La guerra. Cómo nos han marcado los conflictos
Margaret MacMillan

Cuando en Metahistoria empezamos a clasificar las reseñas que íbamos publicando, optamos, inicialmente, por una división cronológica (Prehistoria, Edad Antigua, Medieval, Moderna y Contemporánea). Enseguida nos dimos cuenta de que este sistema estaba incompleto, pues numerosos libros no encajaban en esa catalogación. Descubrimos que las biografías, el arte y, sobre todo, la historia militar ocupaban un espacio propio y necesitaban su apartado correspondiente. Nos sorprendió, en concreto, la cantidad de trabajos dedicados a las guerras y a las batallas pasadas. Claramente, hay un público fiel y amplio muy interesado en estas materias: de ahí que las editoriales respondan a su demanda cada año con nuevos libros. ¿Por qué ese interés en algo tan terrible como la guerra? ¿Qué nos mueve a conocer hasta el mínimo detalle cómo se enfrentaron miles de hombres (muchos de los cuales perecerán) en un campo de batalla? ¿Por qué entre los personajes más conocidos y aclamados destacan los grandes conquistadores?

Resulta muy difícil responder a esas preguntas. Hasta la Primera Guerra Mundial, la guerra se hallaba, en cierto modo, idealizada. Los jóvenes se alistaban en masa, imbuidos por un sentimiento patriótico, y morir en combate era concebido como un honor. Así había sido durante siglos. No olvidemos que la principal actividad de la nobleza durante el Medievo, y de la que se sentía más orgullosa, era su labor militar. Todo parece haber cambiado tras la Gran Guerra, cuando el ser humano descubrió que el potencial destructor de las nuevas armas y de la tecnología se sobreponía al valor del soldado, quien terminaba por ser un peón en manos del destino. No por ello se ha dejado de guerrear, pero la tendencia parece haber cambiado y ya no se romantiza el campo de batalla, ni la vida del soldado. Aun así, videojuegos, libros y películas siguen brindando una visión “edulcorada” del combate.

La guerra se ha convertido en una fiel compañera de la historia del hombre. Apenas existen períodos de nuestro pasado en los que un pueblo no haya estado luchando contra otro o contra sí mismo. Incontables enfrentamientos han ido modelando fronteras y naciones a lo largo del tiempo. Sin embargo, todavía no hemos logrado ponernos de acuerdo en el impacto real de la guerra sobre la conformación de la humanidad. Una de las historiadoras más prestigiosas del siglo XX, Margaret MacMillan, trata de arrojar algo de luz sobre esta fascinante cuestión en un trabajo llamado a sentar cátedra, que lleva por título La guerra. Cómo nos han marcado los conflictos*. Pocos libros resultan tan lúcidos e interesantes como el de MacMillan, que hace una profunda reflexión sobre la actividad bélica y todo cuanto la rodea.

Como explica la autora, “Guerra. La sola palabra provoca todo tipo de sentimientos, desde horror hasta admiración. Algunos preferimos no nombrarla, como si el mero hecho de recordarla o pensar en ella pudiera conjurarla. A otros nos fascina y somos capaces de encontrarla interesante e incluso glamurosa. Como historiadora, tengo la convicción de que si deseamos entender el pasado debemos tener en cuenta la guerra al estudiar la historia humana. Sus efectos han sido tan profundos que al prescindir de ella estaríamos pasando por alto uno de los motores más determinantes de la evolución humana y el curso de la historia, junto con la geografía, los recursos naturales, la economía, las ideas y los cambios sociales y políticos. ¿Viviríamos en un mundo diferente si los persas hubieran derrotado a las ciudades Estado griegas en el siglo V a. C., si los incas hubieran aniquilado la expedición de Pizarro en el siglo XVI o si Hitler hubiera ganado la Segunda Guerra Mundial? Sabemos que sí, aunque no podemos más que suponer hasta qué punto sería distinto”.

La historiadora canadiense ha escrito una obra en la que combina la teoría política, la historia, la estrategia militar y algo de sociología, para ahondar en la relación entre la humanidad y la guerra. Cada capítulo profundiza en un elemento distinto, mezclando referencias de sucesos presentes y pasados con soltura y amenidad.

El libro de MacMillan podría tildarse de muy humano. No se trata de una fase hecha. El hombre, ya sea como soldado o como civil, ocupa un lugar preponderante en él. No divaga la autora en conceptos abstractos y alejados de la realidad, sino que, a lo largo de sus páginas, expone situaciones concretas, casi siempre con nombres y apellidos de los implicados. La historiadora canadiense explora la condición humana y analiza su relación con la guerra (“La guerra no sería posible sin nuestra predisposición a matar, pero esta no basta por sí sola”). También examina la importancia de la conformación de la estructura estatal y jerárquica de los pueblos, como elementos indispensables en la escalada militar (“La guerra es, en esencia, violencia organizada, pero las distintas sociedades libran diferentes tipos de guerras”).

A medida que avanzan los capítulos, la autora se detiene en distintos puntos que constituyen la esencia de los enfrentamientos armados. De este modo, ahonda en la relevancia de los recursos (materiales y humanos) a la hora de combatir y en cómo la planificación de la guerra es casi tan importante cómo la propia guerra; estudia las causas y las justificaciones que se han esgrimido a lo largo de la historia para iniciar las hostilidades (“las excusas para la guerra son muchas y muy variadas, pero las verdaderas razones no han cambiado demasiado con el paso de los siglos”); analiza los papeles de civiles y soldados en el transcurso de la contienda y cómo han ido evolucionando con el paso del tiempo; profundiza en el espíritu del combate y en los cambios acaecidos en la denominada “guerra moderna”; describe los intentos (generalmente infructuosos) de acotar la guerra a unos límites definidos; y muestra cómo se concibe la guerra en nuestro imaginario y en nuestra memoria.

La importancia que Margaret MacMillan otorga a la actividad bélica no es caprichosa, pues la considera un factor dinamizador de nuestra historia. La guerra destruye tanto como crea. Grandes avances médicos, científicos y tecnológicos han surgido de proyectos ideados para potenciar la capacidad de los ejércitos o para ayudarles durante la campaña. Por no mencionar su impacto en el mundo de las ideas y de la política. No podríamos comprender nuestro mundo si eliminamos de la ecuación los conflictos militares. El libro está orientado a indagar sobre ese “misterio aterrador” que es la guerra.

Concluimos con estas palabras de la autora, que resumen el propósito de su trabajo: “Espero tan solo convencer al lector de una cosa. La guerra no es una aberración, algo que es mejor olvidar lo antes posible. Tampoco es simplemente la ausencia de la paz, que sería el estado normal de las cosas. Si no conseguimos entender el vínculo íntimo que existe entre la guerra y la sociedad humana –hasta el punto de que es imposible decir que una predomine sobre la otra o sea su causa– estaremos perdiendo de vista una dimensión importante de la historia del ser humano. Si aspiramos a entender nuestro mundo y cómo llegamos al momento presente de la historia, no podemos ignorar la guerra y sus efectos sobre el desarrollo del ser humano”.

Margaret MacMillan se doctoró en Historia en la Universidad de Oxford, en la que es profesora de Historia Internacional. Es miembro de la Royal Society of Literature. Entre sus obras publicadas figuran 1914. De la paz a la guerra (cuya reseña puedes leer aquí), y Las personas de la historia (aquí). En 2006, fue investida como Oficial de la Orden de Canadá. Su prosa ha recibido numerosos premios, entre ellos el Samuel Johnson Prize 2002 y el PEN Hessel-Titman Priz.

*Publicado por la editorial Turner, junio 2021. Traducción de Lucía Martínez.