ACANTILADO - GENGIS KAN

El Conquistador del Mundo. Vida de Gengis Kan
René Grousset

Cuando hablamos de los grandes imperios de nuestra historia (griego, romano, español o inglés) solemos omitir el que probablemente haya sido el más grande: el imperio mongol. Alrededor del siglo XIII de nuestra era una comunidad nómada y amante de los caballos comenzó a expandirse desde las estepas de Asia Central y los bosques siberianos hacia el resto del continente asiático. En apenas media centuria dominaba un vasto territorio desde las orillas del Pacífico hasta las puertas de la Europa oriental. Tan sólo Alejandro Magno y la expansión musulmana durante el siglo VII podrían equiparse en tiempo y forma a tal gesta, aunque ninguno de ellos conquistó tantas tierras y reinos como el mongol. El artífice de tal proeza fue Gengis Kan, quien tras agrupar bajo su mando, no sin esfuerzo, a las diversas tribus mongolas, se dirigió contra los imperios vecinos a los que fue sometiendo, uno tras otro, inmisericordemente. En el momento de su muerte, Temuyín (verdadero nombre de Gengis Kan) controlaba gran parte de Asia y dejó el camino abierto para que sus sucesores agrandaran su leyenda.

El pueblo mongol podía considerarse, hasta su eclosión, como una comunidad iletrada y nómada que sobrevivía gracias a la ganadería y al pillaje. Era una sociedad peligrosa y dispersa, cuyos líderes emergían y desaparecían con la misma rapidez. La ausencia de una cultura escrita nos impide conocer su historia, más allá de pequeños retazos obtenidos a través de fuentes extranjeras. Habrá que esperar a la llegada de Gengis Kan para que aparezca la primera obra literaria, “La historia secreta de los mongoles”, un poema épico que narra la subida al poder del propio caudillo mongol. La escasez de fuentes dificulta enormemente los trabajos de investigación que han de conjugar lo fantástico con lo real. Uno de los primeros historiadores en interesarse por el universo mongol fue el orientalista francés René Grousset, quien en 1944 escribió la obra El Conquistador del Mundo. Vida de Gengis Kan*, que ahora edita Acantilado.

GENGIS KAN CUADROEl texto de Grousset mezcla el rigor de un trabajo historiográfico serio con la prosa novelada de una gesta. El historiador francés construye su relato en torno a La historia secreta de los mongoles, de modo que su narración adopta a veces unos tintes heroicos que, a quienes estamos acostumbrados a leer los actuales ensayos de historia, nos resultan ciertamente peculiares. Esta construcción, no obstante, permite una lectura más amena y menos exigente para el lector no especializado, que podrá acompañar a Gengis Kan en sus andanzas y sus campañas militares sin miedo a verse abrumado por un sinfín de referencias y aclaraciones técnicas. Dada la estructura de la obra, prima la historia política y militar aunque Grousset incide reiteradamente en la descripción de las tradiciones y leyendas mongolas, otorgando una gran importancia a la cultura del pueblo estepario.

Al igual que sucedió con la epopeya de Alejandro Magno, Temuyin, el futuro Gran Kan, no partió de la nada. Nuestro protagonista descendía de Qaidu, quien fuera el monarca del primer reino mongol histórico, prefiguración del futuro imperio gengiskánida. Su gloria, por tanto, se asienta en un pasado que no debemos despreciar, aunque sus primeros pasos fueron más turbulentos y peligrosos que los del rey macedonio. Gran parte de su infancia y juventud transcurrieron de un lugar a otro mientras huía de los enemigos que buscaban denodadamente acabar con su estirpe. Dado el marco de inestabilidad y anarquía propio de la vida nómada, que convierten el poder en una quimera tan sólo al alcance de unos pocos individuos, no bastaba el linaje para llegar a él. El historiador francés (con el estilo que caracteriza a toda su obra) destaca cómo la verdadera autoridad de este pueblo se encontraba en “el prestigio del jefe [que] concita en torno a él el agrupamiento de clanes disgregados y famélicos, de familias aisladas en busca de un protector, de aventureros impacientes por dar unos buenos sablazos, de arqueros deseosos de trocar en botín y carne de caza el acierto infalible de sus flechas”.

René Grousset dedica los capítulos iniciales del libro a relatar las andanzas de los antepasados de Gengis Kan (con especial atención a su padre Yesugei, quien morirá asesinado por los tártaros) y a los primeros años de vida del futuro emperador mongol. Eran vivencias terribles en las que la muerte estuvo presente de modo constante. El propio Gengis Kan asesinó a sangre fría a su hermanastro Bekter por una ofensa insignificante. La muerte de su padre y el posterior abandono de los clanes afines hicieron peligrar la seguridad de la familia, que se vio abocada a vagar por las estepas. Esta situación tan desesperada forjó el carácter de Temuyín quien poco a poco fue demostrando sus extraordinarias aptitudes guerreras y labrándose un nombre entre los clanes mongoles. Su reputación le acercó a Toghril, el kan de los keraitas (una importante tribu mongola), quien le designó como uno de sus jefes militares.

BATALLA INDUS GENGIS KHANA partir de este momento el ascenso de Gengis Kan se hace imparable. El relato del historiador francés pasa a ser una sucesión de campañas, incursiones y matanzas en las que la traición está a la orden del día. Quien hoy era un amigo, como Djamuqa, mañana puede ser el más acérrimo de los enemigos. La descripción del carácter heroico (y estoico) de nuestro protagonista, que ya venía ensalzándose desde las primeras páginas, adopta en las siguientes un cierto cariz panegírico. Sin abandonar la objetividad de su trabajo, Grousset acaba por utilizar únicamente adjetivos elogiosos para referirse al Gran Kan y tan sólo crítica la actuación de sus subordinados o de sus ejércitos.

En 1204 es designado como Rey de los Mongoles, aunque no todos los clanes aceptaron este nombramiento. Esto hizo que Gengis Kan acometiese una sistemática campaña para eliminar a todos sus oponentes, que culminó con su victoria en la Batalla de la Tempestad y el ajusticiamiento de su principal adversario, Djamuqa. La costosa unificación de los clanes mongoles y su nombramiento como soberano de toda Mongolia en la primavera de 1206, ahora sin oposición y bajo el título de Eterno Cielo Azul, dio paso a las incursiones contra los reinos vecinos. Los tangut, los kin, los uigures, los naimanos y los corasmios fueron algunas de las víctimas del empuje mongol. El terror que inspiraban las huestes mongolas se extendió por toda Asia hasta alcanzar las inmediaciones de la península Arábiga.

Una de las cuestiones más controvertidas del imperio de Gengis Kan es hasta qué punto su dominio sobre las tierras que sojuzgaba era real o tan solo efímero. Sabemos que el Imperio romano o el árabe integraban los territorios conquistados; los mongoles, sin embargo, según se desprende del relato de Grousset, eran más partidarios del pillaje, de las ejecuciones masivas y de la destrucción sistemática. El historiador francés reflexiona en reiteradas ocasiones sobre este extremo, especialmente cuando los ejércitos mongoles arrasan ciudades milenarias como Pekín o Bujará y aniquilan a poblaciones enteras (hay matanzas que alcanzan la desorbitada cifra de cincuenta mil ejecutados), pero no llega a una conclusión clara. Hubo de haber algún tipo de control, más militar que político, pero parece que fueron los sucesores del Gran Kan quienes consolidaron el dominio mongol sobre las nuevas posesiones.

GENGIS KHAN BATALLAEs éste uno de los rasgos de su carácter. Con enorme sentido común, sabrá siempre discernir entre lo posible y lo imposible, y no emprender nada más que aquello que esté al alcance de sus medios”. “El héroe mongol permanece como un semidiós, generoso, magnánimo y grandioso, moderado en todo, equilibrado, con un sólido sentido común, humano, e incluso lleno de humanidad”. Ambas citas, extraídas de la obra de René Grousset, reflejan el tratamiento benévolo con el que el autor analiza la figura del conquistador mongol. Tal proceder no se debe a una inclinación personal por el biografiado, sino más bien a las fuentes que utiliza Grousset. La historia secreta de los mongoles compuesta por escribas musulmanes mostraba a un Gengis Kan sabio, justo y acérrimo defensor de la lealtad. Sus acciones, incluso las más terribles, no eran directamente atribuibles a él, sino que veían justificadas como una reacción contra una traición o una afrenta. Por ejemplo, la destrucción del Imperio corasmio se habría debido a la masacre de una caravana mongola y al asesinato de su embajador por un gobernador corasmio.

La muerte sobrevino a Gengis Kan en el año 1226, provocada por las secuelas de una mala caída mientras cazaba. Quien fuera el monarca más importante de Asia fallecía tras hacer lo que más le gustaba, cazar. La obra de René Grousset nos acerca a este personaje del que todos hemos oído hablar pero a quien no conocemos realmente. A través de una narración casi novelada descubrimos los rasgos de una civilización diametralmente opuesta a la nuestra, cuyos valores y principios que rigen su convivencia en nada se parecen a los occidentales. Estamos ante el viaje fascinante, lleno de intrigas y traiciones, de muertes y de héroes, del creador de uno de los más grandes imperios de nuestra historia.

René Grousset (Aubais, 1885 – París, 1952) fue historiador, orientalista y miembro de la Academia francesa. Impartió clases en el Institut National des Langues et Civilisations Orientales de París, fue conservador de distintos museos franceses, como el Louvre, y secretario del Journal asiatique. Asimismo, publicó numerosos libros entre los que cabe destacar, además del presente, La epopeya de las Cruzadas e Histoire de l’Asie en tres tomos.

*Publicado por la editorial Acantilado, junio 2015.