Historia del arte griego. Obras y artistas de la antigua Grecia
Miguel Ángel Elvira Barba

Probablemente sea su arte lo que menos conoce el gran público de la Antigua Grecia, dejando al margen honrosas excepciones, como el Partenón. Sin embargo, las expresiones plásticas de las polis helenas tuvieron una importancia no menor que su legado filosófico, literario o político. Artistas de la talla de Fidias, Praxíteles, Apeles o Lisipo, entre otros, marcaron el canon para las generaciones posteriores. Roma, sin ir más lejos, se inspiró en ellos o directamente les copió: gran parte de lo que conocemos sobre el arte heleno se debe a las reproducciones halladas en los yacimientos de la Ciudad Eterna o de la península itálica. La admiración que todavía hoy despiertan muestra el grado de sofisticación y de calidad que alcanzaron.

Ya sea en la arquitectura, en la escultura, en la pintura, en la cerámica o en las artes decorativas, pocas disciplinas escaparon a la maestría de aquellos artistas, quienes, por cierto, sentaron las bases de muchas de ellas. Es imposible quedarse indiferente al contemplar algunas de sus obras más icónicas y eso que, por desgracia, solo ha sobrevivido una pequeña fracción de la ingente producción de aquellos siglos. Incluso de las que nos han llegado, los estragos del tiempo no han facilitado su conservación, fenómeno especialmente gravoso en ciertas disciplinas, como la pintura.

Esos factores dificultan el estudio del arte griego. Además, se trata de un arte poco homogéneo, en el que la pluralidad de los focos de difusión, las transformaciones estéticas que se sucedieron y las diversas escuelas que existieron hacen difícil la redacción de trabajos que nos brinden una visión general y completa del conjunto del arte de la Antigua Grecia. De ahí que el libro del Catedrático de Historia del Arte de la Universidad Complutense de Madrid, Miguel Ángel Elvira Barba, Historia del arte griego. Obras y artistas de la antigua Grecia*, sea tan interesante y necesario.

A lo largo de más de cuatrocientas páginas, Elvira Barba disecciona en este libro todas las facetas del arte griego, desde sus orígenes hasta su ocaso. Lo hace de forma brillante, sintética y accesible, sin convertirlo en un manual universitario. Su labor divulgativa resulta encomiable, de modo que no hace falta que el lector sea un especialista para adentrarse en los principios que rigieron sus distintas disciplinas o para descubrir la técnica seguida por sus grandes figuras. Así lo expresa el autor: “Deseamos presentar una verdadera ‘historia’, es decir, una visión ordenada cronológicamente, con sus etapas y fases, insistiendo en lo que nos parece una de las máximas virtudes del arte griego: su capacidad para ir elaborando nuevas formas a partir de las conseguidas por las generaciones anteriores. De hecho, pocos ciclos artísticos presentará la humanidad tan coherentes en su evolución: casi no se aprecian fisuras desde el hundimiento de la Cultura Micénica hasta el final del Helenismo Tardío”.

La estructura de la obra se asemeja a otra que el autor ya publicó y que también reseñamos en su día: Arte etrusco y romano. Del Tíber al Imperio universal (puedes leer la reseña aquí). Si, en aquella ocasión, el foco se ponía en Roma, lo que ya apuntamos en su momento es extrapolable a este trabajo sobre el arte griego. Así, la organización de los capítulos y epígrafes permite tanto leerlos de corrido como consultar cuestiones específicas, gracias a su división cronológica y disciplinar. La adición de un gran número de imágenes, algo que se ha de agradecer a la editorial, permite seguir las explicaciones sin tener que recurrir a construcciones mentales no siempre sencillas.

El inicio de cada capítulo contiene una breve contextualización de los personajes o de los sucesos más importantes del período descrito. Ahora bien, como se advierte desde el prólogo de la obra, nos hallamos ante un trabajo sobre la “historia del arte griego” en el que predomina el estudio de las “actividades artísticas”, es decir, de las obras y de los artistas. Todo cuanto les rodea, ya sean cuestiones políticas, sociales o culturales, es tangencial al propósito del trabajo. Como afirma el autor, “El arte, en cualquier cultura, es obra del artista. Sin duda tienen su papel la clientela y los comitentes, que pueden influir con sus gustos y objetivos, pero, en último término, el creador es el responsable de su obra”. Reflexión que le lleva a apostillar: “vamos a presentar una historia donde los escultores, pintores y arquitectos tomen el papel de protagonistas. Para ello, usaremos cuanto podamos sus firmas, así como los datos más o menos seguros que nos dan los antiguos escritores”.

Si pudiera parecer que la cronología del arte griego es reducida, la obra de Miguel Ángel Elvira Barba confirma lo contrario. Su relato abarca casi mil años, desde la conocida como Edad Oscura y el Período Geométrico hasta el Helenismo y la absorción de la Hélade por Roma. En tan dilatado espacio temporal emergen los órdenes clásicos (dórico, jónico y corintio); la pintura evoluciona desde las figuras “rojas” o “negras” a la revolución de Polignoto o a la maestría de Apeles; la escultura encuentra en el siglo de Pericles su máximo desarrollo con Fidias, Policleto o Mirón; y la arquitectura halla su apogeo en los templos y santuarios repartidos por las islas y la península griega. Son estas las cuestiones que, entre otras, explica con destreza el libro.

Para concluir nos hacemos eco de las acertadas palabras que recogen los editores en la contraportada de la obra: “Han pasado casi dos mil quinientos años y, pese a todo, seguimos suscribiendo las palabras que pronunció Plutarco al evocar las obras de Pericles en Atenas: “Parecían ya antiguas por su belleza en el momento en que fueron realizadas, y en la actualidad parecen recientes y nuevas por su fuerza: brilla en ellas un lustre que las conserva intactas, aun con el paso del tiempo, como si albergasen un aliento siempre florido y un espíritu exento de vejez””.

Miguel Ángel Elvira Barba (Madrid, 1950) ha desarrollado su carrera docente e investigadora en la Universidad Complutense, de la que es catedrático de Historia del Arte. Conservador jefe de escultura en el Museo del Prado (1997-1999) y director del Museo Arqueológico Nacional (2000-2004), ha trabajado sobre la iconografía mitológica (Arte y Mito, 2008), el arte clásico (Manual de arte griego, 2013) y el coleccionismo de obras antiguas (Las esculturas de Cristina de Suecia, 2011). Es miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia, de la Real Academia de Bellas Artes de Sevilla y del Instituto Arqueológico Alemán de Berlín. De sus obras hemos reseñado Arte etrusco y romano. Del Tíber al Imperio universal y Los mitos en el Museo del Prado (cuya reseña puedes leer aquí).

*Publicado por la editorial Guillermo Escolar, junio 2019.