El fin de la República de Weimar, el régimen político adoptado por Alemania tras la Primera Guerra Mundial, es uno de los sucesos más llamativos de la centuria pasada. El hundimiento de ese régimen propició, por un lado, la llegada al poder del partido nazi y, por otro, reflejó perfectamente la convulsión de la Europa de aquella época, en la que los valores de las democracias liberales habían quedado muy deslegitimados. Un sistema político democrático acabó por sucumbir a los cantos de sirena del totalitarismo, anegado por el bloqueo parlamentario, por la imposibilidad de obtener mayorías estables y por la voluntad de unos dirigentes que desconfiaban del régimen que lideraban. A diferencia de la Rusia comunista o de la Italia de Mussolini, Hitler llegó al poder por elección popular, sin necesidad de un golpe de Estado previo. El error que cometieron los políticos germanos creyendo que podrían controlarle lo pagó la humanidad con creces. Una vez en el poder, hubieron de morir millones de personas para arrebatárselo.
Al margen de los intereses políticos, la caída de Weimar determinó un sonado conflicto legal y constitucional en el que participaron los principales intelectuales alemanes del momento. En aquellos años, una pléyade de grandes juristas de todos los rincones del planeta discutieron sobre los límites constitucionales, sobre la autoridad de los presidentes, sobre la legitimidad del sistema parlamentario o sobre la propia validez de la democracia. Hoy nos pueden parecer unos insensatos o unos ciegos que no supieron ver la amenaza totalitaria que se cernía sobre ellos. Antes de juzgarlos severamente, sin embargo, hemos de tener en cuenta que su perspectiva era mucho más reducida que la nuestra. Hoy contamos con una visión de conjunto más amplia y conocemos las consecuencias de apoyar a una u otra ideología (aunque parece que algunos lo han olvidado y tienden a cometer los mismos errores).
Entre esos intelectuales destaca la controvertida figura de Carl Schmitt (1888-1985), un filósofo jurídico y teórico político alemán. Conocido por su militancia en el partido nazi, por su oposición al liberalismo y a la democracia liberal, sus tesis, muchas veces incomprendidas, han recibido la condena enérgica de nuestros contemporáneos. Schmitt participó activamente en la caída de la República alemana y su actuación y su pensamiento durante este período es el eje de la obra del profesor Olivier Beaud, Los últimos días de Weimar. Carl Schmitt ante el ascenso del nazismo*. Un trabajo académico que nos revela, tomando pie de sus textos más célebres y de sus intervenciones públicas, la perspectiva teórica adoptada por Carl Schmitt durante los días fatales de 1932 que llevaron al colapso de la República. Descubrimos, así, el papel, bastante más relevante e influyente de lo que por lo general se cree, que tuvo el filósofo germano como consejero áulico.
Con estas palabras sintetiza el autor el propósito de su obra: “El trabajo que aquí se presenta querría ser una contribución a la exégesis del pensamiento schmittiano, e indirectamente una contribución al análisis del problema de la ilegalización de los partidos antidemocráticos. Su objeto queda, pues, circunscrito: no se trata tanto de discutir en detalle el principio de la tolerancia política con los partidos políticos intolerantes, cuanto de evaluar la pertinencia —más modestamente— de la posición de Schmitt en el marco preciso del último año de la República de Weimar”.
El trabajo de Beaud se adentra más en el terreno de la crítica académica que en el contexto histórico en el que se produjo (aunque este último está siempre presente). El profesor francés presta atención preferente a los planteamientos teóricos de Schmitt a principios de la década de los treinta (especialmente plasmados en Legalidad y legitimidad y en el prólogo de su ensayo El guardián de la constitución). Beaud trata de dar respuesta, desde la visión del filósofo alemán, a interrogantes tales como ¿Qué actitud debe adoptarse ante las «mayorías antidemocráticas» y los «enemigos de la democracia»? ¿Debe la democracia ser tolerante frente a grupos políticos intolerantes que quieren destruirla? ¿Sería legitimo que los gobernantes perpetrasen un golpe de Estado para impedir el acceso al poder de partido enemigo de la democracia que, en caso contrario, podría acceder al poder de forma legal? ¿Debe un jurista mantenerse neutral con respecto al derecho positivo y limitarse a respetar la legalidad o debe proponer soluciones contrarias incluso a la Constitución para salvar el espíritu y el régimen en el que se halla?
Tras repasar los ocho últimos meses de la República de Weimar (junio de 1932-enero de 1933) bajo los gobiernos de Papen y Schleicher, Beaud se adentra en la visión de Schmitt sobre la reforma de la República, cuyo objetivo sería la conformación de un “Estado fuerte” acorde con sus planteamientos políticos. Además de exponer la percepción que el filósofo alemán tenía sobre la Constitución de Weimar y los derechos fundamentales en ella recogidos, el autor analiza las tesis de Schmitt sobre los procedimientos de reforma constitucional y sobre la posibilidad de perpetrar un golpe de Estado para lograrla. Los últimos capítulos están dedicados a tratar la relación entre el federalismo germano y el programa teórico de Schmitt, así como sobre la posición del jurista alemán respecto a la ilegalización de los partidos políticos.
Beaud concluye su trabajado sosteniendo que, no obstante las discusiones académicas sobre su proceder, Schmitt trabajó para y quiso en todo momento la caída de la República de Weimar. Lo expresa en estos términos: “Situada en esta perspectiva, es decir en el contexto de la política propiamente “reaccionaria” de Brüning y Papen, la actividad de Schmitt brilla con otra luz. Es una contribución a una política fundamentalmente hostil al régimen de Weimar. El análisis minucioso de sus escritos y del contexto doctrinal y político muestra que en todo momento sus propuestas jurídicas, esto es, político-jurídicas, lo colocan siempre en el bando de los ultraconservadores que, no siendo nazis, sin embargo deseaban desembarazarse del régimen de Weimar. Esta postura explica entonces que sus propuestas vayan destinadas a subvertir el régimen existente en su sentido contrarrevolucionario”.
El libro de Beaud no es un ensayo más sobre la caída de Weimar. En realidad, tiene una carga intelectual y teórica mayor de la que probablemente el lector esté acostumbrado a encontrar en un trabajo de esta naturaleza. Criticar (en el sentido académico) el pensamiento de Carl Schmitt implica realizar una labor de síntesis y de análisis sumamente compleja que, para los no iniciados, puede resultar difícil. Salvada esta reserva, el trabajo de Beaud emerge como una interesante composición del lugar en el que la historia, la política y el derecho se aúnan para explicar uno de los momentos más importantes de la historia reciente europea. Nos permite conocer, a la vez, cómo se produjo el hundimiento de una República para dar paso a un nuevo orden que vería el ascenso al poder de Hitler y de su trágico experimento totalitario.
Olivier Beaud es Profesor asociado de Derecho Público de la Universidad de París II Panthéon-Assas desde 1998 y director del Instituto de Michel Villey desde 2006. Es miembro de del Instituto Universitario de Francia desde 2012. Sus áreas principales de investigación son la constitucional, el derecho constitucional comparado, la teoría general del Estado, la filosofía del derecho y la filosofía de la historia del pensamiento jurídico.
*Publicado por Escolar y Mayo, abril 2017. Traducción de Alejandro Mayo.