En el siglo XV, España y Portugal iniciaron una época de grandes expediciones marítimas con el objetivo de hacerse con el lucrativo mercado de las especias. Portugal exploró el continente africano y en 1488, Bartolomé Díaz logró doblar el cabo de Buena Esperanza y, nueve años después, Vasco de Gama llegó a la India. Los Reyes Católicos, por su parte, financiaron el viaje de Cristóbal Colón para que descubriese una ruta más rápida a la isla de las Especias y a Cipango (lo que hoy es Japón) por Occidente. Colón se encontró, sin embargo, con el continente americano.
Años más tarde, otra expedición financiada por la Corona española y capitaneada por Magallanes y con Elcano como capitán, partió de Sevilla con el objetivo de asegurarse el suministro de las especias. Además de ser la primera expedición en dar la vuelta al mundo, durante su periplo descubrió las Islas Filipinas, donde Magallanes encontró la muerte.
Tras varios intentos fallidos, una nueva expedición, capitaneada por Miguel López de Legazpi, logró instalarse en las Islas Filipinas y fundó las ciudades de Manila y Cebú, en 1565.
El peligroso trayecto de vuelta del sudeste asiático a la Península Ibérica a través del océano Índico obligó a los españoles a buscar rutas alternativas para regresar, cruzando el Pacífico. Varias expediciones fracasaron y nunca más se supo de ellas, hasta que la nao San Pedro, en la que iba el cosmógrafo y piloto Andrés de Urdaneta, logró hacer el viaje de Cebú a Acapulco en 1565. A esta ruta se la denominó “Tornaviaje” y atravesaba el océano Pacífico desde el oeste de Japón hasta la costa de California.
Gracias a esta ruta, la ciudad filipina de Manila rápidamente se convirtió en un importante centro comercial al que llegaban productos de América y toda Asia. Para obtener mayores rendimientos, los españoles idearon una línea regular entre Nueva España y Filipinas, controlada por la Corona. A los barcos que servían en ese trayecto se los conoce como el Galeón de Manila o la nao de China. Solían hacerla mediante un único navío, que iba cargado de mercancía y con más de seiscientas personas a bordo. La travesía duraba entre cuatro o seis meses y se intentaba que partiese en junio o julio, para aprovechar los vientos más favorables. Se transportaban principalmente mercancías chinas, como la seda o porcelana, pero también algodón de la India, joyas, especias, mobiliario… productos que eran muy demandados por las élites españoles de América y de la Península.
El Galeón zarpaba de Manila y arribaba a Acapulco. Desde aquí se transportaban por tierra las mercancías a Veracruz, donde se embarcaban de nuevo rumbo a Sevilla. La vuelta solía realizarse en los meses de marzo o abril. En Acapulco se embarcaban oficiales reales, misioneros y mercaderes, además de los cargamentos de la plata americana, fundamental para la economía china.
No era un trayecto fácil, pues los marineros debían hacer frente a tormentas, escasez de alimentos y al riesgo de verse atacados por piratas. A pesar de lo que se suele creer, los piratas ingleses u holandeses tan solo pudieron apresarlo en tres ocasiones: en 1587, 1743 y 1762. Durante 250 años, alrededor de 110 barcos hicieron este recorrido y en el 95% de las veces el Galeón de Manila llegó sin problemas a su puerto de destino.
El Galeón de Manila permitió la creación del primer sistema global de intercambio de mercancías. La importancia que tuvo no solo fue económica, sino también espiritual, social y cultural, influyendo en la arquitectura, el arte, la religión, la gastronomía, las costumbres… de los países que enlazaba El Galeón de Manila estuvo operativo hasta 1815 y durante estos casi tres siglos de existencia fue el principal vínculo de unión entre Asia, Europa y América.
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