TAURUS - UN PALACIO PARA EL REY

Un palacio para el Rey. El Buen Retiro y la corte de Felipe IV
Jonathan Brown y John H. Elliott

La relación entre legitimación y propaganda siempre ha sido muy estrecha. La gran mayoría de los soberanos acudían a la segunda para obtener o afianzar la primera. La opulencia, la ostentación o la suntuosidad han sido tradicionalmente los instrumentos menos belicosos que han utilizado los monarcas o los líderes políticos para expresar su poder ante sus súbditos. Hoy cuesta imaginar que nuestros dirigentes destinen sumas considerables al simple boato, y las administraciones públicas (salvo, quizás, las francesas) ya no construyen palacios o edificaciones faraónicas. Cuando lo hacen, además, las críticas suelen ser feroces.

El papel de los nobles o monarcas, antiguos mecenas hoy relegados a funciones meramente decorativas o representativas, ha sido asumido por las grandes multinacionales, que han tomado el testigo y son las nuevas promotoras de las fastuosas construcciones del presente siglo. Los interminables rascacielos o las futuristas sedes han sustituido a las antiguas residencias reales, aunque la motivación sigue siendo la misma: publicidad destinada a ensalzar la imagen de su propietario.

A lo largo de toda la Edad Moderna, la proyección pública del monarca era una cuestión de Estado. Nada se dejaba al azar y cada programa iconográfico o arquitectónico tenía su significado y sus connotaciones políticas. Entre los casos paradigmáticos se hallan el Monasterio de El Escorial, edificado bajo el reinado de Felipe II, o el Palacio de Versalles, auspiciado por Luis XIV. La construcción de estos colosales edificios no sólo iba destinada a enaltecer la figura del rey, sino que también adquiría una relevante dimensión internacional y diplomática; de ahí que los gastos fuesen desorbitados y no se escatimasen recursos. La confusión entre la Hacienda de la Casa Real y la del Reino implicaba que la financiación se acometía merced a cuantiosos recursos públicos, sin importar, normalmente, su procedencia. Al margen de las repercusiones políticas, los principales beneficiarios de tales proyectos eran los artistas, cuyos servicios eran profusamente requeridos para decorar o diseñar los interiores de las residencias. Estudiar el origen de estas construcciones supone, al mismo tiempo, adentrarse en los complejos sucesos políticos, sociales y culturales del Reino.

En 1980, dos reputados hispanistas, Jonathan Brown y John H. Elliott, publicaron una obra que estaba llamada a ser un referente historiográfico: Un palacio para el Rey. El Buen Retiro y la corte de Felipe IV*. Fue uno de los primeros trabajos que proporcionaba una visión global de la historia de la construcción, de la decoración y de los usos de un gran palacio real, a la vez que subrayaba la relación entre el arte y la política en un momento crítico de la historia europea. El libro fue revisado, ampliado y reeditado en 2003 y, trece años más tarde, la editorial Taurus vuele a recuperarlo. Los motivos para esta nueva edición están recogidos en su prefacio: los autores consideran que era necesaria una puesta al día, en especial en lo referente a la bibliografía; además, querían realizar una versión más accesible que la de 2003 (“más apropiado para ser hojeado que para ser leído”) y, por último, contribuir al sempiterno debate en torno a qué hacer con el Salón de Reinos.

UN PALACIO PARA EL REY - PALACIO BUEN RETIRO

Más allá de los motivos que han llevado a la reedición del libro, su objetivo original continua intacto y sus conclusiones, no obstante el tiempo transcurrido, siguen gozando de gran aceptación por parte del mundo académico. Para los especialistas, poco podríamos añadir a las numerosas recensiones que se han hecho sobre esta obra; al lector que aún no haya tenido la oportunidad de leerla, le diremos que se le ofrece un trabajo extraordinario. En palabras de sus autores: “No se trata de una obra de «historia de la arquitectura» o de «historia del arte» en el sentido habitual de estos términos. Tampoco se trata, simplemente, de un estudio de las premisas políticas, sociales y culturales en que se fundó la edificación de un palacio. Lo que hemos pretendido es ofrecer una historia «total» y comprensiva de las circunstancias que rodearon la construcción y el uso original de un importante palacio europeo, en la medida en que lo permite el carácter fragmentario de los testimonios existentes”.

En 1980, cuando salió a la luz la primera edición del libro de Brown y Elliott, se produjo una pequeña revolución historiográfica, pues era uno de los primeros textos que analizaba el palacio del Buen Retiro, construido bajo el reinado de Felipe IV y cuyo destino había ido languideciendo con el paso de los siglos, hasta su práctica desaparición. Hoy apenas sigue en pie algún edificio del colosal conjunto palaciego y parte de sus jardines. La originalidad de la obra no radicaba exclusivamente en el estudio de un palacio olvidado por los historiadores, sino en el enfoque dado a la investigación, que aunaba el análisis de los intereses políticos, sociales y culturales en torno al palacio. No sólo descubrimos los entresijos de su construcción, sino que también nos adentramos en uno de los períodos más convulsos de la historia moderna española: en los años centrales del siglo XVII se fraguó la derrota de la Monarquía Hispánica y la decadencia de su Imperio.

Tras el palacio del Buen Retiro emerge la figura del Conde-Duque de Olivares, valido de Felipe IV, figura central de la política español del siglo XVII y protagonista de la obra. A él debemos atribuir, prácticamente en exclusiva, la idea, la planificación y la construcción del palacio. Fueron su autoridad y su perseverancia las que permitieron que el proyecto llegase a buen puerto. Así resumen ambos hispanistas los motivos que llevaron al valido a implicarse de forma tan personal en la construcción del conjunto palaciego: “El Retiro fue construido por dos razones, la primera de las cuales viene expresada en su propio nombre: para ser usado como lugar de descanso y recreo conveniente por el monarca, un lugar donde escapar de las preocupaciones de su posición sin los problemas y desembolsos de un viaje al campo. Los palacios o villas suburbanas abundaban en las capitales europeas, aunque en Madrid faltasen. La segunda razón, relacionada con la primera, era crear un marco en el que el rey pudiera actuar como gran protector de las artes. El rey protegería las artes y estas le glorificarían. Daba la casualidad de que Felipe IV era un experto y entusiasta connoisseur de la pintura y el teatro. Para satisfacer sus aficiones el Retiro se convirtió en escenario de espectáculos y obras teatrales, las mejores de las cuales salieron de la pluma de Calderón y fueron brillantemente puestas en escena por el escenógrafo florentino Cosimo Lotti. Estos espectáculos áulicos contribuían grandemente a realzar la imagen del monarca en otras cortes, en las que la liberalidad, como se la denominaba, se contaba como una de las virtudes principescas”.

UN PALACIO PARA EL REY - LAS LANZAS

El proceso de edificación del Retiro se extendió a lo largo de la década de 1630 (“Se inició como una modesta ampliación de las habitaciones reales anejas a la iglesia de San Jerónimo, pero se fue convirtiendo rápidamente en un vasto palacio situado en un inmenso parque ajardinado”). Destacan la caótica disposición de los edificios y jardines (descrita como “desaliñada informalidad”); el contraste entre la austeridad externa (“plenamente deliberada y congruente con la tradición arquitectónica de los Habsburgo españoles”) y la exuberancia interior, ricamente ornamentada y en la que intervinieron los grandes artistas del reino y del continente. El libro relata las luchas, entre bastidores, de las principales figuras del reino para colocar a sus afines en puestos destacados del proyecto y, por supuesto, expone los problemas derivados de la construcción del palacio en tiempos de escasez y penuria, incrementados por la celeridad impuesta para acabar su edificación.

Pocas obras combinan con tanto acierto la alta divulgación y la investigación académica como la de Jonathan Brown y John Elliott. Un trabajo excepcional que hará las delicias de especialistas y profanos, además de ser una referencia clásica para los amantes de la historia. Quien quiera ahondar en la historia de la España del siglo XVII, tanto en su vertiente política como cultural, ha de acudir necesariamente a él. Su interés, además, se acrecienta ahora que el destino del Salón de Reino vuelve a estar en la palestra y se suceden los debates sobre su futuro.

Sir John H. Elliott (Reading, Reino Unido, 1930) es Regius Professor emérito de Historia en la Universidad de Oxford. Educado en el Eton College y doctor en Historia por la Universidad de Cambridge (Trinity College, 1952), fue durante diecisiete años profesor en el School of Historical Studies del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton (Estados Unidos). Miembro correspondiente de la Real Academia de Historia de Madrid y miembro de la Academia Británica, pertenece también a la Academia Americana de las Artes y las Ciencias y a la Sociedad Filosófica Americana. Entre sus numerosos trabajos destacan La España imperial (1963), La rebelión de los catalanes (1963), El viejo y el nuevo mundo (1970), El Conde-Duque de Olivares (1986), Imperios del mundo atlántico (2006) y, más recientemente, Haciendo historia (2012). Ha sido galardonado con varios premios, entre ellos el Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales y el Balzan de Historia. Jonathan Brown (Springfield, Massachusetts, 1939) es Catedrático de Bellas Artes en el Institute of Fine Arts de la Universidad de Nueva York, y ha sido colaborador de numerosos museos de arte estadounidenses, como el Metropolitano de Nueva York. Es un reconocido especialista en el arte español de los siglos XVI y XVII, especialmente en Velázquez. En 1999 fue designado comisario de Velázquez, Rubens y Van Dyck, exposición organizada por el Museo del Prado en la conmemoración del IV Centenario del nacimiento del pintor sevillano. Es Miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

*Publicado por la editorial Taurus, octubre 2016.