Civilizar o exterminar a los bárbaros
Santiago Muñoz Machado

Uno de los ejes sobre los que gira la leyenda negra española es el trato que los conquistadores dieron a los indígenas americanos. La polémica, tan antigua como el propio descubrimiento, se ha ido acentuando y hay quien llega a hablar, abiertamente y sin ruborizarse, de genocidio. Si ciertos temas han abandonado su carácter historiográfico para convertirse en armas de batalla, la conquista española del Nuevo Mundo es uno de ellos. Políticos, activistas o intelectuales la utilizan para reivindicar sus propios intereses, obviando el contexto histórico en el que se produjo. Cuando la razón histórica desaparece del debate, su lugar lo suelen ocupar la exageración, la mentira o la tergiversación. Por desgracia, así sucede últimamente en un mundo en el que los titulares predominan sobre el cuerpo de la noticia y resulta más impactante crear una sola frase que desarrollar una idea. Lo mismo ocurre con esta cuestión: es más fácil soltar una proclama, aunque sea falsa, que detenerse a explicar los pormenores de una materia sumamente compleja y con muchas aristas.

A veces se olvida que los españoles no fueron los únicos en conquistar tierras inexploradas. Todas las grandes potencias europeas lo hicieron, pero el reproche general ha recaído principalmente sobre nuestro país. Es cierto que el Imperio español logró controlar una extensión de terreno mucho mayor que el resto, pero esto no basta para explicar la constante campaña que, durante siglos, se ha llevado a cabo para desacreditar su actuación en el continente americano. No importa que los ingleses, en términos relativos, exterminasen a más poblaciones indígenas o que apenas se integrasen con ellas, o que los belgas esclavizasen a casi todo un país en el Congo: los españoles siempre fueron peores y llevaron a cabo maldades mucho más inhumanas. En los últimos años, se han alzado algunas voces que intentan revertir esta situación, pero ¿cómo enfrentarse a una idea tan asentada en la imaginación colectiva?

Uno de los temas menos conocidos por el gran público, quizás por su carácter especializado, es el debate que se produjo a lo largo del siglo XVI en torno a la legitimación de la Corona para hacerse con los nuevos territorios recién descubiertos y sobre el trato que se había de dar a los habitantes de esas tierras. Es seguro que el lector habrá oído hablar de Bartolomé de Las Casas y de su polémica con los conquistadores españoles, pero probablemente no sabrá quiénes fueron Francisco de Vitoria o Juan Ginés de Sepúlveda. Sus aportaciones al ius gentium (el derecho de gentes, germen del ulterior derecho internacional) son trascendentales y pueden considerarse como verdaderos pioneros de esa disciplina. Apenas son reconocidos hoy, pero tuvieron una enorme influencia en su época. Ellos fueron quienes construyeron una doctrina muy elaborada y sólida, alejada de las estridencias de Las Casas y de su Brevísima Relación. Tal fue su prestigio que otros Estados, muchos de ellos enemigos de España, no dudaron en copiar los argumentos de estos dos pensadores para justificar sus conquistas.

El académico y director de la Real Academia Española, Santiago Muñoz Machado, ha realizado con su obra Civilizar o exterminar a los bárbaros* un ejercicio de análisis comparativo entre las teorías utilizadas por los españoles y por otras potencias europeas (principalmente, Inglaterra) a la hora de legitimar sus conquistas. Curiosamente, apenas existen trabajos de este calado intelectual sobre el tema. Quizás a la historiografía anglosajona no le ha interesado mucho adentrarse por estos senderos pues, de lo contrario, hubiese tenido que replantearse la concepción que ha defendido durante centurias sobre la supuesta infamia cometida por la Monarquía Hispánica.

Como explica el propio autor, “hoy las investigaciones sobre las relaciones entre colonizadores y colonizados no han dejado de mejorar el conocimiento de lo ocurrido, contándolo, además, de modo mucho más ponderado. La constatación de que todas las colonizaciones han sido brutales pero que unas han dejado más huella que otras desde el punto de vista cultural y humano, ha animado a muchos escritores a liberarse de complejos y adentrarse en estudios comparativos sobre quién actuó de forma más agresiva y despiadada, cuáles de los pueblos civilizadores liquidaron a sus oponentes indios con más ferocidad, o quiénes consiguieron la extinción más completa de las culturas y grupos que encontraron a su paso”. Y más adelante apostilla: “Este estudio prescinde casi por completo de esta clase de mediciones del dolor y la desgracia causados por los colonizadores. Dejando también para otro momento lo que hubo de provechoso en el encuentro de civilizaciones, las páginas que siguen se centran en el análisis del pensamiento, de las ideologías que ampararon las colonizaciones americanas de España e Inglaterra. Este análisis comparado estaba por hacer, hasta donde me consta, en España, y resulta de gran interés para explicar lo sucedido al otro lado del Atlántico”.

El origen de la obra es el discurso de ingreso del autor en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas (aunque ha sido adaptado para adecuarse al gran público). Es un trabajo breve y sintético, pero de un interés incuestionable, que repasa los postulados de diversos pensadores de la Edad moderna y de alguno de la contemporánea. Entre ellos se encuentran Francisco de Vitoria, Juan Ginés de Sepúlveda o fray Bartolomé de las Casas, pero también filósofos o juristas como Richard Eden, Geoge Peckham, John Locke, Alberico Gentile o Edward Coke. Muñoz Machado no se limita a describir sus teorías, sino que analiza los puntos en común y los discordantes entre sus planteamientos, así como la influencia que tuvieron en su tiempo y el contexto histórico en el que se encuadran sus escritos. Aun cuando a muchos de los lectores de hoy sus nombres no les sean familiares, estos personajes fueron intelectuales muy reputados y varios de ellos asesores de soberanos.

El resultado del trabajo es esclarecedor A medida que avanza la obra, queda patente que los pensadores españoles se tomaron muy en serio las ramificaciones legales y políticas aparejadas a la conquista del Nuevo Mundo e intentaron dotar de legitimación a un proceso complejo y con distintos actores en juego. La Junta de Valladolid de 1550, que reunió a las mentes más brillantes del Imperio, fue un ejemplo de la importancia que los monarcas españoles dieron a esta cuestión. La fecha es importante porque se produjo media centuria antes de que los primeros colonizadores ingleses llegasen a Norteamérica. Para entonces, los españoles ya habían elaborados un cuerpo doctrinal consistente y el mestizaje y la aculturación de los pueblos americanos estaban avanzados. Los ingleses, que conocían las obras peninsulares, acudieron a ellas cuando se hallaron ante el mismo problema que habían debido afrontar los españoles. A diferencia de los “crueles conquistadores”, los ingleses apenas se relacionaron con las tribus indias y las fueron arrinconando, hasta aniquilaras o enclaustrarlas en pequeñas reservas. Muñoz Machado muestra las justificaciones que hubieron de realizar los pensadores anglosajones para hacerse con las tierras de las que se iban apoderando. Los hechos hablan por sí solos.

Concluimos con esta reflexión del autor, que sintetiza el espíritu de su obra: “En los últimos años han ganado cierto auge los estudios históricos dirigidos contra la leyenda negra española. Se alzan, por lo general, contra las exageraciones, la ignorancia o, simplemente, las falsedades utilizadas para describir la conquista y colonización española de América. Algunos de ellos, para poner las cosas en su sitio, apelan al hecho cierto de que ninguna colonización, a lo largo de toda la historia del mundo, se ha llevado a cabo sin cobrarse muchas víctimas. Ninguna sin derramar sangre y causar sufrimiento a las poblaciones ocupadas. Pero, aun partiendo de esta igualdad en la brutalidad o de la constatación de que los intereses del colonizador se han situado habitualmente por encima de cualquier otra consideración humanitaria, intelectuales de toda laya se han empeñado en marcar las diferencias entre la colonización española de América y la de las demás potencias colonizadoras. La española habría sido especialmente cruel y matahombres, masacradora de poblaciones enteras y actora o causante principal de un dramático descenso de la población indígena que habitaba los territorios conquistados”.

Santiago Muñoz Machado es catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense, académico de número de la Real Academia Española y de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, distinguido con diversos premios y reconocimientos institucionales por su influyente obra. Ha publicados más de cuarenta libros, de muy diversa temática, caracterizados por abordar los problemas más nuevos y relevantes que afectan a la organización y a la actividad del Estado, la Unión Europea y los derechos de los ciudadanos. Entre sus ensayos más recientes figuran Cataluña y las demás Españas, Los itinerarios de la libertad de palabra y Sobre la pobreza y el Derecho. Puedes leer la entrevista que le hicimos aquí.

*Publicado por la editorial Crítica, noviembre 2019.