TUSQUETS - PARIS 1919

París, 1919. Seis meses que cambiaron el mundo
Margaret MacMillan

Durante el primer semestre de 1919, París se convirtió en la capital del mundo. Por sus fastuosas avenidas transitaron los principales dirigentes del planeta. Los motivos no podían ser más relevantes: había que acordar las condiciones de la paz, tras el conflicto más sangriento que había sufrido la humanidad hasta entonces. La Primera Guerra Mundial, que había concluido el 11 de noviembre anterior con la claudicación de una Alemania exhausta, trajo consigo un nuevo mundo cuyas líneas maestras quedarían fijadas durante estos meses en la ciudad del Sena. Tres hombres, Georges Clemenceau, Woodrow Wilson y David Lloyd George, fueron los directores de una orquesta de diplomáticos, políticos y militares que llevaron a cabo unas complejas y enrevesadas negociaciones hasta concluir con los famosos Tratados de Versalles, de Saint-Germain-en-Laye, de Neuilly, de Trianon y de Sèvres. Apenas hubo rincón del planeta que no se viese afectado por estos acuerdos. Sus consecuencias, algunas de ellas funestas, pronto se harían sentir.

Ahora nos resulta sencillo vislumbrar los errores que cometieron los delegados en la Conferencia de Paz de París. La gravosa paz impuesta a los derrotados alemanes, la arbitraria división de Oriente Medio o la descoordinación sobre qué hacer con la Rusia bolchevique suelen ser las críticas más frecuentes a las potencias vencedoras. Sin embargo, hay que tener en cuenta las presiones a las que se enfrentaban los negociadores y el contexto en que se producía su actuación: durante cuatro años, millones de jóvenes habían sido enviados a la muerte ¿Cómo no responsabilizar gravosamente a quien se creía culpable del inicio de las hostilidades? ¿Cómo justificar ante la opinión pública, que había sufrido las penurias de la guerra, el perdón al vencido? Los líderes mundiales discreparon sobre su respuesta, barajando distintas opciones, pero al final optaron por un Tratado duro que intentaba satisfacer a todos, lo que no era posible. Hoy sabemos, retrospectivamente, lo que estaba por venir; entonces, la emergencia de los totalitarismos era inimaginable.

Pronto se cumplirán cien años de la firma de los Tratados y mucho se ha escrito sobre sus consecuencias. Margaret MacMillan explora en su magistral obra París, 1919. Seis meses que cambiaron el mundo* cómo se desarrollaron las negociaciones y los resultados de estas. Así lo explica la propia autora: “La Conferenciad de Paz era el asunto más importante del momento y sus participantes, las personas más poderosas del planeta. Se reunían día tras día. Discutían, debatían, se peleaban y volvían a reconciliase. Hacían pactos. Redactaban tratados. Creaban nuevos países y nuevas organizaciones. Cenaban juntos y juntos iban al teatro. Durante seis meses, entre enero y junio, París fue a la vez el gobierno del mundo, su tribunal de apelación y su parlamento, el lugar donde se centraban sus temores y sus esperanzas. Oficialmente la Conferencia de Paz duró todavía más, hasta 1920, pero aquellos primeros seis meses son los que cuentan, pues en ellos se tomaron las decisiones clave y se encadenaron crucialmente los acontecimientos. El mundo nunca ha visto nada parecido ni volverá a verlo”.

El trabajo de la historiadora canadiense es un compendio de erudición, investigación histórica y extraordinaria capacidad divulgativa. Es difícil encontrar una obra más completa. A lo largo de sus seiscientas páginas se exploran todas las vicisitudes de lo acaecido en París en los seis primeros meses de 1919. Obviamente, gran parte de la atención recae sobre Clemenceau, Wilson y Lloyd George (Italia, también vencedera. ocupa un lugar secundario), pero MacMillan se interesa por casi todas las naciones presentes en las negociaciones. Varios capítulos están dedicados a las soluciones pactadas para países o regiones como Polonia, Japón, China, Palestina, Austria, Grecia… La dinámica es parecida al tratar sobre cada uno: tras una breve contextualización del papel que jugaron en la guerra, se explica sucintamente su participación en la Conferencia de Paz, el desenlace que tuvieron tras ella y una proyección de futuro que ahonda en lo que les estaba por venir.

PARIS 1919 - CUATRO GRANDES CONFERENCIA PAZ

Un rasgo distintivo de la obra de Margaret MacMillan es la importancia que confiere al individuo. Todos sus libros se ocupan principalmente del componente humano de la Historia y este no es una excepción. La personalidad de Clemenceau, Lloyd George y Wilson y la relación que mantuvieron durante estos meses (a veces cordial y desenfada, a veces tensa y agria) se convierte en una clave fundamental del trabajo. Con estas palabras lo justifica la propia autora: “Los ejércitos, las marinas de guerra, los ferrocarriles, los sistemas económicos, la ideología, la historia… todo esto es importante, para comprender la Conferencia de Paz de París. Pero también lo son los individuos, porque, al final, quienes redactan informes, toman decisiones y ordenan a los ejércitos que se pongan en movimiento son personas. Los negociadores de la paz llevaron a París sus propios intereses nacionales, pero también sus predilecciones y sus aversiones. En ningún otro lugar estas cosas fueron más importantes que entre los hombres poderosos que se sentaron juntos en París, especialmente Clemenceau, Lloyd George y Wilson”.

La estructura del texto busca mantener un cierto hilo temporal, aunque no es siempre posible conseguirlo, sobre todo al analizar las potencias menores. De este modo, en los ocho bloques que componen la obra se mezclan la sucesión cronológica de sucesos con saltos en el tiempo y con una cierta compartimentalización regional. Por ejemplo, los bloques tercero, cuarto y séptimo se dedican, respectivamente, a Oriente Medio, Alemania y los Balcanes, mientras que otros (el primero, el quinto y el octavo) ahondan en las propias negociaciones. En estos últimos se explora la vida en aquel París, el trato dispensado a los dignatarios mundiales, la organización de las conferencias y las excepcionales personalidades que transitaron por las avenidas de la Ciudad de la Luz. El segundo bloque, probablemente uno de los más interesantes, explora la creación de la Sociedad de Naciones, las discusiones en torno a Rusia y la implantación del sistema de “mandatos” para regular las colonias.

La Conferencia de Paz y el Tratado de Versalles suponen un punto de inflexión en la historia contemporánea —algún historiador sitúa aquí, y no en la Revolución francesa, el tránsito de la Edad Moderna a la Edad Contemporánea—. El mundo entró en la Primera Guerra Mundial con una mentalidad y unos principios definidos y, cuando salió de ella, todo su armazón espiritual se había venido abajo. Los acuerdos adoptados en 1919 pusieron por escrito una nueva realidad que había emergido de las cenizas de la guerra. Este nuevo mundo se configuró en los despachos de las altas personalidades que, lo mismo que en Viena una centuria atrás, adecuaron el planeta a sus intereses, con escuadra y cartabón. La historiadora canadiense relata cómo lo llevaron a cabo.

Concluimos con esta reflexión de Margaret MacMillan sobre los resultados de la Conferencia de Paz: “Por supuesto, quizá las cosas habrían sido diferentes, si Alemania hubiera sufrido una derrota verdaderamente total. O si Estados Unidos hubiera sido tan poderoso después de la primera guerra mundial como lo fue después de la segunda… y se hubiera mostrado dispuesto a usar ese poderío. Si Gran Bretaña y Francia no hubieran resultado debilitadas por la contienda… o si lo hubieran estado tanto que Estados Unidos se hubiese sentido obligado a intervenir. Si Austria-Hungría no hubiera desaparecido. Si sus estados sucesores no se hubieran peleado entre ellos. Si China no hubiese sido tan débil. Si Japón hubiera estado más seguro de sí mismo. Si los estados hubieran aceptado una Sociedad de Naciones con poderes reales. Si la devastación del mundo por la guerra hubiera sido tan grande que hubiese surgido la disposición a pensar en una manera nueva de dirigir las relaciones internacionales. Los negociadores, sin embargo, tuvieron que ocuparse de la realidad y no de lo que hubiera podido ser. ¿Cómo pueden contenerse las pasiones irracionales del nacionalismo o la religión antes de que causen más daños? ¿Cómo podemos proscribir la guerra? Todavía nos hacemos esas preguntas”.

Margaret MacMillan es doctora en historia y estudió en las universidades de Toronto y Oxford. Durante veinticinco años impartió clases en la Ryerson University y entre 1995 y 2003 trabajó como redactora del International Journal. En la actualidad es rectora del Trinity College y profesora de Historia en la Universidad de Toronto. París, 1919, una de las obras más premiadas en la historia de su género, obtuvo el Duff Cooper Prize, el Samuel Johnson Prize 2002 para obras de no ficción, el PEN Hessel-Titman Prize de Historia, el Arthur Ross Book Award y el Governor-General’s Prize 2003 de no ficción. Entre sus obras también destacan 1914: De la paz a la guerra (cuya reseña puedes leer aquí) y Las personas de la historia. Sobre la persuasión y el arte del liderazgo (cuya reseña puedes leer aquí).

*Publicada por Tusquets Editores, septiembre 2017. Traducción de Jordi Beltrán Ferrer.