Se publica en España por primera vez la obra de Lucien Jaume Tocqueville. Los orígenes aristocráticos de la libertad* (en el original, Tocqueville. Les sources aristocratiques de la liberté) que obtuvo el Prix Guizot de la Academie Française en el año 2008. Los editores españoles han añadido el subtítulo “Una biografía intelectual”, con el que quieren subrayar el innegable vínculo entre las tesis del libro y la propia trayectoria vital de Alexis de Tocqueville. Debe añadirse, sin embargo, que los lectores encontrarán en esta obra sólo retazos de la vida de Tocqueville, ligados al análisis de su obra, y no una biografía en extenso. Quienes estén interesados en su vida podrán consultar, entre otras muchas, el excelente Alexis de Tocqueville. A life de Hugh Brogan.
Lucien Jaime transcribe en el frontispicio del libro una cita de 1836 con la que Eduard Gans, de visita en París, se refería a Monsieur de Tocqueville afirmando que “pertenece a la nobleza por sus orígenes, y a la libertad por las inclinaciones de su inteligencia”. La extraordinaria capacidad de síntesis, cualidad que los franceses admiran y aprender a ejercitar desde la enseñanza primaria, no podía reflejar mejor lo que va a constituir el núcleo del libro, inspirado en el afán por desvelar el “enigma” Tocqueville, de una parte aristócrata “ligado a los monárquicos por la comunidad de algunos principios y mil vínculos de familia” y, de otra, “nuevo liberal” a causa de sus convicciones.
Sería una obviedad decir que se trata de un libro francés y en francés (la traducción al castellano de Nere Basabe es excelente), si no fuera porque su tesis central es que la obra más conocida de Tocqueville, La Democracia en América, sobre cuya exégesis construye Lucien Jaume toda su investigación, debe ser analizada y leída casi totalmente en clave francesa. Franceses son asimismo los autores, más o menos contemporáneos de Tocqueville (Chateaubriand y Guizot, sobre todo) con los que se contrasta su obra y franceses son los referentes “morales” (Pascal y el jansenismo) o literarios a los que se apela.
Es cierto que –como se destaca desde la introducción del libro, reproduciendo una carta de Tocqueville a su primo Louis de Kergolay- el propio autor dio pie para validar la tesis de Lucien Jaume cuando manifestaba no haber escrito ni una página de La Democracia en América “sin pensar en Francia y sin tenerla, por así decirlo, delante de mis ojos”. El “alcance secreto” de la obra más importante de Tocqueville sería, pues, no tanto el de exponer la situación del Nuevo Mundo sino, implícitamente, el de influir en la filosofía política de la Francia de su época, a cuyos políticos, pensadores y clases ilustradas estaría realmente dirigida: a desvelar el “diálogo oculto” que Tocqueville mantiene con su tiempo y con sus compatriotas se dedica buena parte de la obra.
El trabajo de Lucien Jaume es, como queda dicho, una reflexión –brillante y rigurosa- sobre la obra de juventud de Tocqueville, fruto de su estancia de dos años en los Estados Unidos y escrita cuando tenía poco más de treinta años, que le ha dado fama imperecedera. Los dos tomos de La Democracia en América (1835-1840) constituyen el yacimiento de metales preciosos que Lucien Jaume perfora para obtener sus conclusiones. Por el contrario, son más esporádicas las referencias a la otra gran obra (esta de contenido histórico, escrita en 1856, en plena madurez) El Antiguo Régimen y la Revolución.
Lucien Jaume utiliza, además de la gran obra de Tocqueville, su correspondencia, sus manuscritos, las afirmaciones y testimonios de sus contemporáneos para descubrir el verdadero pensamiento de un “autor que se exhibe a la vez que se oculta”. De hecho, quizás sea la lectura de aquellos documentos privados, que Jaume trae a la luz tras obtenerlos de todo tipo de archivos, la que, precisamente porque carecen de la carga formal inherente a la redacción de un obra dirigida al público, arroja más luz sobre la visión que de sí mismo y de su obra –y de su acción política- tenía Tocqueville.
Lucien Jaume, a la vez que quiere hacernos ver al Tocqueville “en su dimensión intelectual, psicológica y moral”, trata de “descifrar el campo intelectual e ideológico del liberalismo francés del siglo XIX para comprender a partir de qué problemas de su tiempo emprendió Tocqueville la escritura de su obra”. La biografía intelectual de Tocqueville que nos propone sirve, por ello, para comprender mejor la historia de una nación que después del vendaval revolucionario se enfrentaba al siglo XIX con las heridas –políticas, religiosas e intelectuales- aún abiertas. De ahí que por las páginas del libro desfilen todas las voces relevantes de la primera mitad de aquel siglo, tan convulsa para Francia, bien sean las doctrinarias y las contrarrevolucionarias como las republicanas.
La tesis de Jaume es que La Democracia en América constituyó más bien un mero pretexto para estudiar en realidad los males de Francia y proponer soluciones, así como para describir la situación francesa en la época postrevolucionaria. Tocqueville se nos muestra desde este ángulo con una cierta ambivalencia, sin duda como promotor de la democracia (el capítulo de Jaume sobre qué significaba democracia en aquel momento es espléndido) pero también como conservador de los valores aristocráticos en los que se había educado, precisamente para defender la libertad frente a un renovado despotismo de las mayorías democráticas. El liberalismo de Tocqueville, nos dice Lucien Jaume, era en realidad un liberalismo antiburgués, bien reflejado en su polémica con el Guizot doctrinario.
El temor a un nuevo e inédito despotismo, mucho más soterrado que el anterior, está presente a lo largo de todo el análisis de La Democracia en América. Jaume subraya cómo los riesgos del ejercicio del poder y de la autoridad en América eran percibidos por Tocqueville –con la mirada, recordemos, puesta en Francia- asimilando la democracia a una nueva religión, de la que la mayoría sería su profeta, con tanta o más capacidad coactiva sobre el cuerpo social que las precedentes. “Las repúblicas democráticas inmaterializan el despotismo” es una de las conclusiones que podemos leer en el primer volumen de la obra de Tocqueville (su visión del mismo fenómeno en el segundo volumen, no siempre coincidente con la del primero, ha sido objeto de un debate constante desde hace años).
En la introducción Lucien Jaume expone el “sencillo plan a seguir” de las cuatro partes que componen el libro: “comenzaremos por el publicista (o el politólogo) que explica la noción de democracia; nos veremos entonces obligados a pedir al sociólogo que arroje más luz sobre las lógicas de lo colectivo; pero la clave de este análisis, y lo más recóndito de esta obra, reside en el moralista amigo de La Bruyère y de los teóricos del amor propio del siglo XVII. Estaremos entonces capacitados para estudiar al Tocqueville literario[…]”.
La primera parte del libro es probablemente la que más atención despertará en quienes estén interesados por la historia de las ideas políticas. Lucien Jaume trata de dar respuesta a la pregunta ¿Qué debemos entender por democracia en Tocqueville? para analizar esta “noción polimorfa”, sus plurisignificados en el autor francés. Sin ánimo de resumirlos, baste decir que el campo semántico de la “democracia” se aleja para él de la soberanía del pueblo y se centra más en sus componentes sociológicos y psicológicos.
En las tres secciones que integran esta primera parte Jaume lleva a cabo un brillante análisis del pensamiento de Tocqueville. Lo hace partiendo de la tradición francesa “a contracorriente”, y comparando sus posiciones intelectuales con las contemporáneas, tanto legitimistas como sansimonianas y tradicionalistas. Aborda igualmente la noción de democracia como “religión moderna” y como “esperanza de goces materiales”, aspecto este último que él mismo considera habitualmente olvidado en las exégesis de La Democracia en América. Siempre sobre la base de la realidad francesa, destaca el “abismo” entre uno y otro país presentando el municipalismo americano como contraste a la centralización francesa.
No deja de ser ilustradora –también para poner en su contexto el pensamiento de Tocqueville- la lectura de los comentarios y reseñas aparecidas en Francia inmediatamente después de la publicación de la Democracia en América. Lucien Jaume, que en varios pasajes del libro (normalmente en notas a pie de página) aprovecha para conectar algunas de las tesis de Tocqueville con la situación de nuestra época, ironiza a este respecto: “Todas las tesis presentes en el antiamericanismo francés (ya sea de derechas o de izquierdas) están ya dispersas” en las reseñas de la obra de Tocqueville desde 1835.
En la segunda parte del libro (“Tocqueville Sociológico: la coacción de lo social y la autoridad del colectivo”) Lucien Jaume nos propone a un Tocqueville que se anticipa a la fundación de la sociología por Emile Durkheim: aquél supo apreciar en los Estados Unidos el carácter “social” de la individualidad y advertir que la sociedad penetra también profundamente en la individualidad. Tocqueville, nos enseña Jaume, “iba a descubrir así aquello que Durkheim llamará más tarde el poder coactivo del hecho social”.
En este contexto se desenvuelven las aportaciones de Tocqueville que Jaume destaca, referidas, claro está, a los Estados Unidos que visitaba pero con la mirada, retrospectiva y de futuro, puesta en Francia: la coacción invisible de lo colectivo, las prioridades del vínculo social, la uniformización democrática, la aparición de una verdadera “sociedad” incluso en un conteniente por entonces dividido en 24 “soberanías distintas”, la fuerte adhesión del individuo al cuerpo social.
El “Tocqueville moralista” constituye el objeto de la tercera parte del libro. Se trata, en la tesis de Jaume, de un moralista consciente de su misión de convencer a los interlocutores, y precisamente en lo que atañe a los derechos políticos individuales. Un moralista, pues, que se arroga a la vez el papel de legislador. Y un moralista que trata, además, de entroncar con las nociones jansenistas de “amor propio”, como se advierte en esta cita que Jaume subraya: “Si […] no conseguís unir la idea de los derechos al interés personal, que es el único punto inmóvil del corazón humano, ¿qué otra cosa os quedará para gobernar el mundo sino el miedo? Los vínculos del pensamiento de Tocqueville con el jansenismo –con Blas Pascal, obviamente- son analizados por Lucien Jaume con unos trazos que quizás dan por supuesto un conocimiento del fenómeno de Port Royal que no todos los lectores (quizás sí los franceses ilustrados) poseen.
La cuarta parte del libro (Tocqueville y la literatura) comienza por el análisis de la postura de Tocqueville frente a la tensión a que estaba sometida la lengua francesa en un momento de cambios profundos (el dilema era mantener el lenguaje vinculado a unos valores estéticos ya no vigentes o aceptar los nuevos modelos, considerados en exceso “vulgares”). Era, en el fondo, también un problema político y Jaume lo trae a colación para destacar cómo “no deja de tener interés para nuestro tiempo […] en un país en el que la lengua sigue siendo después de todo un problema neurálgico para la identidad nacional”.
Junto al Tocqueville lingüista, el Tocqueville académico que se adentra en el debate literario es también estudiado por Lucien Jaume. En un momento en que aparecía el romanticismo (el liberalismo en literatura, según la fórmula clásica de Victor Hugo) y algunos aventuraban que la literatura de la época clásica “no será más que arqueología” y los admiradores de Bossuet “morirán sin descendencia”, Tocqueville parece adoptar una actitud más favorable al reconocimiento del principio de autoridad en la lengua, pero de nuevo con no pocas ambivalencias.
En la quinta parte de su obra, Lucien Jaume contrasta a Tocqueville con sus “grandes contemporáneos”, especialmente con el historiador Guizot, y con sus “figuras tutelares”, de Malesherbes a Chateaubriand (“al que me acercaban tantos lazos de familia y rcuerdos de infancia”, afirmará el propio Tocqueville). De nuevo se trata de unos capítulos en clave predominantemente francesa que presuponen un conocimiento considerable de autores como Guizot, en sus cursos, y Chateaubriand en sus textos de los años 1830 a 1834, quienes “proporcionaron a Tocqueville el hilo conductor de su liberalismo con base aristocrática”.
El descubrimiento de un Tocqueville aún impregnado de un “trasfondo nostálgico” pero con la suficiente capacidad de observación –y de predicción- para aventurar en 1830 la llegada de la sociedad de masas, con sus virtudes y sus defectos, bien merece por sí sólo la lectura de este apasionante libro.
Lucien Jaume es profesor de Historia Política y Teoría Política en Sciences Politiques (Paris). Entre sus obras figuran Hobbes et l’État représentatif moderne; Les Déclarations des droits de l’homme: du débat 1789-1793 au Préambule de 1946; Le Discours jacobin et la démocratie (en castellano El Jacobinismo y el Estado moderno); La Liberté et la loi: les origines philosophiques du libéralisme y L’État administratif et le libéralisme : une histoire française.
*Publicado por Editorial Tecnos, diciembre 2014.