De los acontecimientos que han marcado el siglo XX, hay uno al que quizás no se ha prestado excesiva atención, pese a suponer una revolución en el progreso de la humanidad: los barcos dejaron de ser el medio más utilizado para los desplazamientos entre largas distancias y han sido sustituidos por el avión e incluso por el coche (salvo en el transporte de mercancías, en el que los grandes buques siguen siendo insustituibles). Si echamos la vista atrás, descubriremos cómo esa transformación rompe con una práctica milenaria, pues la mayoría de las civilizaciones se crearon y prosperaron mirando al mar. Roma, la Monarquía Hispánica o el Imperio inglés, por citar tres ejemplos, lograron dominar grandes extensiones de terreno gracias a su control de los mares. Los barcos eran, en esos imperios, los “vehículos” más rápidos y seguros para desplazarse, aunque sus travesías entrañasen peligros y estuviesen a merced de las caprichosas condiciones del mar.
La historia humana está indisociablemente unida a masas de agua, ya sean ríos, lagos, mares u océanos. Casi todas las grandes capitales del mundo y las ciudades más importantes se fundaron en torno a los márgenes de un río o en enclaves costeros, siendo anómalo encontrar un pueblo que no se apoyase en las redes fluviales o marítimas para prosperar y comerciar. Los costes y las limitaciones que conllevaba el transporte terrestre empujaron a los comerciantes a volcarse en el mar. La industria naviera fue siempre una de las punteras y se hicieron importantes descubrimientos que buscaban perfeccionar las técnicas de navegación. Lo mismo sucede con las fuerzas navales: durante siglos (y quizás aún hoy), la nación que contase con la mejor armada tenía una ventaja cualitativa sobre sus adversarios. Y junto a comerciantes, bienes y soldados, viajaban nuevas ideas y formas de pensar.
Estudiar la historia de los mares es estudiar la historia de la civilización. Esto es precisamente lo que hace David Abulafia en su magnífica obra Un mar sin límites. Una historia humana de los océanos*. El suyo es un espléndido -y descomunal- trabajo, que ofrece una perspectiva diferente sobre la relación entre el hombre y el mar. A lo largo de más de mil doscientas páginas expone la estrecha simbiosis entre el desarrollo humano y los océanos y cómo los distintos pueblos han surcado y utilizado estos para expandirse, explorar, comerciar, luchar y viajar.
Así lo explica el autor: “Como elemento capaz de establecer vínculos entre las distintas sociedades humanas, el papel del mar ejerce una fascinación muy particular. Los vínculos que él se tejen, capaces de salvar vastos espacios abiertos, han contribuido a unir pueblos, religiones y civilizaciones de formas sumamente estimulantes. Unas veces el lazo se ha establecido por medio de encuentros entre personas, ya que los viajeros, entre los que no hay que olvidar a los peregrinos y a los comerciantes, se han visto muy a menudo en el papel de visitantes en regiones ajenas a sus costumbres; otras, la ligazón se ha producido como consecuencia de emigraciones de masas capaces de modificar el carácter de una zona del planeta; ha habido asimismo ocasiones en que la unión se ha derivado —tanto como el movimiento de la gente— del desplazamiento de las cosas, puesto que los habitantes de las tierras lejanas han tenido la oportunidad de ver, admirar, importar o copiar las obras artísticas de otras culturas o de acceder a la literatura, cuando no han quedado atónitos ante algún raro y valioso artículo que les ha indicado la existencia de otra forma de expresión simbólica”.
Abulafia construye su obra en torno a la capacidad que tiene el mar de crear vínculos entre distintos pueblos y personas. Así lo destaca el subtítulo del libro: se trata de una historia humana, no de una mera historia natural de los océanos. Por lo tanto, el lector no encontrará un análisis detallado de la conformación de los océanos y de su evolución desde tiempos inmemoriales. El protagonista del libro es en todo momento el hombre. El punto de partida se sitúa en los primeros intentos de los pueblos primitivos por explorar y adentrarse en estos espacios desconocidos y concluye a finales del siglo XX, con la proliferación de los grandes cargueros y la expansión del tráfico marítimo internacional. A lo largo de este periplo, el autor analiza la “domesticación” de los océanos y narra cómo, poco a poco, emerge una red de contactos e intercambios que une todos los puntos del planeta.
Un enfoque sumamente interesante de la obra es la relevancia que otorga a los comerciantes. A diferencia de otros trabajos, centrados en cuestiones políticas o dedicados a relatar conflictos bélicos, el del profesor Abulafia confiere a la actividad mercantil una posición preeminente. Así lo recoge en el prefacio: “He de decir también que, en la medida en que el presente libro distinga a algunos héroes, estos no habrán de ser tanto los exploradores que abrieron las rutas marítimas como los mercaderes que siguieron su estela”. Su importancia se realza en estas palabras del autor: “La historia de los viajes marítimos de largo recorrido es la historia de un amplio abanico de gentes dispuestas a asumir riesgos, tanto físicos como económicos, la crónica de un conjunto de hombres (fundamentalmente) que se jugaron la vida y la fortuna en busca de las nuevas oportunidades que ofrecían tierras lejanas, movidos por el deseo de obtener beneficios”. De ahí que esos personajes sean el eje sobre el que pivota el relato y sus disputas, sus logros y sus acciones, las que ocupen el mayor número de páginas del libro.
Al hablar de comerciantes, no se trata únicamente de los europeos. Un gran logro del trabajo de David Abulafia es que ofrece una imagen global, en la que se abordan las principales civilizaciones de la historia del hombre. El tráfico marítimo es antiquísimo y antes de que españoles y portugueses revolucionasen el comercio mundial, ya existían otras rutas y otros mercaderes que utilizaban el Pacífico, el Índico y el Atlántico para efectuar transacciones comerciales. Dicho lo anterior, el descubrimiento de América y la llegada de Vasco de Gama al subcontinente indio marcaron un antes y un después en nuestra historia. Tan es así, que la obra se divide en tres grandes bloques. El primero aborda la historia por separado de aquellos tres océanos en un marco temporal que va desde hace 176.000 años hasta el 1500 d.C. El segundo bloque homogeneiza el relato y, aunque aborda cuestiones diversas, intenta mostrar los vínculos globales que se estaban creando. El último abarca poco más de una centuria e ilustra el impacto que provocó la Revolución Industrial y los cambios sociopolíticos ulteriores en el sistema económico mundial.
Pocas obras ofrecen un retrato tan rico y fascinante de la historia de los mares como este libro. Su extensión y la colosal cantidad de información que recoge no hacen que la narración se haga densa o pesada. Por el contrario, permiten al lector descubrir tierras remotas y pueblos desconocidos, a la vez que observa cómo se construye un mundo más interconectado, desde las canoas talladas a mano hasta llegar a los grandes superpetroleros que, curiosamente, siguen las mismas rutas de hace cientos de años.
David Abulafia es profesor emérito de Historia del Mediterráneo en la Universidad de Cambridge y fellow del Gonville and Caius College de Cambridge y de la British Academy. Entre sus obras se incluyen Frederick II: A Medieval Emperor (1988), The Western Mediterranean Kingdoms (1997), El descubrimiento de la humanidad (2009) y El gran mar. Una historia humana del Mediterráneo (2013). Es miembro de la Academia Europaea y en 2003 fue nombrado Commendatore dell’Ordine della Stella della Solidarietà Italiana, en reconocimiento a sus estudios sobre la historia del Mediterráneo. Es profesor visitante en el College of Europe de Varsovia y visiting Beacon professor en la Universidad de Gibraltar. Ha sido galardonado con el Wolfson History Prize 2020 por Un mar sin límites.
*Publicado por la editorial Crítica, mayo 2021.