El Sueño del rey. Viajes y mesianismo en el Renacimiento peninsular
Isabel Soler

El libro de Isabel Soler El Sueño del rey. Viajes y mesianismo en el Renacimiento peninsular* tiene, al menos, dos lecturas diferenciadas que su autora entremezcla, una y otra vez, con sorprendente habilidad. Ella misma afirma que su obra “trata de los graves problemas que causa lo ignorado y también de los gravísimos problemas que causa el saber”, pero se trata de afirmaciones que, referidas a las circunstancias en que tuvieron lugar los trascendentales viajes oceánicos, españoles y portugueses, de las naves renacentistas en los finales del siglo XV y comienzo del XVI, no dejan de constituir construcciones intelectuales sobre hechos históricos. Y la presencia de estos últimos es lo determinante.

La primera lectura que admite el libro es, en efecto, la que corresponde a su escritura en clave predominantemente cultural, incluidas las perspectivas artística, filosófica y epistemológica. Aquellos viajes (Vasco de Gama, Cristóbal Colón, Fernando de Magallanes), subraya la autora, “revolucionaron el conocimiento y crearon las bases del mundo moderno”. Sus protagonistas ofrecieron al Occidente cristiano una nueva mirada y en sus relatos se producía un “forzado machihembrado entre la imaginación y la verosimilitud” que la obra de Isabel Soler intenta poner al descubierto.

En cada uno de los seis capítulos que integran el libro es fácilmente perceptible la componente cultural, la conexión de su contenido con referencias humanísticas constantes. Por poner dos solos ejemplos, el capítulo primero, dedicado al Latido de la Providencia, comienza con lo que para algunos será un mero excursus de diez páginas sobre el David y el Juicio Final de Miguel Ángel, con comentarios propios y traídos de Vasari, que conectan más tarde con la Florencia de Savonarola. En apariencia, cuestiones alejadas de los viajes renacentistas peninsulares pero que nos sirven para dirigir la mirada al marco general en que éstos van a tener lugar. En el capítulo quinto, por su parte, Creonte y Antífona sirven de contrapunto a la “traición” de un decepcionado Fernando de Magallanes, que cambia su lealtad originaria, portuguesa, por el servicio a la Monarquía hispánica.

LLEGADA VASCO DE GAMA CALCUTASin duda es la segunda lectura, la propiamente histórica, la que predomina. Lectura histórica y no mera relación de hechos o de viajes pues Isabel Soler logra que abramos los ojos al significado de éstos últimos, esto es, a su encuadre en las líneas de tendencia presentes a finales del siglo XV en el occidente europeo.

En 1495 accede al trono portugués –tras la muerte de varios de los herederos en principio a él destinados- dom Manuel I, el Venturoso, el Afortunado, el Escogido, procedente de los linajes de Avis, Beja y Viseu y emparentado con los Bragança. Su padre, dom Fernando, había sido heredero de dom Enrique el Navegante. Su acceso a la corona portuguesa, bajo la divisa de la esphera armilar, se producirá en medio de un ambiente de exaltación que irá derivando al mesianismo. La esfera simbolizará el destino reservado al rey en el descubrimiento de los nuevos mundos y está asociada en la heráldica de dom Manuel a la Cruz de Cristo y al escudo de Portugal.

El discurso mesiánico, vinculado en ocasiones al profetismo milenarista, se plasmaba a finales del siglo XV en el renacimiento de concepciones tardomedievales, no ya sobre el segundo advenimiento sino sobre la instauración de un período de paz bajo la égida de un Monarca Salvador que lograra, a la vez, destruir el Islam, recuperar los Santos Lugares y conseguir el triunfo definitivo del cristianismo universal. La figura del Monarca Universal trataba de ser reivindicada, entre otros, por los reyes peninsulares, cuyas circunstancias bélico-religiosas los ponían en contacto directo con el Islam.

El primer capítulo del libro pasa revista a los textos más significativos del momento que trataban de ligar, sobre el trasfondo de las predicaciones de Joaquín de Fiore, la Corona mediterránea de Aragón (en concreto, Fernando el Católico) con este designio profético y mesiánico. No es que en el pasado esta proyección hubiera sido olvidada (y de ello dieron muestra Carlomagno o el emperador de Alemania) sino que se revindicaba ahora para las monarquías peninsulares. Y, tras la muerte de Fernando en 1516, el testigo del mesianismo fue recogido por dom Manuel I, siguiendo una estela que ya había estado en el pasado vinculada a la casa de Avis. A partir de ese momento toda la imaginería y la propaganda político-literaria, así como las representaciones artísticas, destacarán la proyección universal, dirigida al Oriente, que constituirá el “sueño del rey” dom Manuel con motivo de los viajes oceánicos de sus súbditos.

Desembarco de Colon AMERICALa construcción de una imagen que respondiera a estas características queda fielmente reflejada por Isabel Soler, entre otras, en la cita que recoge del prólogo de Valentim Fernández a la traducción portuguesa (1502) del libro de Marco Polo. En un momento en el que ya han tenido lugar los viajes de Vasco de Gama (1497) y de Pedro Alvarez Cabral a la India (1500), el rey portugués es denominado Manuel Rex Orbis, y se le atribuye el papel de salvador e instaurador de un tiempo nuevo, por elección y designio divinos. De nuevo una cita incluida por Isabel Soler (en este caso de la obra de Duarte Pacheco Pereira) hablar por sí sola: “Dios quiso escoger sólo a Vuestra Alteza [dom Manuel] para que recibiese y poseyera los tributos de los reyes y príncipes bárbaros del Oriente, los cuales Roma, en tiempos de su prosperidad, cuando dominaba gran parte del orbe, nunca así los pudo haber ni hacer tributarios”. Y en la Carta Marina Navigatoria de 1516 Martin Waldseemüller le representa como un dios marino cabalgando un delfín más allá del cabo de Buena Esperanza.

Precisamente a la importancia de Oriente en aquellos años se dedica el segundo capítulo del libro, bajo el título “Puente sobre aguas turbulentas”. Tras una incursión en las relaciones de los artistas italianos (Leonardo, Bellini) con los sultanes turcos y en el papel desempeñado por Venecia en ese ámbito, Isabel Soler pasa revista a la estrategia manuelina tanto en el Mediterráneo (de ambición muy limitada) como, especialmente, en el Oriente más lejano, tras la expansión atlántica. Y lo hace sugiriendo que la corona portuguesa trataba de construir un “nuevo puente” que uniera Oriente y Occidente y contribuyera a expandir el Cristianismo en aquellas tierras. Tierras de las que se sabía incluían la presencia de vestigios cristianos (comunidades herederas del apóstol Tomás en la India, o bajo el imperio del mítico Preste Juan) y en las que dominaban emperadores y grandes señores (el Gran Kan) eventualmente dispuestos a aceptar la fe.

Isabel Soler lleva a cabo su análisis de la actividad portuguesa en las tierras de África y Asia tras subrayar —y sin duda esta es una de las más significativas reflexiones de su obra— la permanencia de una tradición mantenida de interés por el Oriente, tanto por parte de los pontífices romanos y sus enviados a aquellos reinos, como por los soberanos europeos. Y aquí aparecen, como es lógico, los relatos de Marco Polo y los relatos y carta de los viajes oceánicos de los portugueses, manteniendo una “cadena informativa” que daba cuenta de “la ampliación del mundo” producida a consecuencia de ellos. El espacio que se extendía más allá del bien conocido Próximo Oriente (Jerusalén y Tierra Santa habían sido siempre objeto de atención preferente para los reinos europeos) incluía Persia, Tartaria, India, las tierras del Indico, China, los archipiélagos de las especias, pero también el África Oriental, en la que se esperaba encontrar una poderosa y cristina Etiopía. Se podía cerrar así, además, una tenaza de aliados que rodease al Islam y contribuyese a su definitiva destrucción.

CARTOGRAFIA MUNDO SIGLO XVIEl “Asia que Colón no encontró” (tercer capítulo del libro) comienza con la noticia, difundida por don Manuel a todas las cortes europeas y al Papa, del regreso de Vasco de Gama tras su llegada a la India. A partir de ese momento se van estableciendo las redes comerciales asiáticas con destino en Lisboa y se toma conocimiento de la importancia de los puertos del Índico. Empieza a dibujarse en Occidente un nuevo mapa del mundo que, desde la perspectiva portuguesa, incluye aquellos puertos del Índico como elementos capitales en su estrategia político-económica ultramarina. Colón seguía pensando haberlos alcanzado pero eran los portugueses quienes protagonizarán la apertura de las relaciones con los nuevos reinos. Asistimos entonces, en el juego de malentendidos y errores de interpretación motivados por la distancia y el tiempo, a la discrepancia entre los “sueños” de crear un imperio cristiano universal que incluso destruyera definitivamente la Meca y las realidades, más tozudas, demostrativas de la imposibilidad de mantener una presencia militar permanente en las nuevas tierras, como sustento de un “Estado portugués en Oriente. Lo que hubo de este “Estado” se logró a base del dominio del mar que, a su vez, permitía “asegurar, dominar y dirigir las rutas marítimas y disponer de puertos seguros de llegada y partida de mercancías”.

La Verdad y lo Real” es el título del cuarto capítulo de la obra, que especialmente gustará a quienes tengan interés en las vicisitudes de la cartografía histórica. Por sus páginas desfilan los grandes cartógrafos portugueses (Pedro y Jorge Reinel, Diogo Ribeiro) y sus obras. Asistimos a unas tensas relaciones entre las coronas portuguesa e hispánica, enfrentadas en el plano diplomático por fijar los límites geográficos de sus respectivas áreas de influencia, teóricamente establecidas en el Tratado de Tordesillas de 1494 y en las bulas papales. Y para esta delimitación la tarea de los cartógrafos era determinante. Isabel Soler nos describe sus bases conceptuales, las obras de las que se servían (desde las geografías de Pomponio Mela y Ptolomeo) y sus afanes de “discutir y negociar no tanto sobre la verdad del mundo como sobre su realidad”. La Casa de Contratación de Sevilla, Amerigo Vespucccio, Martin Waldseemüller, la política de sigilo portuguesa sobre sus descubrimientos brasileños, las discusiones de Badajoz y Elvas, el Tratado da Esphera, los roteiros, el mapamundi de Behaim, el mapa Cantino… son otros tantos jalones apasionantes del relato.

El último capítulo del libro (El Fin del mundo) está dedicado al viaje de Fernando de Magallanes y, por lo tanto, al estudio de su figura y de su “traición” a la corona portuguesa al capitanear el primer viaje de circunnavegación del globo bajo la enseña de Carlos V (“traición poco heroica pero sí trascendentemente política”). La navegación, cuajada de incidentes, de la “Flota de las Malucas” tenía por objeto, además de garantizar el acceso a las especias (el clavo, entre ellas), delimitar con mayor precisión las zonas del contrameridiano de Tordesillas que pertenecían a España y a Portugal. El capítulo comprende un análisis de la vida de Magallanes, desde la perspectiva de las fuentes portuguesas, y de las consecuencias de aquel trascendental viajé que culminaría en la arribada de la nao Victoria a Sanlúcar de Barrameda.

Isabel Soler, profesora de literatura y cultura portuguesas en la Universidad de Barcelona, es especialista en estudios sobre los viajes y las letras portuguesas del Renacimiento. Ha publicado, entre otras obras, El nudo y la esfera. El navegante como artífice del mundo moderno (2003), Los mares náufragos (2004) y Derrota de Vasco de Gama (2011).

*Publicado por la Editorial Acantilado, junio 2015.