Si hubo un período de nuestra historia en el que el arte y la política estuvieron estrechamente relacionados, sin duda fue el conocido como Siglo de Oro (aunque, en realidad, se podría hablar de siglos de oro, ya que abarcan los siglos XVI y XVII). Nos hallamos en el cenit del Imperio español, convertido en la primera potencia europea y cuya influencia se extiende por todos los continentes, conectando puntos tan alejados como Madrid, Veracruz o Manila. Los Habsburgo españoles gobiernan un complejo entramado de reinos y territorios heterogéneos sostenidos por la fuerza militar, una incipiente diplomacia y la legitimación dinástica. El arte se constituye en un factor de prestigio y en un instrumento más para preservar la ilusión de poder que ha de tener cualquier monarca absoluto. Conocedores de la importancia de la imagen, los reyes de la Monarquía Hispánica fueron los principales mecenas (interesados) de los grandes artistas de la época.
Si la política imperial “aprovechó” las ventajas que ofrecían las expresiones artísticas, la Iglesia no se quedó atrás. En el siglo XVI se produjo la segunda gran ruptura o cisma del cristianismo, a causa del movimiento reformista auspiciado por Lutero. Más allá de meras disensiones teológicas, la Reforma provocó un seísmo en el continente y sus efectos también se dejaron sentir en el orden político. Roma hubo de actuar con rapidez para no perder el control de sus fieles y la Contrarreforma puso la mirada, entre otras cuestiones, en la importancia de extender la doctrina religiosa entre el pueblo.
El arte pasó a ser una herramienta imprescindible para proyectar y enseñar la fe católica. Órdenes religiosas, obispados y meros laicos acudieron también a los artistas para que dieran forma a las ideas prevalentes en el Concilio de Trento y defender la ortodoxia religiosa. En este contexto surgió una mentalidad artístico-social que impregnó toda la producción literaria, arquitectónica, escultórica o pictórica de la época. Prácticamente, ninguna obra escapó al influjo del nuevo pensamiento que transformó a la sociedad española.
El profesor Jeremy Robbins analiza en Reinos incomparables. España en el Siglo de Oro* la relación entre el arte, la “propaganda” política, las nuevas prácticas religiosas y los cambios que supusieron el Renacimiento y el Barroco en el pensamiento de la época. Su trabajo, sumamente interesante, salta una y otra vez de la historia del arte a la historia política y a la historia de las ideas.
Así explica el autor su enfoque: “Los Habsburgo y la Iglesia son instituciones clave en la historia de la España de la Edad Moderna. Pero al echar una mirada a la cultura y la sociedad españolas de esta época, no intento crear una narrativa unificada, una visión interpretativa, puesto que en un período en que tanto la Iglesia como la monarquía luchaban por mantener las cosas unidas e imponer y ejecutar un punto de vista unificado, hacer tal cosa sería una tarea imposible. Lo que pretendo, más bien, es presentar algo de la diversidad y de las múltiples narrativas y perspectivas de este periodo crucial de la historia española. Esto implicaría hablar de lo canónico y de lo no canónico, de lo familiar y de lo menos familiar, de las interpretaciones habituales y de los desafíos que a esta se plantean”.
Abordar cuestiones tan dispares y profundas en un mismo trabajo no es tarea sencilla. Se requiere hilar muy fino para no perderse en la inmensidad del pensamiento del Siglo de Oro español y evitar el naufragio al examinar las casi infinitas manifestaciones artísticas surgidas en aquella época. El profesor Robbins adopta una estrategia inteligente para estructurar su libro: escoge unos temas concretos que le sirven para ilustrar las ideas que quiere transmitir. A partir de cuestiones específicas, construye una serie de reflexiones que desbrozan las principales líneas de pensamiento de la Monarquía Hispánica en los siglos XVI y XVII. El propósito último que busca es explicar a través del arte la forma con la que aquellos españoles concebían lo divino y lo profano, y cómo entendían la realidad y el mundo que les rodeaba.
A lo largo de ese recorrido por la mentalidad del Siglo de Oro se combinan las referencias a elementos más concretos (por ejemplo, el análisis de un palacio o de un cuadro) con otros más abstractos (como las referencias a los espejos o a la idea del “otro”). Los primeros capítulos se centran en los Habsburgo y en la proyección que hacían de su imagen, para lo que Robbins utiliza los palacios de El Escorial y el Buen Retiro y los cuadros (retratos, principalmente) que distintos monarcas encargaron para ilustrar conceptos entonces tan importantes como el linaje, la legitimación real o su relación con Dios. La representación del poder del rey se convierte en un componente casi obligatorio para la iconografía de la Monarquía Hispánica.
Una vez tratados los Habsburgo, Jeremy Robbins se adentra en aguas más abstractas, entre las que destaca la presencia omnipresente de lo divino en la sociedad española de la época. La compleja conexión entre lo mundano y lo eterno es una constante en el arte hispano, y el autor presta especial atención al misticismo de Santa Teresa y de San Juan de la Cruz. No omite tampoco abordar el análisis de la influencia del Renacimiento en la cultura del Siglo de Oro, que potenció algunas manifestaciones hasta entonces secundarias como el bodegón o la novela. Alude igualmente a la imagen que se tenía del “otro” (sobre todo de los moriscos y de los judíos) y a los contextos en los que se utilizaban las referencias al espejo y a los viajes, formas de concebir la realidad que sufrieron profundos cambios en aquel periodo.
Concluimos con esta reflexión del autor: “La España del Siglo de Oro era un reino incomparable en sus riquezas artísticas y culturales, así como en la herencia de su pasado, y cuyos intentos por eliminarlo definieron sus políticas e instituciones características. También era incomparable en la intensidad con la que intentó involucrarse con el reino celestial por medio de la teología y la poesía mística, el arte, la escultura y la arquitectura, así como su vivencial religiosidad y espiritualidad. Y en la base de todo esto hallamos la inconmensurabilidad, la creencia de que el cielo y la tierra, como tantos elementos binarios que dieron forma a la mentalidad del Siglo de Oro y a su visión del mundo, estaban completamente entretejidos y, a la vez, eran totalmente antitéticos. Lo que nos encontramos en España son reinos incomparables”.
Jeremy Robbins es Forbes Professor en el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Edimburgo. Entre sus obras destacan Love Poetry of the Literary Academies in the Reigns of Philip IV and Charles II (1997), Challenges of Uncertainty: An Introduction to Seventeenth-Century Spanish Literature (1998) y Arts of Perception: The Epistemological Mentality of the Spanish Baroque, 1580-1720 (2007).
*Publicada por Pasado&Presente, octubre 2022. Traducción Marc Figueras.