TURNER - ULTIMO IMPERIO

El último imperio. Los días finales de la Unión Soviética
Serhii Plokhy

El siglo XX estuvo marcado por tres guerras. En dos de ellas los muertos se contaron por millones (la Primera y Segunda Guerra Mundial) y la otra no declarada, la Guerra Fría, polarizó el mundo entre dos bloques contrapuestos durante más de cuarenta años. Cada conflicto implicó cambios revolucionarios en el terreno político, económico, social e incluso cultural y artístico. La humanidad parece que sólo logra avanzar de la mano de trágicos derramamientos de sangre que rompen con el mundo anterior para crear nuevas realidades. Así ocurrió tras las dos Guerras Mundiales y algo similar parece estar sucediendo tras la caída del Muro. El nuevo orden que hoy impera en el planeta, con todos los conflictos abiertos, es heredero directo de la Guerra Fría. Veinte años después del hundimiento de la Unión Soviética todavía se deja sentir su legado: Al-Qaeda surge en las montañas de Afganistán luchando contra el Imperio soviético, Oriente Medio se convierte, durante años, en una partida de ajedrez entre los servicios de inteligencia de las dos superpotencias y aún perviven regímenes comunistas anclados en la dialéctica anti-capitalista.

El derrumbamiento soviético ha sido el suceso más importante de los últimos cincuenta años. Si el Imperio romano agonizó durante siglos antes de que los bárbaros lo desintegrasen en pequeños reinos (e incluso entonces su memoria se mantuvo hasta llegar a nuestros días), el Imperio soviético se desvaneció en apenas unos meses, denigrado por casi todos y sin un legado cultural, más allá del esqueleto arquitectónico, que dejar a las generaciones venideras. Pocas veces en la historia hemos asistido a la descomposición tan rápida y completa de una superpotencia. A principio de la década de los ochenta se sabía que los problemas económicos soviéticos eran acuciantes pero nadie podía imaginar, ni tan siquiera su principal adversario, Estados Unidos, que diez años más tarde la URSS habría dejado de existir.

Serhii Plokhy narra de forma magistral en su obra El último imperio. Los días finales de la Unión Soviética* los estertores del gigante soviético. Para la generación que no sabe vivir sin móvil, estos días apenas significarán nada, pero para quienes conocieron un mundo en el que la libertad no era un derecho incontestable, los sucesos que tuvieron lugar entre el verano de 1991 y el invierno de ese mismo año han quedado grabados en la memoria. Como explica el autor en la introducción de la obra, “Mi relato se centra en un periodo —el comprendido entre finales de julio y finales de diciembre de 1991— en el que se tomaron decisiones trascendentales para el futuro de la URSS. En esos cinco meses se puede decir que el mundo cambió”. Hoy se utiliza el término “histórico” con demasiada ligereza y cualquier hecho significativo va precedido de este adjetivo, pero lo cierto es que la historia sólo recordará dentro de un tiempo acontecimientos como los que recoge Serhii Plokhy en su trabajo.

BUSH Y GORBACHOV CUMBRELa estructura de la obra es sencilla ya que sigue el guión cronológico de los acontecimientos. El punto de partida se sitúa en la cumbre que reunió a Mijaíl Gorbachov y George H. W. Bush en Moscú el 30 de julio de 1991 y concluye el 25 de diciembre de ese mismo año, cuando se arrió la bandera soviética del Kremlin. Sobresale el estilo narrativo y, a pesar de la infinidad de detalles e información que el autor nos facilita, el libro nunca se hace denso y plomizo, antes al contrario, cada capítulo invita a leer el siguiente. A lo largo de quinientas páginas Serhii Plokhy disecciona de forma realista y rigurosa la desaparición de la Unión Soviética, a través del estudio de los principales protagonistas y del proceso de toma de decisiones en un momento en el que reinaba la incertidumbre pues nadie sabía realmente qué ocurriría a la mañana siguiente.

Nadie mejor que el propio autor para explicar las conclusiones principales de su investigación: “La tesis fundamental del libro es que el destino de la Unión Soviética se decidió en sus últimos cuatro meses, es decir, el periodo comprendido entre el golpe de estado que comenzó el 19 de agosto de 1991 y el encuentro de los dirigentes de las repúblicas soviéticas que se celebró en Almaty el 21 de diciembre. A mi entender, el factor clave no fue la política de Estados Unidos, ni el conflicto entre el gobierno central y Rusia (representados respectivamente por Gorbachov y Yeltsin), ni las tensiones entre el gobierno central y las demás repúblicas, sino la relación entre las dos más extensas, a saber, Rusia y Ucrania: la negativa de sus clases dirigentes a convivir en un mismo estado puso el fin definitivo a la Unión Soviética”.

A pesar de la importancia que el autor concede a la declaración de independencia de Ucrania como causa central para explicar la disolución de la Unión Soviética, la obra se articula en torno a dos personajes principales, Mijaíl Gorbachov y Boris Yeltsin, y a otros dos secundarios, George H. W. Bush y Leonid Kravchuk (líder ucraniano). Si bien aparecen una infinidad de subordinados, o los líderes de otras repúblicas soviéticas cuyo papel en el devenir de los acontecimientos no es en absoluto despreciable, al final quienes acaban por convertirse en protagonistas indiscutibles del libro son los cuatro dirigentes antes citados. Sobre todo tras el fallido golpe de estado de agosto, cuando la política soviética se convirtió en un pulso entre Gorbachov, que veía impotente cómo su poder se diluía no obstante haber sido quien comenzó el proceso de reformas de la URSS, y Yeltsin, estrella emergente pero errática que, victorioso, dio la estocada final al moribundo gigante comunista.

YELTSIN GOLPE DE ESTADOSerhii Plokhy analiza igualmente el papel jugado por Estado Unidos durante estos meses. Concluye, de forma sorprendente y algo controvertida, que Bush y sus asesores intentaron alargar la vida de la Unión Soviética todo lo posible, con la finalidad de evitar la desestabilización de la región y que el ejército soviético perdiese el control de las armas nucleares. Sin embargo, el desarrollo de los acontecimientos obligó a la Administración estadounidense a flexibilizar sus posiciones y a vislumbrar una nueva realidad sin un antagonista evidente. Como explica el autor: “La administración Bush se vio obligada a cuadrar el círculo, conciliando las ideas y el lenguaje propios de la Guerra Fría con la realidad geopolítica inmediatamente posterior al conflicto. Hizo lo que pudo, pero sus acciones fueron mucho más acertadas que sus palabras, que brillaron por su incoherencia”. La imagen que Plokhy transmite del presidente norteamericano se asemeja a la de un árbitro intentando evitar que los dos púgiles acaben exhaustos y noqueados y que, a pesar de su preferencia por uno de ellos, se ve obligado a lidiar con los dos por igual. George H. W. Bush se erige no como el rival a batir, sino como el padre cuya aprobación sus dos hijos buscan conseguir. Sólo hay que leer alguna de las trascripciones de las llamadas que se cruzaron para comprobarlo.

También llama la atención cómo, a medida que avanza el relato, Serhii Plokhy concede mayor importancia a las decisiones que toman los implicados. Por encima de los hechos, de las fuerzas económicas o sociales subyacentes o del empuje del movimiento democrático, el catedrático de Harvard sitúa al individuo. La obra termina siendo un trabajo muy personalista que refleja cómo unas pocas personas tienen en sus manos el destino de varios millones de ciudadanos. Citando nuevamente al autor: “El destino de la URSS lo decidieron, por tanto, las altas esferas, en un combate político en el que intervinieron dirigentes del este y del oeste […] En los acontecimientos de 1991 desempeñaron un papel central una serie de personas a quienes considero los principales artífices de ese cambio histórico”. Dada la importancia que les atribuye, Plokhy intenta comprender el estado en que se encontraban los protagonistas y el contexto en el que adoptaron sus decisiones.

Serhii Plokhy atribuye a la declaración de independencia de Ucrania un papel decisivo durante aquellos turbulentos días (“conmocionó a la Unión Soviética y cambió radicalmente el panorama político”). La renuencia de los ucranianos a seguir formando parte de la Unión Soviética —que, al fin y al cabo, no era sino la suma de distintos estados incorporados violenta o pacíficamente a lo largo del siglo XX— hizo que aquélla se desintegrara y surgiera un nuevo mecanismo de cooperación (la Comunidad de Estados Independientes) con una fuerza política muy inferior a la de la URSS y en menoscabo, aun más, de la autoridad de Gorbachov. De la descomposición de la Unión Soviética surgieron quince repúblicas independientes y una nueva serie de disputas territoriales, étnicas y fronterizas. La primera, entre Azerbaiyán y Armenia, nada más hundirse el coloso comunista, y la más reciente hace pocos meses con la “anexión encubierta” de varias regiones ucranianas por parte de Rusia. Por cierto, dichas regiones ya se mencionan en el libro y fueron los propios dirigentes soviéticos quienes vaticinaron las desavenencias que se originarían en el futuro.

GORBACHEV Y YELTSINSe cuenta que Zhou Enlai, la verdadera “cabeza” del régimen de Mao, preguntado durante el viaje que Nixon hizo a China en 1972 sobre qué le parecía la Revolución Francesa, contestó, más o menos, que aún era demasiado pronto para juzgarla con objetividad. Hablar con perspectiva apenas transcurridos veinte años de la desaparición de la Unión Soviética es una tarea espinosa. Su recuerdo todavía está muy presente y muchos de quienes participaron en estos eventos siguen vivos. A pesar de las dificultades, Serhii Plokhy ha logrado construir un relato fascinante, riguroso y alejado de teorías y conspiraciones, sobre la caída de una de las dos grandes superpotencias del siglo XX. En apenas medio año un Imperio anclado en la historia se vino abajo por el empuje y la resolución de unas pocas personas que, bien por intereses propios o bien por una verdadera voluntad de cambio, lo condujeron a su disolución.

Serhii Plokhy nació en Nizhni Nóvgorod (Rusia) en 1957, pero creció y estudió en Zaporiyia (Ucrania), y ha desarrollado la mayor parte de su carrera en Canadá y Estados Unidos. Actualmente es catedrático de historia de Ucrania en la universidad de Harvard, donde también dirige el Ukranian Research Institute. Ha recibido los más prestigiosos premios editoriales por sus trabajos sobre las repúblicas soviéticas, sobre cuya política e historia es una autoridad mundial. Es autor, entre otros títulos, de Yalta: The Price of Peace (2010), y prepara la próxima publicación de The Gates of Europe, una breve historia de Ucrania.

*Publicado por la editorial Turner, octubre 2015.