TECNOS - POLITICAS DEL ODIO

Políticas del odio. Violencia y crisis en las democracias de entreguerras
VV.AA.

La Primera Guerra Mundial lo cambió todo. El mundo tal como se conocía hasta entonces desapareció arrasado por el fuego, por toneladas de acero y por la sangre de millones de muertos. La nueva realidad que emergió de las trincheras transformó radicalmente la civilización occidental que, con el tiempo, sería arrastrada a nuevos abismos, aun más profundos y oscuros. Las pautas morales y políticas que habían guiado a la sociedad europea se derrumbaron, facilitando la aparición de insólitas formas de entender el comportamiento humano y social. Las democracias liberales, aún saliendo victoriosas de la Gran Guerra, no supieron gestionar el caudal de odio y el desencanto de unos pueblos hastiados de las fórmulas tradicionales, ni el de millones de jóvenes que, sin saber muy bien por qué, habían visto la muerte y el horror de cerca. Peor fue el caso de las potencias derrotadas, ya que, al caos reinante, se añadió la humillación por las condiciones que los aliados les habían impuesto. Europa se volvió una olla presión, a un paso de explotar (como al final sucedió).

El período de entreguerras (1918 a 1939) es fascinante. La sociedad occidental hubo de reinventarse, para luego volverse a hundir en la penumbra. La genialidad, la compasión, la joie de vivre o la esperanza convivieron con el hastío, el rencor, la venganza o el odio. Unos y otras se fundieron en personas que apenas podían distinguir el bien del mal y que vagaban entre las ruinas de un orden moral ya obsoleto. Las artes renacieron con fuerza y la creatividad se desbordó, quizá porque era necesaria una nueva forma de explicar el mundo y porque la cultura siempre ha sido el mejor medio para canalizar el cambio. En este marasmo de sentimientos y de nuevas experiencias empezaron a ganar presencia las posiciones más radicalizadas. La fuerza bruta y la violencia se convirtieron en un arma más del discurso político, utilizadas para amedrentar al adversario o para hacer llegar sus mensajes de la forma más rotunda posible. Se produjo un proceso de polarización que desembocaría en una nueva guerra mundial.

Los profesores Fernando del Rey y Manuel Álvarez Tardío dirigen la obra colectiva Políticas del odio. Violencia y crisis en las democracias de entreguerras* con la que, como ellos mismos señalan en su introducción, tratan de “Dar algunas respuestas a la pregunta de por qué Occidente, y en particular Europa, epicentro del poder y del desarrollo económico mundial desde varios siglos atrás, se sumergió en una era de violencia, revoluciones, conflictos enquistados y odio hasta desembocar, tras veinte años de engañosa paz, en otro cataclismo que, esta vez de forma definitiva, le dio la puntilla a su secular hegemonía en el planeta. Porque no debe pasarse por alto que la ‘era de las catástrofes’ vino precedida por una época de esplendor, de libertad y de optimismo colectivo, en la que el progreso social y las formas de la democracia parlamentaria parecían llamados inevitablemente a imponerse”.

La mayoría de los autores de la obra imparten clases sobre Historia del Pensamiento Político o Historia Contemporánea, de ahí que casi todos los capítulos estén orientados a explorar la relación de los sistemas y los comportamientos políticos con la sociedad de entreguerras, en un encuadre historiográfico. Entre los temas tratados se hallan la influencia de la Gran Guerra en los movimientos “revolucionarios” de los años veinte y treinta (Fernando del Rey); la actitud de la juventud, tanto de orientación fascista como marxista, a su regreso de la Guerra y su comportamiento durante el período de entreguerras (Sandra Souto Kustrín y José Antonio Parejo Fernández); el polvorín político que era Alemania a principios de los Treinta (Jesús Casquete); la relación entre las elecciones y la violencia a nivel europeo (Roberto Villa García); el racismo y el sindicalismo en Estados Unidos (Nigel Townson); la violencia anticlerical que se propagó en aquellos años (Julio de la Cueva Merino); o una revisión de la tradicional correlación entre debilidad democrática y proliferación de la violencia (Manuel Álvarez Tardío).

Como sucede en toda obra colectiva, cada colaboración presenta sus propias conclusiones desde enfoques independientes. Sin embargo, se observan nexos comunes en todas ellas, puestos de relieve por los editores. Por ejemplo, la importancia de la Gran Guerra en la escalada del odio como recurso de la acción política y su impacto en la “brutalización” de la política; o la mayor presencia de la violencia estructural en aquellos países cuyo sistema democrático se hundió o cuyas instituciones sufrieron un intenso proceso de deslegitimación. También se incide en el uso de la violencia como medio para imponerse al adversario político, al que se intenta demonizar para justificar las propias acciones.

A diferencia de otros trabajos, normalmente centrados en un país o en un movimiento concreto, la obra aporta una visión comparada de las sociedades occidentales. Suele ser también habitual dirigir la atención preferente a aquellos países en los que el totalitarismo venció (Alemania y la Unión Soviética) pero, en este caso, el campo se amplia y se exploran de igual modo los brotes de violencia en “países democráticos” como Francia, Inglaterra o Estados Unidos. Al ensanchar el objeto de estudio, se busca comprender cómo el radicalismo político convivió con una considerable expansión de las libertades democráticas, en especial, con el incremento de la participación política (utilizada por los propios movimientos dictatoriales para destruir el sistema liberal), a la vez que desentrañar por qué en unos países la democracia pervivió y en otros terminó por ser derrocada.

Concluimos con esta reflexión de los directores de la obra, que sintetiza su cometido: “Si, además, la conquista del derecho al sufragio universal tenía lugar, como lo tuvo, en el momento en que reverdecía y ganaba terreno bien la pasión revolucionaria —bolchevique o fascista—, bien el conservadurismo autoritario o, simplemente, el desprecio por la racionalidad liberal y el pluralismo, entonces no resulta tan difícil por qué la disputa política en los años de entreguerra estuvo teñida de odio […]. Este libro fue ideado para ofrecer respuestas a la pregunta de por qué eso fue así. No hemos buscado identificar a los culpables como si se tratara de una película de buenos y malos, en la que ambos fueran bloques nítidos y homogéneos. La realidad se reveló mucho más compleja. Y aunque este libro muestra que algunos actores políticos resultaron infinitamente más responsables que otros en el desencadenamiento de la violencia y la demolición de la convivencia y el pluralismo (los bolcheviques en Rusia, los fascistas en Italia o los nazis y comunistas en Alemania, por ejemplo), también confirma que algunas interpretaciones no son más ciertas por ser más difundidas”.

*Publicado por la editorial Tecnos, abril 2017.