La disputa del pasado. España, México y la leyenda negra
VV.AA.

Publicábamos recientemente la reseña de un libro del profesor Carlos Malamud que abordaba la figura de Simón Bolívar y el uso interesado que se ha hecho de ella (puedes leerla aquí). Ese trabajo exponía la manipulación y la tergiversación que distintos gobiernos sudamericanos habían emprendido, empleando la imagen del Libertador con fines que no guardaban relación alguna con la historia. Como una y otra vez hemos puesto de manifiesto, el pasado se está convirtiendo en un instrumento maleable para adecuar y legitimar políticas del presente. La historia, de este modo, se torna en una pieza más del debate político, manipulada por unos y por otros para ajustarla a sus propios intereses. Basta recordar algunas noticias de los últimos años o, incluso, alguna iniciativa legislativa, para verificar que esta práctica está mucho más extendida de lo que podría pensarse.

Entre los aspectos de nuestro pasado más “politizados” destaca la presencia española en el continente americano. Convertida en uno de los pilares de la Leyenda Negra, hoy, quinientos años después de la llegada de Colón y transcurridos doscientos años desde la independencia de aquellos territorios, todavía sigue siendo objeto de vivas polémicas. Periódicamente renace la controversia sobre la conquista española del Nuevo Mundo, ya sea tras el comentario de algún presidente, ya sea tras la vandalización de una estatua conmemorativa. Son constantes las disputas en las redes sociales y en las plataformas digitales, propiciadas por el anonimato y la ausencia de control, en las que se expresan auténticos disparates y se defienden argumentos pueriles y sin ningún sustento histórico. Los debates generados en estos contextos se guían más por la emoción que por la razón.

En los últimos años, sin embargo, respetados historiadores han intentado aportar algo de cordura a esta demencial deriva. Se han multiplicado los trabajos, muchos de ellos con propósitos divulgativos, que tratan de contextualizar y explicar qué sucedió a finales del siglo XV y a lo largo del siglo XVI en el continente americano. Apoyados en la abundante documentación conservada en los archivos y huyendo de los lugares comunes, han tratado de mostrar al gran público la realidad de la conquista española. La mayoría de esos textos tienen como premisa que no se puede juzgar con criterios actuales los comportamientos de hace quinientos años (práctica conocida como presentismo). Sus autores no tratan de reducir el pasado a una dicotomía entre buenos y malos, pues la actitud del ser humano suele estar marcada por los matices y por las inciertas consecuencias que provocan decisiones complejas.

El académico Emilio Lamo de Espinosa ha coordinado una obra, La disputa del pasado. España, México y la leyenda negra*, en la que participan siete prestigiosos historiadores e investigadores (de distintas tendencias e inclinaciones), con ánimo de aportar su contribución para desterrar los equívocos y las lecturas interesadas en torno a la relación entre España y el continente americano. El libro, en concreto, se centra en la conexión México-España y es un trabajo que no duda en ser combativo cuando la verdad se pone en entredicho. Su objetivo es desmontar el discurso (o el relato, como se dice hoy) manipulado que algunos tratan de imponer en las dos orillas del Atlántico.

Como explica su coordinador, “este libro nace en el contexto de numerosas reivindicaciones de supuestas “memorias históricas”, y lo hace a partir de alguna constatación y no pocas perplejidades. Por una parte, la constatación de que parece ser necesaria una reconciliación del mundo hispano consigo mismo y de algunos países con su propia historia (es el caso de España o de México), pero también de la dificultad de articular una historia común a un “nosotros” discutido y debatido. La perplejidad emerge al constatar que quizá esa reconciliación no es del todo necesaria, pues nunca se produjo la separación y ésta es producto de las estrategias políticas cortoplacistas más que de la verdadera memoria colectiva, otra más de las muchas “tradiciones inventadas” que las cambiantes historias nacionales van produciendo. ¿De verdad hay las fisuras que algunos perciben? ¿Acaso nuestras sociedades necesitan conciliarse, o son los políticos quienes nos invitan a la división, para luego imponer su reconciliación?”.

A pesar de ser una obra colectiva en la que cada colaborador aporta su propio enfoque e interpretación de lo ocurrido, el resultado final ofrece una visión coherente y homogénea de lo que se pretende: denunciar el uso interesado de la historia, ofrecer argumentos que desmonten los “malentendidos” surgidos en los últimos años sobre aquella época y mostrar los resultados (mucho de ellos ventajosos) que generó la relación entre españoles y americanos durante tres centurias, cuya huella cultural es imposible negar, por mucho que algunos se empeñen. Con este propósito, los distintos ensayos saltan constantemente del pasado al presente, ilustrando con numerosos ejemplos las manifestaciones de esta nueva corriente que moldea a su gusto el pasado.

Divididos en dos grandes bloques, los seis capítulos que conforman la obra abordan cuestiones dispares, pero entrelazadas. El profesor Martín F. Ríos Soloma (“Conquista, ¿qué conquista?”) desmonta las versiones parciales y sesgadas sobre la caída del Imperio azteca. Crítica, por ejemplo, los escritos de Carlos Fuente y de Octavio Paz, entre otros, que distorsionan la realidad y en los que predomina el componente literario frente al histórico (aunque haya quienes los consideren trabajos historiográficos). También contextualiza el papel de Hernán Cortés y las luchas intestinas en la Triple Alianza, siendo las disensiones entre los pueblos de la región un factor determinante para la victoria española. Por su parte, Tomás Pérez Vejo (“Colonia, ¿qué colonia?”) cuestiona la calificación de “colonias” dada a los territorios de Ultramar de la Monarquía Hispánica y apunta a la integración del Nuevo Mundo en el entramado político, económico, cultural y artístico del Imperio español.

Emilio Lamo de Espinosa es autor de un epígrafe (“Una civilización propia, pero ¿cuál?”) en el que crítica a quienes consideran que América Latina no forma parte de Occidente y apoyan un indigenismo y una identidad nativa ajena a la civilización occidental. De forma similar se pronuncia el diplomático Luis Francisco Martínez Montes en su ensayo (“Bárbaros, ¿qué bárbaros?”) para revertir la imagen de una España y América atrasadas, aportando ejemplos de su contribución al desarrollo cultural y social de la civilización occidental.

Las dos últimas aportaciones, a cargo de José María Ortega Sánchez (“Mirada, ¿de quién?”) y de María Elvira Roca (“Frontera, ¿con quién?”), desmontan las críticas de esa nueva (o renacida) Leyenda Negra que cuestiona el legado español en el continente americano. El primero censura acerbamente el trabajo de Marie Arana, muy conocida en Estados Unidos, y varias series producidas por la BBC y PBS, cuyas deficiencias resalta: son la muestra de tantas otras obras que, en apariencia rigurosas y objetivas, adolecen de falta de cualquier fundamento histórico. Elvira Roca, en fin, incide en la estrecha relación entre España y Norteamérica, para lo que acude a las figuras de Juan de Oñate y Fray Junípero Serra.

Concluimos con estas palabras de Emilio Lamo de Espinosa: “No podemos cambiar la historia, que es frecuentemente una historia de enfrentamientos, aunque sí podemos revaluarla; lo hacen los historiadores constantemente, y nosotros con ellos. Y podemos aprender de ella para evitar en el futuro esos enfrentamientos. Por ello es bueno dejar el pasado a los historiadores para centrar la política en el futuro, que es el espacio donde sí podemos encontrarnos de nuevo. Pero no es posible juzgar el pasado con los criterios morales del presente. Si lo hiciéramos liquidaríamos todo y todos, acusados de racistas, de machistas o de homófobos. El presentismo, la carencia casi total de conocimiento histórico, es muy dañino”.

*Publicado por la editorial Turner, abril 2021.