Miguel de Cervantes y su Don Quijote de la Mancha se han convertido en la divisa de las letras españolas. No hay rincón en el planeta (al menos, en su parte civilizada) que no reconozca las alusiones a los molinos de vientos convertidos en gigantes o los diálogos entre Sancho y su amo, entre otras tantas referencias. Su prosa disecciona no solo la España de la Edad Moderna, sino la misma naturaleza humana. De ahí su éxito internacional. Sin embargo, en aquel convulso Siglo de Oro, Cervantes no destacó espacialmente y fue un escritor más en el extraordinario parnaso literario con el que contaban las letras españolas. Por su puesto, su obra no pasó desapercibida, pero nunca alcanzó la gloria de Lope de Vega, quizás el escritor español más afamado de su época. Un Mozart de las letras cuya producción y calidad literaria fueron descomunales, hasta el punto de que se decía de él que pensaba en verso.
El siglo XVII vio desfallecer al Imperio español al mismo tiempo que contemplaba cómo las musas extendían su aliento por toda la Monarquía Hispánica. No hubo disciplina artística en el que no sobresaliese algún maestro español. Madrid se erigió, por aquel entonces, en uno de los principales focos culturales del continente. En la nómina de los escritores de la época se hallan Quevedo, Góngora, Calderón de la Barca, Baltasar Gracián, sor Juana Inés de la Cruz, Saavedra Fajardo, Tirso de Molina, Francisco de Rojas o Ruiz de Alarcón, por citar solo los más conocidos. Por encima de ellos sobrevolaba Lope de Vega. Su teatro y su poesía se convirtieron en el entretenimiento nacional, del que disfrutaban tanto nobles como villanos. La producción literaria, aupada por el interés del público, se incrementó exponencialmente y convirtió a escritores y actores en estrellas muy populares que, salvando siempre las diferencias de clase, se codeaban con lo más granado de la Corte.
La intensa vida de Lope Félix de Vega Carpio está marcada por la literatura, las mujeres y la religión. Sin un instante de reposo, el escritor madrileño compuso un incontable número de comedias, rimas, romances, obras épicas y dramas que revolucionaron el mundo de las letras y le elevaron al panteón de los grandes escritores de todos los tiempos. Su figura, una y otra vez estudiada, protagoniza la obra de Antonio Sánchez Jiménez, Lope. El verso y la vida*. Es una excelente biografía, que recorre su trayectoria vital, su carrera profesional y analiza su estilo literario. Una interesante forma de conocer al hombre que hay detrás del mito.
Como el propio autor indica, “para tratar de comprender esta figura ya mítica propongo un formato biográfico, es decir, la narración de una vida y descripción de un carácter, explicando sus constantes, evolución y elementos determinantes. Este trabajo se ciñe a ese modelo general, pero también al patrón de las biografías de los escritores. Y este subgénero, vigente desde la Antigüedad, da siempre cabida a la obra literaria, pues en todo escritor resulta difícil, o incluso artificial, separar vida y obra, porque los libros de un autor son a un tiempo sus mayores gestas y los documentos más importantes que tenemos para informarnos acerca de su carácter. […] Semejante deslinde de vida y obra resultaría especialmente rebuscado en el caso de Lope, un autor que afirmó ‘Mi vida son mis libros’ y que pasó su vida jugando a escribirse y crearse a si mismo. Por tanto, este trabajo también pretende servir para comprender la obra de Lope: no es una lectura biográfica de sus libros, pero sí una introducción a los mismos ordenada biográficamente”.
Al leer la biografía de Lope llaman poderosamente la atención dos rasgos: su desbordante creatividad (hay períodos de su vida en que escribió una media de once o doce obras al año) y sus constantes devaneos con las mujeres (el número de relaciones que tuvo no alcanzó al de sus escritos, pero fue considerable, teniendo en cuenta, además, la estricta moral de la España post tridentina). Ambas facetas están recogidas en el trabajo de Sánchez Jiménez, quien recorre cronológicamente las peripecias del escritor madrileño desde su infancia, en el seno de una reconocida familia de bordadores, hasta su muerte en la capital del Reino, a los setenta y dos años. En este viaje por Madrid, Alba de Tormes, Valencia, Sevilla, Toledo y otras tantas ciudades de la Península, Lope de Vega, sin dejar de escribir, desempeñó funciones tan dispares como actor, paje, fiscal, secretario, soldado (¿participó en la Gran Armada?) y llegó incluso a recibir la ordenación sacerdotal.
Al evocar las facetas más destacadas de su biografiado, Sánchez Jiménez afirma que “en suma, Lope tuvo un carácter complejo que se superponía a su indudable genio literario. Fue un hombre soñador, enamoradizo, vehemente, ambicioso, colérico, inseguro [para el autor este será uno de los rasgos que mejor explique su comportamiento] y melancólico. Algunas de esas características se moderaron con la edad (su cólera); otras, sin embargo, se agudizaron (su melancolía y su tendencia obsesiva). Las otras se mantuvieron más o menos constantes a lo largo de los años, dando un indudable tono humano a su divino genio”. El Lope que descubrimos en las páginas del libro es un ser poliédrico, lleno de contrastes, muchas veces confundido con su leyenda, que él mismo contribuyó a crear, pues gran parte de sus obras presenta tintes autobiográficos.
El libro no se circunscribe a la vida de Lope de Vega, extendiéndose a su estilo literario y a los diversos géneros que trató. Obviamente, no se abordan en él cada uno de los textos de Lope: Sánchez Jiménez sintetiza las líneas maestras de sus obras y el contexto histórico y literario en el que se encuadran, ofreciendo alguna que otra pincelada de las que considera más relevantes. Además, profundiza en la relación (normalmente conflictiva) que tuvo con otros grandes escritores del momento, como Góngora y Cervantes.
A pesar de la fama que Lope de Vega tuvo en la Edad Moderna, su estrella ha ido menguando con el tiempo. Sus obras siguen representándose con éxito, pero su importancia ha declinado en los últimos años. El gusto por la novela o por el ensayo, que se ha instalado entre el gran público, ha hecho que el teatro en verso o la poesía hayan quedado relegados a un plano secundario. Fuenteovejuna, El perro del hortelano, El caballero de Olmedo o la Dama boda son clásicos imperecederos, pero parece como si el público, especialmente el joven, hubiera perdido su interés en ellos y, lo que es más preocupante, hubiera dejado de conocer su existencia. Esta omisión es relevante, pues no podemos entender las letras españolas sin el ascendente que ejerció Lope sobre ellas. Esperemos que esta edición de Sánchez Jiménez ayude a revivir la figura del genio.
Concluimos con estas palabras que se hallan al inicio del prefacio del libro: “Es ya tópico proclamar que Lope es tan amplio como el mar, como con un océano que requiere «aguja de marear», según decía Azorín. Esta biografía querría ser esa aguja y mapa, un instrumento que ayude a convertir la figura desmesurada que nos ha legado la tradición en algo abarcable, en un hombre. Eso sí, un hombre legendario que dominó los escenarios españoles durante medio siglo, un hombre que marcó época y que tuvo hordas de seguidores. Un hombre que impresionaba a cuantos le conocían y leían. Un talento arrollador que lo logró todo y al que nada bastó”.
Antonio Sánchez Jiménez es doctor por la Universidad de Salamanca (2001) y por Brown University (2004). Desde agosto de 2012 lleva a cabo su labor docente e investigadora como catedrático de literatura española en el Instituto de Lenguas y Literaturas Hispánicas de la Universidad de Neuchâtel. Especialista en literatura española medieval y del Siglo de Oro, entre sus publicaciones destacan sus monografías sobre Lope de Vega (Lope pintado por sí mismo, 2006; El pincel del Fénix, 2011; y Leyenda Negra. La batalla sobre la imagen de España en tiempos de Lope de Vega, 2016).
*Publicada por Cátedra Ediciones, septiembre 2018.