Tres mil años de guerra y paz
Jonathan Holslag

Las nuevas tecnologías han cambiado las relaciones internacionales y, por lo tanto, la labor de los diplomáticos. Hace unos años, cuando el presidente de un Estado quería hablar con su homólogo, le bastaba levantar el teléfono (como plasmó con maestría la conocida película de Kubrick). Hoy, ambos pueden conversar por videoconferencia o, si se tercia, a través de las redes sociales. Si la cuestión requiere un tratamiento más directo, cogerán un avión y en pocas horas se desplazarán a cualquier lugar del planeta. Las grandes conferencias internacionales duran, a lo sumo, una semana y son los asesores y los gabinetes quienes las preparan con antelación, concertándose entre sí y “cerrando” los acuerdos previamente por correo electrónico.

Atrás quedaron los grandes personajes de nuestra historia que, en su papel de plenipotenciarios, acudían a los Congresos (cuya duración podía medirse en años, como en Westfalia o en Viena) para dirimir problemas esenciales que afectaban a su nación y al conjunto del mundo. Apenas contaban con otro instrumento que su ingenio y algunas directrices o instrucciones, pues las comunicaciones con la capital eran lentas, limitadas y no siempre precisas. Los embajadores permanentes eran, por su parte, personalidades muy relevantes en las cortes europeas y solían ser tratados casi como reyes. De sus habilidades dependían las relaciones entre los Estados y su influencia determinaba buena parte de la política exterior de cada país. No es de extrañar que fueran elegidos con sumo cuidado y, en no pocas ocasiones, acabaran después ocupando las carteras ministeriales más importantes u otros altos cargos del Estado.

La diplomacia ha sido (y en cierto modo sigue siendo) la principal herramienta de relación entre Estados, con la que hacer política a un nivel supranacional. Se trata de una práctica que encontramos en los albores de las primeras comunidades políticas y que todavía conservamos. El mundo de hoy se ha construido, en gran parte, debido a las guerras que durante siglos han enfrentado a las potencias del planeta y a las paces que les ponían fin. De ahí lo acertado de las palabras del teórico militar Carl von Clausewitz: “La guerra es la continuación de la política por otros medios”.

Conocer la historia desde la óptica de los conflictos bélicos y de las relaciones internacionales es siempre enriquecedor, pues nos facilita una visión global de los acontecimientos más allá de los limitados márgenes estatales. Con su obra Tres mil años de guerra y paz. Una historia política del mundo* el profesor belga Jonathan Holslag indaga en las distintas causas de los conflictos entre imperios, naciones y pueblos y en los intentos por evitarlos a lo largo de los últimos tres milenios.

Así explica el autor el propósito de su trabajo: “Al escribir esta obra, me he guiado por una sola cuestión: ¿qué quiero que las personas que deben modelar el mundo sepan sobre la historia de la política mundial, teniendo en cuenta que tienen tantos otros temas en los que trabajar y cursos que hacer? El resultado es una visión panorámica de 3.000 años de historia: una introducción que familiariza al lector con sucesos fundamentales, le permite extraer algunas conclusiones sobre el funcionamiento de las relaciones internacionales y, con suerte, despierta suficiente interés acerca de algunos aspectos para que él mismo los explore en mayor detalle. Puede ser útil para los estudiantes universitarios, así como para cualquier lector que desee dar sentido a nuestro mundo inquieto, entender de dónde venimos y hacerse alguna idea de lo que el futuro nos podría deparar”.

A caballo entre la historia de las relaciones internacionales, la historia militar y la historia política, el trabajo de Holslag condensa en menos de 450 páginas los grandes sucesos que el hombre, desde que conformó las primeras comunidades, ha protagonizado. No solo en Europa, sino en el resto del planeta. No es baladí este apunte, pues el lector español rara vez tiene la oportunidad de informarse sobre acontecimientos que tuvieron lugar allende las fronteras del continente europeo. La conformación de los grandes imperios orientales y las vicisitudes que afrontaron las distintas potencias asiáticas, entre ellas y tras la llegada de los europeos, ocupan un lugar destacado en el libro. La atención que el historiador belga presta a la Antigüedad es igualmente reseñable, pues cubre los contactos que se producían entre imperios o pueblos y nos permite superar la visión parcial del mundo en aquella época.

Es interesante detenerse en la explicación que Holslag lleva a cabo al encuadrar los distintos aspectos históricos, divididos en cinco niveles, que intenta abarcar. El primero se centra en la distribución del poder y analiza las formas de influencia de las entidades políticas sobre sus ciudadanos o sobre otras estructuras políticas, siendo la diplomacia “el arte de mediar entre los intereses nacionales del propio país y los de los otros”.

Un segundo nivel se ocupa de las organizaciones políticas (ciudades, ciudades-estado, imperios…) y de las formas de gobierno que adoptan, prestando especial atención al cosmopolitismo y al proteccionismo que ha marcado (y marca) el devenir de las relaciones entre esas organizaciones políticas.

El tercer nivel hace referencia a las “interacciones entre unidades políticas” e intenta responder a preguntas tales como “¿Qué ha hecho que la guerra sea más frecuente que la paz? Y, por el contrario, ¿qué ha llevado a los poderosos mandatarios a defender la causa de la paz y a respetar las convenciones, las organizaciones internacionales y las reglas que restringen la soberanía? ¿En qué medida las relaciones internacionales han sido impulsadas por un deseo de seguridad defensiva, o engrandecimiento territorial, o beneficio económico, o por ideas religiosas, de nacionalismo o justicia, o simplemente por ignorancia y locura?”.

El cuarto nivel versa sobre la historia de la relación entre las personas y el planeta, es decir, sobre la importancia de la naturaleza (y de los recursos naturales) en el desarrollo de la historia del hombre. Por último, el quinto nivel incide en la evolución política mundial, materia controvertida que ha perseguido durante centurias a intelectuales y políticos y que hoy sigue siendo objeto de debate, en especial, a tenor del denominado nuevo orden global.

Concluimos con esta reflexión del historiador belga sobre el alcance de su trabajo: “A lo largo del libro se intenta resaltar el impacto que la política mundial tiene en la vida de la gente corriente. Además de los efectos del cambio económico, a menudo fue el estallido de la guerra lo que tuvo las mayores repercusiones, por lo que intentaremos determinar las causas y consecuencias de los conflictos, investigar cómo se ganaron y perdieron, analizar cómo se percibieron y, finalmente, seguiremos a los diplomáticos en sus desesperados intentos por detenerlos. Incluso si nuestro objetivo es tratar y extraer cuestiones atemporales subyacentes en la historia de la guerra y la paz, esta debe seguir siendo ante todo una historia de seres humanos, de sus esperanzas y temores, de su capacidad de ejercer la violencia y de su sufrimiento. Esa es la única manera para poder entender las difíciles decisiones que definen la naturaleza del verdadero liderazgo”.

Jonathan Holslag es profesor de Política Internacional en la Universidad Libre de Bruselas. Autor de libros como China’s Coming War with Asia, Trapped Giant o The Silk Road Trap, es asesor especial del vicepresidente de la Comisión Europea, Rockefeller Fellow de la Comisión Trilateral, miembro del Foro para la Cooperación en Seguridad Asia-Pacífico y Visiting Nobel Fellow en el Instituto Nobel de Oslo.

*Publicado por Pasado&Presente, mayo 2018. Traducción de Marc Figueras y Marià Pitarque.