GALAXIA GUTENBERG - LANDELINO LAVILLA

Una historia para compartir. Al cambio por la reforma (1976-1977)
Landelino Lavilla Alsina

Se ha puesto de moda, en algunos ambientes, describir la Transición como un período caduco y desfasado. Lo que hace unas décadas se consideró un proceso ejemplar y único en Europa, hoy se califica, por algunos, como un ejercicio incompleto y con importantes grietas. Quienes realizan estos juicios de valor, normalmente o no habían nacido o estaban dando sus primeros pasos cuando Arias Navarro anunció por televisión la muerte de Franco.

Predomina, en efecto, un desconocimiento generalizado sobre qué significó la Transición y cuáles fueron los extraordinarios retos que hubo de afrontar la sociedad española para, tras décadas de dictadura, recuperar la normalidad y disfrutar de unos derechos y libertades que hoy damos por sentados. En un mundo en el que la demagogia y las expresiones vacías empiezan a convertirse en el principal recurso de comunicación política, achacar los males de nuestro presente a un suceso ocurrido hace cuarenta años es un recurso tan simplista como equivocado, cuyo único interés real consiste en polarizar a una sociedad un tanto confusa y pérdida.

La Transición es el gran logro de la sociedad española en el siglo XX. En apenas tres años y sin derramamiento de sangre pasamos de un régimen dictatorial a un sistema democrático similar al de nuestros vecinos europeos. Dos fueron las principales armas con las que contaron los políticos que guiaron al país en este periplo: consenso y sentido de Estado. Ambas han caído hoy en desuso, sustituidas por el grito y por el interés electoral. Por supuesto, numerosas cuestiones pudieron haberse tratado mejor. Otras se plantearon con una intencionada ambigüedad, de modo que pudieran ser dilucidadas posteriormente. La perfección es imposible y menos en el mundo de la política, donde se enfrentan múltiples intereses contrapuestos. El mérito de quienes participaron en la Transición fue hacer algo sumamente complejo bajo una absoluta apariencia de normalidad y legalidad. Sin recurrir a estridencias ni a golpes de efecto, se construyó un nuevo modelo de Estado y una democracia avanzada.

Ciertamente, fue la sociedad española la que, en un ejercicio modélico de madurez, supo canalizar sus pretensiones democráticas en paz y con entusiasmo. Pero también es cierto que tan solo unos pocos idearon y dieron forma jurídica al proceso de Transición. Muchos de ellos, por cierto, hoy siguen vivos, aunque su recuerdo empieza a difuminarse, lastrado por los recientes ataques a su encomiable labor. Algunos continuaron en la vida política activa, otros se retiraron al sector privado o a las instituciones públicas, pero lo hicieron sin ruido y conocedores del papel que habían jugado. Incluso en ese retraimiento se observa el sentido de Estado que impregnó aquella época.

Entre esos hombres se halla Landelino Lavilla Alsina, ministro de Justicia en el primer gobierno de Suárez (1976-1979), presidente del Congreso de los Diputados (1979-1982) y uno de los responsables de articular la organización jurídica de la Transición. También fue presidente de la UCD en 1982 y testigo directo de su disolución, tras el fracaso en las elecciones.

No son frecuentes los testimonios directos de quienes condujeron el paso de la dictadura a la democracia, de ahí que la obra de Landelino Lavilla, Una historia para compartir. Al cambio por la reforma (1976-1977)* sea un texto de gran interés. Nos ofrece una visión personal de unos sucesos que normalmente solo conocemos por los manuales, periódicos o libros de historia. No se trata de unas memorias, ni de un ajuste de cuentas o una revisión historiográfica. Como el propio autor señala, “No aprovecho este texto para anticipar o extractar unas memorias, en sentido propio, ni, mucho menos, como vehículo de autojustificación. No ha estado en mis hábitos tomar nota periódica, por sintética que fuera, de los hechos que he vivido y de las situaciones en que me he encontrado, ni, en la necesidad que siento de explicar el reciente proceso político español, desde mi vivencia personal, percibo apremio alguna por justificarme”. Más adelante añade: “Será el mío un testimonio en respuesta a la pregunta hipotética, latente, perceptible en el alma misma del pueblo sobre los españoles hemos hecho desde 1975”.

La obra se circunscribe únicamente a los dos años (1976 y 1977) del primer gobierno de Suárez, en los que Landelino Lavilla sitúa el germen y la clave de la transición política. Las referencias a otros sucesos, previos y posteriores, son, sin embargo, una constante y las reflexiones de Lavilla desbordan aquel bienio e incluso alcanzan a nuestros días. El autor, que como él mismo reconoce, no tenía un diario ni anotaba sus inquietudes, elabora su relato sin seguir un orden cronológico estricto. Ciertos capítulos guardan una relación temporal consecutiva, mientras que otros se centran en temas concretos (como la legalización del Partido Comunista o la amnistía de 1976). Este proceder puede confundir al lector que desconozca la historia de esos años, pues algunos personajes o sucesos se dan por sabidos y no se profundiza en ellos. No obstante, también permite ofrecer una imagen de conjunto muy nítida de los problemas, generales y concretos, que hubieron de afrontar el Gobierno y el conjunto de los españoles en aquellos días.

El ex ministro de Justicia se cuida mucho de aventurarse en las intenciones de quienes protagonizaron aquellos años. Solo realiza valoraciones personales atendiendo a sus propios criterios e impresiones, sin hacer cábalas o juicios de valor sobre las motivaciones de otros. La obra es sumamente respetuosa y está escrita con una elegancia que hoy ya no se suele encontrar. Tal es el cuidado puesto en su redacción que habrá quien se sienta decepcionado al no encontrar chismes ni polémicas entre sus páginas (parece ser lo único que interesa hoy a algunos medios). En ocasiones hay que saber leer entre líneas para intuir las discusiones, los debates y los conflictos que originaron una u otra decisión.

No es el propósito de esta reseña valorar las implicaciones históricas de las afirmaciones que el autor realiza en la obra. Esta, además, no busca ser un documento histórico, sino, más bien, una explicación personal (por fuerza, subjetiva) de cómo se diseñó, se preparó y se gestionó la Transición, narrada desde la óptica de uno de sus principales hacedores. El lector podrá creer, o no, lo que en ella se dice y nada impediría a su autor tergiversar la realidad que nos transmite (también es cierto que no ganaría nada haciéndolo, a estas alturas). Lo que destaca, en todo caso, del testimonio de Landelino Lavilla es que nos puede servir como guía para comprender cuál era la mentalidad de quienes afrontaron tan difícil etapa, qué contrariedades se produjeron en un ambiente de gran incertidumbre y cuáles fueron las soluciones, correctas, mejorables o equivocadas, que se adoptaron.

Entre los hechos que se abordan en la obra destacan el nombramiento de Torcuato Fernández-Miranda como presidente de las Cortes; la llegada a la presidencia de Adolfo Suárez; el acuerdo con el Vaticano; la Ley para la Reforma Política; el congreso del PSOE; la detención de Santiago Carrillo; la supresión del Tribunal de Orden Público; la legalización del Partido Comunista; las elecciones de 1977; la plasmación jurídico-política de los Pactos de la Moncloa o la desintegración de la UCD. Algunos de estos sucesos apenas ocupan varias páginas, mientras que a otros, en cambio, se les dedica capítulos enteros- Todos ellos son objeto de reflexión y análisis por parte del autor, quien ofrece su interpretación de por qué se actuó de esa forma, en ese momento concreto.

Sin ser un alegato en defensa de la Transición, el libro de Landelino Lavilla pone de manifiesto la difícil tarea acometida en aquellos años y la importancia que ha tenido en nuestra sociedad. Sea cual sea la opinión sobre ella, nadie puede negar el esfuerzo que sus principales valedores realizaron, anteponiendo los intereses de la nación a los suyos propios. En un período sumamente volátil, casi todos supieron ceder y alcanzar un consenso. Este quizás sea el mayor legado que nos haya dejado la Transición, pues, si las normas son maleables y modificables, como lo son los hábitos y los gustos, el espíritu de compromiso, de sacrificio y de abnegación por un bien mayor es imperecedero. Por eso, quienes critiquen ahora, por mero interés partidista, aquel proceso, hará bien en leer este libro, en el que quizás aprendan a hacer política de verdad.

Concluimos con esta reflexión del propio Lavilla: “A estas alturas, me hallo expectante por la reaparición de rencores e irresponsabilidades en quienes, con desparpajo y sin fundamento reflexivo o con extemporáneos sentimientos vindicativos, parecen decididos a recorrer otra vez sendas de cuyo final guardamos una amarga memoria. Pues con esas experiencias y ‘entre puntos suspensivos’, porque doy por sabido lo antecedente y por ignorado —aunque pudiera intuirlo— lo consecuente, reflexiono ante ustedes, entre temores y esperanzas que mantienen en suspenso mis propios juicios”.

Landelino Lavilla Alsina (Lérida, 1934) ganó las oposiciones al Cuerpo de Censores Letrados del Tribunal de Cuentas (1958) y al Cuerpo de Letrados del Consejo de Estado (1959). Fue Ministro de Justicia desde julio de 1976 a marzo de 1979 y en la Legislatura Constituyente senador por designación del Rey. En la I Legislatura Constitucional fue diputado y presidente del Congreso de los Diputados. Es consejero permanente de Estado y académico de número de las Reales Academias de Jurisprudencia y Legislación y de Ciencias Morales y Políticas, habiendo desempeñado la presidencia de la primera de ellas durante dos mandatos y siendo hoy presidente de honor.

*Publicado por Galaxia Gutenberg, febrero 2017.