algunas sufrieron en primera persona la persecución nazi. Sus escritos recogen las impresiones generadas por los acontecimientos que se producían y, si bien no participaron de forma directa en la toma de decisiones, su pensamiento influyó en la postguerra hasta alcanzar un lugar preminente en el mundo académico e intelectual. Muchos de sus textos están inspirados y reflexionan, precisamente, sobre lo sucedido en la década de los treinta y principios de los cuarenta.

Wolfram Eilenberger ya empleó un esquema similar en su anterior obra Tiempo de magos. La gran década de la filosofía: 1919-1929. En la que ahora ve la luz adopta distintos enfoques para analizar al cuarteto protagonista. El suyo es, por un lado, un trabajo de historia de la filosofía, en el que se exponen de forma general, y accesible para el lector no especializado, los principales presupuestos filosóficos de las cuatro pensadoras. Por otro lado, esboza las vivencias de Weil, Beauvoir, Rand y Arendt durante los diez años objeto de estudio, mostrando el contexto personal en el que se desenvuelven, su entorno y los hitos más relevantes de sus biografías. Finalmente, a medida que explora las vidas de las cuatro escritoras, recrea el mundo que les tocó vivir. Ni siquiera Rand, que pasó gran parte de la guerra en Estados Unidos, pudo abstraerse de lo que estaba sucediendo, pues su familia permaneció en Leningrado durante el asedio alemán.

No hay constancia de que, en la década de los treinta, nuestras protagonistas se conociesen en persona y hubieran leído nada de las otras. Nacidas con una diferencia de apenas cuatro años (Rand, la mayor, nació en 1905 y Weil, la más joven, en 1909), en el período que abarca el libro rondaban la treintena y no habían alcanzado la fama que tendrían posteriormente. De hecho, casi todas tuvieron problemas para editar sus escritos. Aun cuando sus experiencias vitales difieren notablemente, cuentan un denominador común: fueron mujeres cuya inteligencia les permitió romper los moldes de la época. Es cierto que, para eso, hubieron de superar numerosos obstáculos, afrontar adversidades y sobreponerse a ellas. Quizás, la historia más trágica (y a la vez la más peculiar) sea la de Simone Weil, fallecida en 1943, cuyo pensamiento solo trascendió tras su muerte, gracias especialmente a la labor realizada por Albert Camus.

Aunque la obra sigue un eje cronológico (cada epígrafe abarca uno o dos años) al narrar la vida de cuatro personalidades tan diferentes, los saltos en la narración son constantes. Eilenberger pasa de los cafés de París o del Hollywood de los años treinta a la Palestina inglesa, siguiendo los avatares de las protagonistas. Un cierto caos narrativo refleja, en paralelo, la confusión que reinaba durante aquellos años, pero no es obstáculo para darnos a conocer cómo los vivieron cuatro de las mujeres más importantes de la centuria pasada.

Wolfram Eilenberger (Freiburg, 1972) estudió filosofía, psicología y filología románica en Heidelberg, Turku y Zúrich. Colaborador habitual en los periódicos Die Zeit y Tagesspiegel, fue editor en jefe de la edición alemana de la revista Philosophie Magazine. Su trabajo periodístico y divulgador se caracteriza por la aplicación de perspectivas filosóficas a cuestiones de política, vida cotidiana y deporte. Entre sus obras destaca Tiempo de Magos. La gran década de la filosofía: 1919-1929.

*Publicado por la editorial Taurus, abril 2021. Traducción de Joaquín Chamorro Mielke.