Quizás algún lector lo ignore, pero el cambio climático no es un fenómeno nuevo que haya creado el hombre hace apenas unas décadas. Cambios más o menos bruscos de temperatura los lleva sufriendo el ser humano desde tiempos inmemoriales y, obviamente, no todos tienen su origen en la industria pesada o en las prácticas cotidianas de la sociedad. Sus causas no han llegado a explicarse, en muchos casos, y obedecen a distintos fenómenos. No debemos olvidar que el planeta pasó por diversas glaciaciones, a resultas de las que el hielo se extendió por toda la Tierra durante miles de años.
Al margen de la disputa sobre el origen de los cambios climáticos, el que hoy estamos sufriendo no parece ya cuestionable: en las últimas décadas el planeta se está calentando y esa tendencia parece que seguirá acentuándose en un futuro próximo. Una de las grandes preguntas que se plantean ahora los científicos es cómo incidirá este fenómeno en nuestra sociedad. A pesar de los avances tecnológicos, seguimos siendo marionetas en manos de las fuerzas de la naturaleza. Es prácticamente imposible hacer frente, o incluso prever con un aceptable grado de certeza, los fenómenos naturales que asolan el globo de forma recurrente.
El clima ha sido una de las causas que determinan la aparición y desarrollo de las civilizaciones. Si bien el hombre ha logrado sobrevivir en situaciones extremas, la capacidad de un pueblo para crecer y expandirse ha estado condicionada por la geografía y por la climatología. Además, las catástrofes naturales han afectado a nuestra historia de forma significativa: baste recordar las explosiones volcánicas que aniquilaron civilizaciones enteras (como la minoica) o las tormentas huracanadas que evitaron que los mongoles invadieran Japón en el siglo XIII.
A finales del siglo XVI y a lo largo del siglo XVII tuvo lugar uno de esos episodios en los que la Naturaleza puso a prueba al hombre. Se trata de lo que los especialistas han denominado la Pequeña Edad de Hielo, provocada por un pronunciado descenso de las temperaturas que afectó a todo el planeta. El historiador alemán Philipp Blom explora en El motín de la naturaleza. Historia de la Pequeña Edad de Hielo (1570-1700), así como del surgimiento del mundo moderno, junto con algunas reflexiones sobre el clima de nuestros días* las consecuencias que este fenómeno climatológico tuvo en la población europea.
Como explica el propio autor, “al principio de este libro se plantea una pregunta sencilla, con una referencia innegable al presente: ¿qué cambia en una sociedad cuando cambia su clima? ¿Qué efectos mediatos e inmediatos tiene en su cultura, en su horizonte emocional e intelectual, una transformación de las condiciones marco naturales? El largo siglo XVII brinda la posibilidad de estudiar y comprender los efectos del cambio climático en todos los aspectos de la vida humana. […] El episodio climático que los historiadores denominan Pequeña Edad de Hielo y que alcanzó su punto culminante en la primera mitad del siglo XVII no cambió solamente la vida de los europeos. Entre 1570 y 1685, un descenso medio de dos grados Celsius de las temperaturas alteró drásticamente las corrientes oceánicas y los ciclos climáticos y provocó fenómenos meteorológicos extremos en todo el mundo. Hielo y nieve, granizo en verano, tormentas, semanas y más semanas de lluvia o años enteros de sequía provocaron hambrunas catastróficas en China, inviernos asesinos en América del Norte y enormes pérdidas de cosechas en la India; por su parte, el imperio osmanlí conoció el frío más severo, nunca visto hasta entonces”.
Lo primero que resalta de la obra de Blom es que no intenta exponer las causas que desembocaron en el abrupto descenso de los termómetros. Tampoco es el suyo un ensayo en defensa de unas u otras posiciones sobre el cambio climático, sino un estudio sobre cómo afectó la Pequeña Edad de Hielo a la sociedad europea. Es decir, estamos ante un libro de historia (el autor es muy insistente en este punto) y no ante un alegato político o ideológico, aunque el epílogo incluya una reflexión sobre el contexto actual. La obra gira en torno a los efectos, algunos positivos, pero en gran parte negativos, del enfriamiento general en el continente.
En la Edad Moderna, el paso del bienestar a la pobreza podía ser casi inmediato: un suceso inesperado bastaba para malograr la economía de una familia, siendo como era eminentemente agrícola, dependiente por entero del campo. Apenas había industria y el comercio empezaba a despegar. De ahí que la Pequeña Edad de Hielo tuviese un impacto tan extraordinario en el continente, pues implicaba la ruina de muchas cosechas.
El siglo XVII fue, además, un período difícil no solo por la repentina alteración del clima, sino por resultar uno de los más bélicos de la historia europea. Apenas hubo un año en el que no estallase un conflicto militar, con sus perniciosos efectos para una ya diezmada población. Sin embargo, el hombre tiene una sorprendente capacidad de superación y de adaptarse a las situaciones más extremas. El libro de Blom ahonda en esa faceta, exponiendo cómo del frío surgieron nuevas ideas o nuevos avances tecnológicos que transformaron el continente y llevaron a Europa a dominar gran parte del mundo.
La obra, que no sigue un esquema cronológico, se estructura en distintos capítulos que abordan cuestiones ciertamente heterogéneas. El propósito del autor es ofrecer una pincelada de los cambios que se producían en aquellos años, para lo que expone un abanico muy variado de personajes y sucesos ilustrativos. Por las páginas del libro hacen acto de presencia desde personajes anónimos a grandes pensadores y científicos, como Pierre Bayle, Voltaire, Montaigne o Kepler. Todos tienen en común que, de un modo u otro, sufrieron las consecuencias del descenso de las temperaturas. Blom otorga una gran importancia a las nuevas corrientes de pensamiento que empezaban a germinar bajo el gélido clima europeo y destaca cómo sus ideas acabarían por desembocar en la Ilustración. Como, por desgracia, resulta habitual en parte de la historiografía del norte de Europa (y este es un defecto en el que incurre también Blom), ofrece una precaria y estereotipada información sobre España, a pesar de ser la potencia dominante en aquella centuria.
Concluimos con esta reflexión que el historiador alemán expone en el epílogo de su obra: “Junto a la amenaza real de las ideas autoritarias, el sueño liberal también contiene una amenaza interna. La victoria social del sueño liberal y su entusiasmo por la innovación, la investigación y el progreso se entremezclan con el modelo de crecimiento económico y explotación que también data del siglo XVII, cuando colocó la piedra angular para la dominación europea global, pero entretanto ha conducido a una amenaza ecológica y social de signo existencial. Si la libertad del individuo se interpreta como la libertad para hacer todo lo que es rentable, dentro de pocas décadas o siglos nadie más tendrá que preocuparse por la salud del sueño liberal… Los supervivientes tendrán otros problemas”.
Philipp Blom (Hamburgo, 1970) se formó como historiador en Viena y en Oxford y colabora regularmente en revistas especializadas y periódicos de Europa y Estados Unidos. Entre sus obras cabe destacar El coleccionista apasionado. Una historia íntima; Encyclopédie. El triunfo de la razón en tiempos irracionales; Años de vértigo. Cultura y cambio en Occidente, 1900-1914; Gente peligrosa. El radicalismo olvidado de la Ilustración europea; y La fractura. Vida y cultura en Occidente 1918-1938 (cuya reseña puedes leer aquí).
*Publicado por la editorial Anagrama, diciembre 2019. Traducción de Daniel Najmías.