La anarquía. La Compañía de las Indias Orientales y el expolio de la India
William Dalrymple

El imperio inglés fue uno de los más relevantes de la historia, pero lo cierto es que los británicos llegaron tarde a la conocida como “Era de los Descubrimientos”, iniciada por España y Portugal a finales del siglo XV. Por entonces, Inglaterra estaba sumida en conflictos internos, apenas tenía relevancia en los asuntos del continente y carecía de capacidad para financiar empresas transoceánicas. Estas circunstancias no fueron óbice para que, ulteriormente, forjara un extraordinario imperio cuyo apogeo tuvo lugar en el siglo XIX, hasta convertirse en la primera potencia del planeta. Sus colonias se repartían por casi todos los rincones de los cinco continentes y algunas perdurarían hasta bien entrada la centuria pasada. En este proceso, que no fue sencillo, hubo de atravesar diversas etapas que estuvieron a punto de dar al traste con todo el proyecto imperial.

El procedimiento que siguió Inglaterra para crear y consolidar su imperio diverge del de las naciones ibéricas. Por un lado, la principal finalidad de la expansión inglesa era obtener réditos económicos inmediatos: de ahí que, salvo notables excepciones, sus iniciativas se limitasen a enclaves estratégicos repartidos por la costa. Por otro lado, la Corona tuvo una presencia menor que sus homólogos peninsulares y, en la mayoría de las ocasiones, la empresa colonial estuvo marcada por iniciativas privadas (este carácter tendría la llegada del Mayflower a América), sin contar, por supuesto, con la actividad depredadora de sus corsarios. Además, los británicos no solían abrir rutas a mercados desconocidos, sino asentarse allí donde otras potencias europeas ya habían estado, lo que provocó conflictos que desembocaron en guerras abiertas. Por último, la actitud con los pueblos indígenas fue significativamente diferente: aunque después lo hayan “vendido” de forma distinta, su trato hacia ellos dejó mucho que desear.

Entre los territorios bajo control inglés destaca de forma especial la India. Fue la joya de su imperio y el mejor ejemplo de la política seguida por Inglaterra en sus colonias. Sin embargo, el inicio de la presencia británica allí fue, además de tardío, anecdótico y no respondió a un plan trazado, sino a la suerte y a la pericia de unos pocos hombres en nómina de una compañía mercantil que abrió las puertas de un vasto territorio. Era la primera vez que una empresa privada lograba controlar y explotar grandes extensiones de terreno de un país extranjero. En menos de un siglo, el subcontinente indio quedó bajo el yugo inglés. Este comienzo es el que relata con maestría William Dalrymple en su magnífica obra La anarquía. La Compañía de las Indias Orientales y el expolio de la India*.

Dalrymple describe cómo se fundó la Compañía de las Indias Orientales, sus primeras acciones en la India, el inesperado éxito que obtuvo y su hundimiento. Expone una historia trepidante y única, que muestra cómo el hombre es capaz al mismo tiempo de lograr gestas increíbles y de cometer atropellos horribles. Así lo explica el autor: “La presente obra no aspira a presentar una historia completa de la Compañía de las Indias Orientales, y aún menos un análisis económico de sus operaciones comerciales. Lo que pretende es responder a la pregunta de cómo una única empresa, con sede en un edificio de oficinas de Londres, logró reemplazar al poderoso Imperio mogol y llegar, entre 1756 y 1803, a adueñarse del vasto subcontinente indio. Esta obra narra cómo la Compañía derrotó a sus principales rivales –los nabab de Bengala y de Avadh, el sultanato de Mysore del sultán Tipu y la gran Confederación maratha– y tomó bajo su protección al emperador Shah Alam, un hombre cuyo destino fue ser testigo del asalto, que se prolongó por espacio de 50 años, de la Compañía contra India y su ascenso desde una humilde empresa mercantil a una potencia imperial de pleno derecho. En verdad, la vida de Shah Alam viene a ser el hilo conductor de nuestro relato”.

William Dalrymple sitúa el punto de partida del relato en 1599, cuando un variopinto grupo de empresarios, mercaderes y aventureros, engatusados por las historias que trajo consigo Francis Drake en su viaje alrededor del mundo, fundan la Compañía de las Indias Orientales con ánimo de enriquecerse. La Compañía se articuló como una sociedad anónima, algo habitual hoy pero excepcional en aquella época. Tras la sanción real, el negocio se puso en marcha y empezó a reportar beneficios a sus accionistas, pero habrá que esperar hasta mediados del siglo XVIII para que logre desarrollar todo su potencial y convertirse en un gigante económico. Apenas unos pocos hombres controlaban, desde una modesta oficina, una de las empresas más poderosas del mundo. Entre ellos se hallaba Robert Clive, quien, tras arruinarse una primera vez, buscó mejor fortuna en la India. Su buen hacer permitió que la presencia inglesa en la India se consolidase, asentando los cimientos de la futura expansión.

A partir de este punto, la obra se traslada a la India para ya no abandonarla. El historiador escocés narra las luchas entre ingleses, franceses y mogoles por controlar el territorio. Los enfrentamientos, prolongados durante cincuenta años, fueron favorables para las casacas rojas gracias a su mayor disciplina y experiencia, aunque también hubo sonados fracasos. Se combatió a campo abierto, bajo los monzones, calle a calle en las populosas ciudades indias en o infectas ciénagas. Generalmente eran escaramuzas o refriegas sin gran entidad, aunque también se trabaron conocidas batallas como la de Plassey (1757) que cambió el curso de la guerra. William Dalrymple describe las sucesivas campañas que culminarán con la conquista de Delhi en 1803.

Las guerras ocupan un espacio importante en la obra, pero el historiador escocés está más interesado en estudiar el proceder de la Compañía y su “modelo de negocio”. Dedica numerosas páginas a analizar las intrigas, los sobornos o los golpes de mano que acometió para asegurar su poder, así como la explotación y las iniciativas empresariales que llevó a cabo y la estrecha relación entre el Estado y la Compañía (que llevará al primero a rescatar a la segunda cuando quiebra).

El imperio mogol no era una nación pobre, sino una de las regiones más ricas del planeta, pero las divisiones internas y la incapacidad de sus dirigentes permitió que la Compañía se saliese con la suya, en una de las operaciones comerciales más lucrativas de la historia. Los ingleses saquearon sistemáticamente la India, provocando miseria y hambruna hasta tal grado que la metrópoli hubo de reaccionar frente al expolio para poner orden. Incluso se incoaron procedimientos judiciales contra alguno de sus responsables. Todas estas facetas de la presencia inglesa en la India están magistralmente retratadas en la obra.

Concluimos con estas palabras finales del autor: “El presente libro ha tratado de estudiar la relación entre el poder comercial y el poder imperial. Ha examinado la forma en que las corporaciones pueden impactar en la política y viceversa. He examinado cómo el poder y el dinero pueden corromper y cómo el comercio y la colonización han caminado a menudo al unísono. Pues el imperialismo occidental y el capitalismo corporativo nacieron al mismo tiempo y ambos fueron, en cierto modo, los dientes de dragón que engendraron el mundo moderno”.

William Dalrymple es un reconocido historiador y escritor escocés, miembro de la Royal Society of Literature y de la Royal Asiatic Society. Autor de obras como El último Mogol, La ciudad de los djinns o White Mughals, ha recibido numerosos premios y galardones, entre ellos el Duff Cooper Memorial Prize, el Thomas Cook Travel Book Award, el Sunday Times Young al mejor escritor británico del año, el Hemingway, el Kapuściński y los Premios Wolfson. Cofundador y codirector del Festival Anual de Literatura de Jaipur, de entre sus obras hemos reseñado El retorno de un rey. Desastre británico en Afganistán 1839-1842 (que puedes leer aquí).

*Publicada por Desperta Ferro, junio 2021. Traducción de Javier Romero.