CATEDRA - PRIMAVERA DE PRAGA

Las flores y los tanques. Un regreso a la Primavera de Praga
Luis Zaragoza

Este año conmemoramos el cincuenta aniversario de mayo del 68. Muchas editoriales han publicado libros explicando lo que supuso en su momento y cuál ha sido la influencia que ha ejercido hasta hoy. También se editan testimonios de quienes participaron en aquellos sucesos y, por supuesto, críticas a la vacuidad de las protestas de los estudiantes y a la deriva que tomaron. Más allá de las valoraciones personales de los escritores y especialistas, 1968 fue un año complejo y políticamente muy convulso, que sacudió los cimientos del mundo.

Paradójicamente, ha pasado más desapercibido, al menos en España, otro fenómeno cuyas consecuencias fueron, al menos, igual o más importantes que las de los acontecimientos de París. En la capital de Checoslovaquia, entonces bajo la órbita soviética, las autoridades, en sintonía con la voluntad popular y encabezadas por el Secretario General del Partido Comunista checoslovaco, Alexander Dubček, iniciaron un proceso de reformas para “mejorar” y “humanizar” el régimen comunista. El resultado fue una (desproporcionada) intervención militar de Moscú y el inicio del resquebrajamiento del bloque del Este. El socialismo de rostro humano tendría que esperar.

La Primavera de Praga de 1968 (cuyo nombre resultará familiar a quienes hayan seguido las revueltas de los países árabes en los últimos años) fue el intento de un pequeño país por desembarazarse del yugo de la URSS y lograr, con su aperturismo, la independencia que le había sido negada tras la Segunda Guerra Mundial. La experiencia buscaba ser pacífica, pero fue barrida por el Ejército Rojo mediante un gran despliegue militar. Eso sí, las manifestaciones populares implicaron un quebradero de cabeza para el régimen soviético, que hubo de lidiar con un país hostil y unido, reacio a darse por vencido a las primeras de cambio. Además, y esto resultaba novedoso, parte de la clase dirigente se alió, al menos al principio, con el pueblo. Praga se convirtió en aquellos días en el foco de atención mundial. Un país pequeño ponía en jaque al Imperio soviético.

El periodistas e historiador Luis Zaragoza aborda este acontecimiento en su obra Las flores y los tanques. Un regreso a la Primavera de Praga*. Su estudio, dinámico e intenso, nos desvela con todo lujo de detalle lo que sucedió en aquellos trascendentales meses en Checoslovaquia. Como el propio autor señala, “con todos los elementos a mi alcance, pretendo, pues, armar un puzle que combine los hechos y las percepciones de los hechos, el ámbito nacional y el internacional, los comportamientos políticos y sociales. Pretendo explicar de forma global, sintética y con la perspectiva de las décadas transcurridas cómo se llegó a la liberalización de la rígida ortodoxia estalinista en Checoslovaquia, qué peligros reales o imaginarios vieron en las reformas los demás miembros de la “comunidad socialista”, qué equilibrio de fuerzas hubo fuera y dentro del Partido Comunista Checoslovaco, cómo se preparó la intervención, cómo fueron las negociaciones de los ocupantes y los esfuerzos cada vez más desesperados por tratar de salvar algo del intento inicial, cuáles fueron las actitudes en los gobiernos del bloque capitalista y en los partidos comunistas, y, por supuesto, cómo reaccionaron ante todos estos hechos los ciudadanos de a pie”.

Como todo lo que acaecía en torno a la Unión Soviética, las versiones sobre los sucesos de Praga en 1968 son confusas, cuando no contradictorias. Si los hechos desnudos —los tanques en la calle, las protestas ciudadanas, las escaramuzas entre soldados y civiles o las detenciones y los procesos sumarios— son fácilmente rastreables e identificables, más difícil resulta conocer la intrahistoria: detrás del engranaje propagandístico comunista se erige una maraña de reuniones secretas, intrigas, traiciones y odios personales de los que no es fácil obtener la verdad. Luis Zaragoza se desenvuelve, no obstante, con naturalidad y presteza por el oscuro sistema de fuentes soviético para ofrecernos un relato esclarecedor y muy ajustado a la realidad, cuya lectura nos permite saber en qué consistió y cómo se desarrolló la Primavera de Praga. Alejado de todo tipo de sensacionalismo y de cualquier atisbo de parcialidad, el autor resalta su importancia y su encuadre en un mundo en el que los símbolos eran más significativos que la realidad.

La Primavera de Praga permite diferentes lecturas. Se pueden narrar los hechos tal como sucedieron, detallando su desarrollo y su desenlace, sin más. También se puede ampliar el campo de estudio y analizar su encuadre en la Europa de finales de los sesenta y en las pugnas ideológicas entre Occidente y el régimen comunista durante la Guerra Fría. Otra aproximación podría prestar atención a la estructura de alianzas y al funcionamiento de los países pertenecientes al Pacto de Varsovia. Desde una perspectiva más “revolucionaria”, podemos observar cómo se gesta un movimiento reformista, sin cabeza visible y un tanto anárquico, y cuáles son los riesgos que sus promotores corren. Por último, también cabe profundizar en el legado y en la ulterior interpretación (a veces, partidaria) de un acontecimiento, en apariencia menor, que pudo cambiar el mundo. Luis Zaragoza tiene en cuenta todos estos enfoques a la hora de construir su relato, por lo que nos ofrece una completísima visión de conjunto.

Uno de los puntos sobre los que el autor pone el énfasis es la activa participación del pueblo checoslovaco en la Primavera de Praga (“El comportamiento de la sociedad civil, precisamente, fue lo primero que me sorprendió en el caso checoslovaco”). Todos los sectores de la sociedad se volcaron en la defensa de las reformas acometidas por el gobierno. Aunque no hubo una movilización armada —fueron pocos los muertos a causa de la represión del ejército soviético— se logró idear una resistencia pacífica, pero bien organizada, que mantuvo en vilo a Moscú. Tan solo la deserción de parte del gobierno y el realismo de los dirigentes checos (sabían que la única forma de evitar un baño de sangre era atemperar o renunciar a las reformas propuestas) consiguieron que las protestas se desinflasen y que la maquinaria represiva soviética se activase. El pueblo hubo de resignarse a su suerte, aunque difícilmente olvidó lo sucedido durante esos días.

El fracaso de la Primavera de Praga fue relativo. La intervención soviética alejará, ya para siempre, a los checos y eslovacos de la esfera rusa. Seguirán en la órbita soviética hasta la caída del Muro, veinte años más tarde, pero por obligación, no por convicción (si es que alguna vez la hubo). También afectó a la unidad del Movimiento Comunista Internacional, pues varios partidos comunistas (italiano, español, francés…) y numerosos intelectuales criticaron agriamente la desmedida represión soviética y el uso de la fuerza en un país aliado. Al mismo tiempo, dio munición a los detractores del sistema comunista, que pudieron airear los rasgos imperialistas de Moscú y mostrar el férreo control que ejercía la URSS sobre los países de su entorno. Al final, lo que vinieron a demostrar los sucesos de Praga es que el régimen soviético no podría ser reformado desde dentro. O se hundía o era derrotado por la fuerza, pero, dejado a sí mismo, no daría paso a una democracia libre y real.

Luis Zaragoza Fernández (1978) es doctor en Periodismo y licenciado en Geografía e Historia. Ha publicado Radio Pirenaica, la voz de la esperanza antifranquista (2008) y Voces en las sombras. Una historia de las radios clandestinas (2016).

Publicado por la editorial Cátedra, abril 2018.