CASA VELAZQUEZ - RITUS INFIDELIUM

Ritus infidelium
VV.AA.

Aún hoy el choque de culturas sigue siendo un problema en muchas sociedades occidentales. No hemos conseguido, a pesar de los «avances» alcanzados, lograr un marco de convivencia respetuosa entre diferentes formas de pensar, ya sean religiosas o culturales. Pervive el sentimiento de lo «nuestro» y del «otro» y se mira todavía con desconfianza al extraño y a las tradiciones que trae consigo. Como bien expone José Martínez Gázquez en la presentación de la obra Ritus infidelium. Miradas interconfesionales sobre las prácticas religiosas en la Edad Media*, tal situación se agudiza en los últimos años: «En el momento actual en Occidente, se viven cambios profundos que hacen que muchos miren con prevención la realidad social de la multiculturalidad y se tenga en el punto de mira la integración de las masas inmigrantes de diversas culturas y religiones, mientras insisten algunos en la reflexión de la centralidad de la religión en las raíces de Europa. Por otra parte, se asiste con expectación y desconcierto a los avatares de los movimientos sociales y políticos en los pueblos del mundo árabe y, más extensivamente, a los desvaríos de los extremismos políticos y religiosos que apuestan por la negación de los contrarios y la lucha contra el enemigo, contra el «otro», al que no acepta y se niega«.

Como tantas veces hemos afirmado, nada novedoso se produce en la historia del hombre y este fenómeno, que a muchos hoy sigue desconcertando, ya lo protagonizó la humanidad –al menos, la civilización occidental- en la Edad Media. De ahí la importancia de un libro que estudie cómo lo afrontaron los intelectuales, los dirigentes y la sociedad del medievo dentro de un marco social cuya complejidad puede equiparase a la que hoy vivimos. Es de agradecer que la Casa de Velázquez (la verdadera embajada francesa en España desde el punto de vista cultural, científico e investigador) haya tenido la sensibilidad de dedicar su atención a estos temas.

SAN FRANCISCO ANTE SULTANMucho podemos aprender de los escritos de Tomás de Aquino, de Ramón Llul o de Riccoldo da Montecroce, a quienes se dedican varios de los trabajos recopilados en la obra, en su búsqueda de la comprensión del «otro», tanto para perfeccionar la propia religión como para crear un marco de convivencia adecuado. Ahora bien, no debemos olvidar que estos sabios medievales fueron una minoría pues lo predominante fue el escarnio y la burla de las creencias y tradiciones «contrarias». La obra Ritus infidelium nos ofrece, a lo largo de los dieciocho capítulos que la componen (escritos en español, inglés y francés), una visión poliédrica de los fenómenos religiosos durante aquel período de nuestra historia, caracterizado a la vez por la pretensión de cada una de las confesiones de ser la única verdadera y por la necesidad de coexistir con las otras dos.

La sociedad del medievo, en las regiones meridionales de Europa, integraba (o más bien, se componía) de cristianos, musulmanes y judíos. Las ciudades eran pequeños mosaicos culturales y la convivencia diaria, ajena a las grandes disputas teológicas de aquellos siglos, era, por lo general, pacífica. La interacción entre unos y otros fue una constante y se hacía, habitualmente, con la mayor naturalidad. En el levante español parece que la relación fue tan fluida que, como se explica en el capítulo Entre la praxis y el estereotipo, los viajeros del norte de Europa valoraban «negativamente, ya a priori, a los cristianos ibéricos por su convivencia desenfada con infieles«.

Es poco probable que el pueblo llano supiese apreciar en su justa medida las diferencias doctrinales entre las tres religiones. No obstante, todos podían reconocer los contrastes –especialmente entre el cristianismo y el islam- a través de sus ritos y tradiciones. Como afirma Óscar de la Cruz Palma en su artículo, las formas del culto (los ritos) desempeñan una función capital: «Frente al discurso intelectual de la teología restringido a unos pocos, las diferencias entre las religiones eran comprendidas por la mayoría, aun de manera sesgada, a través de observaciones rituales. En suma, para la mayoría el rito marca la diferencia entre confesiones y religiones de manera mucho más plausible que los análisis producidos en los textos o los discursos, para los que se requiere una cierta predisposición, atención y tiempo«. Esto explica el ímpetu mostrado por los monarcas y los religiosos más destacados (de las tres confesiones) para conservar e imponer unos determinados ritos dentro de sus territorios.

PRUEBA FUEGO SULTANPensadores de la talla de Ramón Llul («Ramón Llul aproximándose a la mirada del «otro«) o santo Tomás de Aquino se involucraron en estos debates y aportaron sus opiniones. Este último dedicó un apartado de su Summa Theologiae a la cuestión de si debían o no tolerarse los ritos de los infieles (analizada en el capítulo Utrum infidelim ritus sint tolerandi?) para cuya resolución acude a la doctrina desarrollada por los Padres de la Iglesia y a la trayectoria histórica que había seguido la Iglesia católica en sus relaciones con las demás confesiones.

No sólo las cuestiones doctrinales, de principio, estaban en juego. Encontramos en la obra estudios sobre las similitudes y divergencias en el tratamiento de determinados símbolos, como el agua o la cruz, entre las distintas religiones. Entre ellos destacan los capítulos El agua como purificación de creyentes y de infieles en las polémicas antiislámicas y The rites of Purim as seen by the Christian Legislador. Algún otro trabajo (Los precedentes no árabes del calendario islámico y de los momentos de la oración según el Kitab-al-atar al baquiya’an al-qurun al-jaliya de al-Biruni) pone de relieve la existencia, entre cristianos, judíos y musulmanes, de elementos comunes en los orígenes de algunas de las instituciones de las tres confesiones durante la Edad Media.

Tras el capítulo consagrado a la reinterpretación de los ritos, quizás sea el más sugerente aquel que trata de cómo los viajeros (eclesiásticos, peregrinos, comerciantes, etc) ofrecían su propia versión, a menudo no coincidente, de las sociedades que acababan de conocer. Y es que, junto a la visión de los intelectuales, también resulta muy interesante acercarse a la que aportaron viajeros y peregrinos, quienes conocieron de primera mano los ritos de las otras confesiones. En sus descripciones –a veces laudatorias, o al menos comprensivas, pero también críticas o incluso denigrantes del «otro»- se muestra la curiosidad y el interés por lo diferente, junto a juicios que buscan ridiculizar o atacar las tradiciones ajenas, con el confesado propósito apologético de las propias. Los artículos La description des religions orientales par les voyageurs occidentaux en Orient et son impact sur les débats théologiques, Riccoldo da Montecroce on bismillah and salawat y La pratique religieuse de l’»autre» dans le Sifrei Massa’ot narran la repercusión que las vivencias de aquellos viajeros tuvieron en la mentalidad medieval, pues gran parte de la población sólo conocerá al «otro» a través de estos relatos.

Un tercer capítulo de la obra se dedica específicamente a la representación del Islam, tanto en el terreno artístico (El islam como paganismo en la escultura románica) como en el ritual (Las cinco oraciones islámicas diarias (salawat) en las fuentes latinas medievales). Y presenta un notable interés el artículo que describe la situación de los cristianos que, tras la conquista musulmana de Asia Menor (verdadera cuna de la expansión cristiana y sede de los primeros concilios ecuménicos), pasaron a estar sujetos al dominio de los «infieles». El diálogo cristiano musulmán del arzobispo Gregorio Palamás durante su cautiverio en la Nicea otomana recoge, entre otras, la carta enviada por aquél a sus feligreses de Salónica en la que el arzobispo da cuenta de cómo vio, en cuanto prisionero en Asia Menor, «a cristianos y turcos vivir y circular juntos guiándose los unos a los otros«. El texto, como bien subraya Pedro Bácenas de la Peña al comentarlo, constituye «el acta fundacional de un modelo de posibles relaciones […] basado en la ponderación religiosa y el realismo político«.

ARRESTO JUDIO EDAD MEDIALa polémica judeo-cristiana es específicamente abordada en el cuarto capítulo del libro, con artículos que contemplan escenarios temporales muy alejados. En uno de ellos (antes citado) John Victor Tolan analiza las prohibiciones contenidas en el Codex Theodosianus (año 438) respecto de las celebraciones judías del Purim, prohibiciones entre las que figura la de asociar a los ritos judíos los símbolos cristianos. Otros se refieren de modo singular a la situación de las relaciones judeo-cristianas en el siglo XIII, poniendo de relieve, por ejemplo, la «ofensiva» doctrinal de los sabios y rabinos judíos en el Languedoc y en los territorios aragoneses –como reacción frente a la correlativa apologética cristiana, o por propia iniciativa- para demostrar la superioridad de su fe.

El último capítulo –al que sigue una brillante conclusión o síntesis a cargo también de John Victor Tolan- trata de la «asimilación y negación» entre las diferentes confesiones, a partir de la pregunta esencial sobre si era preferible la tolerancia o la intransigencia frente a los ritos de los infieles, o frente a las herejías, formulada en el contexto cristiano por Tomás de Aquino.

Más allá de las opiniones personales observamos cómo la Edad Media, en contra de la percepción generalizada, fue un período vivo y abierto al debate, y cómo la confluencia de distintas formas de comprender el mundo enriqueció la polémica intelectual de aquellos años. Los estudios reunidos por José Martínez Gázquez y John Victor Tolan en este volumen, a cargo de especialistas de la historia y de las religiones, nos ofrecen una mirada «diferente» de la interacción entre las tres confesiones «del Libro».

*Publicado por la Casa de Velázquez, diciembre 2013.