IBEROAMERICANA - LOCURAS DE EUROPA

Locuras de Europa: Diego de Saavedra Fajardo y la Guerra de los Treinta Años
Sònia Boadas

Diego de Saavedra Fajardo es uno de los grandes pensadores españoles de la Edad Moderna tristemente olvidados. En los siglos XVI y XVII, la Monarquía Hispánica vio aparecer a una pléyade de escritores y filósofos cuyas obras figuran entre las más destacadas y preciadas del continente europeo. Nombres como los de Antonio de Guevara, Alfonso de Valdés, Juan Luis Vives, Baltasar Gracián, Diego de Zúñiga o Pedro de Valencia son hoy apenas conocidos y su legado ha quedado completamente marginado. En su tiempo, sin embargo, fueron figuras destacadísimas y su reputación superaba ampliamente las fronteras españolas. La fama de los artistas del Siglo de Oro ha eclipsado, en cierto modo, otras ramas del pensamiento como la historia o la filosofía que también vivieron un desarrollo sin paragón durante aquella centuria. No somos muy dados a ensalzar a nuestros pensadores y preferimos encumbrar a pintores y dramaturgos, antes que a filósofos o intelectuales.

Podemos catalogar a Diego de Saavedra Fajardo (1584-1648) como uno de esos extraños prohombres que han terminado por extinguirse. Diplomático, ensayista, consejero, hombre de letras, historiador, poeta, crítico literario… su vida transitó por las Cortes más lustrosas de Europa y sus misiones marcaron el devenir de la Monarquía Hispánica, sin que su azarosa existencia le impidira convertirse en un hombre cultivado. Saavedra personifica mejor que nadie un momento histórico, político y cultural muy concreto: la denodada pero inútil lucha de España por no perder su hegemonía. El encargo más importante que hubo de asumir fue el de negociar las condiciones para poner fin a la Guerra de los Treinta Años. Mientras el poderío español se desmoronaba derrota tras derrota, nuestro diplomático hubo de lidiar en Münster con los delegados de las Provincias Unidas y de Francia para obtener una paz honrosa. Se hizo lo que se pudo…

Su faceta literaria también fue admirable, aunque no siempre comprendida (es probable que no llegase a ver publicadas en vida ninguna de sus obras). Entre sus trabajos más destacados sobresale el clásico Empresas políticas (cuyo nombre completo es Idea de un príncipe político cristiano, representada en cien empresas), obra dedicada al heredero de la corona española, Baltasar Carlos, y destinada a su educación. Destaca asimismo La República literaria, cuya autoría es bastante controvertida, que de forma satírica representa a un mundo gobernado por escritores y artistas. Pero no son las únicas. Sònia Boadas recupera un texto, Locuras de Europa, menos conocido pero no por ello menos interesante, sobre el que ha realizado su tesis y que ahora ve luz con el título Locuras de Europa: Diego de Saavedra Fajardo y la Guerra de los Treinta Años*.

Locuras de Europa, señala Sònia Boadas, “nació precisamente como respuesta a ese complejo horizonte europeo, en el cual los Habsburgo abandonaban progresivamente su situación de preeminencia mientras Francia se estaba alzando con el control del viejo continente. En sus páginas, Saavedra analizó el contexto histórico-político antes de la paz de Westfalia y valiéndose de un tono pacifista, que ya se había percibido ligeramente en Suspiros de Francia, apelaba a la concordia universal”. El texto adopta la forma de diálogo entre el dios Mercurio y el sofista y escéptico Luciano de Samosata, quienes conversan sobre la pesarosa situación que atraviesa Europa, sumida en el caos de la guerra. Por supuesto, los mensajes, soterrados o explícitos, abundan en el diálogo, donde prevalece un cierto pesimismo por el devenir de la Monarquía Hispánica y una velada apuesta por la paz general.

El libro contiene dos bloques claramente diferenciados. Uno es la edición crítica que Sònia Boadas hace del escrito de Saavedra. El otro, el núcleo de la obra, aborda el contexto en que aparece Locuras de Europa, su análisis literario y su transmisión textual. Ambos son indisociables. Quizás sea más interesante el estudio que lleva a cabo la filóloga catalana en cuanto nos “traduce” la obra del diplomático, poniéndola en perspectiva y desvelando los entresijos de su elaboración. Se agradece, asimismo, la ausencia de un lenguaje especializado y técnico propio de estos trabajos. Es más, su lectura se hace muy llevadera gracias a los “arreglos” de Sònia Boadas, lo que permite comprender con facilidad no solo la disertación preliminar, sino también el diálogo escrito por Diego de Saavedra Fajardo.

Veamos brevemente quién fue Diego de Saavedra Fajardo. El diplomático español estudió Jurisprudencia y Cánones en la Universidad de Salamanca. A finales de la primera década del siglo XVII inició su carrera diplomática en la Ciudad Eterna, como secretario de cifra del cardenal Gaspar de Borja, embajador español en Roma. Durante su estancia en la Península italiana desempeñó diversos cargos, entre ellos el de Secretario de Estado y Guerra de Nápoles. En la década de 1630 comienza una nueva etapa, esta vez como representante de la Monarquía Hispánica en Centroeuropa. Asiste a la dieta de Ratisbona, donde es elegido Fernando III como emperador del Sacro Imperio, negocia con los cantones suizos y es nombrado ministro plenipotenciario en las negociaciones de Westfalia, que hubo de abandonar antes de la conclusión de la paz. Tras sus gestiones en Münster, Saavedra regresa a Madrid enfermo y fallece, retirado en el Convento de Agustinos Recoletos, el 24 de agosto de 1648, con el cargo de consejero de Indias. Toda esa información, más ampliada, la recoge Sònia Boadas en su trabajo, aportando datos adicionales hasta ahora desconocidos.

Diego de Saavedra conoció de primera mano la trastienda de la política europea. Aunque no participó en el campo de batalla, guerreó con otros medios a su alcance. Su mejor arma fue la pluma, que utilizó insistentemente en la contienda propagandística también librada en las Cortes del continente. Locuras de Europa, escrita en 1645 (cuando la situación militar española era sumamente delicada) busca, como explica Sònia Boadas, “persuadir a los aliados de Francia, y en especial a las Provincias Unidas, quienes se convertían en el destinatario principal del texto, de los peligros que suponía la expansión de la potencia francesa”. Aunque el carácter tendencioso y francófobo del texto es indiscutible, también trasluce la melancolía del autor, sabedor de que España ha perdido su hegemonía en el tablero europeo. La solución más honrosa para Saavedra pasaba por un acuerdo intermedio donde imperase el equilibrio y la paz entre las potencias continentales.

Junto al análisis histórico y político del texto, Sònia Boadas acomete su examen literario (el capítulo correspondiente se titula “disección literaria de un diálogo lucianesco”). La filóloga catalana describe a los personajes y la localización del diálogo, su organización temática y los rasgos de un género al que acudieron numerosos intelectuales de la Edad Moderna. Asimismo, investiga la descripción de los testimonios que aparecen en él, su filiación y la difusión que tuvo en Europa. No debemos olvidar que, escrito en 1645, no se imprimió hasta casi un siglo más tarde, en 1748 en Alemania y en 1787 en España.

Sònia Boadas es investigadora en la Universitat Autònoma de Barcelona. Doctora en Filología Hispánica por la Universitat de Girona, especialista en prosa política del siglo XVII y miembro del grupo de investigación Prolope.

*Publicada por Iberoamericana Vervuert, abril 2016.