Los mitos y las leyendas se asientan en la fantasía, en la magia y en lo irreal, aunque en su origen nacieron como verdades irrefutables o, al menos, como relatos verosímiles y esclarecedores, que buscaban explicar el comienzo y el devenir del mundo. Solían derivar de construcciones mentales que, especialmente en la antigüedad, no podían explicarse fácilmente. Ningún historiador serio les dará verosimilitud y, sin embargo, son muy útiles para comprender la mentalidad y la forma de pensar de una sociedad. De hecho, los mitos pueden ser instrumentos extremadamente valiosos para descifrar el complejo mundo de creencias y tradiciones de un pueblo. De ahí la importancia de su estudio y de su conocimiento. Aprendemos tanto de la civilización mesopotámica, por ejemplo, al estudiar el poema de Gilgamesh como las ruinas del zigurat de Ur.
Si existe un pueblo cuyos mitos han rebasado ampliamente el marco temporal y espacial en el que fueron concebidos, es, sin duda, el griego. La cultura occidental, hechizada por la fuerza de sus relatos, ha vuelto sus ojos hacia ellos una y otra vez, adoptándolos como propios. Todos sabemos quiénes fueron dioses como Zeus, Hades o Atenea, o héroes como Hércules, Jasón o Aquiles. Sus gestas han sido cantadas y contadas en todos los soportes inimaginables, desde películas animadas hasta breves poemas. Han logrado perpetuarse en el tiempo, a pesar de los cambios políticos, religiosos y culturales que la humanidad ha sufrido. Su importancia, por tanto, no radica tanto en la historia que cuentan, sino en el simbolismo que encierran. Esconden la propia esencia del ser humano y, no obstante lo extraordinario de la narración, su “moraleja” es descarnadamente cercana.
El arte siempre ha recurrido a estas leyendas como fuente de inspiración. Son incontables los cuadros, textos o expresiones artísticas basados en la mitología griega (y, en menor medida, en la romana). Los historiadores Marta Carrasco y Miguel Ángel Elvira se han centrado en Los mitos en el Museo del Prado* en aquellas obras que alberga la gran pinacoteca española para explicarnos cómo los mejores artistas acudieron a la Antigüedad con el fin de hallar las escenas que iban a representar en sus cuadros y esculturas. Es el suyo un trabajo entretenido y muy didáctico, que mezcla la historia del arte con la mitología y la cultura, reflejadas a través de la interpretación que los artistas hicieron de aquellos relatos. Su cuidada y excelente edición permite que cada explicación venga acompañada con una imagen a color del cuadro analizado.
Así lo explican los autores: “Es nuestra intención, en el presente libro, recuperar este mundo de relatos e imágenes, tanto en sus orígenes como en su recreación durante los siglos XV a XIX, y hacerlo en un lugar concreto: el Museo Nacional del Prado. No cabe ambiente más propicio y acogedor para nuestros intereses: una importante colección de mármoles antiguos, y, sobre todo, un número impresionante de pinturas, realizadas en talleres de toda Europa, nos invitan a sumergirnos en el mundo fascinante de los relatos míticos, recordándolos, observando sus variantes, analizando los modelos que cada autor siguió, apreciando, caso por caso, el respeto a las tradiciones o la creatividad de los pinceles más prestigiosos. Incluso podemos plantearnos el porqué de la elección de un tema, su significado concreto en una época o el sentido de un encargo muy puntual”.
Que los autores hayan optado por centrarse en el Museo del Prado no es algo baladí, pues la pinacoteca cuenta con una de mayores y más cualificadas colecciones de arte del mundo. En sus salas podemos encontrar cuadros de El Greco, Rubens, Velázquez, Tiziano, Poussin, Goya, Jordaens o Luca Giordano, entre otros muchos. Casi todos acudieron a la mitología griega para inspirarse y como resultado de esta simbiosis surgieron cuadros hoy conocidos por el gran público. El libro analiza una selección de las noventa iconografías más representativas que se hallan en el Museo, agrupadas en capítulos correspondientes, principalmente, a períodos históricos (hay alguno dedicado a los cuadros de la desaparecida Torre de Parada y otros a Goya y a Velázquez). Para contextualizar cada bloque, se incluyen unas breves “Introducciones” de las obras que se abordan y de su encuadre histórico y artístico.
Como en toda selección, seguramente habrá quien eche en falta algún cuadro o critique la inclusión de otros. Los autores son conscientes de estos “problemas” y dedican varios párrafos de la introducción a explicar los motivos de su elección. Por ejemplo, destacan que no les interesan los “cuadros de historia”, aunque traten de griegos y romanos, ni las costumbres antiguas, aunque en determinados cuadros aparezcan sacrificios a los dioses. La presencia de dioses o héroes es taxativa y en todas las imágenes tratadas hallamos, de una forma u otra, a alguno de estos personajes. Asimismo, tienen presente la fuente (en la mayoría de los casos escrita y de origen literario) sobre la que se construye la representación, que aporta mucha información sobre la intencionalidad del autor.
Marta Carrasco y Miguel Ángel Elvira abordan, al comienzo de su trabajo, el método de análisis seguido para describir cada obra: “Por otra parte, debemos insistir en una idea: el mito y la leyenda son relatos. En consecuencia, olvidaremos las obras que presenten sin más a dioses y héroes, y citaremos solo de pasada las personificaciones y las composiciones alegóricas. Pero merecerán nuestra atención ciertas imágenes que ocupan un lugar incierto entre el mito y la alegoría: nos referimos, por ejemplo, a obras como La ofrenda a Venus de Tiziano, donde muchos Amorcillos muestran su carácter a través de sus gestos, o el tema de Las Gracias, que muestra a estas tres diosas dándose la mano, porque su esencia es, precisamente, intercambiarse favores. Algo semejante podemos decir de Las Parcas, que no se comprenden sin los actos que realizan constantemente para regir la vida de los mortales”.
Saturno devorando a sus hijos, el rapto de Europa, las bodas de Tetis y Peleo, el triunfo de Baco o el juicio de París son escenas mitológicas cuyos cuadros han pasado a formar parte indeleble de la historia del arte. Sus autores bucearon en la antigüedad clásica para recuperar una iconografía que se ajustase a sus intereses. El arte siempre ha sido algo más que la mera devoción por la perfección y la belleza; cada cuadro incorpora una historia que trasciende la escena retratada. El interesantísimo trabajo que han escrito Miguel Ángel Elvira y Marta Carrasco nos permite viajar por los tesoros del Museo del Prado, al mismo tiempo que aprendemos sobre nuestro pasado y sobre la mentalidad de la sociedad moderna.
Miguel Ángel Elvira Barba ha desarrollado su carrera docente e investigadora en la Universidad Complutense, de la que es catedrático de Historia del Arte. También fue conservador jefe de escultura en el Museo del Prado (1997-1999) y dirigió, desde el año 2000 al 2004, el Museo Arqueológico Nacional. Ha organizado varias exposiciones y es miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia, de la Real Academia de Bellas Artes de Sevilla y del Instituto Arqueológico Alemán de Berlín. Marta Carrasco es profesora de Historia del Arte con amplia trayectoria en las universidades madrileñas. Ha impartido numerosas conferencias y escrito artículos sobre iconografía clásica. Su libro La iconografía mitológica en el arte de la Monarquía Hispana del siglo XVI analiza, entre otras obras, algunos lienzos conservados en el Museo del Prado.
*Publicado por la editorial Guillermo Escolar, mayo 2018.