TROTTA - LUTERO

Martín Lutero. Vida, mundo, palabra
Thomas Kauffman

La segunda década del siglo XVI, en cuyo quinto centenario nos hallamos, fue una de las más interesantes de los comienzos de la Edad Moderna, al menos en lo que concierne a Europa. En 2017 se cumplen, concretamente, quinientos años de uno de los acontecimientos clave en la historia europea, del que derivaría una fractura de la civilización occidental parangonable, al menos, a la que en su día (1054) implicó el cisma de Oriente (“la gran ruptura”).

El 31 de octubre de 1517, un fraile agustino relativamente joven (había nacido en 1484) clavó en las puertas de una iglesia de Wittemberg, ciudad sajona a orillas del Elba de cuya universidad era profesor, un documento que contenía 95 tesis sobre las indulgencias, el instrumento penitencial que la Iglesia católica había creado desde el siglo XI para que los fieles compensaran los pecados que habían de expiar, tras su muerte, en el purgatorio.

Aquel documento, suscrito por quien entonces era aún Martín Luder (muy poco después cambiaría su apellido para llamarse Martín Eleuterio, apelando a la raíz griega, latinizada, del término eleutheria, libertad), ponía en cuestión la doctrina tradicional de la Iglesia romana sobre la eficacia de las indulgencias. Contenía, además, el germen de lo que se traduciría en una teología sobre la justificación por la fe (sola fides) que la ortodoxia católica consideró herética. La misma suerte seguiría su tesis de que exclusivamente la Biblia (sola Scriptura), y no la tradición ni el magisterio, eran los únicos puntos de referencia válidos para el creyente.

Thomas Kaufmann trata en Martín Lutero. Vida, mundo, palabra* de acercarnos tanto a la vida de aquel hombre, como a la Reforma que de él nació. El libro de Kaufmann es relativamente breve (118 páginas, lo que es de agradecer tratándose de un autor alemán) pero de una extraordinaria profundidad. Está escrito, además, por un profesor de historia de la Iglesia Reformada que ha sacado a la luz la última de las ediciones alemanas de la obra original de Lutero, lo que le permite respaldar, con constantes citas de este, el relato de su vida y el análisis de su doctrina.

El trabajo de Kauffman se compone de tres capítulos, precedidos de una introducción en la que se adelantan los rasgos esenciales del personaje. Al calificar a Lutero como una persona en dos naturalezas, el autor trata de poner de relieve las muy diversas facetas de su personalidad, por las que sería “conocido, famoso, odiado, venerado, declarado hereje, casi divinizado como una especie de segundo Cristo […] en fin, el hombre de su siglo”.

El primer y el segundo capítulo del libro (En Busca de Lutero y Una vida en el horizonte de la Reforma de Dios, respectivamente) tienen un contenido predominantemente biográfico. Partiendo de la imagen que de Lutero tuvieron sus contemporáneos (para Kaufmann, fue la “primera estrella mediática de la Historia”), se subrayan los rasgos, a veces contradictorios, de quien fue a la vez lector y traductor de la Biblia, poeta espiritual, intérprete y autor de textos, predicador, polemista, teólogo y virtuoso de la lengua alemana.

La biografía se ocupa de los primeros años de la vida de Lutero, hasta 1517, envueltos en una relativa oscuridad, si se los compara con su intensa actividad pública ulterior, de la que hay testimonios escritos muy abundantes. Kaufmann pasa revista, de modo somero, a los períodos de infancia y de juventud de Lutero, a sus estudios, a su ingreso en orden de los agustinos recoletos y a su actividad como monje y como profesor. Ninguna de esas fases difiere sensiblemente de tantas otras vidas análogas de la época.

El panorama cambia sensiblemente a partir del 1517, el año de la publicación de las 95 tesis (Disputatio pro declaratione virtutibus indulgentiarum). Kaufmann quiere ver la raíz de ese viraje en las reflexiones de Lutero sobre la justicia divina, aunque admite que la discusión científica sobre la clave del giro reformador no arroja resultados concluyentes. La búsqueda de un nuevo sentido al conocido versículo de San Pablo (“el justo vive de la fe”) le llevó a una teología de la gracia que, aun no exenta de reminiscencias anteriores (Agustín de Hipona), determinaría la suerte de la Reforma.

A partir de ese momento, la vida de Lutero es ya inescindible de la propia Reforma. La necesidad de esta última, además, se venía percibiendo en los ámbitos humanistas europeos, de los que era buena muestra el círculo de seguidores de Erasmo. Lutero, que los combatiría y sería combatido duramente por ellos, no se detuvo, sin embargo, en la mera crítica de la teología escolástica, o de algunas adherencias supersticiosas o corruptas que se habían incrustado en la nave de la Iglesia católica: su desafío era más radical, hasta el punto de identificar a Roma con el Anticristo.

LUTERO ANTE LA DIETA DE WORMS

Para Kaufmann, en el éxito de la Reforma concluyeron un conjunto de causas. Una parte de la opinión pública se dejó impresionar por la claridad de la explicación de Lutero, por su capacidad persuasiva, expuesta en lengua vernácula y dada a la imprenta en numerosas ediciones (“una formidable actividad editorial como publicista que no hallaba parangón en la historia editorial hasta entonces”). Las circunstancias políticas le favorecieron, en la medida en que algunos Electores (entre ellos, los de Sajonia bajo cuya jurisdicción se encontraba) aprovecharon la disputa para debilitar la autoridad del Emperador, antes y después del Edicto de Worms. La Iglesia romana de principios del XVI estaba, además, sumida en una acusada falta de espiritualidad, con no pocos episodios de degradación moral (entre ellos, precisamente el tráfico de indulgencias y de prebendas), que fueron un caldo de cultivo idóneo para el éxito no ya solo de la doctrina luterana, sino de los sucesivos movimientos reformistas surgidos de aquella.

La parte propiamente histórico-biográfica del primer y del segundo capítulo concluye con un epígrafe dedicado a la descripción de los últimos años de Lutero, ya convertido en “maestro de la iglesia herética evangélica”. El resto de la vida de Lutero, afirma Kaufmann, “no transcurrió a la misma altura dramática del período 1520-1552”. Se trataba ya de consolidar el fenómeno que él mismo había originado, para lo que hubo de atender a aspectos organizativos de la iglesia evangélica, a la formación en la nueva cultura teológica y a los componentes sociales y políticos de la nueva situación. No faltaron los ajustes de cuentas con quienes, inspirados en su ejemplo, se convirtieron a sí mismos en otros tantos reformadores o en creadores de sectas (baptistas, espiritualistas) que fragmentaban la unidad del movimiento evangélico.

El tercer y último capítulo del libro aborda la “existencia teológica” de Lutero. Se analizan sus enseñanzas, que él mismo entendía como interpretaciones prácticas de la Escritura dentro del contexto histórico que le había tocado vivir, a su juicio marcado por la cercanía del fin de los tiempos. Kaufmann subraya, como es lógico, el papel capital de la Biblia en la teología luterana y estudia sus ideas teológicas a la par que las que inciden en la relación de Dios con el orden político del mundo, o con la comunidad cristiana en su conjunto. Son las páginas de mayor densidad de la obra, pero resulta imprescindible su lectura si se quiere tener una visión cabal y completa de Lutero.

Aunque no omite los aspectos personales más polémicos del personaje (en especial, sus escritos contra los judíos y las invectivas contra los campesinos alemanes sublevados y después masacrados, en las que Lutero justificaba su represión, sin que Kaufmann trate de disculparlas como simples malentendidos), algunas veces se deja llevar por la simpatía que le inspira el fundador de la Reforma. Parece como si el autor (quien, sin embargo, evita la tentación hagiográfica) se contagiase ocasionalmente de una cualidad destacada del biografiado: su tendencia al exceso, a la exageración. Lutero se permitía decir, por ejemplo, que “había sacado a la luz la Sagrada Escritura y la palabra de Dios como nunca antes en mil años”, o no dudaba en excomulgar, por sí mismo, a la iglesia pontificia en nombre de (su) certeza de la fe cristiana.

En esa misma línea, según Kaufmann, Lutero habría “transformado la iglesia occidental y, con ella el mundo de un modo como pocas veces lo ha hecho un hombre antes o después de él” (p.16); “marcó el giro copernicano de la historia del cristianismo en occidente” (p-54); “derrumbó los cimientos sacramentales de la iglesia católico-romana” (p.54); “demolió los muros religiosos del monacato como forma señalada de vida cristiana” (p.55); “se sabía infinitamente superior a todos sus críticos contemporáneos […] tanto de la iglesia pontifica como de sus propias filas”( p.64). Hipérboles que llega a su culmen en las páginas finales del libro cuando Kaufmann afirma que, hasta Lutero, “nunca se había formulado de manera tan clara lo que significa ser cristiano”, y que “si es verdad que tener una religión significa tener algo en lo que el corazón confía por completo, entonces Lutero le descubrió al cristianismo la religión, y la religión al mundo” (p.118). Quizás sean expresiones excesivas, pero no por ello el libro, en su conjunto, queda desvalorado.

Quinientos años después es difícil para nosotros, los contemporáneos, entender cómo unas discrepancias teológicas sobre cuestiones respecto de las que el noventa y nueve por ciento de la población no sabría hoy definirse provocaron no sólo la fragmentación de la Cristiandad occidental, sino la fractura, política tanto como cultural, de la Europa de los siglos XVI y siguientes. En realidad, ni siquiera nos es fácil digerir cómo pudo tener éxito social una doctrina en cuyo origen se encuentra la primera de las 95 tesis rupturistas, del siguiente tenor: “Dios nuestro Señor […] quiso que toda la vida de los fieles fuese penitencia”. Pero así sucedió y el libro de Thomas Kaufmann nos ayuda, sin duda, a comprenderlo.

Thomas Kauffman (1962) es catedrático de Historia de la Iglesia Luterana en la Universidad de Gotinga, tras haberlo sido en la de Múnich. Entre sus publicaciones, dedicadas preferentemente al estudio de la Reforma, se encuentran Das Ende der Reformation, (El fin de la Reforma) (2003), Luthers Judenschriften in ihren historichen Kontext (Los escritos judíos de Lutero en su contexto histórico) (2005) y Geschicte der Reformation (Historia de la Reforma), 2009. Es, desde 2011, Vicepresidente de la Unión para la Historia de la Reforma, con sede en Heidelberg.

*Publicado por Editorial Trotta, 2017. Traducción a cargo de Irene Stephanus.