Hace poco, uno de esos informes o estudios estadísticos que tanto gustan a los medios de comunicación anunciaba que un porcentaje elevadísimo de españoles había sufrido durante el confinamiento algún episodio de ansiedad o de gran tristeza. No había que ser un genio para alcanzar tal conclusión. Desde que estalló la pandemia se ha puesto a prueba nuestra fortaleza personal y colectiva: solo la visión a largo plazo que ofrece el tiempo nos permitirá dilucidar si hemos salido más o menos debilitados anímicamente. Las consecuencias de las medidas draconianas impuestas se dejarán sentir, con toda probabilidad, en los próximos meses y años y ya veremos si han logrado modificar sustancialmente nuestra forma de vivir o tan solo se ha tratado de un desolador paréntesis.
La fragilidad de una sociedad poco acostumbrada a los sacrificios y confiada en su progreso tecnológico se ha visto sacudida por un virus, aparentemente insignificante, que le ha recordado su vulnerabilidad. Junto a ello, el dolor por la pérdida de tantos miles de personas y el miedo a contraer la enfermedad han provocado un estado psicológico que unos calificarán de angustia o de ansiedad, otros de depresión y otros, sin más, de melancolía, perceptible en las conversaciones o en el trato diario. Esta última se define en el diccionario de la Real Academia Española como “tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que quien la padece no encuentre gusto ni diversión en nada”.
La melancolía, sin embargo, no es un fenómeno de hoy: nuestra civilización no tiene su monopolio y comparada con las precedentes podría incluso calificarse de afortunada, desde el punto de vista de la situación sanitaria, física y mentalmente. Los avances científicos han permitido identificar y erradicar enfermedades hasta entonces mortales y, sobre todo, han logrado desterrar los remedios elementales y muy rudimentarios que en el pasado se empleaban para curar los males del cuerpo y del ánimo. De la teoría de los humores, tan en boga siglos atrás, solo queda el nombre: al humor negro se atribuía, precisamente, el fenómeno que el antropólogo mexicano Roger Bartra analiza en su obra Melancolía y cultura. Las enfermedades del alma en la España del Siglo de Oro*.
La obra que ahora ve la luz es la reedición del libro publicado en 2001, particularmente oportuna en unos momentos en los que, afirma el autor, “la pandemia de covid-19 que azota al mundo desde 2020 ha agregado una dimensión lúgubre y trágica a esos viejos humores negros que impregnan la vida cotidiana.” Aunque el trabajo de Bartra no es un tratado general sobre la melancolía, sus primeros capítulos (“Los mitos de la melancolía”) contienen abundantes referencias a los diversos autores que, a lo largo de la historia, desde Galeno, los filósofos medievales y los pensadores renacentistas hasta los modernos románticos y otros escritores contemporáneos, se han ocupado de ella. Se configuraba, en su momento, como “un sistema coherente capaz de dar sentido al sufrimiento y al desorden mental”, o como “un modelo general y abstracto que explicaba el sufrimiento mental pero que, paradójicamente, abrió el paso a las formas personales e individuales de padecimiento”. Bartra sostiene, además, que la melancolía incorpora una estructura simbólica que tiene las características metafóricas de los mitos.
En el segundo bloque de los tres que componen la obra, el antropólogo mexicano expone cómo la melancolía incidió en la conformación de la sociedad española de los siglos XVI y XVII y, por extensión, en el resto de sociedades europeas. En concreto, el segundo gran capítulo del libro gira en torno a los escritos de dos ilustres médicos españoles, Juan Huarte de San Juan, autor del extraordinario e influyente Examen de ingenios para las ciencias y Andrés Velásquez, autor del Libro de la melancolía, publicado en 1585, en el que, junto a otras cuestiones, este último criticaba el trabajo del primero. El libro de Velásquez es, en palabras del autor, “el punto de partida para escudriñar el amplio panorama de la melancolía española en el Siglo de Oro. A través de los ojos de este médico andaluz […] he compuesto una cartografía del humor negro español […] La melancolía fue uno de los ejes fundamentales de la cultura renacentista.”
Las reflexiones sobre la melancolía en la España de aquellos siglos hacen que el autor se interrogue sobre su subsistencia posterior: “la melancolía es un problema vivo que permea la cultura contemporánea. Más de una vez, durante los últimos años, me he preguntado si todavía existe esa España melancólica cuyos humores negros cristalizaron en el Siglo de Oro y que fueron celebrados o deplorados durante siglos como uno de los rasgos propios de la identidad española. […] He podido comprobar, además, que en varias culturas europeas el mito de la melancolía ha sido acariciado como un valor íntimamente ligado a la identidad. […] Y fue el largo Siglo de Oro español uno de los procesos culturales que más contribuyó a consolidar en Occidente el humor negro como una de las fuerzas motrices de la sociedad y de la política. El inmenso sol negro de la melancolía española de esa época dejó caer sus rayos sobre toda la cultura occidental con tal fuerza que su alargada sombra llega hasta nuestros días”.
La última parte del libro se dedica a la presencia de la melancolía en la gran obra de la literatura española, el Quijote de Cervantes. Bartra confiesa que “la tristeza de Don Quijote es una pieza clave en la larga historia de la melancolía, que no ha sido tomada suficientemente en cuenta por quienes se han interesado por este problema. Reflexiono allí sobre la angustia moral que provocaba el extraño y olvidado pecado de la acedia, y discuto los posibles diagnósticos de la misteriosa enfermedad que aquejaba a Don Quijote.”
Hemos de prevenir al lector de que la obra de Roger Bartra no se ajusta a los cánones de los libros de historia al uso. Sus reflexiones, profundas y complejas, abordan, en lo que tienen de propiamente histórico, elementos que configuran la esencia de la sociedad hispana del Siglo de Oro y lo hacen desde una óptica multidisciplinar. La melancolía, protagonista indiscutible del texto, sirve de pretexto para indagar en la cultura española y en la forma de entender el comportamiento humano de aquella sociedad, así como la influencia que ejerció sobre el resto de continente europeo. En aquella época, la melancolía era una idea tan relevante que trascendió los límites de la medicina y entró de lleno en el ámbito de la política y de la cultura. Tal fue su importancia, que hubo quien afirmó que Felipe II terminó sus días como un rey melancólico recluido en El Escorial.
Concluimos con esta reflexión del autor: “Al comenzar el siglo XXI la melancolía se extiende como tema de reflexión y motivo de preocupación. Ello no es un accidente azaroso de la historia intelectual. Los grandes cambios políticos nos alejan rápidamente de los territorios conocidos de la modernidad y crean un vértigo cultural ante la boca del abismo que se abre frente a nuestros ojos. Por ello, la mirada de muchos es atraída por la melancolía, esa fascinante constelación de antiguos problemas y angustias que a lo largo de siglos la historia de Occidente ha guardado en su memoria. Se dice que la época de ansiedad que sobrevino después de la Segunda Guerra Mundial ha sido seguida por una Edad de la Melancolía, precipitada por el miedo a catástrofes finales, guerras nucleares, colapsos ecológicos, explosiones demográficas o desórdenes propios de la sociedad posindustrial. Pero hay que recordar que la melancolía tiene una larga historia, y que su edad de oro se halla en el Renacimiento”.
Roger Bartra (Ciudad de México, 1942), doctor por la Sorbona de París y actualmente investigador emérito de la UNAM, ha sido profesor invitado en diversas universidades europeas y americanas. Sus trabajos han versado sobre las mitologías europeas (El salvaje en el espejo, El salvaje artificial y Las redes imaginarias del poder político), las crisis de la identidad nacional (La jaula de la melancolía y La sangre y la tinta) y los vínculos entre el patrimonio cultural y las redes neuronales (Antropología del cerebro).
*Publicado por la editorial Anagrama, marzo 2021.