La ciudad se ha convertido, para parte de la historiografía europea (incluida la hispana), en uno de los principales ejes de estudio de las Edades Moderna y Medieval. Las causas de este interés creemos que se hallan, por un lado, en los rasgos más “atractivos” (dinamismo, heterogeneidad o conflictividad, por citar solo algunos ejemplos) que presenta la urbe frente al inmovilismo rural; y, por otro lado, desde un punto de vista de la investigación histórica, a que las fuentes documentales son muy abundantes y fácilmente accesibles, lo que facilita el trabajo del historiador, quien no siempre dispone de las herramientas suficientes para comprender la sociedad que está estudiando. De ahí que el número de trabajos editados en los últimos años sobre la ciudad haya aumentado considerablemente. Por desgracia, el interés académico no siempre se ha trasladado al gran público, que sigue prefiriendo la historia de eventos, o la historia política, a la de otros factores culturales y sociales, en ocasiones demasiado técnicos o farragosos.
El renacer de la ciudad en el Medievo, del que ya habló Henri Pirenne a principios de siglo XX en una obra clásica, es un fenómeno muy tratado. La aparición de una red comercial a escala continental, articulada a través de las ferias, los centros urbanos y el transporte marítimo, permitió recuperar la vitalidad de las economías nacionales y contribuyó a asentar el poder real frente a la amenaza feudal: es una tesis ya antigua, pero no por ello desfasada. No es descabellado señalar que los cambios radicales de la Europa de los siglos XIII a XV, entre ellos la eclosión del Renacimiento, se originaron en las ciudades, convertidas en centros dinamizadores de la vida de aquellos momentos. Las clases urbanas fueron, asimismo, partícipes de las transformaciones sociales que sacudieron la pirámide de poder establecida en la Edad Media. Por tanto, estudiar la ciudad y los elementos a ella asociados aporta un enriquecedor conocimiento de la sociedad de la Baja Edad Media y comienzos de la Edad Moderna.
La obra colectiva coordinada por los profesores David Carvajal de la Vega, Imanol Vítores Casado y Javier Añíbarro Rodríguez Poder, fisco y mercado en las ciudades de la Península Ibérica (siglos XIV-XVI)* ahonda en esa visión transversal. Presenta el estudio de las ciudades para comprender las instituciones, la mentalidad y la organización social de aquella época, según destaca David Carvajal en la introducción de la obra: “Este trabajo coral constituye el resultado de un esfuerzo de reflexión desde enfoques diversos que pretenden aportar y revalorizar un debate de enorme factura en torno al poder y a la ciudad. Al fin y al cabo, se trata de seguir avanzando sobre debates e ideas milenarias, como las que desde la Antigüedad ya ofrecían Aristóteles y otros en torno a la conservación y al desarrollo de la polis a partir del ejercicio responsable y limitado del poder. Aspectos como la conflictividad, la actividad económica o la presencia y el ejercicio de las instituciones, fundamentales para entender el comportamiento de los actores que durante los siglos XIV-XVI interactuaban en las ciudades peninsulares, constituyen un marco idóneo para entender el pasado y, por supuesto, para desarrollar nuestra capacidad de comprensión de la realidad que hoy nos rodea”.
Como todo trabajo coral, las materias tratadas y la estructura de cada capítulo divergen significativamente. También varían los enfoques metodológicos, primando los puntos de vista multidisciplinares. Así, algunos artículos se centran en una localidad concreta, mientras que otros se decantan por analizar las redes comerciales creadas por mercaderes y financieros o las fuentes documentales. En total son diecisiete colaboraciones, repartidas en cuatro bloques temáticos, cuya finalidad, señala uno de sus editores, es “recuperar la ciudad como centro del discurso histórico a través de diversos enfoques que tienen como elemento conductor el poder”. Dado el número de trabajos incorporados, la extensión de cada uno es limitada y la mayoría de las veces son presentaciones de un tema concreto, sobre el que se invita a seguir investigando.
Tras un capítulo introductorio en el que se analiza, desde la perspectiva de la filosofía de la historia, los conceptos de sujeto, redes y jerarquías en relación con el poder y sus conexiones económicas y sociales, el primer bloque pasa a ocuparse de las “Fuentes para el estudio del poder y del mundo urbano”. Sus dos epígrafes (a cargo de los profesores José Ángel Lema Pueyo y Mária Álvarez Fernñandez) versan sobre el estado de las investigaciones en torno a las fuentes documentales, los avances logrados y las posibilidades que ofrecen los archivos, utilizando como modelos los casos vasco y asturiano.
El segundo bloque (“Economía y mundo urbano”) se ocupa de las redes económicas y de su relación con diversas instituciones peninsulares. El mercado portuario de Laredo y las luchas con las localidades vecinas para mantener su cuota de poder (Javier Añibarro Rodríguez); las cuentas de las finanzas públicas de la ciudad de Vitoria a finales del XV y principios del XVI (Ernesto García Fernández); la estructura social de la Sevilla del siglo XV (Julieta Rodríguez Sarria); la biografía del notario de Santiago de Compostela, Lope Gómez de Marzoa (Amparo Rubio Martínez); le emisión de deuda por los síndicos de Gerona (Alberto Reixach Sala) y el control económico ejercido por mercaderes y financieros en Valladolid (David Carvajal de la Vega) constituyen otros tantos temas abordados en estos capítulos, en los que predomina, como se puede inferir de la enumeración realizada, la heterogeneidad de sus objetos de estudio.
El tercer bloque (“Reino, Corte y ciudad”) abandona la perspectiva económica y se adentra en las estructuras sociales de las centurias analizadas. Germán Gamero Igea aborda la figura de los “continos” (cuyas funciones, de difícil clasificación, se circunscribían a servir al monarca en la Corte) durante el reinado de Fernando el Católico; Diana Peláez Flores examina la relación entre la casa de la Reina y las oligarquías urbanas en el siglo XV; Fabrizio Alias nos traslada a la ciudad de Cagliari para hablarnos de los oficiales del rey, los consejeros municipales y las compañías mercantiles de la ciudad italiana durante el siglo XIV; Alberto Angulo Morales se detiene en la representación de las provincias vascas en tiempo de los Austrias y Beatriz Majo Tome concluye esta sección con un capítulo dedicado a Valladolid y a la importancia de su alfoz.
El último bloque se ocupa de otro de los grandes poderes de la sociedad medieval, la Iglesia. Noemí Gacimartín Múñoz explora las redes sociales en los pleitos de la catedral de Astorga ante la Chancillería de Valladolid; Paula Martínez Hernández ahonda en las tensiones y conflictos entre el cabildo catedralicio y el concejo calagurritano e Iosu Extezarraga Ortuondo aborda la fiscalidad y las rentas de la Iglesia en Guipúzcoa durante la Baja Edad Media.
De la enumeración realizada se puede incidir que el destinatario de la obra tiene un perfil más especializado, preferentemente académico, aunque el lector profano también puede encontrar referencias interesantes sobre cuestiones que no se abordan normalmente en libros más divulgativos. Sirvan estas preguntas de la introducción de la obra como incentivos para hacerse con este trabajo: “¿Hasta qué punto la pertenencia a un grupo social, a una institución o a una cofradía permitía a un sujeto acceder a gozar de mayor poder dentro del mundo urbano? ¿La promoción de relaciones sociales, económicas… en el mundo urbano estaba ligada al acceso o al ejercicio del poder? ¿Las actividades económicas permitieron prosperar y asumir mayores cotas de poder dentro de la ciudad peninsular? ¿Qué actividad o actividades permitían un mayor acercamiento al poder? ¿Qué papel jugaba el poder en el mercado urbano? ¿Qué rol desempañaron instituciones como la corte o la Iglesia en este complejo tablero?”.
*Publicado por Castilla Ediciones, 2016.