El mar y la civilización. Una historia marítima del mundo
Lincoln Paine

Cuando Cristóbal Colón zarpó en 1492 del puerto de Palos de la Frontera, nadie imaginaba que, a su vuelta a la Península, el mundo habría cambiado para siempre. Su descubrimiento modificó la percepción que los hombres tenían de la dimensión del planeta y de los territorios aún por conocer, aunque habrían de pasar años para entender la magnitud de semejante hallazgo. El mundo se hizo más grande y, a la vez, más conectado. A partir del siglo XVI, el contacto entre pueblos y civilizaciones se incrementó y se creó un sistema económico (y, por extensión, cultural y político) de carácter global. Ahora bien, la ruta abierta por Colón no surgió de la nada. Durante centurias, los hombres habían explorado, comerciado y conquistado tierras ignotas a través de mares y océanos. En todos los tiempos el mar había constituido una pieza esencial de civilización y de progreso y muy pocos pueblos prosperaban de espaldas a él.

En España, el mar ha sido una de nuestras principales referencias históricas. Ya sea al Mediterráneo o al Océano Atlántico, nuestro pasado ha estado íntimamente ligado a esas dos masas de agua, sin las que no podríamos entenderlo. Lo mismo ha sucedido con la historia de un gran número de países, para los que los ríos o los mares han sido fuente de vida y de alimentación, además de vías de comunicación que permitían el comercio, el transporte de tropas o la importación y exportación de ideas y creencias. Tal es su importancia que difícilmente encontraremos un imperio que no haya tenido el mar como principal “aliado”.

El historiador norteamericano Lincoln Paine, con El mar y la civilización. Una historia marítima del mundo* nos brinda una visión de la historia del hombre desde el punto de vista de su relación con el medio acuático. El suyo es un trabajo monumental, de una erudición incuestionable y de gran ambición: en sus casi ochocientas páginas recorre miles de años y culturas muy dispares, cuyo único punto en común es el uso que dieron al agua. Este viaje por la historia de la civilización huye de la visión eurocéntrica, en la que el Mediterráneo y el Atlántico acaparan casi toda la atención, y aborda con igual interés y dedica el mismo espacio a pueblos y mares que circundan a todos los continentes. Al leer la obra del Paine descubrimos que, de un modo u otro, nunca hemos estado totalmente aislados y siempre ha habido pequeñas conexiones entre civilizaciones remotas.

En palabras del autor, “el presente libro supone un intento de analizar cómo los pueblos entraron en contacto unos con otros por mares y ríos y así expandieron sus cultivos, sus manufacturas y sus sistemas sociales –desde el lenguaje a la economía o la religión– de un lugar a otro. Aunque no he ignorado la influencia de determinados hitos en la historia marítima, he intentado situarlos en un contexto más amplio con el fin de mostrar cómo los cambios en el modo de entender el mar pueden ser indicadores de cambios en ámbitos más amplios que el mar mismo. He procurado centrarme en ciertas cuestiones: cómo las empresas marítimas comerciales conllevan el intercambio de ciertos saberes (usos mercantiles y comerciales, navegación e ingeniería naval); cómo la difusión por mar de lenguas, religiones y leyes facilita relaciones interregionales, y cómo oligarcas y gobernantes explotan esas iniciativas marítimas mediante la imposición de impuestos, protección al comercio y otra serie de resortes que usan para consolidar y aumentar su poder”.

Hace unos meses publicábamos la reseña del trabajo de David Abulafia Un mar sin límites. Una historia humana de los océanos (puedes leerla aquí). Las similitudes entre ambas obras son evidentes. El libro de Abulafia, no obstante, se centra más en los aspectos mercantiles de la historia marítima y en las exploraciones. Paine, en cambio, aunque aborda esos mismos temas con profusión (de lo contrario, su trabajo quedaría incompleto), presta mayor atención a los aspectos políticos, bélicos y estrictamente náuticos. Frente a la relevancia que tuvieron los océanos como redes comerciales, Paine examina el efecto que ejercieron en el devenir de los imperios y de los reinos, así como su encaje dentro de organización social y política de las sociedades. Por supuesto, también analiza los enfrentamientos bélicos más relevantes que tuvieron lugar en los mares, desde las Guerras Púnicas hasta la Segunda Guerra Mundial, pasando por los vikingos o por la invasión japonesa de Corea a finales del siglo XVI.

El autor, buen conocedor de la historia de los navíos, incluye al final de cada capítulo las principales características de las embarcaciones de la correspondiente época, lo que nos facilita contemplar su evolución con el paso del tiempo. Resulta sorprendente cómo embarcaciones muy básicas lograron afrontar con éxito travesías largas y temibles (los ejemplos sobre Oceanía y sus primeros pobladores son extraordinarios). La complejidad técnica, las mejoras en los materiales de construcción naval y la innovación en los instrumentos de navegación permitieron viajes más largos a destinos más lejanos. A pesar de las innovaciones, el mar no dejaba de ser un medio peligroso (todavía hoy lo es) y las tormentas han causado no pocos estragos en la historia de la navegación.

Paine intenta seguir una estructura cronológica, aunque no siempre lo consigue, dada su pretensión de abarcar la historia de un mundo en cuyo devenir las transformaciones no necesariamente son paralelas, ni coincidentes en el tiempo. Aun así, la secuencia temporal se mantiene más o menos intacta, salvo algunos pequeños saltos, algo notable teniendo en cuenta el extraordinario volumen de información que facilita la obra. Esos saltos también se aplican al territorio estudiado: pasamos, por ejemplo, de Europa a Asia, para volver a Europa y luego ir a Oceanía. A pesar de las diferencias, más aparentes que reales, entre espacios tan separados, todo lo abarca el mar, que se erige como telón de fondo del relato. Del libro se deduce que las conexiones entre las distintas civilizaciones fueron (y son) posibles gracias a las redes que se forman en torno a los océanos y los mares. A pesar de la inmensidad de estas masas de agua, lo cierto es que nos unen, más que nos separan.

Concluimos con esta reflexión del autor que vuelve a poner de manifiesto el objetivo de su obra: “Mi propósito es cambiar el modo en que usted ve el mundo; más concretamente, el modo en que contempla un mapamundi. Le invito a centrar su atención en ese setenta por ciento de color azul que cubre la imagen que tiene delante: ¿qué sucedería si los tonos ocres y verdosos que representan la tierra firme fueran perdiendo su color hasta difuminarse y desaparecer? El cambio de énfasis de la tierra al agua que pretendo con este libro hará que salgan a la luz muchos hitos y modelos de comportamiento que han marcado nuestra historia, unos hechos y matices cuya relevancia solo este nuevo punto de vista puede proporcionar. Antes de la invención y desarrollo de la locomotora en el siglo XIX, la cultura, el comercio, las epidemias y cualquier tipo de conflicto se expandían con mayor rapidez por mar que por tierra. La apertura de rutas marítimas dio lugar a transformaciones inmediatas, pero muy a menudo esta circunstancia nos ha hecho pensar equivocadamente que esos cambios fueron fruto de un acontecimiento súbito, inesperado. No es así”.

Lincoln Paine es un autor norteamericano cuyos escritos exploran las múltiples facetas de la historia marítima. Entre sus libros destacan, además del que ahora reseñamos, Down East: An Illustrated History of Maritime Maine (2000) o Ships of the World: An Historical Encyclopedia (1997). Es editor de Itinerario: International Journal on the History of European Expansion and Global Interaction y de la revista Sea History que publica la sociedad National Maritime Historical.

*Publicado por Antonio Machado Libros, noviembre 2021. Traducción de Francisco Campillo García.