El reino visigodo representa un período de nuestro pasado apenas conocido, aunque, paradójicamente, muy citado. El gran público tiene una noción imprecisa de lo que sucedió en aquella época: sabe que los visigodos sucedieron a los romanos y antecedieron a los árabes y que marcan la frontera entre la Antigüedad y la Edad Media, pero poco más. No muchas personas tienen una idea clara de qué supuso la llegada de estos pueblos para la historia de España ni de su origen, que asocian a las incursiones bárbaras que acabaron con el Imperio romano. Siendo cierta, en lo sustancial, esa visión, le faltan los matices. Para completarla, es preciso conocer el recorrido de estas sociedades por gran parte de Eurasia, hasta llegar a la Península Ibérica, así como sus tradiciones y su organización, entre otros tantos elementos que han pasado desapercibidos.
El visigodo era un pueblo guerrero, pero supo crear un estado que brilló en la Europa post imperial. En un mundo que se derrumbaba, los visigodos lograron construir, al menos durante una centuria larga, un reducto estable y floreciente en el que la cultura y el arte emergieron. Sobre todo, hicieron frente a la destrucción y a la decadencia que imperaba en el continente europeo. Al final, sin embargo, fueron derrotados por una impetuosa fuerza que cambió el orden de las cosas: el Islam alteró las estructuras políticas del Mediterráneo de forma permanente y, como sostienen algunos historiadores, su impacto fue todavía mayor que el provocado por las tribus bárbaras.
El reino visigodo, que tuvo a Toledo como capital y como símbolo, fue el germen de lo que hoy es España. Seguramente, esta afirmación provocará que algún lector se lleve las manos a la cabeza y la anatematice, mientras que otros abandonen, sin más, la lectura en este punto. A unos y a otros les sugerimos que, libres de prejuicios que nada tienen que ver con la historiografía, se adentren en las páginas de la nueva obra de José Soto Chica, Los visigodos. Hijos de un dios furioso*. Un trabajo que, alejado de toda filiación ideológica o partidista, intenta mostrarnos quiénes fueron los visigodos y cómo fundaron y desarrollaron su reino en la Península. Al mismo tiempo, descubriremos cómo estos rudos soldados construyeron unas estructuras, y una identidad, sobre las que se apoyó la Reconquista y la futura nación española.
En palabras del autor, “tanto los conquistadores como los conquistados y los que aún se resistían al dominio islámico entendían, décadas después de que el gobierno instaurado por los godos hubiera sido destruido, que Spania pervivía. Pero ¿de dónde provenía esa idea de un reino hispano? Dicho de otro modo: ¿cómo Spania había cobrado forma e identidad propia e independiente? Pues bien, esa identidad la fundaron los godos”. Y más adelante añade: “Todo comenzó con los godos. Con su «Reino de Hispania» como escribía a finales del siglo VI el franco Gregorio de Tours. Aquí se contará la historia de ese reino y de los bárbaros que, surgiendo de las nieblas de las leyendas escandinavas como «hijos de un dios furioso» y tras merodear por toda Europa, terminaron por erigir un poderoso estado en el confín occidental del orbe romano: Spania. Es la suya una larga historia de sangre y batalla, de mudanza y quebranto, pero también de creación política y esplendor cultural. Es nuestra historia y merece ser contada”.
Es triste que debamos volver a incidir en este punto, pero la obra de José Soto no es un alegato en defensa de la “hispanidad” goda. Nos hallamos ante un excelente trabajo de investigación, construido sobre una sólida base historiográfica en permanente diálogo con los principales historiadores españoles y extranjeros que han abordado esta materia, con los que el autor a veces discrepa y a veces concuerda. Por lo tanto, el protagonista indiscutible es el pueblo visigodo. Todo el libro se centra en relatar la odisea de estos hombres a lo largo de aproximadamente cinco siglos. A diferencia de lo que pudiésemos pensar, las tribus godas no cruzaron el limes romano y se instalaron con celeridad en la Península Ibérica. Hasta alcanzarla, deambularon por distintas regiones, ya sea luchando contra los romanos o a su lado como aliados. Es una historia compleja, en la que la guerra y las penurias están muy presentes y la victoria o la derrota nunca son definitivas.
De las más de quinientas páginas que conforman el libro, hay que esperar hasta la mitad para que los visigodos pongan el primer pie en la Península. Hasta entonces, la obra transcurre por territorios muy alejados de Toledo. El autor sitúa en Escandinavia el punto de origen de estos pueblos que, poco a poco, irán descendiendo hasta que, en el segundo tercio del siglo III, se les vea merodear por el limes danubiano. Durante ese período, el mestizaje y la unión con otras sociedades será la tónica general, mientras que el contacto con el Imperio se reduce a escaramuzas y saqueos. Habrá que esperar a la llegada de los hunos para que crucen la frontera y asolen el sureste del continente. El punto culminante de este período es la batalla de Adrianópolis, en la que aniquilaron al ejército del emperador Valente, que pereció en el combate. A partir de este momento, nuestros protagonistas se convierten en actores esenciales de la política romana, llegando incluso a saquear Roma bajo el mando de Alarico.
José Soto analiza las cambiantes y poliédricas relaciones que los visigodos tuvieron con Roma y cómo se fueron asentando, paulatinamente, en los antiguos territorios del Imperio. El primer reino relativamente “estable” se formó en torno a la ciudad de Tolosa, pero la derrota en la batalla de Vouillé, frente a los francos, les empujó a la Península. Este proceso, sintetizado en las cuatro líneas que anteceden, fue, de hecho, mucho más complejo y ha suscitado una fuerte controversia entre los especialistas. Sea como fuera, en el siglo VI, bajo Atanagildo, el reino visigodo sitúa su capital en Toledo, dando comienzo una nueva época.
A partir de este momento, la obra adquiere un carácter más “hispano” y se centra en analizar los avatares del reino de Toledo, cuyo esplendor cabe situar entre los años 586 y 672. En los correlativos capítulos encontramos figuras tan importantes como los monarcas Leovigildo, Recaredo o Sisebuto, o personajes como san Isidoro de Sevilla o san Julián de Toledo, que dotaron al reino visigodo de sus rasgos más conocidos. Los distintos soberanos tuvieron que luchar contra enemigos externos (suevos, bizantinos o francos), al tiempo que lidiaban con las intrigas internas. Pocos reinados se salvaron de conspiraciones y levantamientos, cuyo éxito determinaba un trágico final para el monarca en el trono. La inestabilidad endémica del reino facilitó la invasión árabe y su propia caída. José Soto dedica el capítulo final a explicar cómo se produjo el derrumbamiento de un estado aquejado de profundos problemas, pero que había logrado florecer en medio del caos.
Concluimos con estas palabras de san Isidoro de Sevilla, que sirven a José Soto para abrir su obra: “Tú eres, oh, España, sagrada y madre siempre feliz de príncipes y de pueblos, la más hermosa de todas las tierras que se extienden desde el Occidente hasta la India. Tú, por derecho, eres ahora la reina de todas las provincias, de quien reciben prestadas sus luces no sólo el ocaso, sino también el Oriente. Tú eres el honor y el ornamento del orbe y la más ilustre porción de la tierra, en tu suelo campea alegre y florece con exuberancia la fecundidad gloriosa del pueblo godo”.
José Soto Chica fue militar profesional y estuvo destinado a la Misión de Paz de la ONU (UMPROFOR) en Bosnia Herzegovina. Un accidente con explosivos le costó una pierna y lo dejó ciego, lo que le llevó a reencauzar su vida hacia su verdadera pasión, la historia. Apenas un año después del incidente, se matriculó en la Universidad de Granada y en la actualidad es doctor en Historia medieval, profesor contratado doctor de la Universidad de Granada e investigador del Centro de Estudios Bizantinos, Neogriegos y Chipriotas de Granada. Es autor de las monografías Bizancio y los sasánidas. De la lucha por el oriente a las conquistas árabes, Bizancio y la Persia sasánida: dos imperios frente a frente e Imperios y bárbaros. La guerra en la Edad Oscura (cuya reseña puedes leer aquí).
*Publicado por Desperta Ferro, septiembre 2020.