Cuando se observa un mapa de la Europa de los siglos XVI y XVII, es fácil imaginar la complejidad del teatro bélico al que tuvieron que hacer frente los generales y dirigentes castellanos durante la Guerra de los Ochenta años: era toda una hazaña llegar desde Madrid hasta Bruselas o Amberes, vistas las dificultades geográficas, los medios de transporte disponibles y, más importante aún, el estado de las relaciones diplomáticas. Aquellos personajes tenían que conseguir que decenas de miles de hombres, provistos de avituallamientos, dinero (imprescindible) y armamento, recorriesen ese trayecto del modo más rápido y seguro posible. El mar era un terreno vedado, especialmente tras la derrota de la Armada Invencible, por el acoso inglés y neerlandés, que hacían imposible la vía atlántica, en teoría la más rápida. Por tanto, hubo de idearse una ruta alternativa que atravesara el norte de Italia y los Alpes hasta llegar a los Países Bajos (pasaría a la historia con el sobrenombre del “Camino Español”).
Este era solo uno de los problemas a los que tenía que hacer frente el ejército español en su tarea de mantener el orden en unos dominios donde no se ponía el sol. Al frente de esta fuerza se hallaban los legendarios tercios. Decimos legendarios porque sobre ellos se ha creado una serie de mitos, algunos ciertos, otros simples exageraciones, que sitúan a este cuerpo militar a la altura de las legiones romanas o de los jenízaros otomanos (a quienes, por cierto, derrotaron en varias ocasiones). Su fama se gestó a base de sudor y sangre. En una época en constante transformación, cuando las revoluciones en armamento y en teoría militar se sucedían a ritmo vertiginoso, los tercios fueron los primeros en saber adaptarse a ellas. Lograron así una ventaja considerable frente a sus oponentes. Contaron, además, con líderes excepcionales y con unos oficiales medios aún más extraordinarios.
Desperta Ferro recupera uno de los libros más relevantes escritos sobre este famoso cuerpo. Nos referimos al trabajo del diplomático e historiador Julio Albi de la Cuesta, De Pavía a Rocroi. Los tercios españoles*, editado por primera vez en 1999 y rápidamente convertido en un referente para los interesados en la élite del ejército español de los siglos XVI y XVII.
La obra nos ayuda a comprender mejor el funcionamiento de la inmensa maquinaria bélica de la Monarquía Hispánica y, además, al hilo de lo estrictamente militar, contiene una reflexión sobre el sistema político y burocrático que movía los hilos de este gigante que era su ejército. Cuando Julio Albi de la Cuesta analiza la organización de las tropas (a las que afectaba desde la política monetaria hasta la presupuestaria), sus motines y su origen social, lo que realmente refleja son elementos que, conectados entre sí por la guerra, nos revelan la esencia de aquella monarquía y la composición y el estado de la sociedad del momento.
Así describe Enrique Martín Ruiz, catedrático de Historia Moderna, en el prólogo del libro, el enfoque que se ha dado a este: “De todos estos extremos nos ofrece Julio Albi un relato directo y fresco, cuya lectura resulta muy ágil por la redacción tan amena empleada en las páginas que siguen, donde se abordan todas la dimensiones de la vida de estas unidades, empezando por sus características orgánicas, cuya normativa analiza concluyendo que “estamos ante unos tercios notablemente más pequeños —y, por tanto, más maniobreros—, y mejor dotados de armas de fuego —por consiguiente, más eficaces— de lo que pueden dar a entender las disposiciones oficiales” y describiendo con detalle los diferentes niveles de los mandos para destacar sus funciones, desde el maestre de campo hasta el capellán y el cirujano, pasando por los capitanes, los alféreces y el sargento mayor, además de furrieles, tambores, etc”.
El trabajo de Julio Albi se aleja del panfleto pseudo-histórico al uso que únicamente se dedica a ensalzar las gestas de los tercios, sin apenas rigor y con trazo grueso. Estamos, por el contrario, ante un trabajo de investigación minucioso y de notable calidad, que nada ha de envidiar a otras obras del género, aderezado, además, con una prosa elegante y accesible y con un marcado espíritu didáctico. El autor no necesita palabras grandilocuentes para describir las proezas de los soldados españoles: basta dejar hablar a la historia para que salgan a relucir las muchas virtudes (y también los defectos) de esta unidad de élite. Sirva como ejemplo este breve extracto: “Siempre mal pagados, siempre blasfemando bajo los coletos atravesados por una cruz roja, los tercios enmarcan con sus picas un periodo fulgurante de la historia de España para acabar muriendo bajo sus banderas desgarradas en una larga agonía que, en contra de la leyenda, no termina, sino empieza, en Rocroi”.
El objetivo de Julio Albi es recrear el universo, logístico y táctico, que rodeaba a los tercios españoles. Si los primeros capítulos nos ayudan a contextualizar históricamente la aparición y el desarrollo de esta unidad militar, los siguientes exploran su organización interna, las armas que usaban, su día a día y la disciplina que se les aplicaba. Junto a una copiosa información sobre esas cuestiones, descubrimos detalles tan interesantes como que, en contra de la creencia generalizada, el arcabuz era preferido a la pica (aunque esta era el símbolo de los tercios); que existía una gran similitud en el origen social de quienes forman parte de estos; que se tenía más en cuenta la habilidad y la destreza del soldado que su condición, a la hora de decidir los ascensos; o que, en no pocas ocasiones, los motines por la falta de recursos echaron a perder las grandes victorias obtenidas.
No faltan tampoco los capítulos destinados a describir a los tercios en acción, ya sea en las batallas terrestres, en los asedios o en las naumaquias. El autor analiza su formación habitual (uno de cuyos rasgos más destacados era la gran flexibilidad), las tácticas seguidas, cómo combatían, cómo se comportaban en posiciones defensivas o cómo organizaban los sitios. Para facilitar estas explicaciones, Julio Albi acude a batallas de renombre que le permiten ilustrar sus conclusiones. Estos epígrafes harán las delicias de los apasionados a la recreación de escenarios bélicos, pues se narran con mucho cuidado y fidelidad.
Por último, en la obra se aborda la decadencia de esta unidad de élite. Debida tanto a la pluralidad de enemigos (a mediados del siglo XVII España se hallaba, prácticamente, en guerra con todas las grandes potencias europeas, sin mencionar los conflictos internos) como a la falta de dinero, y, por lo tanto de unidades disponibles, estas circunstancias llevan a Julio Albi a afirmar: “Tras los grandes reveses como Rocroi o la segunda batalla de las Dunas no surgen voces criticando la eficacia de estas unidades, o denunciando defectos en su estructura. Acabarían siendo derrotadas, pero no por causas imputables a su organización interna, sino por los factores ya mencionados, que hacían imposible su victoria. Habría que hablar entonces, no del agotamiento de un modelo militar, sino del de un Estado, incapaz de seguir manteniendo y financiando durante más tiempo una política que estaba por encima de sus posibilidades. Los tercios, en tanto en cuanto instrumentos de esta, fueron a la vez su criatura y su víctima. A su extraordinaria eficacia se deben algunos triunfos admirables, y el aplazamiento de un resultado final que acabó por ser inevitable”.
Julio Albi de la Cuesta (Burgos, 15 de julio de 1948), licenciado en Derecho y diplomático de carrera, ha estado destinado en Dakar, Roma, Washington, Nueva Orleans y, como embajador, en Tegucigalpa, Quito, Lima y Damasco. Académico correspondiente de la Real Academia de la Historia desde 2009, es autor y co-autor de numerosos libros de historia militar, editor de otros y autor de dos novelas.
*Publicado por Desperta Ferro, diciembre 2017.