Vidas truncadas. Historias de violencia en la España de 1936
VV.AA.

Pocos períodos de la historia de España han sido más conflictivos que la primera mitad de 1936. Durante esos meses, el nerviosismo y la incertidumbre se apoderaron de los españoles, que veían con angustia cómo el país se sumergía en una espiral de violencia de la que nadie escapaba. La polarización política alcanzó su punto álgido en las elecciones de febrero de ese año, cuyos resultados (todavía hoy objeto de vivos debates historiográficos) dividieron al país. Los dirigentes políticos no supieron o no quisieron contener la creciente ola de crispación, protagonizada por ciertos sectores extremistas, y avivaron un escenario ya de por sí muy exaltado. Los asesinatos, las peleas y los insultos eran el día a día de aquel período, mientras que el ambiente en las calles se tornaba irrespirable.

Cada vez resulta más complicado analizar o comentar libros sobre la Segunda República y el franquismo sin deslizar algún comentario que alguien malinterpretará o sacará de contexto, generando un torrente de críticas. Ajustarse a los cánones que imponen los dogmas de lo políticamente correcto puede tener como resultado el sacrificio de la crítica racional, sustituida por la mediocridad analítica. Redes sociales y actores políticos han conducido a esta situación que empieza a mellar la actividad académica, pues hay cada vez más historiadores que se amoldan a la nueva ortodoxia impuesta. Los matices desaparecen y se establece un marco binario de blancos y negros que impide reflejar la realidad. Por suerte, todavía quedan historiadores que hacen frente a esta tendencia y buscan contarnos qué sucedió realmente en aquel período.

Los profesores Manuel Álvarez Tardío y Fernando del Rey, este último galardonado con el Premio Nacional de Historia 2020, pertenecen a ese grupo de historiadores que han sabido mantenerse firmes y, aun estudiando cuestiones extremadamente complejas y polémicas, dotan a sus trabajos de una objetividad y un rigor encomiables. La obra colectiva que ahora coordinan Vidas truncadas. Historias de violencia en la España de 1936* sigue la senda de sus anteriores investigaciones y explora la situación política y social de las postrimerías de la Segunda República. En esta ocasión, ponen el foco en personajes más o menos conocidos y en pequeños enclaves (Caspe o Alcalá de Henares) para esbozar la tensión y la crispación a la que se hallaba sometida la sociedad española del 36 y cómo terminó por estallar en el golpe de Estado del 17 de julio.

Así los explican los propios autores: “La historia de la vida política española durante el año de 1936 no es sólo la de una confrontación de partidos o ideologías más o menos homogéneos y estructurados. Es también algo que no siempre se ha tenido suficientemente en cuenta: una historia de individuos y vivencias personales ricas en matices y contradicciones. De eso se ocupa este libro, de personas, lugares y experiencias concretas. Porque hubo protagonistas en aquella evolución compleja en la que la tensión y la violencia extrema arrinconaron progresivamente la discrepancia ordenada y el conflicto regulado, hasta lograr que algunos –pocos, pero movilizados e influyentes tomaran decisiones que precipitaron una guerra civil de la que pocos pudieron o quisieron escapar”.

Los directores del trabajo apuestan por la “microhistoria”. Frente a los numerosos libros que abordan de forma generalizada los sucesos previos al golpe de Estado y al fin de la República, este se centra en personas singulares, identificables con nombres y apellidos, y en lugares precisos para estudiar los dilemas, las decisiones y las acciones que tuvieron que adoptar en contextos muy determinados. Muchas veces se olvida, al dibujar los grandes retratos históricos que, más allá de lo que suceda en Palacio o en las Cortes, hay una infinidad de historias personales alejadas de los focos. Conocerlas nos proporciona una visión más detallada y humana de cómo se produjeron ciertos acontecimientos. En palabras de los coordinadores, “a través del análisis de esas trayectorias desarrolladas en sus espacios vitales particulares, nos preguntamos sobre las continuidades y discontinuidades entre las secuencias violentas anteriores al golpe de Estado del 17 de julio y las que se desarrollaron inmediatamente después, tras su fracaso y el estallido de la guerra”.

La violencia, ya lo adelanta el subtítulo del libro, se erige en protagonista indiscutible de los distintos artículos que lo componen. Asistimos a todo tipo de expresiones violentas, ejercidas tanto por miembros de las fuerzas del orden como por ciudadanos anónimos. La tensión aumentaba con el paso de los días y cada acto retroalimentaba más odio e inquina entre bandos crecientemente polarizados. El fenómeno de acción-reacción fue una constante en aquellos meses, en los que la respuesta o la venganza a una afrenta implicaba una nueva escalada. Este escenario tan radicalizado favorecía a las posiciones más extremistas, que se movían con mayor soltura en un clima de incertidumbre. El Gobierno republicano o bien no quiso o bien no pudo contener el deterioro social y de la convivencia democrática que se vivió en aquellos días, cuyo desenlace fue una confrontación sangrienta.

En este sentido resulta muy interesante la reflexión de Manuel Álvarez Tardío y Fernando del Rey en la introducción de la obra: “Aunque la guerra instaló precipitada y desordenadamente una nueva lógica binaria y amplificó la violencia hasta cotas inimaginables, la línea que marcaba las diferencias entre amigos y enemigos había sido trazada de antemano, al menos en los rasgos y las etiquetas que luego resultarían decisivas. Las razones, las pasiones y los odios que alimentaron esa lógica no habían surgido de repente, aunque el imperativo de amigo/enemigo propio de la guerra resultara brutalmente crucial. Eran el fruto de una pausada y peligrosa acumulación previa que en ese momento permitía dar rienda suelta a los comportamientos hasta entonces más o menos pautados por la razón del poder público y la legalidad”.

La obra la componen ocho capítulos independientes, cada uno escrito por un historiador diferente. Los temas tratados son heterogéneos, pero se ajustan al marco que venimos describiendo. Manuel Álvarez Tardío (“De vecinos a enemigos”) estudia los conflictos acaecidos y la tensión política en Alcalá de Henares, pueblo en el que convivían obreros, militares y sectores conservadores. Sergio Vaquero Martínez (“Mártires del deber”) se centra en la policía de Madrid y estudia tres asesinatos ocurridos que tuvieron una enorme repercusión (en represalia de uno de ellos se produjo el asesinato de José Calvo Sotelo). Roberto Muñoz Bolaños (“Morir vitoreando a España”) sigue el rastro de Joaquín Fanjul Goñi y Rafael Villegas Montesino, dos de los partícipes del golpe de Estado y responsables de la sublevación en Madrid. Ambos acabarían siendo ejecutados tras el fracaso del levantamiento en la capital. José Luis Ledesma (“Cruzar el Rubicón por el Ebro”) estudia la explosión de violencia que tuvo lugar en Caspe, arquetipo de cómo en muchas localidades españolas motivos endógenos llevaban a decantarse por un bando o por otro.

José-Antonio Parejo Fernández (“Anatomía de un radical”) retrata la controvertida figura de Agapito García Atadell, quien, tras distintos avatares, acabó siendo un personaje importante dentro del Partido Socialista y desempeñó una destacada labor en la represión ejercida en Madrid una vez iniciada la guerra. Sandra Souto Kustrin (“«Cayo en Madrid mirando a Roma») se centra en otro personaje, el socialista italiano Fernando de Rosa, que participó activamente en la formación de la milicia juvenil armada. Nigel Twoson (“Bajo el signo de la revolución”) analiza el trágico destino de Rafael Salazar Alonso, republicano moderado y Ministro de Gobernación en 1934, que terminó siendo ejecutado en el verano del 36 tras una pantomima de juicio. El último capítulo corresponde a Fernando del Rey (“Captura y muerte de un líder agrario”), quien estudia la trayectoria del político centroderechista Andrés Maroto Rodríguez de Vera y utiliza su asesinato como ejemplo de la represión llevada a cabo en la retaguardia republicana.

Comparar el presente con el pasado aún no lejano no suele ser una buena idea. De hacerlo, probablemente nos equivocaremos en nuestro análisis y emitiremos juicios carentes de la perspectiva necesaria. En ocasiones, sin embargo, las similitudes son tan palmarias que resulta muy tentador dejarse llevar por esa vía. Como muestra esta obra, la tensión que tuvo que soportar la sociedad española en aquellos días de 1936 fue atroz. Hoy, por suerte, la situación no alcanza tales extremos, pero nunca está de más recordar la facilidad con la que los acontecimientos se deslizan hacia derroteros insospechados, en los que la violencia tiene la mala costumbre de rebrotar con suma facilidad.

*Publicado por Galaxia Gutenberg, marzo 2021.