La imagen que hoy se tiene de España está llena de tópicos, compartidos tanto en el exterior como dentro de nuestras fronteras, que cualquiera puede comprobar en el cine o en las series de televisión. El fenómeno no es muy distinto del que afecta a otras naciones. También nosotros utilizamos imágenes preconcebidas sobre sus habitantes: reto al lector a pensar en los italianos, los alemanes, los mexicanos, los japoneses o los rusos, sin caer en los estereotipos usuales. Es un recurso mental que nos permite sintetizar conceptos complejos en ideas simples. En sí, podría no ser malo, ni bueno, pero suele desembocar en una caricatura alejada de la realidad, semejante a esas producciones americanas que, en una misma escena, mezclan las Fallas con las procesiones de Semana Santa y con las corridas de toros.
Como ha sucedido con otros imperios, la propaganda negativa sobre España no es de hoy. La llevamos arrastrando durante siglos y tiene su punto de inflexión en el siglo XIX. Hasta entonces, la Leyenda Negra había construido un relato muy crítico, pero centrado en la intransigencia religiosa, en las atrocidades cometidas en el Nuevo Mundo o en la altivez de sus ejércitos, más que en nuestro atraso o en nuestra componente folclórica. La visión de un país en desarrollo, ignorante y visceral, se fragua, más bien, durante el Romanticismo, de la mano de viajeros extranjeros. Así se puede constatar en los libros de viajes de Gautier o de Richard Ford, o en grabados contemporáneos. Las gitanas, los toreros y el pasado andalusí emergen como referentes de una España que empezaba a dar sus pasos en un incipiente liberalismo. El éxito de esas representaciones románticas es incuestionable y, de hecho, siguen estando presentes en el imaginario popular, más de un siglo después.
Entre las figuras tópicas que aparecen recurrentemente en aquellos relatos destaca la del bandolero, un singular “Robin Hood” o forajido a la española, que con tanto éxito ha calado en nuestra tradición. El bandolerismo aúna dos rasgos que siempre han gustado al gran público: la lucha contra el sistema y una vida peligrosa. Basta repasar las grandes producciones hollywoodienses para constatar el idilio de la sociedad con este género de malhechores, del que España no ha sido una excepción. Por supuesto, se idealizaba su imagen y vulgares delincuentes eran elevados a la categoría de mitos. Sus correrías por los caminos y sus arriesgadas acciones fueron, a la vez, una fuente de admiración y de temor a lo largo del siglo XIX.
En la literatura española ha habido múltiples referencias a los bandoleros: quizá la más destacada sea la de Cervantes cuando, en el Quijote, narra las vicisitudes de Roque Guinart y su cuadrilla catalana. La historiografía, sin embargo, apenas se había ocupado de este fenómeno, abordado solo desde un punto de vista tangencial y sin darle demasiada importancia. Se aludía a él únicamente al tratar los problemas sociales y sus consecuencias. De ahí que la obra del profesor Enrique Martínez Ruiz, El bandolerismo español* sea tan interesante, pues rellena el vacío creado en torno a estos personajes, que había dado paso a las leyendas populares.
En palabras del autor, “hasta hace unas décadas, teníamos una visión del bandolerismo heredada de las imágenes creadas en el siglo XIX y de su dimensión coloreada de la vida española. En ellas dominaba un tipo de bandolero romántico que, por extensión, se consideraba representativo de todo el fenómeno. Característico de Andalucía, la tierra bandolera por excelencia, y encarnación del sentir popular, es una mezcla de sentimientos contradictorios, un personaje que desvirtúa los verdaderos contornos del bandolero, su contenido y consideración”. Y más adelante apostilla: “En las páginas que siguen nos vamos a centrar esencialmente en el bandolerismo decimonónico, su gestación, sus implicaciones sociales y políticas, la evolución que experimenta y su ocaso, con referencias biográficas a sus protagonistas principales y el entorno de sus actuaciones”.
Alejado de toda pretensión idealizadora, Enrique Martínez construye su obra desde un punto de historiográfico, analizando el fenómeno del bandolerismo de forma objetiva y desapasionada. El resultado es un lienzo muy ajustado de qué supuso para España la actividad de esos forajidos y un intento esclarecedor por descubrir las causas que provocaron su aparición y, a finales del siglo XIX, su desaparición o su transformación en otro tipo de delincuencia.
El autor disecciona la figura del bandolero poniendo de relieve que la impresión de hallarnos ante un “buen ladrón” es completamente infundada. Si entregaba parte de sus ganancias al pueblo, era para que este se posiciones a su favor, no por un exacerbado sentido de la justicia social. Enrique Martínez analiza el origen (mayoritariamente humilde) del bandolero y su forma de actuar, y lleva a cabo un breve repaso biográfico de los más conocidos y de las cuadrillas que lideraron. De este modo, descubrimos las historias de Diego Corriente, el Tragabuches, los Siete Niños de Écija, el Barbudo, el Tempranillo, Luis Candelas, Juan de Serrallonga, el Boquica… Por cierto, a pesar de que el imaginario popular suela emplazar el bandolerismo en Andalucía, la realidad es que se extendió por toda la Península.
Junto al análisis personal del bandolerismo, la obra refleja la situación social y económica de la España del siglo XIX. Aunque en las primeras páginas también se abordan las centurias anteriores, el grueso del estudio recae sobre el período decimonónico. Enrique Martínez nos muestra una España eminentemente campesina, con graves problemas sociales provocados por la escasez de medios y por el atraso tecnológico El país había sufrido enormes daños tras la Guerra de Independencia y las sucesivas Guerras Carlistas, y muchos vieron en la delincuencia la única forma de vida. En este contexto germinó el bandolerismo, que llegó a convertirse en un mal endémico y cuyas consecuencias para el comercio y la vida en las regiones afectadas no pueden minusvalorarse.
Por último, el libro explora los medios que utilizó el Estado para defenderse de los bandoleros. Aquí emerge como institución fundamental la Guardia Civil. El autor estudia su origen y su desarrollo y cómo fue utilizada para proteger los caminos y erradicar el bandolerismo.
Concluimos con esta reflexión del autor, que sintetiza el espíritu de su obra: “Bandoleros y bandolerismo han generado numerosos estereotipos que difuminan los contornos de un fenómeno bastante más generalizado de lo que a primera vista pudiera parecer. Enmascarando parte de la realidad y singularizando sus manifestaciones en espacios concretos, se han oscurecido hasta casi la omisión otros escenarios y, ante la persistencia de las actuaciones delictivas han quedado de relieva, tácita o expresamente, las medidas preventivas y represivas que se aplicaban. De la misma forma, parece que el bandolerismo era uno, y que solo a finales del siglo XIX se introdujeron matices en sus manifestaciones, en donde el predominio del malestar campesino era fundamental. Todo ello resta muchos matices y variantes a un fenómeno que no conviene simplificar si queremos percibir su realidad en toda su magnitud y lo que este fenómeno supuso como ataque a las personas y a las propiedades, tanto privadas como públicas”.
Enrique Martínez Ruiz es catedrático de Historia Moderna de la Universidad Complutense y autor de más de trescientas publicaciones especializadas, que le sitúan como uno de los máximos expertos en Historia Militar y en la Historia de las Instituciones. Entre sus libros destacan Los soldados del rey. Los ejércitos de la Monarquía Hispánica. 1480-1700 (2008), El Ejército del Rey. Los soldados españoles de la Ilustración (2018) o Desvelando horizontes. La circunnavegación de Magallanes y Elcano (2016-2020). Su actividad académica e investigadora se ha visto reconocida con la concesión del Premio Nacional de Historia de España (1982 y 2009) y el Premio de Ensayo y Humanidades Ortega y Gasset Villa de Madrid (2009). Puedes leer la reseña que hemos publicado de su obra Felipe II. Hombre, rey, mito (aquí) y la entrevista al propio autor (aquí).
*Publicado por Libros de la Catarata, octubre 2020.