TROTTA - RECUERDOS DE LA REVOLUCION DE 1848

Recuerdos de la Revolución de 1848
Alexis de Tocqueville

Suele suceder que la producción literaria de algunos intelectuales o escritores quede eclipsada por una o varias de sus obras, y permanezca en el olvido el resto de sus trabajos. El pensador francés Alexis de Tocqueville ha sido víctima de esta práctica, por desgracia tan generalizada. Sus dos monumentales Democracia en América y El Antiguo Régimen y la Revolución han ensombrecido el resto de sus escritos —aunque también es cierto que no fue un profuso ensayista— y hoy muchos creerán que únicamente publicó aquellos dos textos. Por suerte para el lector inquieto, la editorial Trotta ha rescatado del baúl del olvido un pequeño opúsculo del político e historiador francés que aborda los sucesos revolucionarios acaecidos en Francia a mediados del siglo XIX, bajo el título Recuerdos de la Revolución de 1848*.

El siglo XIX está atestado de alzamientos e insurrecciones. La caída del Antiguo Régimen obligó a construir un nuevo mundo cuyos principios teóricos eran más o menos conocidos, pero cuya aplicación práctica resultaba completamente novedosa. Junto a la implantación y el desarrollo del liberalismo, empezaron a surgir nuevas corrientes políticas y filosóficas que ahondaban en los incipientes cambios sociales y buscaban construir una realidad distinta a la visión burguesa imperante. El socialismo o el republicanismo germinaron con fuerza a lo largo de la centuria y provocaron altercados, en numerosas ocasiones violentos, que sacudieron con fuerza los cimientos de la sociedad decimonónica.

El ejemplo de la Revolución francesa fue seguido en 1820 y 1830, cuando se produjeron en distintas partes de Europa disturbios que buscaban consolidar los logros de la Revolución y dar la estocada final al Antiguo Régimen, personalizado en las monarquías de la Restauración. Sin embargo, la Revolución de 1848 fue distinta pues, como afirma el propio Tocqueville, “La revolución de Febrero, por el contrario, parecía hecha totalmente al margen de la burguesía y contra ella. En aquel gran choche, los dos partidos que en Francia componían principalmente el cuerpo social habían acabado por disociarse, en cierto modo, y el pueblo, mantenido aparte, se quedaba solo, en posesión del poder. No había nada más nuevo en nuestros anales”; más adelante, sostiene que “El socialismo quedará como el carácter esencial y el recuerdo más temible de la revolución de Febrero. La república no aparecerá más que como un medio, no como un fin”.

REVOLUCION DE 1848 - AYUNTAMIENTO DE PARISAl igual que sus obras menos conocidas, la biografía de Alexis de Tocqueville ha quedado empequeñecida por sus dos grandes trabajos. Parece como si el pensador francés hubiese sido un conocido escritor, cuando en realidad se dedicó a la magistratura y a la política. Fue elegido diputado por Normandía en 1839 y ocupó su escaño durante la Monarquía de Luis Felipe de Orleans y bajo la Segunda República. Llegó a ser Ministro de Asuntos Exteriores y Vicepresidente de la Asamblea Francesa hasta que, en 1851, Luis Napoleón dio un golpe de Estado y estableció el Segundo Imperio. Arrestado durante el golpe, una vez puesto en libertad se retiró de la vida pública y se dedicó a la redacción de las dos obras por las que hoy es recordado. Su papel durante los sucesos de 1848 no fue menor, de ahí que su testimonio sea tan revelador pues conoció de primera mano la evolución de los acontecimientos.

Recuerdos de la Revolución de 1848 es una obra de difícil clasificación. A caballo entre unas memorias, un diario y un trabajo de sociología, refleja el estilo de Tocqueville, inconfundible, y sigue la estela iniciada con Democracia en América. Fue escrita a los pocos años de que estallase la Revolución, cuando su recuerdo estaba aún muy vivo, y así se trasluce en el texto. Su interés, sin embargo, no radica tanto en los hechos, como en el análisis que de ellos hace el pensador francés. En un lúcido y esclarecedor prólogo, el catedrático de Sociología Ramón Ramos incide en este punto y afirma que: “[…] los Recuerdos son algo más que crónica de acontecimientos y autobiografía introspectiva. Son también el intento de alcanzar un diagnóstico de una época que trasciende el inmediato presente y lo conecte con el pasado del que surge y el futuro al que se dirige. Su gran tema de reflexión es, evidentemente, la Revolución; no solo los episodios revolucionarios de 1848, sino básicamente el período revolucionario que arranca de 1789 como una gran marea incontenible y se diversifica en sucesivas crisis revolucionarias que se elevan sobre las ruinas de las anteriores y parece no tener meta ni fin”.

Detrás de la narración de los hechos percibimos la reflexión soterrada que Tocqueville realiza sobre la historia y sobre el conocimiento histórico. A lo largo de las páginas de la obra, el pensador francés aborda la eterna cuestión que, como espada de Damocles, ha dividido a la historiografía: el papel de los hombres en el curso de la historia y la existencia de fuerzas exógenas que nos arrastran por los inextricables senderos del destino. Tocqueville no se descanta por ninguna de las respuestas y mezcla la voluntad de los protagonistas con su incapacidad por alterar la realidad. A veces parece que la historia fuera una obra de teatro en la que los actores pueden improvisar algunas líneas del guion, pero no salirse del argumento. En palabras del autor: “Los hechos anteriores, la naturaleza de las instituciones, el giro de los espíritus, el estado de las costumbres son los materiales con los que el azar compone esas improvisaciones que nos asombran y nos aterran. La revolución de Febrero, como todos los grandes acontecimientos de ese género, nació de unas causas generales, fecundadas, si podemos decirlo así, por unos accidentes; y tan superficial sería hacerla derivar necesariamente de las primeras, como atribuirla únicamente a los segundos”.

REVOLUCION DE 1848 - PUENTETocqueville es muy crítico con varios de los protagonistas que participan en los sucesos, ya sea del lado «oficialista» como del revolucionario. No les censura por ser personas malas o ambiciosas, pero subraya su inutilidad y mediocridad. Especialmente crítico es con la masa, a la que dirige duras palabras por su brutalidad y simplicidad. Todo el relato constituye un lamento por una situación irreversible, ansiada por unos y por otros, en la que todos pierden: los revolucionarios no tenían posibilidades de ganar pero la monarquía de Luis Felipe estaba abocada a su caída (“Así de los cuatro hombres que más habían contribuido a provocar los acontecimientos del 24 de febrero —Luis Felipe, Guizot, Thiers y Barrot—, los dos primeros estaban proscritos al final de aquel mismo día, y los otros dos, medio locos”).

Junto a la narración de los hechos, la obra nos permite descubrir el lado más íntimo de Tocqueville, pues está llena de referencias personales, reflexiones sobre su forma de ser, su papel en la Asamblea o en la redacción de la Constitución, y sus experiencias en un París en armas. Aunque adopta un tono más cercano a la izquierda (entiéndase, la izquierda de mediados del siglo XIX), el relato muestra un pensamiento abierto pero conservador, en el que las concesiones a los revolucionarios son muy escasas y se aboga por un sistema equilibrado y estable.

Pocas obras son más recomendables y necesarias que este texto de Alexis de Tocqueville. Aunque hayan transcurrido ciento cincuenta años desde la Revolución de 1848, la sensación que transmite el pensador francés es atemporal y muchos de los análisis que realiza tienen un regusto muy familiar y cercano. La Francia de mitad del siglo XIX no difiere tanto de la España del siglo XXI: a pesar de los incontables avances tecnológicos, la situación política que describe Tocqueville es sorprendentemente actual. Sirva como ejemplo este párrafo: “El país se habituaba, insensiblemente, a ver en las luchas de las Cámaras unos ejercicios de ingenio, más que unas discusiones serias, y, en todo lo que se refería a los diferentes partidos parlamentarios —mayoría, centro, izquierda u oposición dinástica—, querellas interiores entre los hijos de una misma familia que tratan de engañarse los unos a los otros en el reparto de la herencia común. Algunos hechos resonantes, descubiertos al azar, le hacían sospechar que por todas partes había otros ocultos, le habían persuadido de que toda la clase que le gobernaba estaba corrompida, de modo que el país había concebido por ella un desprecio tranquilo, que se interpretaba como una sumisión confiada y satisfecha”. ¡Cuánto bien nos haría releer estos clásicos para no cometer una y otra vez los mismos errores!

Alexis de Tocqueville (París, 1805) nació en el seno de una familia aristocrática estrechamente vinculada al Ancien Régime, que le inculcó una fuerte orientación hacia la cosa pública, a la que dedicaría su vida de pensador y hombre político. Difícil de clasificar en los moldes disciplinares actuales, Tocqueville fue politólogo, sociólogo, historiador, filósofo-político, pero también hombre de acción. Testigo ya de la Revolución de 1830 y diputado bajo la monarquía de Orleans, renovó su acta tras la Revolución de 1848, formando parte del reducido comité redactor de la nueva Constitución y accedió al puesto de ministro de Asuntos Exteriores en el segundo gabinete Barrot (1849) bajo la presidencia de Luis Bonaparte. El golpe de Estado de este último lo apartaría de la actividad política. Se mantuvo desde entonces a una prudente distancia del nuevo autócrata, dedicando su tiempo a la actividad intelectual. Enfermo y amargado por la evolución de los acontecimientos, y sin lograr finalizar sus investigaciones todavía en curso sobre la Revolución de 1789, se retiró a Cannes, donde murió en 1859.

*Publicado por la Editorial Trotta, enero 2016.