Memoriales y cartas del Conde Duque de Olivares (vol. II)
John H. Elliott y José F. de la Peña (eds.)

En su día (1978-1980), John H. Elliott y José F. de la Peña marcaron un hito en la historiografía española, poniendo a disposición del gran público, en dos volúmenes editados por Alfaguara, un buen número de documentos, cartas y memoriales, de Don Gaspar de Guzmán, Conde Duque de Olivares, conservados en los archivos españoles (especialmente, en el de Simancas) y extranjeros.

Esos textos se convirtieron, como refleja la presentación de la obra que hoy reseñamos, en “referentes imprescindibles para el estudio de la España del siglo XVII”. John H. Elliott explica que su publicación era parte de un proyecto inicial más ambicioso: abordaba solo los aspectos de la política interior del valimiento del Conde Duque para continuar, más tarde, con los atinentes a la política exterior de la Monarquía Hispánica durante el mismo período.

El fallecimiento de José F. de la Peña frustró la segunda parte del proyecto, que se retomó con una nueva edición (2013), corregida y aumentada con aportaciones documentales hasta entonces inéditas, a cargo de John H. Elliott y Fernando Negredo del Cerro, bajo los auspicios del Centro de Estudios Europa Hispánica y de Marcial Pons. Se reeditaron, así, en un solo volumen los dos tomos dedicados a la política interna, con la esperanza de consagrar otro ulterior a los manuscritos del Conde Duque de Olivares sobre la internacional, que es el que ahora (2021) tenemos en las manos, también publicado por aquellas dos casas editoriales.

John H. Elliott y Fernando Negredo aparecen como editores de la nueva obra Memoriales y cartas del Conde Duque de Olivares. Correspondencia con el Cardenal Infante don Fernando (1635-1641)* cuyo contenido incluye, además del corpus documental propiamente dicho (páginas 270 a 951), cuatro estudios preliminares algunos de los cuales, por sí solos, conformarían un trabajo independiente.

En el primero de esos estudios (“El Conde Duque y el Cardenal Infante”), John H. Elliott describe, a partir del intercambio epistolar, los rasgos más destacados de las relaciones del valido con el Cardenal Infante don Fernando de Habsburgo, hermano de Felipe IV y gobernador general de los Países Bajos tras su victoria en Nördlingen (1634) sobre las tropas suecas y sajonas.

Tras pasar revista a los principales hitos de la vida del Cardenal antes de su llegada a Flandes (la reseña de su biografía completa, escrita por José I. Benavides, “El Cardenal Infante. La esperanza frustrada de la Monarquía Hispánica 1609-1641” puede leerse aquí), Elliott destaca, entre otros pormenores, la amistad y la confianza recíprocas entre ambos. El Cardenal Infante no cesaba, en sus misivas, de alabar los desvelos del Conde Duque [“¿Qué fuera de toda la Monarquía sin ti? (carta 148)] y este último calificaba al hermano del Rey de “primer ministro de Vuestra Majestad”.

Del segundo de los estudios (“La correspondencia de mano propia entre el Cardenal Infante y el Conde Duque”) es autor Manuel Amador González Fuertes. Su interesante aportación desvela las dificultades para editar unos textos manuscritos por ambos personajes, de carácter privado (“de mano propia”), paralelos a la correspondencia oficial. No es la menor de esas dificultades que los originales no se conserven y contemos solo con sus copias. De ahí que sea necesaria una cuidadosa investigación bibliográfica y archivística, como la que lleva a cabo González Fuertes, para evaluar las distintas fuentes y decantarse por las más idóneas para su transcripción.

Fernando Negredo del Cerro es el autor del tercer estudio, titulado “La política centroeuropea de la Monarquía hispánica (1635-1641): un contexto para la correspondencia”. Su lectura es, en efecto, indispensable para tener una visión más amplia del tablero de ajedrez en el que se jugaba la suerte de Europa en aquellos momentos, con las dos ramas Habsburgo (la española y la vienesa) como teóricas aliadas.

Negredo del Cerro aborda “las relaciones hispano imperiales como hilo conductor para trazar el contexto internacional […] que tenía en Centroeuropa su pieza clave, pues, a fin de cuentas, como ya se afirmaba en 1630, “las cosas de Alemania son hoy en Europa de tal grandeza y estimación que parece se puede decir son las que den ley a Europa” (casi cuatrocientos años más tarde, el panorama no ha cambiado demasiado).

En la correspondencia del Cardenal Infante con el Conde Duque abundan, como es lógico, las referencias a la cooperación con la corte de Fernando III, de quien dependían las tropas imperiales que debían ayudar al ejército de Flandes a contrarrestar (a cambio de dinero, obviamente) las ofensivas francesa y holandesa. La cooperación se desenvolvía en un ambiente de desconfianza creciente por parte de los ministros de Felipe IV y de su hermano, como se advierte en un informe del Consejo de Estado, con Olivares a la cabeza, que transcribe Negredo: “No habiendo verdad, palabra ni buena correspondencia que se experimente de esta gente [los alemanes], sin dárseles un clavo porque se pierdan cuantos estados V.M. tiene ni por sus mayores peligros. […] Con lo que se ve, no hay que hacer designio en nada que no sean tropas propias o bien que juren obediencia a las órdenes de V.M. […] porque ni liga ni confederación ni ninguna otra cosa basta aunque sea juramento para que V.M. pueda fiar y asegurar de las ofertas de los alemanes”.

El cuarto estudio, “Olivares y el Cardenal Infante en el gobierno de Flandes: el desafío franco holandés a la conservación de las provincias entre 1635 y 1641” corresponde a Alicia Esteban Estríngana y es el de mayor extensión (páginas 131 a 242 del libro). Su lectura permite comprender mejor el contenido de la correspondencia publicada, pues va dando cuenta de las respectivas campañas militares emprendidas en aquellos años, bien para defender las posiciones sitiadas, bien de carácter ofensivo.

Las instrucciones de Olivares sobre el desarrollo de la guerra (a veces, muy detalladas, y en otras ocasiones dando más libertad de actuación a los mandos sobre el terreno), las dudas del Cardenal Infante sobre qué iniciativas serían más “conformes a la reputación de las armas de V.M.”, así como las peticiones constantes de fondos y de instrucciones o de autorizaciones para proceder, son una constante en la correspondencia.

Las cartas remitidas desde Bruselas a España -con las dificultades propias de los correos de la época, tantas veces perdidos o interceptados- reiteraban, en efecto, la petición de buenas cabezas (“Señor, no hay hombres, no los hay”) y, especialmente, de dinero y de soldados y oficiales experimentados en las artes de la guerra para mantener el enfrentamiento simultáneo con las Provincias Unidas y con los franceses, aliados de aquellas durante aquellos años.

La estrategia del Conde Duque estaba a caballo entre la firmeza y la predisposición a alcanzar un acuerdo (de paz, o cuando menos de tregua) con las Provincias Unidas, que permitiera aliviar la tensión del enfrentamiento con Francia. La ayuda del ejército imperial era necesaria, pero no siempre se obtenía, lo que acrecentaba las dudas sobre la eficacia -o la posibilidad misma- de una ofensiva para “reducir los enemigos al punto que se desea, no dejando de considerar que hasta ahora [1639] Francia no ha probado los frutos de la guerra cuanto es menester para hacerla desear la paz”. Los acontecimientos de Cataluña y Portugal en el annus horribilis de 1640 alterarían los planteamientos del Conde Duque y anticipaban ya la sombra de los tratados de Westfalia.

Con todo, esos cuatro estudios no son sino la puerta que da pie a la lectura de las 164 cartas del Cardenal Infante al Conde Duque y de este a aquel, que se transcriben a continuación, en un lenguaje asequible. En cuanto tales, son misivas no demasiado largas, pero resultarían difíciles de entender sin el impresionante aparato crítico con el que los autores del libro las acompañan. En efecto, de cada personaje que aparece en las cartas (y son muchos) o de cada acción, política o militar, a las que estas se refieren se hace una semblanza en nota a pie de página. El resultado se traduce en casi setecientas páginas de información detallada, imprescindible para que los lectores -y los futuros investigadores de ese período- se formen una idea cabal de los sucesos de Flandes durante los años cruciales de 1635 a 1641.

En la parte final de la presentación del libro, John H. Elliott y Fernando Negredo del Cerro agradecen, de modo nominal, “a los editores, Carlos Pascual de Marcial Pons y José Luis Colomer de CEEH [Centro de Estudios Europa Hispánica], su magnífica disposición para con esta obra que parecía nunca iba a acabarse y, mientras, no dejaba de crecer. Gracias a su apoyo, el lector tiene hoy entre sus manos una obra ambiciosa que esperamos no le decepcione”. Como lectores y como interesados en la historia, nos sumamos a este agradecimiento. Publicaciones como esta, que destacan por su calidad, su rigor y su exhaustividad, colocan a la historiografía española -y a las casas editoriales que se esfuerzan por mantener esas cualidades- en un nivel de excelencia digno de todo elogio.

*Publicado por el Centro de Estudios Europa Hispánica y Marcial Pons Ediciones de Historia, marzo de 2021.