Los normandos en Sicilia. La invasión del sur de Italia 1016-1130
John Julius Norwich

La imagen que se suele tener de los vikingos es la de una caterva de guerreros, más bien embrutecidos y borrachos, que iban saqueando y arrasando todo lo que se ponía a su paso. Valientes, pero algo salvajes, el pueblo vikingo ha pasado a la historia por su bravura y anarquía, tras haber aterrorizado durante siglos las costas europeas con sus incursiones sorpresa. Si sus gestas se han integrado en la memoria colectiva, son menos conocidos sus logros a la hora de crear nuevos Estados.

Probablemente el lector no lo sepa, pero la impronta escandinava se ha dejado sentir en distintas y muy apartadas regiones del continente europeo, en las que los normandos reinaron durante varias centurias. Sin alcanzar como políticos la misma fama que adquirieron en cuanto guerreros, su habilidad les permitió codearse con las grandes figuras de la Edad Media. Lograron extender su influencia por las costas del Mar de Norte y, una vez consolidado su poder en esas áreas, se atrevieron a ir un poco más allá para adentrase en el Atlántico y en el Mediterráneo.

Uno de los territorios que los vikingos saquearon y luego conquistaron fue Normandía, al norte de Francia. A principios del siglo X, el monarca franco Carlos el Simple llegó a un acuerdo con el líder vikingo Rollon para, a cambio de vasallaje y la conversión al cristianismo, entregarle el condado de Ruan. Los escandinavos no desaprovecharon la oportunidad y rápidamente consolidaron y ampliaron su poder, hasta convertir el ducado en uno de los territorios más relevantes del norte europeo. Tanto es así, que uno de sus líderes más famosos, Guillermo el Conquistador, invadió Inglaterra y, tras la batalla de Hastings, se proclamó rey del país. Pero no solo la tierra de los anglos se vio sometida a la autoridad vikinga: Sicilia, una de las joyas del Mediterráneo, situada a miles de kilómetros de la zona habitual de actuación de estos guerreros, también terminó por sucumbir a su empuje y su osadía.

La Italia a la que llegaron los normandos a comienzos del segundo milenio en nada se asemeja a la que hoy conocemos. Era un mosaico de pueblos, gobiernos y poderes heterogéneos mal avenidos, que solían batallar entre sí. Lombardos, bizantinos, musulmanes, el Papado, el Imperio… todos intentaban interferir en los asuntos del sur del país, ya sea por sí o a través de personas interpuestas. A este complejo marco político arribaron los normandos a principios del siglo XI y allí permanecerían hasta dos siglos más tarde.

En Los normandos en Sicilia. La invasión del sur de Italia 1016-1130*, el divulgador británico John Julius Norwich relata cómo se produjo ese proceso, que culminó con la conquista de la isla mediterránea. Según sus palabras, “este primer tomo abarca los primeros ciento catorce años y el día de Navidad de 1130, cuando Sicilia se convirtió al fin en reino con Roger II como rey. Estos son los años de la epopeya, de la pugna y la conquista, años protagonizados por los hijos y nietos de Tancredo de Hauteville, pero, sobre todo, por la figura titánica de Roberto Guiscardo, uno de los pocos genios y aventureros militares que surgieron de la nada y murieron indómitos. A partir de 1130 el tono cambia. El sol templa la aspereza norteña; el estrépito del acero se apaga para dar paso al rumor de fuentes en un patio sombreado y a la cadencia de unas cuerdas tañidas”.

Norwich es uno de los divulgadores más reputados de Inglaterra. Ha publicado obras sobre la historia de Venecia y del Mediterráneo (hemos reseñado algunas de ellas, que podéis leer aquí y aquí). Su trabajo sobre Sicilia se ajusta a los parámetros de sus libros anteriores, aunque más acotado en el tiempo, ya que en esta ocasión solo abarca algo más de una centuria. Fácil de leer, nada recargado y con un estilo dinámico, el texto del historiador británico va desentrañando la llegada y la posterior conquista de Sicilia por parte de los normandos. Con ese estilo tan propio de la historiografía anglosajona, Norwich quiere recuperar para el gran público uno de los episodios más importantes de la Edad Media, cuyas repercusiones para la historia de España, por cierto, son tan relevantes como apenas conocidas. No debemos olvidar que, tras los normandos, el sur de Italia pasó a estar controlado por la Corona de Aragón. Pero esa es otra historia que bien merece otro libro.

Los primeros capítulos de la obra de Lord Norwich revelan cómo la conquista de Sicilia no vino precedida de una planificación o estrategia para hacerse con el control de la isla. Fue, más bien, una oportunidad que surgió cuando unos pocos peregrinos normandos llegaron al santuario de Sant’Angelo, en el monte Gargano (Apulia) en 1016. En esos epígrafes iniciales se describe el complejo escenario que, a principios del segundo milenio, presentaba aquella región, en la que distintas potencias tenían posesiones y no dudaban en involucrarse en los asuntos de sus vecinos A lo largo de esas páginas transitan personajes como Atenulfo, abad de Montecassino, Pandolfo de Capua, el papa Benedicto VIII, Guaimario de Salerno o el emperador Basilio de Constantinopla. Las intrigas, traiciones y alianzas de unos y otros permitieron (inconscientemente) que los normandos se fuesen implantando en la bota de la península italiana, gracias a sus habilidades bélicas y a sus pocos escrúpulos a la hora de cambiar de bando.

Una vez asentados, pusieron el foco en Sicilia, por entonces bajo control sarraceno. En ese momento emerge la familia normanda Hauteville, cuyos miembros (Roger, Roberto, Guillermo o Bohemundo) lideraron las expediciones a la isla y, poco a poco, fueron arrebatando tierras a sus adversarios, hasta que en 1072 tomaron Palermo y con ella el control de casi toda la isla. Como suele suceder en estos casos, las intrigas familiares no tardaron en producirse, pero, a pesar de los enemigos internos y externos, Roger II logró, en 1130, elevar a la categoría de reino sus posesiones a las dos orillas del estrecho de Mesina. Norwich pone punto a final a su relato en este momento, dejando para un segundo volumen el auge y el ocaso del reino de Sicilia.

Concluimos con estas palabras del autor: “El día 25 de noviembre de 1130 representa algo más que un buen momento para hacer un alto en la historia. Aquel día, el objetivo por el que los Hauteville se habían esforzado durante tanto tiempo —y aunque no lo hubiesen hecho de forma inconsciente, no era por ello menor esfuerzo— se había alcanzado. A partir de entonces, Sicilia parece irradiar una nueva seguridad en sí misma, posee un nuevo sentido de su propio lugar en Europa y del papel que le corresponde desempeñar. De aquí en adelante, las crónicas se vuelven más detalladas y significativas; los personajes vuelven a revestirse de carne y hueso; y el legado principal de la Sicilia normanda al mundo —su genialidad cultural— florece por fin para revelar la plenitud de su perfección. Han terminado los años del desarrollo; comienza ahora la época de esplendor”.

John Julius Norwich (1929) estudió en el New College de Oxford y se incorporó en 1952 al Departamento de Asuntos Extranjeros. Destinado a las embajadas británicas en Belgrado y Beirut, participó en la delegación británica de la Conferencia de Desarme de Ginebra. En 1964 abandonó la carrera diplomática para dedicarse a escribir. Es autor de más de veinte libros sobre la historia de Europa y del Mediterráneo, y su trilogía sobre el imperio bizantino es uno de los textos de referencia de ese período histórico. Lord Norwich es presidente de la fundación Venecia en Peligro, copresidente de la Fundación de Monumentos en Peligro y ha pertenecido al Comité Ejecutivo del National Trust. Es miembro de la Royal Society of Literature, la Royal Geographical Society y la Society of Antiquaries. Está en posesión de la Orden al Mérito de la República Italiana y es Comendador de la Real Orden de la Reina Victoria.

*Publicado por Ático de los Libros, enero 2020. Traducción de Juana Gallego y Maureen McMillan.