ATICO DE LOS LIBROS - CUATRO PRINCIPES

Cuatro príncipes. Enrique VIII, Francisco I, Carlos V y Solimán el Magnífico y las obsesiones que forjaron la Europa moderna
John Julius Norwich

Pocos períodos de la Historia son más fascinantes que la primera mitad del siglo XVI. Durante estos años, los cambios que se produjeron en Europa adquirieron una perspectiva inédita. El Renacimiento, que había germinado en la centuria anterior, floreció, revigorizando la cultura europea. Las artes surgieron con una extraordinaria fuerza, ayudadas por mecenas que utilizaban las expresiones artísticas para proyectar su imagen y su poder. El mundo se ensanchó con el descubrimiento de América y de las rutas africanas hacia Asia. Europa, que había vivido cerrada en sí misma durante siglos, volvió los ojos al mundo y se abalanzó sobre las riquezas que en él se ocultaban; al mismo tiempo, veía cómo la amenaza otomana se cernía sobre el continente. La guerra también evolucionó, las nuevas armas de fuego transformaron el campo de batalla y los asedios. Los ejércitos europeos fueron los primeros en adoptar estrategias que les permitirían imponer su superioridad al resto del planeta.

Dos factores sobresalen sobre el resto en esta época: la aparición de las monarquías fuertes y estables y el cisma religioso en Occidente. Ambos van a cincelar la política europea del siglo XVI y de los siglos posteriores. Tras años de feudalismo y luchas entre la nobleza y el monarca, al inicio de la Edad Moderna el rey había logrado imponerse a sus oponentes. Pocos cuestionan ya su autoridad, que en las décadas venideras devendrá absoluta. Los reyes europeos, al menos en las potencias más importantes, lograron hacerse con los resortes del poder y su voluntad se hizo ley. Fue entonces cuando apareció la administración y la profesionalización de los cargos políticos, junto a los elementos organizativos propios de la estructura de un Estado moderno. Por otro lado, la reforma protestante auspiciada por Lutero rompió el monopolio espiritual del Papa y fraccionó el continente en dos credos. La religión se convirtió en el principal motivo de conflicto de esta época.

Existen incontables trabajos que abordan este período. El libro del historiador inglés John Julius Norwich, Cuatro príncipes. Enrique VIII, Francisco I, Carlos V y Solimán el Magnífico y las obsesiones que forjaron la Europa moderna*, lo hace de forma original y amena. A través de las biografías de los cuatros soberanos más relevantes de la primera mitad del siglo XVI, nos explica cuáles fueron los principales sucesos que condicionaron la política del continente y cómo se desarrolló el juego de poder en aquel momento. La nota dominante de la obra es su carácter divulgativo, que permite leerla con una extraordinaria facilidad. No contiene grandes revelaciones ni ahonda en sesudos debates académicos, pues el propósito del historiador británico es brindarnos un breve repaso del siglo XVI, de la mano de cuatro dirigentes cuyas decisiones fueron determinantes para el devenir de los acontecimientos. Objetivo que logra con creces.

Así comienza Norwich el primer capítulo del libro: “Los inicios del siglo XVI fueron días emocionantes para quienes los vivieron. La Europa feudal de la Edad Media estaba convirtiéndose a gran velocidad en un conjunto de estados-nación; la unidad de la cristiandad occidental estaba más amenazada que nunca y, de hecho, acabaría por quebrarse definitivamente antes de que transcurriera un cuarto de siglo; los turcos otomanos, gracias a una serie de sultanes capaces y ambiciosos, avanzaban hacia Occidente en todos los frentes; el descubrimiento del Nuevo Mundo había proporcionado fabulosas riquezas para España y Portugal, y había provocado una gran agitación en la economía tradicional europea. Y en ninguna otra época había estado el continente entero eclipsado por tamaños gigantes, los cuatro nacidos en la misma década —los diez años que van de 1491 a 1500—. Fueron, por orden de nacimiento, el rey Enrique VIII de Inglaterra, el rey Francisco I de Francia, el sultán otomano Solimán el Magnífico y Carlos V, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Estos cuatro hombres, en ocasiones amigos, más a menudo enemigos y siempre rivales, tuvieron a toda Europa comiendo de su mano”.

No es habitual en realidad, pocas veces ocurre- que cuatro monarcas tan poderosos tuviesen prácticamente la misma edad. Aunque cada uno poseía un carácter distinto, todos se empaparon del clima “revolucionario” surgido en Europa durante aquellas décadas. Incluso Solimán fue parte activa de ese proceso de transformación. Norwich nos cuenta sus vidas, desde los detalles más nimios (normalmente asociados a la personalidad del monarca o a sus amoríos) hasta las grandes decisiones que hubieron de adoptar. El relato se construye a través de los retazos de la vida de cada personaje, siguiendo un eje lineal. En vez de presentarnos en cuatro bloques diferenciados sus biografías, el historiador inglés avanza saltando de uno a otro. De este modo, podemos observar cómo se forjó el carácter de los cuatro y cómo afrontaron, desde distintos ángulos, problemas similares.

Gran parte de la obra versa sobre la vida personal de los biografiados. Se otorga cierta preferencia a Enrique VIII (el historiador es inglés y es al soberano que mejor conoce), aunque todos se encuentran bien representados. Norwich compara sus temperamentos y destaca sus vicios y virtudes: Francisco I sería la “quintaesencia del hombre del Renacimiento”; Enrique VIII, el amante de los deportes, de la música y de la caza, erudito y teólogo de talla nada despreciable; Carlos V aparece como hombre poco atractivo, severo, profundamente religioso, el más poderoso del mundo civilizado en aquel entonces y el más industrioso de los cuatro; por último, Solimán es descrito como un soberano de amplia cultura, poeta con talento y muy capaz en los asuntos de Estado. Obviamente, no todo son buenas palabras y, a lo largo de la obra, se recogen muchos de los errores que cometieron, así como sus defectos y flaquezas.

Concluimos con estas palabras del historiador inglés: “Francisco, Enrique, Carlos y Solimán: estos son nuestros cuatro príncipes. Como individuos, difícilmente podrían haber sido más distintos; juntos, dominaron el escenario mundial y moldearon el continente europeo. Ninguno de ellos —quizá ni siquiera Solimán— fue de verdad un gran hombre; pero todos poseyeron elementos de grandeza y cada uno de ellos dejó una huella indeleble en la tierra o tierras sobre las que reinó. Nunca antes el mundo había visto convivir a tamaños cuatro titanes. Las relaciones entre ellos cambiaban sin parar. A menudo se mostraron ferozmente hostiles; de vez en cuando —muy de vez en cuando— casi vergonzosamente amistosas. Siempre hubo un elemento de cautela y suspicacia —la confianza absoluta entre ellos era imposible—, pero siembre hubo también un franco respeto; ninguno de ellos cometió nunca el error de subestimar a otro”.

John Julius Norwich nació en 1929. Estudió en el New College de Oxford y en 1952 entró en el Departamento de Asuntos Extranjeros, siendo destinado a las embajadas inglesas en Belgrado y Beirut. Participó en la delegación británica de la Conferencia de Desarme de Ginebra. En 1964 abandonó la carrera diplomática para dedicarse a escribir. Es autor de más de veinte libros sobre la historia de Europa y del Mediterráneo, y su trilogía sobre el imperio bizantino constituye de los textos de referencia de ese período histórico. Es miembro de la Royal Society of Literature, la Royal Geographical Society y la Society of Antiquaries.

*Publicado por Ático de los Libros, octubre 2017. Traducción de Jordi Eloi Roca.