DEBATE - LEONARDO DA VINCI

Leonardo da Vinci. La biografía
Walter Isaacson

Hay hombres que desbordan los cánones clásicos, que no atienden a clasificaciones ni a patrones comunes. Son personas extraordinarias que aparecen fugazmente en la historia y cuyas contribuciones dejan una huella indeleble. Tienen personalidades singulares y, en la mayoría de los casos, son recordados no en cuanto hábiles políticos o grandes militares, sino por su genialidad. Capaces de destacar en las disciplinas más dispares, contaron con la curiosidad necesaria para enfrentarse a los grandes interrogantes que los rodeaban. Aristóteles, Mozart, Miguel Ángel, Einstein, Benjamín Franklin o Leonardo da Vinci son algunos de los más conocidos. Si bien sobresalieron en sus respectivos campos (pintura, música, ciencia…), también brillaron en otros (serían zorros, más que erizos, en la fábula de Arquíloco). Se han convertido en referentes y en modelos que han inspirado a millones de personas.

De estas figuras, probablemente la de Leonardo da Vinci resplandezca con más brillo que ninguna otra. Pocos hombres se han identificado tanto con una época como Leonardo con el Renacimiento. El pintor e inventor italiano refleja una nueva concepción de la vida, más humana, inquieta y libre, en la que la belleza, la curiosidad y la perfección se impusieron como principios de los grandes artistas. Aunque la Edad Media no es tan oscura como se suele presentar, la irrupción del Renacimiento la eclipsó y revolucionó el mundo conocido. Todas las disciplinas se vieron afectadas, pero las artes y las ideas dieron un giro copernicano. Nunca se había congregado tanta genialidad como en la Italia del siglo XVI. Nuestro protagonista, figura central de este proceso, se movió como pez en el agua en las cortes más importantes del momento (Florencia, Milán o Roma) y se codeó con los grandes hombres de su época. Con algunos tuvo un buen trato y otros se convirtieron en acérrimos enemigos.

Adentrarnos en la biografía de Leonardo da Vinci es adentrarnos en el Renacimiento. Clasificarlo en una categoría concreta es imposible, aunque hoy se le conozca principalmente por su obra más famosa, el retrato de la Mona Lisa. De hecho, además de artista, fue científico, ingeniero, ornitólogo, anatomista… El historiador estadounidense Walter Isaacson, que ya había publicado las biografías de Einstein, Franklin y Steve Jobs, nos explica en Leonardo da Vinci. La biografía* las múltiples facetas de su personaje: “Leonardo se consideraba a sí mismo, y por igual, ingeniero y científico. Con una pasión lúdica y obsesiva, realizó estudios innovadores de anatomía, de fósiles, de pájaros, del corazón humano, de máquinas voladoras, de óptica, de botánica, de geología, de corrientes de agua y de armamento. Así se convirtió en el arquetipo del hombre del Renacimiento, una inspiración para todos los que creen que «las infinitas obras de la naturaleza», por citar al propio Leonardo, se hallan entretejidas en un todo lleno de maravillosos patrones. Su capacidad para combinar arte y ciencia, simbolizada por su dibujo de un hombre completamente proporcionado con los brazos extendidos dentro de un círculo y un cuadrado, conocido como el Hombre de Vitruvio, lo convirtió en el genio más innovador de la historia”.

Isaacson se adentra en la vida del genio italiano para descubrirnos cómo era en la intimidad, desvelarnos sus inquietudes y desafíos y exponernos cuáles fueron sus grandes proyectos vitales. Su obra se lee con extrema facilidad, es ágil y amena y está pensada para un público amplio, con finalidad divulgativa. Nos retrata a un hombre extraordinario, con sus virtudes y defectos, que no siempre acertó (varias de sus obras se quedaron a medio pintar y algunos proyectos de ingeniería fracasaron), pero cuya principal fortaleza fue la de no rendirse ante la adversidad. Adelantado a su época, gran parte de sus ideas no pasaron de proyectos, lo que nos permite preguntar cómo sería el mundo hoy si Leonardo hubiese podido llevar a la práctica la mayoría de ellos.

De Leonardo dice el autor que era peculiar, obsesivo, juguetón, fácil de distraer, bastardo –lo que le libró de ser notario, como los primogénitos de su familia paterna–, homosexual, zurdo, vegetariano… Sorprende que un personaje así pudiera progresar y triunfar en una sociedad como la del siglo XVI, pero aquella Florencia, nos explica Walter Isaacson, era más permisiva de lo que imaginamos y acogía a personajes igual de estrafalarios (o incluso más) siempre que aportasen con sus cualidades una ventaja a la ciudad. En el libro, además del protagonismo indiscutible de Leonardo, aparece reflejada la Italia renacentista: sus luchas internas, su modas y gustos, las relaciones entre cortesanos y artistas, el ansia de poder… Da Vinci fue protagonista de esta sociedad convulsa, brillante, culta y en constante mutación.

Para retratar al Leonardo más humano, el historiador americano se apoya, además de en las fuentes especializadas y en las monografías precedentes, en las más de 7.200 páginas que componen los cuadernos del pintor italiano (resulta increíble que hayan sobrevivido todo este tiempo). Esos cuadernos recogen sus estudios innovadores de anatomía, de fósiles, de pájaros, del corazón humano, de máquinas voladoras, de óptica, de botánica, de geología, de corrientes de agua y de armamento, así como reflexiones personales, comentarios mundanos del día a día y bocetos de sus trabajos. El trabajo de Isaacson sigue un eje cronológico, pero se adereza con pequeñas digresiones que estudian las distintas facetas en las que se interesó nuestro personaje. Estos pequeños saltos nos ayudan a comprender la grandeza de Da Vinci, su inagotable capacidad para abordar hasta el más nimio de los asuntos y las imaginativas respuestas que les daba.

La imagen que nos presenta Walter Isaacson es la de un hombre hecho a sí mismo, Leonardo casi no tuvo estudios y apenas sabía leer en latín o hacer divisiones complicadas. Su genio era de una clase que entendemos y que incluso nos sirve de ejemplo. Se basaba en habilidades como la curiosidad y unas enormes dotes de observación. Poseía una imaginación agudísima, que lindaba con la fantasía. Evidentemente sus dones eran inigualables, pero entre los rasgos de Leonardo que detalla el historiador estadounidense y nuestras propias vidas no hay un abismo insalvable. Esta biografía nos permite saber qué significa ser un genio y qué actitud tener ante la vida para afrontarla con entereza.

Concluimos con esta reflexión del autor: “El siglo XV de Leonardo, de Colón y de Gutenberg fue una época de descubrimientos, de exploración y de difusión del conocimiento mediante las nuevas tecnologías; en definitiva, parecida a la nuestra. Por eso tenemos mucho que aprender de Leonardo. Su capacidad de combinar el arte, la ciencia, la tecnología, las humanidades y la imaginación sigue resultando una fórmula imperecedera para la creatividad. Al igual que la poca importancia que daba al hecho de ser un inadaptado: bastardo, homosexual, vegetariano, zurdo, distraído y, a veces, herético. Florencia prosperó en el siglo XV porque se sentía cómoda con personas así. Ante todo, la curiosidad y el afán de experimentación sin límites de Leonardo nos recuerdan la importancia de inculcar en nosotros y en nuestros hijos no solo el conocimiento, sino también la voluntad de cuestionarlo, de ser imaginativos y —como los inadaptados y los rebeldes con talento de cualquier época— de pensar de forma diferente”.

Walter Isaacson ha sido presidente del Instituto Aspen y de la CNN, así como director ejecutivo del semanario Time. Es autor de Einstein, su vida y su universo; Steve Jobs; Benjamin Franklin: An American Life; Kissinger: A Biography y, con Evan Thomas, de The Wise Men: Six Friends and the World They Made.

*Publicada por la editorial Debate, abril 2018. Traducción de Jordi Ainaud i Escudero.