Una ciudad de la España cristiana hace mil años
Claudio Sánchez-Albornoz

Decía el intelectual portugués Fidelino de Figueiredo que “España es un universo porque su unidad se compone de la más rica variedad”. Esta afirmación, como tantas otras en la misma dirección, apunta hacia un problema medular presente en cualquier intento de reflexión sobre la psique hispánica. La génesis de nuestro país compone un amplio mosaico de elementos sobre los que descargar la furia historiográfica del cronista ávido de ventas. Pocos son los trabajos que han conseguido ofrecer un alegato creíble sobre la historia española, y sorprendentemente a través de medios inicialmente no tan propicios para ello como la literatura o la música.

Aunque aquí no se trata de realizar una crítica a la historiografía patria, quería hacer mención del triste estado del conocimiento general de nuestra sociedad sobre los siglos que acompañan la caída de Roma hasta el advenimiento del Renacimiento. En nuestro país esta última fecha viene determinada más bien por el ascenso de los Reyes Católicos al trono y el período anterior es poco conocido, por no decir totalmente ignorado hasta en los planes de estudio. Problema que no es sólo nacional pues las invasiones godas, los longobardos, merovingios y carolingios son términos que los libros de texto han obviado con un interés digamos alevoso.

La imagen colectiva de la Edad Media fue dibujada –quién sabe si con con malicia intencionada- por los siglos posteriores, concretamente por la Ilustración. Es recurrente la referencia a las épocas oscuras del feudalismo, en las que ignorancia y desenfreno corrían a sus anchas por el mundo. Especialmente cruel es la acusación de analfabetismo oscurantista, porque siendo cierto que los clásicos eran desconocidos para la mayoría, también lo es que hoy, en nuestra sociedad híper-mediatizada y con un acceso a la cultura inaudito en la historia, los clásicos los siguen leyendo tan sólo unos cuanto tildados de frikis. Y es que, como señaló el historiador británico John M. Wallace-Hadrill, “África-Hispania-Irlanda: esta era una ruta dorada por la que el conocimiento de la Antigüedad alcanzó la Edad Media”.

La necesidad de un libro como el que reseñamos, Una ciudad de la España cristiana hace mil años*, de Claudio Sánchez-Albornoz, se demuestra en su capacidad de derribar –en el lector neófito de la época actual– toda noción preconcebida sobre la sociedad que vivía en los albores del primer milenio. Aparece una ciudad en la que los hombres, como hoy, luchan para ser felices y para labrar un futuro mejor para sus hijos, en definitiva, viven como seres humanos. En España esa vida se fragua al calor de la Reconquista, la lucha contra el invasor afincado en Córdoba. Es este el trasfondo que hasta 1492 se halla presente en todos los días del reino astur-leonés, luego castellano. Y con todo, no deja esa vida de ser maravillosa, obcecada y sangrante, pero por ello extraordinaria.

El historiador Claudio Sánchez-Albornoz consigue, con la maestría propia de historiador erudito, hacernos presente la vida en la ciudad de León durante el siglo X. Su libro constituye un pequeño manjar para el lector ávido de sorprendentes delicattesen.

CIUDAD EDAD MEDIALa breve monografía se compone de prólogo y ocho capítulos, acompañados de los correspondientes apéndices y notas bibliográficas.

El prólogo, cosa inusitada, merece la pena no sólo porque viene firmado por Menéndez Pidal, maestro lingüista español cuya obra, en los años del sms y whatsapp, debería ser tenida más que nunca en cuenta. Se hace en él un esquemático esbozo del lenguaje castellano de aquellos primitivos años, cuando las reglas lingüísticas brillaban por su ausencia y el latín seguía siendo amo y señor en muchas conversaciones.

De los capítulos iniciales me detengo en el tercero, dedicado al mercado de la ciudad, que incluye una soberbia descripción del ajetreo, la polvareda y la ebullición del comercio medieval. Negociación, trueque, disputas, todos son elementos tan comunes de la vida leonesa como el comer y el beber. Allí no hay sociedad de consumo masivo, sino que resplandece el trabajo del campesino, del artesano que domina su oficio, su vida.

Del mercado a la corte. En España uno diría que sólo han existido dos dinastías, las dos de origen extranjero. Y aquí nos encontramos con auténticos monarcas ibéricos, surgidos de la prole de Pelayo, de la sangre y el sudor de la Reconquista, de la rebelión contra el señor o el rey tirano. Están presentes todos los adjetivos que se pueden aplicar a cualquier corte de cualquier época, los personajes que adornan las estancias de todos los palacios del orbe y todas las angustias y alegrías que sufren los que ciñen la corona en la frente.

A la corte le sigue la preparación de la batalla, los tambores de guerra que se dirigen a Lisboa. Y después, el hogar, la casa del campesino y del señor, del mísero y del pudiente. Uno sobrevive entre maderas y piedras, otro entre suntuosidades del castillo, pero ambos sujetos a la costumbre, al rey y a Dios.

Termina Sánchez-Albornoz con un ligero recorrido, cuasi impresionista, por lo que será el devenir de la ciudad de León. Su devastación con Almanzor y su posterior vuelta a la vida, sus triunfos y su rendición como capital ante Toledo.

Quien quiera conocer la historia de su país, tanto los meros datos como las auténticas personas, debe aproximarse a una obra como ésta. Si bien es el León de hace mil años, sigue siendo una ciudad de España donde viven los leoneses que construyeron nuestro país, los que dieron vida al español, ese del que Marañón resaltaba que “su virtud –sí, virtud- fundamental es preferir andar siempre desnudo a ir con ropa de almacén”.

Claudio Sánchez-Albornoz (1893-1984) fue catedrático de Historia de España, miembro de la Real Academia de la Historia, Hijo adoptivo de Asturias y León y Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. Autor de numerosas publicaciones, es uno de los principales historiadores medievalistas españoles.

*Publicado por la editorial Rialp, 2014.