Nuestro hombre en Londres
David Jiménez Torres

La historia de España de los últimos quinientos años está marcada, en lo que atañe a Europa, por la relación que ha mantenido con Inglaterra y Francia. Casi todos los conflictos exteriores en los que participaron las tropas o la Armada española, desde la Edad Media hasta mediados del siglo XIX, tuvieron como contrincantes o como aliadas a una de estas dos potencias. Ambas, según las circunstancias, podían ser fervorosos compañeros de armas o viles enemigos. Si, durante el siglo XVI, España se enfrentó en reiteradas ocasiones a las aspiraciones galas sobre la península italiana, en el siglo XVIII, la Royal Navy fue su adversario natural (a veces, su aliado) en los distintos océanos del planeta. La diplomacia hispana siempre ha oscilado entre París y Londres, cuyas embajadas eran muy codiciadas entre los poderosos de la Corte.

Tras la Guerra de Independencia, y salvo el impase que supuso la intervención de los Cien Mil Hijos de San Luis, esta “constante” histórica dejó de ser una realidad en la política española. Desde entonces no nos hemos enfrentado a nuestros “enemigos” tradicionales. Los motivos son varios, pero, probablemente, la pérdida de la condición de potencia mundial y la independencia de los territorios de ultramar pueden ayudarnos a entender la ausencia de conflictos. España se subió tarde al tren del progreso decimonónico y pasó de ser actor principal a protagonista secundario, cuando no mero espectador, de los profundos cambios que se estaban produciendo en el continente europeo. Las relaciones con Francia e Inglaterra siguieron siendo fluidas, pero ya no tenían la intensidad de las centurias anteriores. La península fue receptora, y no emisora, de las novedades culturales e ideológicas que surgían al norte de los Pirineos.

A finales del siglo XIX y principios del XX, coincidiendo con el desastre del 98, los intelectuales españoles se enzarzaron en un vehemente debate acerca de la situación de la nación y de la necesidad de modernizar un país que se había quedado atrás. Europa era el espejo en el que mirarse. El renovado interés por lo que ocurría en el mundo llevó a muchos pensadores, periodistas y escritores a preocuparse por lo que sucedía más allá nuestras fronteras, preocupación de la que surgieron textos que diseccionaban las corrientes culturales europeas y la organización social del continente. Los periódicos enviaron sus corresponsales a las principales capitales, los viajes se multiplicaron y se ensancharon los contactos entre reputadas figuras del mundo intelectual. La Gran Guerra, por ejemplo, dividió al país entre los partidarios de los aliados y de los Imperios centrales y generó un alud de textos sobre la pertinencia de apoyar a unos u otros.

A Ramiro de Maeztu, uno de los intelectuales más controvertidos y menos conocidos del primer tercio del siglo XX, le tocó vivir esta convulsa y fascinante coyuntura. Participó activamente en la polémica en torno al europeísmo, a la esencia de la nación española y a las transformaciones que se estaban produciendo en Europa. Durante quince años fue corresponsal en Londres, experiencia que le permitió conocer de primera mano los cambios que acaecían en la sociedad inglesa y, por extensión, en el resto de Europa. David Jiménez Torres aborda en Nuestro hombre en Londres. Ramiro de Maeztu y las relaciones angloespañolas (1898-1936)* la experiencia del escritor vasco en la capital británica y el efecto que tuvo sobre su corpus ideológico. A la vez, nos muestra las complejas interacciones entre ambos países y el panorama político, social y cultural de principios de siglo.

Así expresa el autor el propósito de su trabajo: “Este es un estudio sobre la compleja y conflictiva relación de España con Europa, en general, y con Reino Unido, en particular. Es, además, un libro acerca de la imagen que un país se forma de otro, y de las dinámicas que rigen el intercambio de ideas entre ellos. Estos dos procesos no se desarrollan de forma autónoma, sino que van de la mano: las imágenes que se tienen de un país extranjero se van formando en una fuerte (aunque compleja) simbiosis con las manifestaciones culturales que esta nación exporta. Londres supuso, así, el punto de encuentro entras las dos odiseas de Maeztu: su trayectoria como mediador cultural entre España y Reino Unido, y su viaje como intelectual que intentaba comprender su propia época. Por esto, el libro intenta insertar a Maeztu en la historia de los intercambios culturales entre España y el resto de Europa que se produjeron a principios del siglo XX”.

La obra de David Jiménez Torres es tributaria de su tesis doctoral. Ahora bien, no se trata del libro denso y farragoso que pudiera asociarse a este género de publicaciones académicas. El autor dota a la narración de un estilo ágil y ameno, que facilita su lectura fluida. El eje central es, lógicamente, Ramiro de Maeztu, sobre quien pivota todo el relato. Su figura es abordada sin prejuicios (lo que debería resultar obvio, pero con este personaje nunca ha sido fácil) y mostrando su compleja personalidad. Abundan los matices y el intento por comprender la evolución del pensamiento del protagonista a lo largo de tres décadas de su vida.

A diferencia de otras obras similares, esta no se transforma en hagiografía al analizar los numerosos y variados escritos de Maeztu, sus amistades y la complicada relación que mantuvo con España e Inglaterra. El autor intenta introducir cierta perspectiva a la hora de ahondar en la cambiante escena cultural de aquella época y evaluar las posiciones de unos y otros. Ideas que hoy juzgamos nefastas, entonces podían parecer fascinantes.

La estructura de la obra se articula en cuatro grandes bloques entrelazados. En el primero, se realiza un recorrido histórico alrededor de la evolución del sentir anglófilo en España a partir de la Guerra de la Independencia, hasta llegar a los días del propio Maeztu. El segundo se centra en la imagen ambivalente que traslada nuestro protagonista sobre la Inglaterra en la que vive: su visión poliédrica de la sociedad británica le conducía tanto a sentirse cautivado en unas ocasiones, como hastiado en otras. El autor aprovecha también esta sección para comparar los escritos de Maeztu con los de otros afamados escritores que recogieron sus experiencias en la isla (Araquistain, Camba y Pérez de Ayala). El tercer bloque se inmiscuye en al ámbito político e intelectual, intentando desentrañar las influencias que recibió el polígrafo vasco durante su estancia inglesa y que, a la postre, le empujarían al tradicionalismo por el que hoy se le conoce (aquí entran en juego las nuevas corrientes sociales y autores como Chesterton, Belloc y Hulme). El último bloque aborda “la relación de Maeztu con Reino Unido tras su regreso a España, y demuestra que no solo no cortó los lazos con aquel país, sino que lo convirtió en un elemento central de sus escritos”.

Maeztu sirve a David Jiménez como arquetipo para retratar la mentalidad europea del primer tercio del siglo XX. Considerado en un primer momento como liberal e incluso como afín a cierto socialismo (dicho esto con todos los matices), devino con el tiempo en un férreo opositor al modernismo y un acérrimo defensor del tradicionalismo español, que reflejó en sus obras más conocidas como La crisis del humanismo y Defensa de la Hispanidad. Esos vaivenes ideológicos reflejan una sociedad en transformación que buscaba una nueva identidad, una vez superados los marcos políticos tradicionales. Los cambios sociales y económicos obligaban a revisar las estructuras que cimientan la convivencia y la estabilidad de la sociedad. Este convulso mundo desembocará en la aparición de corrientes totalitarias, pero también en una nueva concepción de los sistemas democráticos. Maeztu fue un testigo privilegiado de una Europa que se estaba redefiniendo.

David Jiménez Torres, licenciado en Historia y en Filología Inglesa por la Washington University de Saint Louis (EE UU) y doctor en Estudios Hispánicos por la Universidad de Cambridge (Reino Unido), es investigador del programa Juan de la Cierva en el Departamento de Historia, Teorías y Geografía Políticas de la UCM. Ha sido profesor en la Universidad de Manchester y en la Camilo José Cela. Autor de numerosos trabajos sobre historia intelectual y literaria, ha coordinado la obra Configuration of the Spanish Public Sphere (2019) y publicado recientemente el libro 2017. La crisis que cambió España (2021).

*Publicado por Marcial Pons Ediciones de Historia, diciembre 2020.