Felipe II. Hombre, rey, mito
Enrique Martínez Ruiz

Si un personaje ha sufrido los encarnizados ataques de la Leyenda Negra, ha sido sin duda el monarca Felipe II. Se puede situar en su reinado la consolidación de la campaña de propaganda antiespañola, aunque durante el gobierno de su padre, el emperador Carlos V, ya aparecieron los primeros panfletos críticos. Fue en la segunda mitad del siglo XVI cuando se generalizó la transmisión de esos escritos, que hicieron mella en la conciencia europea, logrando un éxito tal que aquellas diatribas contra la Monarquía Hispánica perduran todavía hoy, casi quinientos años después, y son reproducidas sin tapujos.

El origen de esta campaña hay que buscarlo en la posición preponderante que entonces ocupaba el Imperio español, potencia global de la época y cuya autoridad se extendía por el centro, el sur y el oeste del continente europeo, además de por sus posesiones de Ultramar (América y Asia) y del norte de África. Como alguna vez se ha destacado, campañas semejantes no han faltado contra otros grandes imperios. La incapacidad de derrotar a los Tercios o, al menos, de frenar la capacidad militar hispana en los campos de batalla obligó a sus enemigos a desarrollar tácticas alternativas para menoscabar su poder. Dada la heterogeneidad de los territorios y de los pueblos que englobaba la Monarquía Hispánica, cuestionar su integridad y su legitimidad permitía socavar los cimientos de su Imperio. La intoxicación tuvo un notable resultado, aunque habrá que esperar a los siglos venideros para verificar sus consecuencias reales.

En los últimos años, los trabajos dedicados a estudiar la Leyenda Negra y los aspectos más cuestionados de nuestro pasado se han incrementado notablemente, aunque a veces cuesta discernir si nos hallamos ante un estudio historiográfico o ante meros prejuicios ideologizados. Los principales damnificados de estos últimos son los propios personajes históricos que, apartados del análisis riguroso y objetivo, se convierten en marionetas de una visión interesada del pasado. Felipe II, como hemos apuntado, es el prototipo de este género de textos: ha dejado de ser una persona de carne y hueso para erigirse en símbolo o paradigma de lo bueno o de lo malo (según quien escriba). Si existen excelentes biografías sobre él, también hay mucho papel intrascendente que obvia los claroscuros de todo gobernante.

A pesar del “estallido” editorial, todavía surgen trabajos interesantes, que aúnan la investigación con la divulgación y acercan al gran público acontecimientos complejos, más allá de visiones simplistas y reductoras. Entre esos “tesoros” se halla la biografía Felipe II. Hombre, rey, mito* del catedrático de Historia Moderna Enrique Martínez Ruiz. El suyo es un trabajo monumental, que analiza desde una triple perspectiva la vida, el reinado y la imagen del monarca Felipe II. Ochocientas páginas (un centenar de ellas destinadas a recoger la bibliografía utilizada) centradas en ilustrar la poliédrica y compleja biografía del rey más afamado de nuestra historia.

Con estas palabras explica el autor los motivos que le han llevado a escribir su obra: “Después de visto lo que se ha escrito, me decido a escribir estas páginas, pues he podido comprobar que, con frecuencia, cuando se escribe sobre el rey prima su gestión gubernamental, su papel de rey, perdiendo de vista las otras dos dimensiones de su fi-gura: la de que fue un hombre de su tiempo y la de que la propaganda política del momento y la posteridad han hecho de él una especie de mito, valorado como la cima de la maldad o la cúspide de la defensa de unos valores imperecederos. En cualquier caso, se olvida o no se valora que fue un hombre; en el mejor de los casos hay alguna que otra referencia a su vida, pero sin considerar en qué medida su existencia como hombre pudo influir en algunos de los rasgos de su personalidad pública y en sus decisiones gubernamentales. Precisamente, es en esta línea donde deseo situar el contenido de las páginas que siguen, donde aspiro a poner de manifiesto lo más relevante de las tres grandes vertientes que podemos distinguir en la figura de nuestro Felipe II: hombre, rey y mito”.

A diferencia de otros trabajos, que abordan solo un aspecto de la vida o del reinado de Felipe II, Enrique Martínez opta por una visión de conjunto. El resultado es un retrato muy completo sobre el monarca, que nos explica quién fue realmente y cuáles fueron las pautas que marcaron su gobierno. Obviamente, es imposible conocer de manera exhaustiva su personalidad: si ya es difícil entender a una persona de hoy, descifrar a alguien que vivió hace casi quinientos años implica un esfuerzo titánico. El autor es consciente de estas limitaciones y no busca ofrecer una imagen absoluta y cerrada de Felipe II: más bien se centra en ofrecer indicios y datos para que el propio lector descubra al hombre que se esconde detrás del mito.

En este viaje a través de la figura del monarca español, Enrique Martínez se detiene, en primer lugar, en los aspectos más “humanos” del biografiado. Sus relaciones familiares, su infancia, sus gustos artísticos o sus creencias religiosas ocupan los epígrafes iniciales de la obra. En esas páginas del primer bloque temático (“el hombre”) emerge un Felipe II mucho más cercano, en el que impera su timidez y su carácter reservado, aunque también se desvelan otros rasgos como su condición de mujeriego o su interés por la ciencia.

A continuación, la obra se adentra en su vertiente más política, es decir, se ocupa de la labor como monarca de Felipe II (segundo bloque temático, “el rey”). Sin ajustarse a un esquema cronológico definido, Enrique Martínez repasa los grandes hitos de su reinado. A lo largo de cuarenta años, los sucesos que acaecieron tuvieron una trascendencia que iba más allá de las fronteras de la Monarquía Hispánica: la anexión de Portugal, la batalla de Lepanto, el inicio de la Guerra de los Ochenta Años, la campaña de Inglaterra o la lucha contra la Reforma protestante… son acontecimientos que tuvieron un impacto a escala global, en los que la participación directa del rey español resultó fundamental. Sus decisiones, acertadas o erróneas, se encuadran en un contexto magistralmente ilustrado por el autor, que pasa revista al día a día del monarca, a los mecanismos de toma de decisiones, al sistema político que rigió en aquellos años o a las políticas adoptadas para preservar la integridad del Imperio, entre otras tantas cuestiones.

El tercer último bloque del libro (“el mito”) se dedica a la opinión generada en torno a nuestro protagonista. Con este propósito, Enrique Martínez explora tanto la Leyenda Negra como la Aurea: sin detenerse a analizar la verosimilitud de una u otra, su intención es resaltar qué puntos de ambas tendencias, negativos o positivos, han contribuido a perfilar la figura del monarca. También estudia la construcción visual que se llevó a cabo de la imagen de Felipe II en las artes del siglo XVI, cuestión clave para las casas reales de la época, ya que era el medio de reivindicar ante el mundo el poder y la autoridad del soberano. Lógicamente destaca la importancia que tuvo El Escorial en la articulación del lenguaje político de la Corona, en cuanto edificio íntimamente unido al rey (somo sucedería, años después, con el palacio de Versalles y Luis XIV). La imagen de Felipe II superó con creces las fronteras temporales de su reinado y ha perdurado en el tiempo. De ahí que estudiar el mito sea tan importante como comprender al hombre y al rey que lo generaron.

Concluimos con estas palabras de Antonio Domínguez Ortiz, que recoge y hace suyas Enrique Martínez para definir el legado y la importancia del monarca españoles: “Cuando Felipe II murió en El Escorial, después de una enfermedad soportada estoicamente (1598), no puede decirse que hubiera logrado los grandiosos objetivos de su política, pero de ninguna manera podría considerarse fracasado; no solo había conservado sus dominios, sino que los había aumentado enormemente; había detenido la marcha arrolladora del Islam en el Mediterráneo; había impuesto al protestantismo las fronteras que en adelante no podía traspasar; había realizado con la Unión Ibérica, la gran aspiración de los Reyes Católicos; había continuado la expansión hispánica por el Pacífico, donde un gran archipiélago lleva su nombre. Era cierto que, por primera vez en la historia, en su Imperio no se ponía el Sol”.

Enrique Martínez Ruiz es catedrático de Historia Moderna de la Universidad Complutense y autor de más de trescientas publicaciones especializadas, que le sitúan como uno de los máximos expertos en Historia Militar y en la Historia de las Instituciones. Entre sus libros destacan Los soldados del rey. Los ejércitos de la Monarquía Hispánica. 1480-1700 (2008), El Ejército del Rey. Los soldados españoles de la Ilustración (2018) o Desvelando horizontes. La circunnavegación de Magallanes y Elcano (2016-2020). Su actividad académica e investigadora se ha visto reconocida con la concesión del Premio Nacional de Historia de España (1982 y 2009) y el Premio de Ensayo y Humanidades Ortega y Gasset Villa de Madrid (2009).

*Publicado por Esfera de los Libros, septiembre 2020.