TUSQUETS - ROMANTICISMO

Romanticismo. Una odisea del espíritu alemán
Rüdiger Safranski

A finales del siglo XVIII, el continente europeo sufrió varias sacudidas revolucionarias. Algunas tuvieron un claro componente político y social (la Revolución francesa, como ejemplo paradigmático) y otras incidieron más en la faceta intelectual de la sociedad de la época (la consolidación de los postulados de la Ilustración y la implantación del pensamiento liberal). Se produjo, además, una transformación considerable de los medios de producción y de la economía en general, que conduciría a las grandes potencias occidentales hacia la Revolución Industrial.

Todos estos sucesos son bastante conocidos por el gran público y no requieren ahora mayor comentario. No sucede así, sin embargo, con otro fenómeno, que también podría calificarse de revolucionario, acaecido en aquellas fechas, que caló especialmente en el mundo de la cultura y la filosofía, aunque sus ramificaciones acabaron afectando al conjunto de la sociedad. Se trata de la aparición del movimiento romántico, cuyos postulados, en no pocas ocasiones, rechazaban los cambios que se estaban gestando a su alrededor.

El Romanticismo es un gran desconocido: si, por lo general, a todo el mundo le suena, en verdad apenas se sabe algo de él. Es relativamente fácil identificar a sus máximos exponentes (Goethe, Herder o Fichte, por citar a algunos) pero no describir cuáles son sus orígenes y cómo fue evolucionando. Incluso puede plantear problemas reconocer qué principios e ideales defendía, pues lo cierto es que son bastante nebulosos. No obstante, su fuerza fue arrolladora y permitió la conformación del sentir germano, que desembocaría en la creación del estado alemán unido, además de encumbrar a pensadores y artistas que hoy se reconocen universales.

Para arrojar algo de luz sobre él, Rüdiger Safranski ha publicado Romanticismo. Una odisea del espíritu alemán* que indaga en la esencia y en la influencia que ejerció este movimiento. “Este libro trata del Romanticismo y de lo romántico. El Romanticismo es una época. Lo romántico es una actitud del espíritu que se circunscribe a una época. Ciertamente halló su perfecta expresión en el periodo del Romanticismo, pero no se limita a él. Lo romántico sigue existiendo hoy en día. No es un fenómeno exclusivamente alemán, aunque experimentó una acuñación especial en este país, hasta tal punto que fuera de Alemania a veces se equipara la cultura alemana con el Romanticismo y con lo romántico”. Con estas palabras sintetiza el autor el objetivo de su trabajo, que vio la luz por primera vez en 2009 y que ahora recupera la editorial Tusquets. Como rápidamente advertirá el lector, el libro no ha perdido un ápice de su vigencia e interés, siendo una de las grandes obras publicadas para entender este movimiento artístico, literario y filosófico.

Como explica Safranski, el origen del Romanticismo, su “prehistoria”, se halla en el viaje que Johann Gottfried Herder hizo a Francia, desde Riga. Una vez en el país galo, conoció en Estrasburgo a un joven Goethe y ambos estimularon el culto al genio, primero en el movimiento Sturm und Drang y más tarde en el propio Romanticismo. El pistoletazo de salida lo continuarán figuras tan destacadas como Schiller, Schlegel, Fichte, Tieck o Novalis, entre otros, quienes impulsaron, cada uno en su campo, las ideas románticas por el territorio germano. El autor les dedica sendos capítulos, en los que explora tanto sus pensamientos como sus biografías. Adereza su relato con referencias al contexto histórico donde germinaron, pues fue palpable el ascendente que en ellos tuvieron la Revolución Francesa y Napoleón (tanto si estuvieron a favor o en contra de una y de otro).

A medida que avanza en la caracterización de los principales adalides del Romanticismo, la obra resalta las ideas que defendían: la recuperación de la mitología germana, la idea romántica del Imperio, el desencanto con lo ilustrado, la búsqueda de lo misterioso, la apología de lo natural o la elevación del individuo frente a lo común. Sirva como ejemplo esta reflexión de Safranski sobre la naturaleza de este movimiento: “El individuo creador seguía estando en el centro, y sobre él se tendía aún la cúpula celeste, que, sin embargo, había de vigorizarse institucionalmente. Los románticos en sus rincones privados habían intentado audaces experimentos con círculos de amigos, relaciones amorosas, proyectos de revistas, habían revolucionado la literatura, la filosofía y la religión para su uso personal, y en todo ello habían establecido un vínculo entre individualismo extremo y cimbreante universalismo. Inicialmente lo universal era una trascendencia que no podía fijarse; era ‘sentido y gusto para lo infinito’. Pero poco a poco esta trascendencia recibió una coloración política. En algunos adquirió el color de la Iglesia católica y de los Habsburgo; otros se hicieron patriotas, prusianos, defensores de la nación”.

Para nuestro autor, el Romanticismo finaliza con E.T.A. Hoffman, quien, además de ser un gran soñador, tenía un pie puesto en la realidad liberal. A partir de entonces comienza lo “romántico”. Los años veinte del siglo XIX marcan el ocaso del impulso revolucionario que había impregnado el Romanticismo, que pierde fuerza y decae. Solo en la música y en otras artes alcanzará su cenit, algunos años más tarde, pero en la literatura ya nada fue igual. Los capítulos que siguen al consagrado a Hoffman, en el segundo bloque de la obra, se centran en los rasgos románticos que aún perviven en Hegel, Wagner, Nietzsche, Rilke, Heidegger, en el nazismo o en Thomas Mann. Cada uno, a su manera, mantiene vivo el espíritu romántico, lo que Safranski se encarga de narrar con una destreza asombrosa.

Aunque el Romanticismo tuvo una dimensión europea, con sus contradicciones internas y con sus peculiaridades regionales o personales, nuestro autor opta por ocuparse únicamente de las grandes figuras alemanas. Consigue, de este modo, centrar el tiro y construir un relato coherente y fluido. Safranski sabe extraer de cada autor y de cada contexto las tesis más relevantes y trasladarlas al papel de forma elegante y sencilla. El lector solo necesita voluntad para dejarse seducir por la prosa del pensador germano.

El trabajo finaliza haciendo un llamamiento a una política racional, alejada de los excesos y de las interpretaciones equivocadas de los ideales románticos, pero preservando las nociones positivas de este movimiento. Es, en suma, un intento de enmendar errores pasados y rescatar la esencia de unas ideas que cambiaron el mundo.

Concluimos con esta reflexión de Rüdiger Safranski, inserta en el prólogo de la obra: “El espíritu romántico es multiforme, musical, rico en prospecciones y tentaciones, ama la lejanía del futuro y la del pasado, las sorpresas en lo cotidiano, los extremos, lo inconsistente, el sueño, la locura, los laberintos de la reflexión. El espíritu romántico no se mantiene idéntico; más bien, se transforma y es contradictorio, es añorante y cínico, alocado hasta lo incomprensible y popular, irónico y exaltado, enamorado de sí mismo y sociable, al mismo tiempo consciente y disolvente de la forma. Goethe, cuando ya era un anciano, decía que lo romántico es lo enfermizo. Pero lo enfermizo tampoco era demasiado extraño para él”.

Rüdiger Safranski nació en 1945 en Rottweil (Alemania) y estudió filología, filosofía, historia e historia del arte. Es uno de los biógrafos europeos más brillantes de los últimos años, gracias a sus magistrales biografías de Heidegger, Nietzsche, Schopenhauer, Schiller y Goethe. También ha escrito ensayos dedicados a la globalización, la verdad, el mal o el tiempo.

*Publicado por Tusquets Editores, enero 2018. Traducción de Raúl Gabás.