Hay quienes, para recorrer el pasado, prefieren la mera descripción de los acontecimientos o los fríos documentos oficiales. A otros les basta poner el acento en las estructuras socioeconómicas, en las clases marginales o en la mentalidad de la sociedad. Pocos, en cambio, acuden a la literatura de un periodo concreto, cuya lectura puede ser tan reveladora como el infatigable trabajo de búsqueda en los archivos. Los escritores tienen el privilegio de la libertad, es decir, no están sujetos a los postulados de una disciplina: pueden inventar, pueden mentir, pueden expresar lo que quieran. Sin embargo, sus relatos suelen ser el reflejo del sentir que les rodea. Un poeta es hijo de su tiempo y tras sus versos aparece la vida como es, o como la concibe la sociedad. De ahí que analizar una época desde la perspectiva de los escritos literarios más reconocidos pueda acercarnos a ella de forma tan fidedigna como lo haría cualquier sesudo trabajo de investigación histórica.
La historia, la política y la literatura han mostrado zonas de intersección que, sin llegar a superponerse o confundirse, revelan interconexiones no siempre adecuadamente tomadas en cuenta por quienes se especializan en sus respectivas áreas de estudio. La historia política y la literatura se encargan, desde sus respectivos registros, de transmitirnos la forma o la idea de un mismo objeto, el hombre. Además, muchas de las obras literarias son extraordinarias descripciones de la historia. Cuando la literatura hace mención a grandes contadores de historias, a autores cuyos relatos trascienden los límites temporales, esta relación es, si cabe, más estrecha. De ahí que la obra del catedrático y crítico literario José-Carlos Mainer, Periferias de la Literatura. De Julio Verne a Luis Buñuel* sea tan interesante, pues nos descubre el universo intelectual (y su relación con otras ramas de la cultura) de los grandes literatos del pasado siglo.
Como expone el autor, “el presente libro no pretende experimentar otra cosa, ya sea cuando se aventura en las razones y los gozos de los lectores de Julio Verne (que es quizá el ejemplo más conspicuo de la literatura como obstinada estancia en su periferia), ya cuando repasa algunas encarnaciones —casi todas poéticas— del episodio evangélico de la resurrección de Lázaro, o cuando se escribe sobre cómo se constituyó la pesadumbre (y el masoquismo) de una España negra y sobre cómo leyeron y discutieron a Pablo Neruda algunos poetas de la España de los años cincuenta. Por aquello de que la historia de la literatura es ‘un estudio accesorio a todos los estudios y a cada uno de ellos’ (según sostiene Trigueros), se habla también de la vecindad de las artes plásticas y la literatura en torno a dos pintores, Miguel Vilandrich y Luis Bagaría, y también se toman como pretexto acontecimientos del año 1915 para establecer una trama que los una; o los libros del fin de siglo XIX que inspiraron la obsesión apocalíptica de un cineasta como Luis Buñuel. Y porque la historia de las letras tiene también que ver con los ‘subsidios y obstáculos de aquéllas’, también se incluyen sendos trabajos sobre las exequias literarias españolas de dos escritores cuyo legado fue piedra de toque de muchas cosas en el país de entonces: las de Joaquín Costa en 1911 y las de Max Aub en 1972”.
Resulta difícil clasificar la obra de José-Carlos Mainer. La literatura de la pasada centuria se erige en protagonista indiscutible, pero los artículos que componen el libro (independientes entre sí) van más allá del mero análisis filológico o de la crítica literaria. Cada capítulo ahonda en cuestiones diversas, si bien todas relacionadas con la cultura en sentido amplio. El autor indaga en las conexiones de la literatura, incluida la poesía, con el cine, con la arquitectura o con la sociedad a través del estudio de figuras muy conocidas (Julio Verne, los hermanos Machado o Luis Buñuel) y de otras que han pasado más desapercibidas, como los pintores Miguel Viladrich y Luis Bagaría. Centrado en España, el universo intelectual que nos describe Mainer ayuda a comprender el sentir de una sociedad que anhelaba reencontrar su lugar en el mundo y empezaba a recuperar el prestigio perdido. Por algo la época a la que se refiere ha sido denominada la Edad de Plata.
El título de la obra no es fortuito. Las “periferias de la literatura”, como el propio autor explica elegantemente, “trazan un espacio permeable y apetecible: prestan sentido a lo que hay más cerca, en el camino de sus significados, y a la vez nos anticipan algunos de estos que están más lejos. Son propicias para celebrar la coincidencia cronológica y el parecido fortuito, exploran el eco todavía borroso de algo distinto o la sospecha de afinidades no muy explícitas”. De este modo, la literatura hace de puente de unión entre las diversas artes y la obra se convierte en un cuaderno misceláneo, en el que tienen cabida tanto los textos evangélicos como el papel de la arquitectura en las letras españolas de los años treinta, por poner solo dos ejemplos. Un cajón de sastre que nos ayuda a descubrir los vínculos, a veces imperceptibles, de los variados elementos que constituyeron la cultura española del pasado siglo.
José-Carlos Mainer (1944), es historiador, crítico literario y catedrático emérito de la Universidad de Zaragoza. Entre su abundante obra destacan Falange y literatura (1971; 2013); Literatura y pequeña burguesía en España, 1890-1950 (1972); La Edad de Plata, 1902-1931 (1975; 1981); Tramas, libros, nombres: para entender la literatura española, 1944-2000 (2005); o Historia mínima de la literatura española (2014). Es director de la monumental Historia de la literatura española (2010-2013). Ha realizado ediciones críticas de clásicos de la literatura española y coordinado la edición de las obras completas de Valle-Inclán, Antonio Machado, Ramón Gómez de la Serna, Carmen Martín Gaite o Pío Baroja, de quien ha escrito una biografía (Pío Baroja, 2012).
*Publicado por Fórcola Ediciones, marzo 2018.