Que el descubrimiento y posterior conquista del continente americano se logró mediante el uso de la fuerza es un hecho tan incontestable que rechazarlo sería negar la realidad. La superioridad militar de los españoles se impuso a las rudimentarias armas de los pueblos nativos y permitió que un reducido número de hombres controlasen grandes extensiones de terreno (incluso imperios más o menos poderosos). La única ventaja con la que contaban las poblaciones indígenas frente a los españoles fue exactamente esa: su superioridad numérica. No hay datos precisos que indiquen la proporción entre unos y otros, pero si leemos las crónicas de aquella época tuvo que ser considerable. Por muy avanzadas que fuesen las armas usadas por los conquistadores, no tenían la capacidad de sojuzgar a decenas o centenares de personas que se abalanzasen sobre el tirador, de ahí que los españoles tuviesen que recurrir a otros mecanismos para someter al Nuevo Mundo.
Desde el primer contacto entre nativos y españoles se buscó más la voluntad mercantil y comercial (asimétrica, por supuesto) que el enfrentamiento armado. A medida que eran descubiertas nuevas tierras en las que ya existían estructuras estales jerarquizadas, los españoles acudieron a la diplomacia para conseguir apoyos. También tuvo especial importancia el componente religioso y mágico que la llegada del hombre blanco supuso para los pueblos indios. Estos y otros recursos fueron transformándose a medida que los españoles se asentaban en tierras americanas y la política de conquista se convertía en una política de dominación, cuyo objetivo principal pasaba a ser el mantenimiento de la obediencia y control de los indios. Estudiar cuáles fueron estos medios y cómo se gestionaron es el objetivo del libro que ahora reseñamos.
La obra colectiva No solo con las armas / Non solum armis. Cultura y poder en la Nueva España* nace del simposio «Cultura y Poder en la Nueva España» enmarcado en el XVIII Congreso Internacional de Antropología Iberoamericana, que organizaron la Universidad Autónoma de San Luis de Potosí y la Universidad de Salamanca en marzo de 2012. Con ella se pretende, como afirman los editores en su introducción, «[…] tejer un variado tapiz desde perspectivas disciplinares diversas, con el fin de ofrecer una imagen de las diferentes formas que asumió el poder en la Nueva España, los lugares concretos en que tuvo lugar y las funciones culturales, militares, políticas y religiosas que cumplió en la fundación y consolidación de la sociedad novohispana«.
La cultura americana precolombina, representada en sus ritos, tradiciones y costumbres, chocaba con la que traían los conquistadores españoles, quienes desde un primer momento trataron de que prevalecieran sus creencias (con más o menos éxito). El componente religioso y evangelizador de la conquista, recogido en las bulas emitidas por el papa Alejandro VI ya en 1493, determinó la llegada de un nutrido grupo de misioneros y, además, fue utilizado como instrumento legitimador de la ocupación española. Por citar de nuevo la introducción del libro, «[…] la cristianización de los pueblos conquistados fue un asunto político y religioso de la mayor importancia, mismo que no solo pasaba por la enseñanza de la doctrina cristiana sino también por la articulación de una política dedicada a la eliminación de los vestigios de las religiones prehispánicas; del mismo modo en que el poder civil quedaba subordinado al cumplimiento de deberes religiosos y obligaciones políticas de la Corona para con la Iglesia«. Sin embargo, el intento de imponer un sistema cultural de forma unidireccional no siempre dio los resultados esperados y la cultura indígena también acabó por influir en la de los conquistadores.
Como suele ocurrir con este tipo de obras, los artículos que incorpora abordan temas muy heterogéneos y, en apariencia, sin demasiada relación entre sí. No obstante, todos tienen como denominador común el estudio de algunos de los instrumentos –
Los diez capítulos del libro se encuentran agrupados en dos bloques: «De potestatis saecularis«, que engloba la dimensión civil de la dominación española, y «De potestatis religionis» que analiza la dimensión religiosa, aunque en realidad dicha distinción no es definitiva dados los estrechos lazos que guardaban ambas esferas del poder durante la Edad Moderna. Previamente el profesor Manuel Pérez nos ofrece su propio análisis, esbozando «un intento definitorio del poder, desde una perspectiva filológica, con el fin de proponer una lectura introductoria y general a los diversos estudios particulares que componen este libro«.
El primer bloque temático comienza con un artículo dedicado a las distintas lenguas habladas en el Nuevo Mundo y a la interacción que se produjo entre ellas, del que es autora la profesora Claudia Parodi. Según sus propias palabras, «[…] en este trabajo he mostrado que la ciudad barroca novohispana, estuvo conformada por un grupo dominante que incorporó a las lenguas que manejaba, el neo-
Esta primera parte concluye con dos artículos: uno, a cargo de José Armando Hernández Soubervielle, trata de las revueltas ocurridas a finales del siglo XVIII en la ciudad de San Luis de Potosí y de la solución dada por el visitador real, José de Gálvez, tras su apaciguamiento: la construcción de unas nuevas Casas Reales para la defensa de la ciudad y como símbolo de la autoridad y poder de la monarquía. El segundo, de Isabel Terán y Carmen Fernández Galán, está dedicado al uso de la literatura, cuyo título resume perfectamente su contenido: «La literatura al servicio de la apología y legitimación del poder. Cayetano Cabrera y Quintero y los túmulos funerarios patrocinados por la Inquisición novohispana«.
El bloque de trabajos dedicados a la dimensión religiosa está compuesto por otros cinco capítulos, con un eje central: las dificultades que tuvo la Iglesia para erradicar los cultos primitivos de las pueblos indígenas y afianzar el catolicismo. Aunque éste se propagó rápidamente por el continente americano, no siempre consiguió suprimir otras religiones, que subsistieron durante bastante tiempo. En ocasiones, incluso, Cristo pasaba a engrosar la lista de dioses de las tribus americanas.
Para propagar la fe católica una práctica habitual fue la de «cristianizar» fiestas o ritos indios generalmente asociados a la agricultura, como acredita la profesora María Teresa Jarquín Ortega en el capítulo «Sincretismo en la religión occidental del estado de México«. Con ese mismo objetivo se utilizaba la retórica y las técnicas lingüísticas, que facilitaban la conquista espiritual, cuestión estudiada por el profesor Rodrigo Labriola en el capítulo «Traducir, traicionar, tragar: Ocelotl, Sahagún y la retórica de los Tamales«.
Los tres capítulos restantes versan sobre el uso que algunos misioneros hicieron de los conceptos de la tradición escolástica para comprender el orden social indígena («Motolinía y su discurso sobre el matrimonio indígena; ley y razón natural»); sobre la biografía de Isabel de la Encarnación y las peculiaridades de su redacción («Entre el exemplum y el antiexemplum: la Vida de la venerable madre Isabel de la Encarnación (1675) del licenciado Pedro Salmerón«); y sobre la difusión de distintos modelos de rosarios que se alejaban de la estructura y contenido tradicional («Rosarios intrusos en la Nueva España: la indiscreta devoción de los fieles, amigos de novedades«).
*Publicado por la editorial Iberoamericana Vervuert, abril 2014.