Lenin
Hélène Carrère d'Encausse

Hay personajes históricos revestidos de una cierta aura heroica, a pesar de que sus biografías no sean especialmente ejemplares. Un sector de la sociedad (entre ellos, numerosos intelectuales y políticos) los recuerdan con un tinte romántico, que les permite olvidar sus deslices y potenciar sus logros. Curiosamente, suele tratarse de personajes escorados a la izquierda en el espectro ideológico: las efigies o retratos del Che Guevara, Lenin, Fidel Castro, Trotski o Mao, entre otros, todavía se exhiben en algunas manifestaciones y no son pocos quienes ensalzan su legado en las redes sociales, en particular, con ocasión de sus efemérides. Resulta paradójico que no suceda lo mismo en el otro extremo de aquel espectro: difícilmente se verá en una manifestación la imagen de Hitler o de Mussolini. No es nuestro propósito profundizar ahora en las causas de este doble rasero, sino meramente poner de relieve el distinto tratamiento dispensado a los lideres de regímenes que coincidieron en protagonizar actos criminales similares.

De entre esas personalidades históricas quizás Lenin sea quien más respeto cause y menos críticas haya recibido. Es cierto que tan solo ocupó la jefatura del gobierno soviético durante cuatro años y no le dio tiempo (o sí) a mostrar su verdadero rostro, pero no hay duda de que sentó las bases del régimen comunista que gobernaría Rusia y sus satélites durante las siguientes siete décadas, con todo lo que eso implica. Su nombre, sin embargo, no se asocia tanto a su labor gubernativa como a su liderazgo en el triunfo de la Revolución Rusa. Fue él quien logró imponer las tesis bolcheviques, frente a corrientes más moderadas y con más apoyos. Se hizo con el poder a la caída del régimen zarista, fracasados los sucesivos gobiernos de Kérenski tras la Revolución de febrero. Su control sobre el Soviet de Petrogrado y su determinación condujeron al país a un suceso único en la historia, que supuso un punto de inflexión en el siglo XX.

De no ser por su componente ideológico y por las consecuencias que tuvo, la Revolución Rusa hubiese sido un ejemplo más de cómo un pueblo, desencantado de su soberano, lo termina derrocando, fenómeno nada extraordinario. Su alcance, sin embargo, excedió con mucho al mero cambio de gobierno. Sin entrar en detalles, en aquel crucial año 1917 hubo dos revoluciones: la de febrero, que sigue las pautas tradicionales de subversión contra el orden establecido, y la de octubre, que presenta ciertas peculiaridades (y es a la que todo el mundo se refiere al hablar de Revolución Rusa). Una de sus novedades fue la influencia de las ideas marxistas que aspiraban a implantar sus dirigentes, a fin de instaurar una estructuras sociales, económicas y políticas que rompieran radicalmente con las del “mundo conocido”. Lenin, líder de la revuelta, supo dar el golpe de gracia a un país sumido en el caos y la inestabilidad, al que dotó de un nuevo régimen político.

Sobre Lenin se ha escrito mucho, especialmente ahora que se cumple el centenario de su muerte. Existe cierto consenso en que una de sus mejores biografías es la de la profesora Hélène Carrère d’Encausse, Lenin. El suyo bien puede calificarse de trabajo canónico que aborda la figura del revolucionario ruso sin intereses, tutelajes o favoritismos. Una biografía desnuda de prejuicios, que trata de comprender quién se esconde detrás del mito y cómo logró capitanear la Revolución hasta conducirla a buen puerto.

Así expone la autora las preguntas a las que trata de dar respuesta: “¿Quién fue? ¿Un criminal responsable de una de las mayores tragedias de este siglo o una víctima de los giros súbitos de la Historia, a la que un nuevo y tal vez último giro hará un día justicia? ¿Qué parte debemos atribuir a su personalidad en los actos y el devenir políticos en los que cuesta disociar al hombre de su país? ¿Cuál fue la parte del entorno político en sus decisiones y en sus consecuencias —retraso de Rusia, retraso de la revolución fuera de Rusia—? ¿Fue Lenin la encarnación de un siglo terrible en el que el desprecio hacia los hombres fue constante? ¿O un visionario que trazó —demasiado pronto, tal vez— las vías de un futuro tranquilo, clemente en los seres humanos?”. Y añade: “La ambición de este libro es contribuir a arrancar a Lenin de las pasiones ideológicas para situarlo en la historia de un siglo que ya acaba y que, se quiera o no, habrá estado dominado ante todo por sus ideas y por su voluntad”.

La académica Hélène Carrère d’Encausse recorre la vida de Vladímir Ilích Uliánov (verdadero nombre de nuestro protagonista, puesto que Lenin es solo un seudónimo que hizo fortuna y que finalmente adoptó) desde su nacimiento hasta su muerte. Explora su formación, su vida personal, su exilio en Europa y su ascenso al poder. En un personaje como Lenin, estas facetas están interconectadas y la única forma de comprender quién fue realmente es analizando todas ellas. El retrato que emerge es el de un hombre complejo, dotado de una gran voluntad y visión política, pero que no destaca en exceso en el campo teórico. Un hombre absorbido por una causa, que anteponía a cualquier persona o consideración. Un hombre integro que supo adaptarse a las circunstancias, en especial, para, una vez alcanzado el poder, lograr mantenerlo. Lenin fue ante todo un revolucionario profesional, de aquellos que se sienten más cómodos en la batalla y en la clandestinidad que en los Consejos de Ministros.

Junto a la minuciosa disección que la autora hace de la vida y la personalidad del biografiado, también examina con detalle el contexto histórico que le tocó vivir. Lenin es hijo de su tiempo y resulta imposible comprender la figura del revolucionario ruso sin saber qué estaba sucediendo en Europa y en Rusia. El período comprendido entre finales del siglo XIX y principios del XX es uno de los momentos más apasionantes de la historia reciente, pues en él se hallan las raíces de las transformaciones que tendrán lugar a lo largo de la centuria pasada. Rusia, en concreto, sufrió un cambio radical y en apenas unas décadas pasó de un imperio autoritario a una dictadura comunista. Europa, por su parte, asistió al nacimiento y a la consolidación de un movimiento obrero que buscaba romper con las bases de la sociedad de la época.

Obviamente, la Revolución Rusa ocupa un lugar destacado en la obra. Su desarrollo y sus episodios más importantes, así como la labor acometida por Lenin para su triunfo, son el escenario de fondo. Triunfo, por cierto, que pudo no haber ocurrido, pues nadie auguraba que los bolcheviques, una minoría dentro del tejido político ruso, consiguieran derrotar a adversarios más poderosos. Nuestro protagonista jugó un papel destacadísimo, aunque no estuvo exento de conflictos y de dudas que estuvieron a punto de hacer zozobrar su golpe de mano.

La autora aborda con una lucidez abrumadora las diversas facetas de la vida del personaje, incluyendo el quehacer de Lenin como máximo dirigente ruso, una vez alcanzado el poder. En esta fase de su vida, los claroscuros se vuelven más evidentes y la crítica sobre su actuación está más justificada que en ningún otro momento.

Concluimos con estas palabras de la autora, recogidas en las últimas páginas del libro: “De este modo, Lenin fue al mismo tiempo un prodigioso táctico y un genio político, inventor de los medios de transformar una utopía en Estado de pretensiones universales. Si hubiese fracasado en su empresa, si hubiese acabado sus días en el exilio, vagando de una capital europea a otra, probablemente figuraría en los libros de historia como un personaje secundario del marxismo, haciendo poco más o menos el papel de iluminado. Pero transformó sus sueños en realidad, y ese éxito, que no justifica en absoluto las tragedias inherentes a la empresa leninista, le vale sin embargo ocupar en la historia de este siglo un lugar excepcional. El más importante, probablemente, por la influencia que ha ejercido”.

Hélène Carrère d’Encausse (1929-2023) fue historiadora, Gran Cruz de la Legión de Honor y, desde 1991, miembro de la Académie Française, cuya Secretaría Perpetua asumió a partir de 1999, convirtiéndose en la primera mujer en ocupar el cargo. Autora de una extensa bibliografía sobre sus dos especialidades, Rusia y Asia central, escribió biografías de los Románov, de Lenin y de Stalin. Entre sus obras figuran Le Malheur russe, Nicolas II, Lenin, Les Romanov, Seis años que cambiaron el mundo, Le Général de Gaulle et la Russie y La Russie et la France. En 2023 fue galardonada con el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales

*Publicada por Espasa, enero 2024. Traducción de Mauro Armiño.